Capitulo 3

1563 Words
*Leonard* Samantha se ve jodidamente hermosa con su uniforme del colegio. Su falda corta, a cuadros negros y blancos, deja ver sus largas y níveas piernas, su camisa tiene un ligero escote que deja ver un poco de sus senos, sin que parezca atrevido. Me tiene hipnotizado, es como una fantasía andante. Hoy he venido a la oficina a buscar unos papeles y me la encontré en el ascensor, seguramente ira a ver a su padre también. En cuanto ella entro en el confinado lugar, el ambiente se impregno de un exquisito olor a coco y vainilla. Resalta en medio de la multitud, como una flor de loto en medio de un pantano. -¿Cómo estas, Samantha? - intento crear una conversación. Mi atrevimiento la tomó por sorpresa, eso está claro por la expresión de su cara. Aparte que se sobresaltó al escuchar mi voz. -Muy bien, ¿Y usted? - responde de manera automática y sin mirarme. Su voz es melodiosa, dulce y clara, como música para mis oídos. Habla con porte y gracia, es educada, aunque no mantenga contacto visual conmigo. Alan la ha educado bien, es una sumisa de calidad, no dudaría en obedecerme, pero me temo que es tan delicada que no me atrevería a tocarla de forma brusca, mucho menos a azotarla o amarrarla. Tengo mucha curiosidad en saber su edad, parece muy joven, me pregunto si será legal, mentalmente ruego por ello. Aunque no puedo concentrarme del todo, porque desde aquí puedo ver sus pechos redondos saludando desde el escote que le proporciona la camisa, por haber quitado varios botones. Maldición, no puedo dejar de verla sin parecer un pervertido. -¿Puedo preguntar qué edad tienes? - cuestiono con cautela. Puedo ver que frunce el ceño, pero aún no voltea la mirada. Mantengo la conversación neutral, ya que no estamos solos, el ascensor va lleno de molestas pasantes, susurrando y haciéndome ojitos cada que pueden. -No se ofenda, pero ¿A que debe esa pregunta? -Simple curiosidad. ¿Por qué no me tuteas? No soy tan viejo como crees - dibujo una sonrisa. -Porque usted no me lo ha pedido - sonríe de vuelta - Y tengo 15 años. Sabía que era joven, le llevo diez años. Esto va a ser un problema, debería mantenerme alejado. El ascensor se abre, dando por terminada la conversación y justo cuando pensé que iríamos a la misma oficina, ella se desvía hacia otra parte, junto con las pasantes, dejándome solo en el pasillo. No me queda de otra que seguir solo hacia el despacho de Alan, lástima que la secretaria no está para que me anuncie, me imagino que debe estar almorzando aún. Paso directo a la oficina, sin tocar porque me da flojera, pero arrepintiéndome en seguida; Alan sí está dentro, con su secretaria con la cara en su bragueta, atragantándose con su pene en lo más profundo se su garganta. La vista no está tan mal, pero es un poco perturbador, así que finjo toser para hacerme notar. -¡Diablos, Fisher! ¿No tocas la puerta? - gruñe nervioso. Toco tres veces la puerta abierta, con ironía. La chica se incorpora con la cara hecha un tomate, acomodando su ropa torcida, adoptando una pose calmada, como si nada hubiese pasado. -No te preocupes, está acostumbrada, puedo prestártela cuando quieras, hace un excelente trabajo - me guiña el ojo. -Sería un placer - habla la castaña, con la voz ronca, supongo que estropeada por la actividad anterior. -No gracias - respondo frío mientras me acomodo en el sofá. -Ya puedes irte, Molly - le hace una señal y ella se va por donde yo entre. Servimos un par de tragos de whisky, para comenzar a hablar calmadamente en los sillones de la oficina que dan hacia la excelente vista de la ventana. -¿Entonces me llamaste para que viera tu espectáculo? - pregunto mirándolo fijo. Sonríe con malicia. Es de la única forma que lo he visto sonreír. -Te esperaba más tarde - confiesa - con eso del tráfico... -Estaba a unas calles de aquí, así que vine caminando - me encojo de hombros - Dale gracias a Dios que fui yo quien entró, Samantha está en el edificio, me la encontré en el ascensor. Si hubiera visto lo que yo, mínimo se trauma de por vida - bromeo. Abre mucho los ojos, creo que casi escupe el trago. -¡Mierda, Samantha! Olvidé por completo que vendría hoy - se lleva la mano a la cabeza.  -Si, como sea ¿Para que me llamaste? – no puedo parecer interesado en ella. Alan se acomoda en su silla para comenzar a explicarme algo importante. -Verás, la situación del Alcatraz no esta del todo buena – murmura con pesar. -¿Tu hotel de Miami? Una basura de lugar, por cierto. No me sorprendería que estuviera mal, tiene una ubicación casi desconocida, las instalaciones son un asco y la administración que dejó es catastrófica. -Quiero remodelarlo... Demolerlo y reconstruirlo para ser precisos – explica. Ahora soy yo quien lo mira asombrado, esa clase de remodelación cuesta millones, que no servirían de nada para sacar a flote un hotel que ya está en la ruina. -No comprendo – frunzo el ceño – Eso cuesta millones, Alan. Millones que no tienes después de la compra del Empire. Soy consciente que la compra que me hizo lo dejó casi en banca rota. -Allí es donde encajas tú – señala. Alzo una ceja sin comprender aun a lo que quiere llegar. -Tú serás mi bote salvavidas – continua – harás la renovación por mí, me prestaras lo que necesito y te pagaré con la mitad de las acciones del hotel. -Estas demente, ese hotel no producirá lo suficiente para pagar el semejante gasto que quieres invertir. Sería una pérdida de dinero, lo mejor sería venderlo y comprar otro en mejor ubicación. -No voy a hacer eso, es el legado de mi familia, gracias a ese hotel yo tengo lo que tengo – se levanta – Te ofrezco algo mejor; te daré las escrituras del Empire de vuelta, como garantía de pago. Yo no quiero perder ese edificio tampoco, será el regalo de cumpleaños numero 18 de mi hija. Empeñaría el futuro de su hija por un hotel que no vale la pena. Supongo que le tiene mucha fe, valor sentimental o lo que sea. -Préstame el dinero, si no funciona, venderé otra propiedad para pagarte, te juro que no te quedaré mal – casi ruega. Sería como regalar dinero, pero supongo que si no me paga me quedaré con el Empire. -Esta bien, yo me encargo de todo, mi constructora hará las remodelaciones que quieres... -¡Excelente! – aplaude contento – Viajaré mañana mismo para Miami a preparar todo. Así aprovecho de salir de la ciudad antes de que Peter me invite a la fiesta de cumpleaños de su hija. ¡Mierda, cierto! Tendré que inventar algo bueno para que me deje en paz este fin de semana. Pasamos horas discutiendo sobre lo que quiere hacerle al hotel, cada vez me convence menos de lo que estoy haciendo. Menos mal que esa inversión no significa gran cosa para mí, como significa para él; puede quedar en banca rota si esto sale mal. Somos interrumpidos por el ruido de la puerta al abrirse, dejando entrara a Samantha, batiendo su cabello suelto al aire mientras se lo acomoda, distraída de mi presencia en la oficina. -Papa, ¿puedes llevarme? – pregunta sin mirarnos. -Samantha, no seas mal educada, saluda al Señor Fisher – la riñe. Pasea sus ojos por la sala hasta toparse conmigo, sonrojándose al instante. -Disculpe, Señor. Hola – balbucea – No sabía que seguía aquí. Adorable, bella y sumisa. Es perfecta. -No te preocupes – sonrío de lado – Mi visita se extendió. Me devuelve la sonrisa, pero bajando la vista. No puede mantener contacto visual conmigo por mucho tiempo sin sonrojarse o aguantar la respiración. Por un momento parece que estamos ella y yo solos en el mundo, por lo que me dedico solo a contemplar su belleza. -Cariño, tendrás que llamar a Jaime, yo tengo mucho trabajo – la voz de Alan rompe la burbuja.  -Jaime tuvo que ir a cuidar a su hija enferma – mira a su padre directamente. Ok, mira a su padre a los ojos con firmeza, eso quiere decir que dentro de ese semblante de sumisa hay un carácter fuerte. Mientras analizo todo, se me ocurre una idea fantástica, pero para ello tengo que parecer frio. -Yo puedo llevarla si prefieren – espeto frío – Tengo mi auto a unas cuadras de aquí. Aparte, ya me iba. Alan nos mira a ambos, achina los ojos, piensa por unos segundos antes de hablar. -Me parece bien – se encoje de hombros. -También puedo tomar un taxi – balbucea Samantha. -Eso ni pensarlo – espeta su padre. Se da por vencida y sonríe como despedida antes de salir por la puerta. -Leonard – me llama Alan – Mantén las manos alejadas de mi princesa – amenaza serio – Y ni una sola palabra de lo que se habló aquí. -Aja – ruedo los ojos y salgo de la oficina. No puedo describir lo feliz que me encuentro de poder tener un tiempo mas a solas con Samantha. Solo espero que haya mucho tráfico. 
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