Advertencia

1044 Words
Ignacio llevaba ya veinticuatro horas en la enfermería, no tardarían en darle el alta, Marta no volvería hasta la noche, la otra enfermera más mayor era más seca, pero agradecía no estar solo todo el día. Recordó varias veces a la chica en el sillón gimiendo, se preguntó que hubiese pasado si se hubiera levantado, se hubiera acercado a ella y la hubiera tocado, ¿Le habría dejado darle placer?, imaginó que si, en su mente podía ver y sentir la calidez de su piel, el tacto de sus pechos, la erección no tardó en hacerse visible. Recordando donde estaba y que no se encontraba solo dejó de pensar en ella. Dos guardias fueron a hablar con él e indagar quién le había dado la paliza, dispuesto a mantener la boca cerrada, mintió, alegando que no los pudo ver ya que le pilló por sorpresa, “ten a tus amigos cerca y a tus enemigos aún más”, pensó. Marta había podido descansar después de una noche intensa de trabajo, pero los sueños no le daban tregua, al levantarse se dio una ducha, cuando se estaba peinando delante del espejo, dejó caer la toalla y se observó desnuda en el, se acarició el vientre, los pechos, sus pezones se pusieron duros , pasó la mano por el cuello y miró fijamente sus labios, se excitó al imaginar que Ignacio la hubiese visto en ese estado, preguntándose si a él le gustaría, desechando todas las ideas de su mente con un sacudón de cabeza se vistió. Llegado su turno volvió al trabajo, él seguía ahí, no le habían dado el alta, otra noche con él, sola, la tensión s****l la estaba matando, cada vez que lo tenía cerca su corazón latía con fuerza y juró que si todo quedaba en silencio lo podría escuchar. —¿Cómo te encuentras? —le preguntó al preso. Ignacio la miró de arriba abajo, pensó que estaba incluso más bonita que la noche anterior, le brillaban los ojos y las mejillas estaban ligeramente coloradas, ¿Acaso sabía que la había visto mientras soñaba? —Mejor, gracias a ti. —Bueno, es mi trabajo. —sonrió Marta. Le puso el termómetro por el protocolo habitual y le tomó la tensión. —Muy bien. — dijo al ver que ambos estaban en un promedio sano. —Necesito estirar las piernas, las siento entumecidas, ¿Podría? —le preguntó Ignacio—. Se lo pedí a tu compañera esta tarde pero me lo negó. —añadió. —¡Claro, te ayudo! Pensó que la otra enfermera era buena en su trabajo pero muchas veces le faltaban ganas. Se acercó a él y lo ayudó a bajar de la cama, se sujetó con fuerza en ella, dio unos pasos agarrado a su cintura, ella reaccionó con ese simple contacto, él confirmo que debía tener bonitas curvas debajo de esa bata. —Volvamos a la cama, no hay que ir muy deprisa.—dijo ella, refiriéndose a que necesitaba descansar. —¿Es una invitación? —bromeó él, sin saber porqué lo había hecho. Esas palabras para Marta fueron mucho más de lo que él podía imaginar, no respondió, lo sentó en la cama pero no se llegó a tumbar, quedó en el borde. —¿Podrías traerme un vaso de agua? —le pidió Ignacio. Marta asintiendo fue a buscarlo. Mientras Ignacio aprovechó el momento para verla caminar, su mirada especialmente reposó en el trasero de la enfermera, volviendo a provocar una erección. Le entregó el vaso consciente de lo que pasaba debajo de la bata que llevaba puesta Ignacio, las típicas de hospital que se cierran con un nudo por detrás, dejaban muy poco a la imaginación, dejó que terminara de beber y colocó el vaso en la mesa de la cama, él la miraba, como si no pudiera hacer otra cosa. Ella vigiló la puerta, los guardias no solían entrar a menos que los llamara, pero era un riesgo, un riesgo que en ese momento le daba igual, se desabrochó la bata mientras lo miraba a los ojos, Ignacio no estaba sorprendido, sino deseoso de ella, cuando terminó con el último botón, empezó con los de la blusa, hasta dejar a la vista el sujetador, él no la tocaba, ni decía nada. No estaba seguro de que fuera una buena idea, sabía que a las mujeres les atraían los chicos malos pero ofrecerse así a un preso, aunque le gustó también le preocupó, era incapaz de apartar la vista de ella, de la montaña de sus pechos, eran grandes para su sorpresa, la bata disimulaba bien, quería ver lo que se escondía debajo pero no hizo nada, ella desesperada por qué la tocara se lo pidió. —Tócame. Ese gesto por parte de la chica lo volvió loco, dejó de pensar con lógica, obediente acarició su cuello, la mano grande podía rodear su cuello, los labios de Marta se entreabrieron, algo que a él le encantaba, acarició sus pechos por encima del sujetador intentando apartarlo para poder ver sus pezones, jugó con la prenda rozando la piel, excitándola más, el pezón duro traspasaba el sujetador, lo bajó un poco y con la yema de un dedo jugó con su pezón. El m*****o en ese momento podría haber roto el calzoncillo, siguió jugando con sus pezones unos minutos, la reacción de la mujer le fascinaba, gemía suavemente, colorada, entonces pensó en ella, que sería de Marta si se enteraban de lo que estaba pasando en esa habitación, era un preso y no lo iba a dejar de ser por muchos años. —Debería dormir.—dijo bruscamente apartándose de ella, queriendo alejarla. Marta se volvió a cerrar los botones avergonzada. —Lo siento, no se por qué he hecho esto. Pensó que tal vez no le gustaba, pues en un sitio así es fácil confundir el deseo con la necesidad. Tomó la decisión de no dormir esa noche, los sueños últimamente la traicionaban y no quería que le pasará con él en la misma habitación, ordenó todos los papeles, el despacho, leyó… hasta que llegó el fin de su turno, Ignacio estaba dormido cuando se marchó, cosa que no estaba segura de si se alegraba o no, de que fuera así.
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