SAANVI Jacob llegó puntual, con casco blanco bajo el brazo como si fuera a dirigir una obra en ese mismo instante y una carpeta con planos enrollados que olían a tinta fresca. La calle tenía esa mezcla de barrio industrial reciclado: cafeterías minimalistas donde antes había talleres, grafitis convertidos en murales, un par de start-ups con logos atrevidos. A media cuadra, un parque pequeño. A una cuadra, el metro. Ubicación estratégica. Mi estómago hizo ese nudo raro que no era miedo; era emoción pidiendo permiso. —Bienvenidas —dijo Jacob, dándonos la mano—. Y… Liam. —Le sonrió con profesionalidad medida—. Me contaron que hoy será espectador. —Hoy mando yo —replicó Georgia, guiñándome un ojo—. Ashford, sólo toma notas y asiente con cara de que va a pagar la ronda de café. Liam fingió

