Madrid daba apertura al evento más grande e importante de referencia de la moda española celebrada dos veces al año, conocido como Mercedes-Benz Fashion Week Madrid, encabezado por los diseñadores del momento, presentando y luciéndose con sus impresionantes colecciones y al que asistían importantes personalidades de la industria de la moda, compradores, patrocinadores, adineradas figuras públicas y la prensa de diferentes países.
Yulia Volkova era una de las modelos cotizadas para el evento, se abría paso en el mundo del modelaje y aquella importante gala la catapultaría todavía más. Se trataba de una joven rusa de 19 años, esbelta, de la talla perfecta para ese medio exigente, sus ojos eran celestes y tenía abundante cabellera rubia que llegaba hasta su cintura. Yulia caminó con seguridad por la pasarela, luciendo exquisitos diseños de aquellos prestigiosos modistas que presentaban sus obras de arte ante el magno evento, una y otra vez salió exhibiendo los opulentos atuendos, haciendo su trabajo a la perfección. Detrás de bastidores era un completo caos, las modelos corrían por doquier preparándose para su siguiente salida, los asistentes de los diseñadores y ellos mismos realizando cualquier ajuste de imprevisto; todo para ofrecer un desfile impecable.
Yulia era maquillada con prisa para la última salida de la noche cuando alguien del protocolo se acercó con una tarjeta.
—Te lo envía uno de los patrocinadores. —Le habló el hombre cerca del oído en el momento que tocó su hombro para luego extender la tarjeta.
—¡Oh! Muchas gracias. —Aceptó cortésmente.
“Eres la mejor de todas, exquisita y perfecta.
Estoy a tu derecha luciendo un traje color vino.
Tu gran admirador, D.S.”
Yulia colocó la tarjeta en la superficie del tocador sin darle mucha importancia, a la vez que miraba su reflejo en el espejo frente a ella, prestándole más atención a su estilista. Aunque no tenía tiempo ni deseos de involucrarse sentimentalmente con alguien, su belleza y figura no la hacía invisible ante una larga fila de admiradores en dondequiera que se presentara.
La joven modelo salió por última vez a la pasarela, pero mientras daba sus elegantes pasos, su curiosidad se hizo presente y miró de reojo hacia los espectadores buscando a alguna persona que usara un traje color vino; tan pronto lo ubicó vio levemente hacia el lugar en donde se encontraba instalado el hombre, siendo el único que portaba esa distintiva vestimenta. Se veía atractivo el gran hombre de corta barba; sin embargo, continuó sin hacer gran énfasis en él. Durante los siguientes cuatro días, aquel misterioso y apuesto sujeto siguió asistiendo a cada presentación, de lo que fuera en donde estuviera presente Yulia; sin importar que la temática no fuera de su interés.
A donde ella viajara, siempre la acompañaba su nana, Susan, una mujer de rasgos mediterráneos bastante mayor. A pesar de estar en el medio artístico, Yulia no era una chica extrovertida que se presentara en grandes celebraciones que estuvieran fuera de los desfiles, como lo hacían otras otras personalidades de su medio, solo asistía si era estrictamente necesario; lo que menos deseaba era llamar mucho la atención. Aquella reserva, en ocasiones, era mal interpretada como arrogancia, pero en su mirada podía percibirse la sutileza de su inocencia. Era una chica bastante solitaria, de quien se decía que no tenía más familiares o allegados que Susan. Por su bienestar, un secreto la obligaba a mantener tal cautela.
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Al terminar el último desfile, Yulia se disponía a retirarse y recogía sus pertenencias del tocador asignado, cuando se le acercó de pronto Lorenzo, su representante.
—Hey, querida, no tienes por qué irte tan pronto, hay alguien muy importante que quiere conocerte —Le dijo entusiasmado.
Yulia se volvió hacia él sin gran emoción.
—Enzo, sabes que no me gusta conocer gente, así como así. —Refutó con su marcado acento y volvió a lo que hacía.
—Vamos lindura, es un hombre muy importante que está muy interesado en ti y tu trabajo, que te ha estado admirando toda la semana.
—No —Reiteró tajante.
—¿Ni siquiera porque ya me encuentre aquí, señorita Volkova? —Inquirió el hombre entrando de pronto a donde se encontraban los dos, su voz grave y varonil retumbó por doquier, llamando la atención de la joven.
Yulia se giró, se sintió apenada porque el extraño pudo escucharla, era aquel hombre que le había enviado la tarjeta y del que se percató en cada desfile en el que participó. Ahora lo veía detalladamente, era muy alto, muchísimo más alto que ella, maduro, tenía barba corta y cabello perfectamente arreglado, fornido, era notorio que dedicaba mucho tiempo a los ejercicios, ya que su musculatura se enmarcaba en las telas de su costoso traje, su sonrisa era perfecta, pero en sus ojos cafés se percibía malicia. Yulia parpadeó varias veces ante su inminente atractivo.
—Lo... lo siento señor, voy de salida —titubeó.
—Solo acepte un café o una cena de mi parte, me gustaría su autógrafo.
—Acepta, Yulia —Persistió Lorenzo con los dientes apretados y un gesto insistente hacia ella.
—Es un extraño. —Musitó negando.
El hombre dio unos pasos más hacia ella ladeando una galante sonrisa, tomó una de sus delicadas manos entre la suya y la llevó a sus labios, dándole un suave beso.
—Mi nombre es Duncan Schmitt, un gusto conocerla, señorita Volkova. —Habló dulcemente y ella se ruborizó.
Después de tanta insistencia, aquella noche ella aceptó la cena de ese hombre experimentado y calculador que se encargaría de seducirla, con “encantos” a los que ella no le pudo ser indiferente y cuyo egocentrismo fue pasado por alto por cuán deslumbrada estaba por sus atenciones y exquisita imagen. Duncan empezó a asistir a los desfiles a los que ella se presentara sin importar la ciudad que fuera, la llenaba de flores, joyas y obsequios ostentosos con los que no quedaba la menor duda de lo adinerado que era, estos presentes eran recibidos con ilusión y dulzura de parte de Yulia, terminando juntos en habitaciones de ostentosos hoteles. Ella pensaba que era un hombre en el que podía confiar y con el que podía llegar a una relación duradera, pero Duncan no era lo que parecía.
…
La relación de algunos meses de Duncan y Yulia iba "perfecta", así ella lo veía, se había enamorado de él. Esta noche era diferente, ella quería darle una importante noticia cuando llegaran a la habitación, estaba emocionada y a la vez nerviosa. Durante toda la cena él se mostraba callado, evidentemente de mal humor, algo había diferente en él; sin embargo, Yulia lo trató con ternura como siempre lo hacía, pensó que cualquiera podía tener un mal día.
Duncan había tomado algo de licor durante la velada y se podía percibir en su aliento, en sus besos. En su encuentro sexu@l de esa noche la trataba diferente, no era dulce como otras veces, era brusco, tanto que empezaba a lastimarla. Embestía a Yulia en una posición poco cómoda, ella estaba de espaldas bajo él, la tenía tomada con fuerza de su cabellera como si fuera a arrancarla de su cabeza, a la vez que envolvía su cuello con su otra enorme mano ejerciendo parte de su peso sobre él y disminuyendo su respiración.
—Me lastimas... —Dijo con voz débil y tos.
Entre gruñidos y siendo tan bestial con ella por primera vez, él ignoró lo que le dijo y nada cambió.
—Dime que te gusta, Charlotte, ¡grítalo fierecilla! —Ordenó de pronto elevando su voz con los dientes apretados y aplicando todavía más fuerza en ella.
Yulia abrió sus ojos de par en par y forcejeó para obligarlo a detenerse, enterró sus uñas sobre la mano que él tenía sobre su cuello logrando apartarla. Consiguió que se detuviera, se incorporó sobre el colchón frotando su cuello adolorido y tomando aire con desesperación, luego, instintivamente cubrió sus pechos desnudos con una delgada sábana ante un Duncan callado y mirada iracunda hacia ella, era un completo desconocido.
—¿Quién es Charlotte? —Interrogó tensa y con evidente molestia.
—La mujer que un día será mi esposa. —Respondió descaradamente.
Yulia sintió cómo un frío recorrió su columna y subió hasta erizar su cuero cabelludo, a su vez experimentó cómo su pecho se oprimió, sus pocas palabras le dolieron.
—¿Qué acabas de decir? Me dijiste que eras soltero. —Recordó con su labio inferior tembloroso. —¿Tienes novia? ¿Prometida? —Inquirió triste.
Duncan ladeó una macabra sonrisa y se hizo a un lado para servirse un poco de agua de la jarra de vidrio que estaba puesta sobre la mesa de la habitación, Yulia apretó la sábana más a su cuerpo mientras lo seguía con la mirada, esperando que él dijera que bromeaba, pero no fue así.
—No te preocupes, Yulia, eres mi puta favorita. —Añadió en tono burlesco para luego tomar el agua de un solo sorbo si apartar sus fríos ojos de ella.
Yulia se estremeció y salió de la cama, tratando de mostrarse firme y conteniendo sus lágrimas, pero con su corazón resquebrajándose.
—¡Si esto se trata de una maldita broma, te ordeno que te retractes ahora, Duncan! ¡No es gracioso! —Pidió con voz elevada y firme.
Él rio satíricamente y se dirigió a ella lentamente.
—Te pareces mucho a ella, Yulia, ahora más, por eso serás siempre mi favorita.
—Al parecer estás ebrio, pero no toleraré esto, Duncan.
Ella tiró la sábana que cubría su cuerpo y dio algunas zancadas por la habitación recogiendo algunas prendas de vestir tiradas por el piso.
—¿A dónde crees que vas? —Preguntó imponente, a lo que ella recogió su última prenda sin responderle, para dirigirse al tocador.
Duncan era un hombre que perdía la paciencia rápidamente y en ese momento había tenido mucha antes del desastre; además, se hacía lo que él decía, sin objeción. Su furia creció y en un parpadeo él ya se encontraba tomando a Yulia del brazo para estrellarla contra la pared y atrapándola con el peso de su cuerpo.
—Tu no vas a ningún lado si yo no lo digo, chiquilla. —Aseguró apretando sus mejillas con una mano. —Tú serás quien yo diga que eres y sales de aquí cuando me canse de c0gert3. Serás mía como me plazca, las veces que desee, Charlotte. —Aseguró con voz ronca, olisqueando su cuello como un sabueso y dándole pequeños mordiscos.
En ese momento ella empezó a sentir mucho miedo, confirmaba que era un completo extraño. Éste era el Duncan real que se había mantenido oculto bajo una máscara de dulzura y caballerosidad. Yulia aplicó toda su fuerza y alcanzó a apartarlo de ella, dando un paso hacia atrás y ella pudiendo liberarse; de inmediato, ella le plantó una fuerte bofetada.
—Yo soy Yulia Volkova, no soy una de tus rameras. —Dijo con rabia y lo que le quedaba de valentía. —No sabes con quién estás tratando.
Duncan sonrió con malicia y pasó su lengua saboreando su labio inferior, observándola como una presa.
—Así me gusta... Cada vez eres más ella. —Aseguró con perversión.
De un segundo a otro se halló devolviéndole la bofetada a la joven rubia, lo que la hizo caer al piso aturdida. Él la levantó con fuerza, apretando su rostro por encima de la boca sin poder emitir sonido, a la vez que también la sujetaba de la nuca. La mirada de ella se transformó en una de completo horror.
—Fuiste muy inocente, como un manso cachorrito. —Bufó y la lanzó contra la cama para abalanzarse sobre ella.
...
Yulia llegó al departamento en donde se estaba hospedando con Susan, cerró la puerta tras ella pasando todos los cerrojos y se quedó recostada tras ella con los ojos cerrados fuertemente y lágrimas escapando sin poder contenerlas, a simple vista se podía apreciar un moretón alrededor de su cuello y uno más en su boca, sus brazos y algunas partes de su cuerpo también estaban llenas de magulladuras como resultado de los múltiples abusos por parte de Duncan aquella fatídica noche. A sus pensamientos volvían una y otra vez las imágenes de aquel hombre que dejó caer su máscara para darle paso al monstruo que albergaba, ella respiraba agitada por el dolor en su alma que iba más allá del físico y por el horror que sintió y que aún calaba hasta en la última célula de su cuerpo.
—¡Pupsik! -bebé- ¿Qué te sucedió? —Interrogó Susan angustiada corriendo hacia ella y sosteniendo su rostro tan pronto la vio en tal estado.
Yulia se desplomó entre los brazos de Susan sollozando con aquel profundo dolor que no le permitía hablar.
Luego de un largo rato de llanto descontrolado, Yulia se incorporó y se dirigió hacia la habitación, todavía con su rostro enrojecido y sus mejillas bañadas de lágrimas, tomó el equipaje de ambas y comenzó a tirar la ropa dentro, apresuradamente.
—Tenemos que irnos ya mismo, Su. —Aseguró con pánico.
Susan la miró con suma preocupación sin comprender todavía, la tomó suavemente por el hombro y la giró hacia ella mirándola a los ojos.
—Necesito saber qué está sucediendo. —Ella se estremeció.
—Estoy embarazada, Su... Y él... él le hará daño. —Confesó temblorosa para luego apretarle de los antebrazos. —¡Tenemos que irnos...! —Continuó con desespero.
Susan se llevó una mano a la boca y sus ojos se volvieron acuosos, teniendo una idea de quién hablaba y comprendiendo levemente cuán destrozado podía estar el corazón de Yulia.