CAPÍTULO 2

1137 Words
—Un galgo podría vencer a un jeparto. Escucho a mi hija desde la parte de atrás de mi coche el día siguiente mientras vamos camino a la fiesta —Guepardo, cielo. Guepardo. —También son buenos oliendo— hace un gesto tierno con su nariz mientras lo dice. —Greta, ya hablamos sobre eso —la miro cuando me detengo en un semáforo —No podemos tener un cachorro en el departamento. Su gesto se entristece. —No te pongas así. Vamos a una fiesta y quiero que te diviertas. Asiente sonriendo un poco y sus risos se mueven. Le había hecho una media coleta y puesto un lindo lazo. Llevaba un vestido suelto, color rojo y debajo un leggins, color n***o para que pudiera correr. Ella había elegido usar botines de princesa que tanto adora. Cuando llego a la dirección no me sorprende ver que es en un barrio de clase alta. El colegio de Greta es uno de los mejores del distrito y solo los que pueden pagar esa exorbitante mensualidad pueden asistir. Pero doy gracias a Dios por la beca. Cuando encuentro la casa, digo mi nombre y el de Greta antes de que los de seguridad de la puerta principal nos dejen entrar. Subo el sendero y una magnífica casa de estilo victoriano se impone, sobre todo. —Greta —susurro —Pórtate muy bien. Ella solo asiente. Estaciono frente a un Suv elegante, del año y le abro la puerta a Greta que ya está peleando con su silla. La ayudo a salir y baja emocionada. Algo cohibida, avanzo hasta la entrada que casi no se ve por la cantidad de globos. Cuando entro y me detengo en el vestíbulo, mi hija corre al patio trasero sin esperar más. —Greta —la llamo en un susurro —Greta, ven para acá. —Está bien, déjala —dice Delia apareciendo —Bienvenida. Es bueno que vinieran. —Lo sé, ella está feliz—. Le tiendo el obsequio —Es para Alida. Sonríe con gratitud. —No era necesario. Pero gracias—. Dice— Ven, vamos con los demás. Aún falta porque llegue más invitados y algunos de la familia—. Asiento mirando alrededor del elegante salón. Salimos al patio trasero y, hoy, el clima había colaborado para hacer una fiesta al aire libre. Hay un brinca, brinca, máquina de palomitas, algodón de azúcar y entretenimiento en vivo para ellos. Delia me presenta a su esposo y a pesar de tener un aspecto intimidante cuando mira a la mujer, su sonrisa aparece. Hay algunos padres de compañeros de Greta y me encuentro hablando con ellos mientras me tomo un vaso de Zumo e increíblemente me encuentro disfrutando de la tarde. Greta corre y come todo lo que Delia les ofrece. Además de participar en las actividades. —Ella es muy dulce —comenta Delia cuando estamos compartiendo una bebida. —Es una lianta. Pero sí, es una niña dulce y curiosa—. Se ríe. Markos. El esposo de Delia se acerca. —¿Tu hermano hará los honores? —inquiere. —Le prometió a Alida que vendría y no creo que rompa su promesa. —Yo también lo espero —dice antes de alejarse. Delia me da una mirada de disculpa. —Lamento eso. —No hay problemas. No sé, que es tener hermanos problemáticos. Así que es interesante. Se ríe. —¿De verdad? —Sí. Solo somos Greta y yo. —Entiendo— su gesto se vuelve algo apenado. En ese momento veo como Greta corres y tropieza cayendo. ¡Carajos! Corro hasta ella para cerciorarme de que está bien. Pero llora. La ayudo a levantar. —Mami —dice entre el llanto y veo que su leggins se ha roto y su rodilla está raspada. —Vamos a curarla —secunda de cerca Delia. La sigo con mi hija de la mano y estoy a medio camino cuando miro al frente y es como si viera un fantasma. —Buenas tardes, familia —escucho la voz que no creí volver a escuchar en mi vida. Me quedo paralizada a causa del horror. Y el mismo se intensifica cuando escucho un chillido. —¡Tío! —Alida grita al tiempo que corre al recién llegado. Veo, como este la atrapa en vuelo y se ríe mientras ella habla sin parar. —Debo salir de aquí —susurro. Delia me mira con extrañeza. —No. Vamos a que cures a Greta. —Debo irme —ínsito mirando a los lados en busca de una salida. Pero sollozo de mi hija me hace regresar al ahora. Cuando vuelvo a mirar al frente, me encuentro con los ojos negros de Constantine Katsaro sobre mí. No. No es cierto. —Vamos a la habitación de invitados y la podrás curar —escucho las palabras de Delia, pero solo quiero gritar. Con, deja a su sobrina sobre sus pies y avanza. —Vaya, al fin te dignas a llegar —miro a Delia antes de regresar mi mirada al recién llegado. Sigue siendo imponente como lo recuerdo. Su cara se ha endurecido, pero sigue manteniendo ese atractivo que recuerdo. Viste vaqueros y camiseta ajustada. Su cabello está corto y sus ojos negros siguen siendo dos piscinas oscuras de misterio. —Pensé que no vendrías—. Le reprocha Delia —Mira, Evelyn, este es mi hermano mayor, Constantine. Su mandíbula está apretada y asiente. —Un placer— dice en tono duro. —Mami —la vocecita lastimera de mi hija me regresa al presente. Los ojos de Con se posan en mi hija y la estudia en silencio unos segundos mientras su semblante empalicé un poco. Pero mantiene su postura. Cuando sus ojos regresan a los míos. Puedo ver la pregunta en sus ojos. No puedo hacer esto. —Lo siento, pero debo irme y curar a mi hija —digo de marea apresurada mientras la tomo en brazos y salgo de ahí lo más rápido que puedo, evito la mirada de todos. Salgo de la casa y acomodo a mi hija sobre su silla. Estoy subiendo al coche, cuando Con sale y se detiene en medio de la entrada. —Evelyn —me llama y me detengo en seco. Lo miro con una fortaleza que no siento en este momento. —¿Qué? —Debo hacer la prueba o me dirás la verdad sin necesidad de llegar a eso. La sangre me hierve ante su demanda. —Vete a la mierda, Constantine —replico. —Eso pensé —sus labios se curvan en una sonrisa cínica. No lo miro. En cambio, subo al coche y conduzco fuera de esa propiedad como si el mismo diablo me ha aparecido. Y, en cierta manera, es así. Su nombre es Constantine Katsaro.
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