Los valientes guerreros Zaladianos enfrentaban la adversidad con valor y fuerza, las espadas chocaban una y otra vez. Le agobiaba completamente el sonido, el sonido de muerte.
Las topas de Zalador llevaban la ventaja en terreno y estrategia, los minotauros, aunque en fuerza y b********d los superaban con creces. Podríamos decir que su intelecto les hacía retroceder, al ver como las topas humanas superaban la adversidad el valor de los soldados se incrementaba. Al verse envuelto en una situación que lo ponía entre la espada y la pared Taurm optó por su segundo plan, un plan que le garantizaría la victoria.
—¡Comandante! —exclamó Brida, el sargento.
—¡¿Qué pasa sargento?! ¡Estoy un poco ocupado! ¡¿Qué no ve?! —se detiene unos momentos para atender el llamado mientras sus soldados les cubren las espaldas.
—¡Mi señor se acerca una ola de neblina! —señala detrás de él.
—¿Neblina?
La mirada del comandante lo decía todo, sus ojos expresaban temor y preocupación y realmente ver al hombre más fuerte del batallón en ese estado era preocupante.
—Eso no es neblina... es... ¡Ola de nieve! ¡Todos ha cubierto!
Las olas de nieve son hechizos de cambio climático, permiten cambiar el estado de un terreno específico hasta una distancia específica y manejar el clima del lugar a preferencia, usados en sus inicios para la producción de alimentos de granja en épocas del año en las que es imposible cosechar. Usados actualmente en una brutal combinación como armas de guerra de largo alcance.
Los soldados que lograron escuchar la voz del comandante advirtiendo la situación emplearon medidas defensivas utilizando sus escudos y algunos árboles caídos como medida de protección, los que no simplemente pensaron que se avecinaba una simple cortina de humo.
—¡Capitán! ¡¿Qué es eso?! —Alsius señala con nervios.
—A qué te refieres con...
El capitán Takashi es capaz de evaluar situaciones con rapidez pudiendo salir ileso tanto el cómo sus camaradas, pero esta vez el problema sería más rápido que sus cálculos.
—¡Mocoso!
Él se lanzó al muchacho con su escudo y el del minotauro al que acababa de derrotar justo antes de que la rápida ola tomase más velocidad y llegara a ellos. Alsius pensaba: "Solo es niebla ¿Qué tan malo podría ser?". Luego se dio cuenta al ver al capitán, no era su primera batalla y estaba claro que algo terrible estaba a punto de pasar.
Cuando la ola golpeó el campo de batalla todo se inundó con una brisa fría y una cortina blanca de nieve, el escudo del capitán resonaba como si piedras hubiesen sido lanzadas contundentemente contra el hierro. Algo arremetió en contra de los soldados que habían quedado desprotegidos y con todos los arqueros que se encontraban en las alturas.
Durante unos segundos no pudieron ver nada, más que escuchar gritos y más gritos hasta que el ruido cesó, y la cortina de nieve se dispersó no sin dejar detrás un paisaje congelado y totalmente frío.
—¿Qué... pasó? —se preguntó a sí mismo luego de observar lo que había sucedido.
Más de la mitad de los soldados estaban tendidos en el terreno, todos abatidos por lo que parecían ser flechas de hielo y rocas heladas puntiagudas.
—La ola de nieve traía consigo todo lo que ves —Takashi deja de lado el escudo repleto de hielo—. Maldición... no pude verlo a tiempo ¡Maldición!
El capitán realmente estaba molesto, desesperado por no haber sido capaz de percatarse de la situación cargaba con el sufrimiento de haber manchado sus manos con la sangre de los guerreros muertos en combate por su descuido.
—Se supone que es mi trabajo... es mi trabajo evitar desastres como este analizando la situación... ¡Era mi maldito trabajo!
—¡Capitán! —se avecinaba alguien.
—¡Comandante Faraha! —exclamó Alsius feliz de verle.
—Escuche... —quedó perplejo al ver la escena—, no puede ser... mis... hombres.
—Lo lamento comandante —dijo indignado.
—No es tiempo de lamentarse Takashi, aún tenemos problemas. Sargento, tome dos de mis hombres y pongan a descansar a todos los heridos con heridas graves y de muerte, preferirán morir antes que sufrir por las lesiones y reúnan en un lugar a aquéllos que puedan ser salvados. ¡¿Dónde están mis hombres?!
—Señor solo estamos nosotros, es muy probable que los que queden hayan sido atrapados por la nieve —un puñado nada más era lo que había.
—Ya veo, estoy seguro que se reunirán conmigo cuando logren salir. Mientras tanto nosotros...
—¿Señor? —preguntó el sargento.
—No puedo moverme libremente, el frío afecta nuestras armaduras y las pone tensas. Quítense los recubrimientos principales y solo dejen la cota malla, el terreno cambió. Será difícil movilizarnos con esta nieve debajo de nosotros. Capitán ¿Alguna idea? —mientras espera que Takashi decida se va desarmando las partes más pesadas de la armadura.
—Señor, nuestra desventaja es evidente, no solo el terreno sino también nuestra falta de protección ahora que tuvimos que desprendernos la mayor parte de la armadura sin contar que solo somos ocho personas incluyendo al niño. Debemos irnos señor —ese debía ser el mejor plan, siendo algo deliberado por el mismísimo capitán cualquiera lo tomaría como la mejor opción, pero Faraha sentía que no debía ser así por primera vez.
—¿Me pides que abandone a mis soldados? —alza las cejas, exhala humo frío desde los pulmones.
—No hay elección señor yo...
—¡No voy a abandonar a nadie! —interrumpió—. Yo iré a la carreta que dejamos atrás a buscar algo, nos vendrá bien en la búsqueda de los perdidos y en caso de que aparezcan más minotauros. Capitán, está a cargo de la unidad en mi ausencia, sargento apoye al capitán Takashi con sus hombres y mantengan este lugar despejado hasta mi regreso.
—¡Sí señor! —el sargento moviliza a sus hombres para cubrir un pequeño perímetro.
—Takashi cuento contigo, quiero la cabeza de Taurum. Iremos a casa después de eso.
—¡Sí señor! —no había más elección para Takashi que confiar en su viejo amigo y sus ideales.
No pasó mucho tiempo hasta que fueron rodeados completamente por un grupo pequeño de minotauros, sabían que estaban en graves problemas sin la presencia del comandante.
—Takashi el viento estratega. Es un honor conocerte —el primero que habla como siempre suele ser el jefe o el más poderoso.
—Debo suponer que eres Taurum ¿No? Eres el más grande y feo de todos —destacaba de los demás en gran medida.
—Me halagas al ser capaz de reconocer mi rostro, aunque hace rato nos vimos, considerando que será lo último que verás en vida —moquea de su nariz y sus fauces salivando hacen que cualquiera piense que desprende locura.
—¡Insolente! ¡Cómo se atreve a hablarle así a nuestro capitán! —el sargento pierde la cordura, pero Takashi no iba a permitirse caer en tentaciones.
—Tranquilo sargento, solo intenta provocarnos.
—Eso, calla humano asqueroso. No tengo interés en asesinar a los lacayos cuando puedo bañar mis cuernos con la sangre de los peces gordos.
—Sargento Brida, es más que claro que nos subestiman. Solo han traído un pequeño grupo de trece contando al líder, no deberá suponer un problema para usted y sus cinco hombres, seguramente algún grupo de nuestra unidad estará en camino, pero también cabe la posibilidad de que las tropas enemigas se reúnan en este lugar considerando que su líder se encuentra aquí. Sé que será difícil, pero le encargo la protección del chico, el más grande me quiere a mí así que me encargaré de él y de cuatro de sus soldados mientras usted se encarga de los demás con sus hombres.
—Le rinde honor a su nombre como era de esperarse humano asqueroso, pero creo que sus números están en desventaja, no creo que puedan hacer nada sin el sable carmesí —Taurum pensaba tomar ventaja de la ausencia del hombre más fuerte del batallón.
—¿Olvida con quien habla? Voy a rebanar sus repugnantes cuernos con el filo de mi katana.
Taurum ríe durante unos segundos, mira fijamente al capitán mientras busca en su espalda su hacha de guerra y la posa sobre la nieve.
—Muchacho, tendrás el honor de verme luchar utilizando mis verdaderos atributos, terminaré rápido esto para que puedas ir a casa.
Esas palabras, realmente esas palabras le llegaron al corazón justo en ese momento. En el instante en que el capitán vengaría las almas de los caídos arrancando la cabeza de Taurum de una vez por todas.
—Sargento, aguante lo más que pueda el comandante está por venir.
Estaba seguro de que el capitán pensaba "No podré con todos ellos, pero haré lo que pueda hasta que el comandante llegue". Él tenía su fe en Faraha, pero aun así no dejaría a un lado su deber como líder y guerrero.
—¡Ataquen!
Se creía que el comandante era veloz, pero... el capitán le llevaba la ventaja en todo su esplendor. Acabó con dos minotauros en cuestión de segundos, Alsius no podía creer lo que estaba viendo, era impresionante, chocaba su espada con el hacha de Taurum y al mismo tiempo atacaba a otros con su velocidad explosiva. Era como un colibrí que iba de flor en flor, la fina hoja de su katana que parecía ser débil en realidad era como un trueno, descargaba su ferocidad con cada golpe que daba.
El comandante no se equivocaba, Takashi es un hombre al cual hay que temer.
—¡Maldito humano te mueves bien para ser una escoria! —al tener tanto peso corporal y en su arma, Taurum se encuentra en desventaja evidente.
—¡¿Te lo dije no?! ¡Supero con creces tu intelecto y habilidad en combate, no creas que el comandante es el único buen guerrero de nuestro reino!
—Lo admito humano, eres diabólicamente feroz —entre un baile mortal ambos soportan la carga de dar una última estocada—. Te concederé el deseo de morir con honor por ofrecerme un gran combate.
—Hablas mucho, ¡Ven!
El capitán parecía invencible con cada movimiento, cada estocada limpia y precisa como si todo fuese planeado con años de anticipación muy diferente a la ferocidad de ataque del comandante y sus movimientos ortodoxos. Sus pisadas en la nieve eran superficiales y poco profundas como si estuviese flotando, desplazándose por encima del terreno, ingenio, velocidad, tenacidad, una máquina de destrucción. Al perderse en sus movimientos tardó en comprender lo que sucedía a su alrededor con los demás, todos habían sido asesinados menos el sargento. Aun había algunos minotauros y él era su siguiente objetivo.
—¡Eres mío niño!
Todo sucedió tan rápido que no tuvo tiempo de respirar, detrás de sí la bestia estaba preparada y dispuesta a decapitar su cabeza. No había escapatoria, era su fin así que simplemente se despidió de su cuerpo y alma porque sabía que jamás volvería a ver este mundo.
Y antes de que algo más pudiera pasar cerró sus ojos, resentido por haber sido tan inútil en la batalla, resentido por no haber podido cumplir sus metas y la promesa que hizo con su madre, resentido por haber sido incapaz de llevar una vida honorable y digna, pero sobre todo resentido de él mismo.
Aún sentía sus congeladas extremidades, aún podía respirar, la nieve de su alrededor estaba teñida de rojo y la mezcla entre los dos colores era repugnante, pero lo más importante es que no era su sangre porque él se encontraba ileso, aunque un poco aturdido por la situación.
Cuando pudo enfocar bien la visión, quedó paralizado por un momento, sentía náuseas y su corazón se partía en pedazos.
—Ca... ¡Capitán!
Fue lo primero que pudo gritar con todas sus fuerzas, el sargento Brida acabó con el minotauro atravesando su cabeza, pero ya era demasiado tarde para el capitán. El hacha había sido incrustada en su espalda dañando los pulmones y la columna vertebral, había quedado paralizado y agonizaba.
Inmediatamente tomó su cabeza y la puso en su regazo mientras se quitaba el abrigo para arroparlo y que su cuerpo se mantuviese un poco más caliente.
—¿Por qué capitán? ... No debió hacerlo —con calma le coloca el pequeño abrigo encima pero no haría mucha diferencia en ese páramo congelado.
—Dije que te protegería ¿No? —su voz suena totalmente distinta, agotada—. Aquí somos una familia, no dejamos solo a un camarada en apuros. Además... te pareces mucho a mi hijo, qué clase de padre sería si te dejase morir, sería mi esposa la que me mataría después.
Takashi se esforzaba por hablar, pero su condición empeoraba, al toser la sangre que salía por su boca se empezaba a coagular y al ser más densa era muy probable que sufriera un paro cardíaco y sus pulmones no estaban en condiciones óptimas para algo como eso.
—¡Capitán resista! —no era médico, alquimista o mago y todo o que podía ofrecer eran palabras de aliento.
—Mo... coso. No me digas que ahora estás ciego, no creo poder sobrevivir y... tú tampoco si no huyes.
—¡No lo voy a abandonar! —le recorren las lágrimas en sus mejillas.
—Eres un buen chico... toma mi espada y huye... no queda tiempo niño —tenía sus motivos, y uno de ellos era al menos salvar a alguien antes de morir.
—¡Maldición, se lo dije capitán no pienso...!
El capitán sonreía... estaba feliz y sonreía mientras observaba el vasto cielo que empezaba a despejarse, lo único que el capitán podía hacer era observar.
—Mocoso... ¿Crees que podré ir al Valhala? Ni siquiera puedo mover mis dedos... tengo miedo de no poder llegar.
Sus ojos se llenaron de lágrimas y esa sonrisa se convirtió en llanto, no podía soportar verlo así tan destruido. Viéndolo abandonar todo lo que ama por una maldita batalla.
—¡Comandante! —gritó con todas sus fuerzas, pero... no hubo respuesta alguna y simplemente calló.
—Niño, eres valiente. Quiero encomendarte una tarea... cuida de mi esposa e hija... y diles que entregué mi vida por nuestro rey y por ellas —era una de sus mayores preocupaciones antes de morir.
—Al diablo el rey... ¿Qué no debes volver con tu familia? ¡Responde! ¡¿Acaso no deseas volver?!
—Deseo... deseo ser libre.
Fue en ese momento cuando lo entendió, la carga que traía consigo mismo la dejaría atrás al morir en paz. Todos sus problemas, miedos e inseguridades se irían y él sería libre de vivir una vez más, él volvería a vivir lejos del campo de batalla y lejos de las guerras.
—Te lo encargo niño... ahora tú eres el capitán, te asciendo...
—Capitán... aún tengo muchas cosas que preguntarle —dijo a modo de poder mantenerlo hablando hasta que llegase Faraha.
—Toma mi katana, entrégasela a mi esposa... y no lo olvides mocoso... no eres un guerrero... eres un ser humano y debes luchar para vivir... no vivir para luchar.
Esas fueron sus últimas palabras, murió con una sonrisa observando el cielo mientras la luz de sus ojos se apagaba lentamente hasta convertirse en total obscuridad. Sabe que sufrió lo impensable intentando mantenerse con vida, sabe que su dolor era inimaginable pero aun así le regaló una gran sonrisa justo antes de irse.
—Descanse… —le dijo susurrando e intentando retener las lágrimas. —Estoy seguro de que llegará al Valhala, no tengo dudas de ello.
—Conmovedora escena humano, pero ustedes dos son los siguientes —añade Taurum.
—Señor —dice el sargento Brida.
—¿Sargento? —dijo confuso.
—Usted fue ascendido señor, el capitán Takashi le cedió su rango. Es usted ahora el capitán.
—Yo no...
—Señor, lo seguiré hasta la muerte —firmemente el sargento también pensaba seguir las últimas órdenes de Takashi.
—¿Muerte? ¿Morir? Luchamos por cosas tan insignificantes y aun así nuestra única recompensa es la muerte —se perdía entre el rojizo y blando suelo nevado con aquella blancura profanable.
—Pareces molesto humano, ¿Por qué no tomas su espada? Te daré el honor de morir en batalla como él. Después de todo ahora eres el pez gordo.
—¿Morir?... ¡No me jodas maldito!
La respiración de Alsius era agitada, sus manos temblaban de rabia, sus ojos color violeta obscuro brillaban como las estrellas y su sed de sangre se podía leer plasmada en su cuerpo.
Se reía cínicamente mientras observaba la nada y lo veía todo. Estaba claro que... no era Alsius.
Una mujer vestida con una túnica obscura apareció frente a él, nadie más que el joven podía verla.
—¿Deseas matar? Puedo darte lo que necesitas, puedes obtener todo de mí.
—¿Quién eres? —su voz retumbaba dentro de su cabeza como si nadie más pudiese escucharle.
—Venganza, ira, tristeza. Tu corazón dejó de ser tuyo, ya no eres noble —inundado de pecados pensantes sus manos deseaban tomar acciones impensables.
—¡¿Quién eres?! —volvió a preguntar con más rabia.
—Serás el nuevo camino a la destrucción y heredarás la voluntad del inframundo. Trae sus almas al purgatorio y extermínalas de la faz de la tierra. Conviértete en la salvación del pecado, y bebe la sangre de sus inmundos cuerpos desechos y mortales mientras sientes el éxtasis de la batalla. Que tus ojos traigan la muerte hasta tus manos, y que tu corazón no se apiade de las almas mortales del universo. Te concedo mi poder y voluntad, extermina la vida y trae la muerte al campo de batalla una vez más. Hijo de la guerra, soldado de la muerte, devora sus almas… ¡Mátalos!
Se decía que anteriormente las almas sumergidas en pecados eran imposibles de sanar sin la aprobación divina de los Dioses, eras consumido por el inframundo y sólo tenías dos opciones.
Convertirte en un soldado de la muerte o vender tu alma y vivir una eternidad en el infierno, aquéllos que deseaban seguir viviendo debían matar para hacerlo. Y una vez más las muertes habían causado una nueva guerra.
Que nuestro último aliento no defina nuestro tiempo en vida
No os preocupéis de lo que pase o haya pasado
Preocuparos del futuro que se avecina tan rápido como el invierno
Descansaremos en paz soñando eternamente llenos de gozo y alegría
No es la muerte lo que os deberá preocupar, sino el cómo vivir vuestras vidas
Los guerreros colgarán sus armaduras y armas y entonces empezarán una nueva batalla
Vivir alegremente sin miedo a no poder dar la talla
Llorar no traerá de vuelta esos hermosos recuerdos de antaño
Aunque librará el alma y el corazón que están llenos de daños
No esperéis mi regreso, ni esperéis mi cántico
Solo reza por mí, que te estaré escuchando.