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793 Words
Luego de enviar la notificación la boda quedó pactada para dentro de dos semanas, debía hablar con Oscar pero no sabía que decirle. No quería contarle que hacía eso para salvar a mi padre porque no lo permitiría, iba a tener que usar el antiguo truco de mentirle y decirle que ya no lo amaba. Me prepararé emocionalmente para esa cita, sería la última vez que lo vería, luego de eso cortaría su contacto para siempre. Sabía que seguramente todo el amor que el me profesaba se transformaría en odio, algo que me iba a doler de sobremanera porque yo me iba a casar con otro con todo lo que sentía por él aún intacto. Mi dulce muchacho apareció en el parque en el que habíamos quedarnos de vernos tan puntual como de costumbre, vestía una camisa celeste que destaba sus hermosos ojos aguamarina, sus rizos dorados ondeaban con el viento, sus labios rojizos se curvaban en una hermosa sonrisa. Me permití observarlo en silencio sabiendo que después de este día por mi bienestar jamás podría volver a hacerlo, me permití imaginar que los niños que correteaban por ahí eran nuestros hijos e hijas... Que cumplimos nuestros sueños, que teníamos una familia. Me permití ensoñar que éramos la pareja de ancianos tomando el sol cálido de primavera en la banca de enfrente, que terminábamos nuestros días juntos como lo prometimos. Repasé en silencio sus lunares, sus pecas, la curva de su nariz, su arco de cupido y la forma de sus cejas. Las venas en sus manos grandes y masculinas, la clavícula perfecta, los hombros anchos... Era el hombre que había elegido en esta vida y lo estaba perdiendo para siempre. Suspiré profundamente, preparándome para la mentira más despiadada y cruel que alguna vez habría de contar. Era el fin de todo, lo nuestro no sería nunca más. —Hola corazón de melón—dijo plantando un beso en mi frente. —Ya no me llames así—murmuré—nunca más. —Karinna... ¿Qué pasa? —Hemos de terminar—decreté, en sus ojos se instauró el terror y yo a mi vez sentí como se me aceleraba el corazón. Pero debía mantenerme fuerte, esto era por mi padre, no había otra opción al final nadie tenía la culpa de que aquel complejo tratamiento médico fuera de los tres más caros del mundo. —No—contestó furioso—¿Cómo vamos a terminar?, Kari... Tu sabes que eres mi mundo entero, cualquier cosa que haya hecho lo puedo solucionar. —No has hecho nada simplemente ya no te amo—sus ojos se volvieron vidriosos, sentí que mi corazón se quebraba en mil pedazos—espero que entiendas y respetes mi decisión. —¿Pero por qué?—dijo con un hilo de voz—por favor, prometo arreglar cualquier defecto, cualquier cosa que te moleste... Te he amado toda la vida, no hay nadie más para mí... Eres mi única, para siempre. —¡Cállate!—grité—me repugnas eres demasiado empalago, yo no siento nada por ti fui tu novia por lástima, jamás te quise me das vergüenza ajena, quiero que desaparezcas de mi vida. Lárgate de aquí y no me hables nunca más—sentí que iba a explotar en llanto pero me mantuve firme. —Por favor—dijo arrodillandose ante mí—haré lo que sea. —Amo a otro hombre y me voy a casar con él—Oscar comenzó a llorar desesperado—suéltame, no quiero sentir tus sucias manos en mi cuerpo. —¿Quién es?, si estuviste con alguien más no importa... Te perdonaría cualquier cosa, solo no me dejes. Karinna te lo suplico—necesitaba irme antes de que el notará que estaba completamente destruida. —Es Grayson, el siempre fue mi verdadero amor tu solo un pasatiempo para intentar olvidarlo pero nada importante... Estoy embarazada de él, nos casamos en dos semanas así que aléjate o verás de lo que soy capaz. —¡No me importa!—gritó desesperado—me haré cargo del bebé y me casaré contigo, te prometo que seré bueno—me puse de pie. Comencé a alejarme decidida y en cuanto el se volvió a acercar lo empujé, él no lo esperaba así que cayó con fuerza sobre su tobillo el cuál crujió espantosamente. Aprovechando la situación salí corriendo, dejando a Oscar tirado en ese parque, tomé un taxi mientras mi vista se nublaba. Ya no aguantaba más. Esa noche fue terrible, me la pasé con escalofríos y al día siguiente amanecí enferma. Tenía fiebre alta, dolor de cabeza, me sentí desecha como si me hubiera atropellado un camión. En realidad era el mal de amor, que me estaba hiriendo sin tregua.
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