Otoño.

2927 Words
La lluvia se había precipitado, era como si el cielo hubiese abierto unas cataratas para que la ciudad se diluviara. El otoño era un anticipado a un invierno crudo y nada particular. La necesidad de llevar sombrillas se había convertido como el de tener un auto para no llegar empapado. Habían pasado exactamente tres semanas desde que Kimmi salió de su vida. Y un mes y algo desde que la conoció en ese bosque. Su rutina había sido la misma, en su trabajo junto a Bazz era reconfortante, sin embargo, al llegar a casa la soledad le atacaba y por más que trataba de lidiar su falta de compañía con música, añoraba por lo menos una conversación sobre su día. Por primera vez extrañó a que ese fantasma estuviera allí. Puso la música rock a todo volumen, últimamente ahora trataba de mantener la casa pulcra y todo en su lugar. Ya sabes, un día eres joven y al otro te alegra ver la casa limpia. Comió pizza. Bebió agua. Tomó sus pastillas, estaba estreñido del estómago. Su padre trabajaba casi todos los días en un caso de homicidio, prácticamente, pasaba todo el día y hasta noches enteras en su trabajo, esa era una de las razones por la cual no accedía a la academia de policía. Pensaba en Kimmi, estaba seguro que no era producto de su imaginación si no que quizás era un fantasma que no había acabado su propósito en la tierra y por eso buscaba dirección a su camino. Cerró sus ojos apartando sus pensamientos a un lado. Tocan la puerta y Max se ve obligado a apagar su música pesada. Suspiró bajando las escaleras y abriendo la puerta. Sorpresa... era Bazz. —¡Hey! ¿qué haces aquí?—se maravilló el chico al ver su compañero de trabajo. —No tenia nada que hacer, y así que me dije: voy a visitar a mi amigo y mira lo que traje—sacó de su bolso una botella de vodka ta entusiasmado y con una sonrisa de oreja a oreja. Desde que Max estaba trabajando con Bazz, nunca lo había visto con otra ropa que no fuera su uniforme de rayas rojas, sinceramente, ese n***o se veía hasta atractivo con esa camisa blanca y pantalón Jean. No llevaba sus lentes culo de botella y su pelo se encontraba todo desordenado. –Vaya... estoy tomando medicamento. No será bueno para mí beber tanto alcohol—lo invitó a pasar, Bazz sigue a su amigo hasta la cocina dejando la botella en el mesón. —Vamos viejo, solo serán unos tragos. —No lo sé—se rascó la cabeza confundido—. No quiero que me haga daño, ya de por si ando un poco mal con los medicamentos. —¿Sigues sin cagar bien?—preguntó cruzándose los brazos. —Me cuesta cagar okey. Aveces duro tres días sin ir al baño ¿puedes creerlo? —Coño... yo cago tres veces al día. Es como un desayuno, almuerzo y cena. Max arrugó la cara con asco. —Guacala, no veré mis comidas con la misma alegría después de oír eso. Bazz se rió. —¿Adivina?—dijo emocionado. —¿¡Que!? —Creo que estoy enamorado. Ahora Max fue el que se rió. —Es enserio. He conocido a la chica más linda de este planeta. Ella es: hermosa, linda, todo un sueño. Tiene unos labios que me fascina y un rostro que me mata—declaró con los ojos tan centelleantes como la luna. —Wuao, eso fue inspirador—señaló Max buscando dos vasos en la heladera. A Bazz le sirvió vodka mientras que él tomó agua. —Se llama Mildre y es...—puso sus dedos en la boca–. Un bom bom. La invité a salir pero... no se a donde llevarla, ya sabes, no quiero cagarla. Quiero que vayamos despacio. —Bueno vayan al cine, a bailar, a cenar, a un karaoke, concierto, que se yo—sugirió el chico sentándose frente a él con toda comodidad. —Me parece bien cenar, así podremos conocernos bien. —Si, y ese día sé caballeroso, y no seas pichirre, llévala a un buen restaurante. Bazz se rió con ironía. —Como si mi sueldo fuera una fortuna. —Si quieres llegar a algo más con ella deberás de aflojar el codo mi estimado tacaño. Su amigo no dijo nada. Se bebió en vodka moviendo la cabeza de un lado a otro. —Vayamos a una cita doble—soltó de repente. Max abrió los ojos como plato —¡¿Que?! —Si. Yo le diré que lleve una amiga guapa y yo te llevaré a ti. Así podremos dividirnos los gastos y vamos a restaurante Danesa. —¿Danesa?... ni pensarlo es muy costoso—dijo despavorido. —No fuiste tú que dijiste que la llevé a un lugar bonito. Mi estimado hermano, ese es el mejor con relación a lo bonito y romántico. Una mesa hermosa, personas tocando el violín, una cena de millonarios, una baile pegaditos donde pudiéramos terminar con unos cuantos besos y siendo algo más. Y tú quizás te ganes una noche de sexo, miau. Max frunció el ceño riéndose. —Yo... no... no estoy listo. —Aaah, no me venga con gilipolleces. ¿Desde cuándo no follas? Soltó un silbido buscando en su mente la última vez, y bien lo recordó, fue torpe, y con bastante inexperiencia. Fue ante de lo inombrable. —Hace bastante tiempo. —Mierda. Debes de tener una joroba en tu espalda o ampollas en tus manos por tanta Manuela que te das. El chico se sonrojó muerto de risa. —Necesitamos que este buen chico pierda nuevamente su virginidad. La sonrisa de Max se desvaneció y su mente lo transportó a un recuerdo junto a ella, a su primer amor, a la chica con la que perdió su virginidad. También sus pensamientos lo llevaron a esa noche en la casa de Hanna. Te mereces algo mejor que un cochino sexo. Cerró sus ojos, si quería mejorar, debía apartar a Kimmi de su cabeza. —¿Que dices? ¿me acompañas? —No sé, no estoy seguro Bazz—se rascó la barbilla. —Vamos, somos amigos, y los amigos se ayudan, se apoyan. Y en estos momentos necesito con urgencia tú apoyo. Max resopló. —Vamos carnal, anímate, motivate a salir. —Bueno...—blanqueó los ojos–. Pero sin nada de alcohol ¿okey? —Nada de alcohol. Bazz se volvió a servir vodka y removiendo en vaso sonrió. —Gracias por ser mi amigo Max. El chico se sorprendió frunciendo el ceño. —Eso sonó raro. —Lo sé, pero le agradezco a Dios por conocerte y... sonara cursi y todo, no soy muy expresivo con mis amigos masculinos pero hoy sin ninguna razón tengo la necesidad de ser agradecido con las personas cercanas a mi, y tú eres una de ellas Max, más que mi amigo, te has convertido en un hermano para mi, en una compañía. Max sonrió nostálgico. —Tú también Bazz, tú también. Siempre estoy solo, y en algunos momentos pensé que solo me quedaría, hasta que...—se le quebró la voz, tuvo que carraspear para recuperarse—. Te conocí y me ayudas a que todo mi mundo que está patas arriba sea un poco más liviano—expresó, agradeciendo por dentro por lo menos tener una plática, por primera vez se sintió complacido en reírse o hablar tonterías con alguien porque eso eran lo que conversaban, sobre cualquier cosa, tema, música, y criticaban severamente las películas que veían. Max no quería que Bazz se fuera, por lo menos estando con él, la casa no se sentía sola, por lo menos, escuchaba el ruido de las risas hilarantes de un buen amigo. En la cocina, el chico preparó hamburguesas con quesos extras y jamón mientras competían quien se la comía más rápido. Niños... aunque esas pequeñas idioteces son los que sellan amistades y marcan un momento inolvidable. Después de quedar lleno, Bazz agradeció por la cena lavándose las manos mientras que Max lavaba los platos y limpiaba el desorden que había hecho. —¿Como has estado?... pues ya me entiendes. —Aah, bueno, bien. Bastante bien diría yo —Eso es bueno. —Si. Eh...—se rascó la nunca—. Bazz, quiero hacerte una preguta... —Pregunte... —¿Que piensa tú de los fantasmas? ¿crees en ellos? Él frunció el ceño. —¿A que se debe esa pregunta? —Curiosidad. Alguien de la terapia dijo que veía fantasma y se presentó un debate bastante particular con eso, ya sabes... si vez fantasma es porque estás loco—mintió, él nunca expuso delante el grupo ni mencionó en sus secciones con el psicólogo y el psiquiatra ver un fastama, temia a que lo considerarán bastante inestable y perdido de la realidad, además, yacia unas cuentas semanas que no veía rastro de Kimmi. No había razón para complicar las cosas. —Bueno, mi madre decia: que aveces los fantasmas son almas en penas que vagan por el mundo porque su propósito fue arrebatado. Max hizo un mohin con su boca. —Define: propósito arrebatado. Bazz blanqueó los ojos. —Bueno, que fueron asesinados ante de tiempo, que no se despidieron de las personas cercanas o que aún tiene cuentas por culminar en la tierra. Mi madre le pone una velita a mi padre para que el pueda encontrar el descanso eterno. —Uuum... Ya. —Mi madre siempre dice que alguno somos más sensibles al mundo espiritual que otros, somos más susceptibles a tener experiencias sobrenatural con fantasmas, demonios o ángeles. —Okey... osea a ver si entendí. Es como un don ¿algo así? —Puede ser... depende de la perspectiva que lo veas. Los cristianos dicen que las personas no pueden estar en la tierra una vez muerto, sin embargo, he escuchado testimonio donde argumentan tener experiencias con ángeles, demonios. Los católicos alegan en purgatorio, y otras personas incrédulas como yo solo encienden una velita para que encuentre el eterno reposo. —Uussh. Bien... —se echó a reír rascándose nuevamente la nuca, pensando un poco en Kimmi. Si le encendía una vela, quizás ella encontraría el reposo que se merece. Tal vez él no estaba loco, ni viendo alucinaciones, quizás era más susceptible a un mundo espiritual que otras personas. El tema de conversación se dejó, Max no quería seguir profundizando en los fantasmas para no tener que confesar que él era el que estaba viendo el ente sobrenatural. Acontinuacion, después de charlar un rato más, finalmente, Bazz se marchó. Asimismo, otra vez quedando en el silencio de una casa vacía, el chico encendió una vela y mirando al cielo declaró: —Que brille para siempre la luz perpetua para ella. Para Kimmi. Se tomó su aspirina y se durmió con esa idea en la mente. ☆☆☆☆ A la semana siguiente, la lluvia seguía a toda costa. Bazz había concretado la cena para cuatros. En cierto modo, Max estaba emocionado por hacer algo junto a Bazz, hacia mucho tiempo que no salía a divertirse con un amigo desde aquel día inombrable. Bazz con su piel morena se veía espectacular de etiqueta, y Max algo casual aunque también estaba guapo y elegante. Asimismo, con una risa ruidosa, Bazz tomó el control del vehículo de Max para conducir ya que el chico se encontraba un poco seguro de conducir con gente a su cargo. Al llegar al restaurante la Danesa, fueron guiado a una mesa para cuatros. Ese restaurante era de ensueño. Una suave música romántica, velas, olía delicioso, a comida, a lavanda. Habían flores como centros de mesas, paredes decoradas como si prepararan un ambiente arrollador y novelero para que los amantes se sintieran cómodos. Los dos caballeros tomaron asiento. Max pidió agua, en cambio Bazz el vino más económico. Al rato, llegaron dos mujeres. Una de ella tenía el pelo castaño hasta la cintura, un vestido corto pegado con unos zapatos de tacón altos plateados. Sus ojos eran marrones oscuros y su boca estaba pintando de un rosa pálido, era bastante alta. La otra era más bajita, su cabello estaba recogido de medio lado, su vestido era blanco de tirantes y holgado en la falda. Tenia un rostro triste, aunque bien maquillado, era hermosa a cualquier vista. A Bazz le brilló los ojos cuando vio a la muchacha. —Mildre es la de blanco. Y mamá mía, tú acompañante es bastante sexy—se levantó como buen caballero saludando a las muchachas con un beso en la mejilla, Max se incorporó al saludo. —Mildre... él es mi mejor amigo Max—ambos se dieron un apretón de mano con una risita. —Es un placer Mildre. Bazz me ha hablado mucho de ti—expresó con amabilidad el chico. —Espero que bien. —Si, muy bien. Mildre se volteó mirando a la otra chica. —Ella es Cristina. Cristina, él es: Bazz y Max —Un placer...—señaló dándo un apretón de mano a ambos caballeros. Los cuatros tomaron asiento. Un mesero se acercó y de inmediato pidieron. Max y Bazz se miraba al ver los precios de la comida. Por querer impresionar, ahora tenían que gastar. —Yo quiero una ensalada al cesar—pidió Mildre. —Yo... umm.. papas fritas con ensalada. Estoy a dieta—sonrió de medio lado Cristina. Max asombrado miró el menú, por más sencillo fuera el plato, era bastante costoso. Finalmente, ambos terminaron pidiendo ensalada. Bazz entrelaza sus dedos, su admiración por Mildre es increíble, la miraba como si estuviera hipnotizado por ella. Cristiana era más parlanchína, hablaba sin parar saltando de un tema otro. En cierta manera, eso fue bastante alentador para que nunca hubiera ese silencio incómodo entre extraños. —Mildre vivió un tiempo por aquí. ¿Verdad amiga?—sonrió Cristina mirando a Mildre que había estado callada, solo riéndose y siguiendo la corriente a Cristina. —Aah, si...—dijo bajando la mirada. Max que también había estado callado se animó a preguntar. —¿En donde vivías? ¿ya no vives aquí? —Uuum... no, me mudé. Vivía con una amiga. —¡Que lástima!, te hubiese podido ver todos los dias—masculló Bazz. La chica le dedicó una sonrisa —Bueno, cambiemos de tema, este tema le trae recuerdos triste a la pobre Mildre—dijo Cristina dándole un apretón de mano a su amiga. Mildre la fulminó con la mirada. —¿Triste? no, no queremos nada triste esta noche—musitó Bazz sin apartar la mirada de su doncella. Max se rascaba la nunca un poco curioso. —Lo siento Mildre—le susurró Max detectando que lo que Mildre ocultaba aún le dolía. —Tranquilo Max, es pasado, y debo superarlo, seguir adelante—sus ojos se humedecieron y la voz por un momento se le quebró—. No puedo negar que estar aquí me trae muchos recuerdos. Bazz se removió del asiento, quería averiguar, saber porque la chica que tanto le gustaba estaba insatisfecha, triste, dolida. ¿Alguna decepción amorosa? ¿un chico? —¿Fue muy grave lo que te pasó? claro, si se puede saber...—preguntó condescendiente Bazz. —¿Grave? gravísimo—espetó Cristina abriendo exageradamente los ojos—. Aquí mataron a su amiga. Mildre una vez más la miró con ganas de asesinarla. —No la mataron—quiso aclarar dándole pequeñas miradas fulminante a su amiga que se le había ido la lengua de más—. Ella desapareció. —¡Que horror!—Bazz le tomó la mano para consolarla. —Si... fue terrible para mí. Ella y yo éramos muy unidas —Mildre arrastró las palabras como si aún le doliera hablar de ella. —Comprendo... pase también por una pérdida de amigos—dijo Max tragando saliva. Mildre se centró en Max dedicándole una sonrisa, el mesero interrumpió la conversación dejando las ensaladas en la mesa. Por un momento, el silencio sepulcral reinó en la mesa. Hasta que un hombre se acercó tocando el violín. Era el Danubio azul. Mildre dejó de comer y al escuchar la música comenzó a llorar en silencio. Max y Bazz estaban desconcertadisimos. Cristina le acariciaba la espalda tratando de calmarla. —Lo siento... no puedo estar aquí, este lugar me trae muchos recuerdos. Ella tocaba esa canción en el violín, le gustaba ese clásico—siguió llorando. Bazz quería consolarla más no sabía como. —Desde que ella desapareció no había venido hasta...—rompió nuevamente en llanto bajo la sonata de la melodía. Se dirigió a Bazz y con ojos llorosos lo miró —. ¿Podemos irnos? Max estaba seguro que Bazz pensaba en que tenían los platos enteros y que eso valía una fortuna. —Es que... bueno... no llevamos mucho tiempo aquí —habló Bazz frotándose la cabeza. Mildre se tapó el rostro y le dió rienda suelta a las lágrimas. Cristiana se le acerca a Max susurrandole al oído. —Dejala que llore, ha sido para ella muy fuerte perder a Kimmi. ¿Kimmi?... ¿acaso dijo Kimmi? El chico volteó asombrado y confundido a la vez. —¿Kimmi? —Si, Kimmi... ella desapareció el mismo día que liquidaron a toda su familia ¿A toda su familia? Abrió los ojos como plato. ¿La familia de Kimmi había sido asesinada?. ☆☆☆☆ Aquí comienza el suspenso...
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