Mírame

Cap 3: Control

Me quedé paralizada al ver al chico de la clase de matemáticas frente a mi puerta, cargando una caja que, supuse, contenía recuerdos de su vida anterior. Recuerdos de secundaria, leí en la etiqueta con curiosidad. La caja lucía pesada, y mientras sus músculos se tensaban al intentar sostenerla, sentí una punzada de admiración y deseo. ¿Por qué tenía que ser tan... perfecto?

Mientras él movía la caja, no pude evitar morderme los labios, una costumbre nerviosa que tenía desde siempre. Su mirada se encontró con la mía, y su sonrisa iluminó su rostro de una manera que me hizo sentir como si estuviera cayendo en un abismo. ¿Por qué tenía que sonreír así? Traté de ignorar el escalofrío que recorrió mi espalda y, sin saber cómo reaccionar, decidí entrar a mi departamento, cerrando la puerta detrás de mí con un leve golpe.

Una vez dentro, dejé escapar un suspiro que estaba retenido desde que lo vi. Esto no puede seguir así. Sentí que el aire se me escapaba, como si el espacio se volviera más pequeño con cada segundo que pasaba. Tenía que tranquilizarme. Me dirigí al pequeño refrigerador que tenía en mi habitación, y al abrirlo, vi la botella de líquido rojo que tanto necesitaba. La sangre de animal. No era suficiente, pero era lo único que tenía.

La saqué, la abrí y bebí con ansias. En cuestión de segundos, sentí cómo mis sentidos se agudizaban. La sangre era fría y metálica en mi boca, pero pronto ese sabor me llenó de energía. Puedo ver más claro, puedo oír más agudo. Era un efecto casi instantáneo, un alivio temporal a la tensión que había acumulado.

Me dejé caer en la cama, sintiendo la tela fría contra mi piel, y respiré hondo. Miré al techo, tratando de calmarme, de aferrarme a la realidad y a la cordura. No puedo dejar que me controle. Pero, en el fondo, sabía que estaba luchando una batalla que no podía ganar.

Mientras la energía recorría mi cuerpo, me acordé de una noche en particular, cuando casi pierdo el control por completo.

Flashback

Era un fin de semana, y la fiesta era una de esas locuras que atraen a cada estudiante de la prepa. La música vibraba en el aire, y la luz intermitente de las lámparas reflejaba las sombras de los cuerpos que bailaban. Yo no debería estar aquí, pensé, recordando las reglas que me había impuesto. Pero el impulso de ser parte de algo, de sentirme viva, me llevó a ese lugar.

- Blake, ven aquí! me llamó una amiga, que me arrastró hacia el centro de la pista. La energía del lugar me envolvía, y mientras bailábamos, mis instintos comenzaban a despertar.

En un momento, me alejé del grupo, buscando aire fresco. Caminé hacia el patio trasero, donde la música era más tenue. Allí, encontré a un chico que no había visto antes. Alto, con cabello oscuro y una sonrisa encantadora. Era el tipo de chico que siempre me había atraído.

- Hey, ¿estás bien? me preguntó, acercándose con curiosidad. La atracción era instantánea, y su pulso latía como un tambor en mi mente.

- Sí, solo necesitaba un respiro, respondí, intentando mantener la compostura. Pero a medida que la conversación avanzaba, mi mente se llenó de pensamientos oscuros. No puedes hacer esto. Sin embargo, la tentación era demasiado fuerte. Cada palabra, cada risa, me acercaba más a perder el control.

La noche continuó, y me encontré en una situación peligrosa. Era una línea delgada entre el deseo y el peligro. En un momento de debilidad, me acerqué a él, sintiendo cómo la adrenalina corría por mis venas. Era la oportunidad perfecta.

- ¿Quieres hacer algo divertido? le susurré, sintiendo mi lado oscuro despertarse.

Antes de que pudiera arrepentirme, lo llevé a un rincón apartado. Todo sucedió tan rápido. Lo besé, y mientras mis labios tocaban los suyos, el impulso de morderlo se apoderó de mí. Fue un instinto primario, algo que había tratado de reprimir. En un abrir y cerrar de ojos, me di cuenta de lo que estaba a punto de hacer.

Justo cuando iba a morderlo, escuché la voz de una amiga detrás de mí. - ¡Blake! ¡Ven aquí! Esa voz me sacó de mi trance, y en un instante, me alejé, dejando al chico confundido y sin aliento.

- ¿Qué pasa? pregunté, tratando de actuar normal.

- Todos están buscándote, dijo ella, y en ese momento, supe que había tenido suerte. Pero, ¿cuánto tiempo más podría escapar de mi propia naturaleza?

Regresé al presente con un escalofrío, sintiendo el mismo nudo en el estómago que había sentido aquella noche. No puedo dejar que eso vuelva a suceder. Volver a perder el control significaría perderlo todo: a mi familia, a mí misma, y quizás incluso la vida que había construido con tanto esfuerzo.

Me levanté de la cama, sintiendo que la sangre comenzaba a hacer efecto. Decidí dar un paseo por el pasillo, intentando distraerme. No podía seguir pensando en el chico de la clase, pero su imagen seguía grabada en mi mente, su sonrisa, su aroma, todo él era un recordatorio de la lucha constante que enfrentaba.

- Hey! La voz de mi vecino me sacó de mis pensamientos. Era el chico de la mañana. Estaba saliendo de su departamento justo cuando me acercaba. - ¿Cómo va?

Me quedé en blanco, aturdida por su cercanía. - Bien, gracias. Solo... pensando.

- Eso suena profundo, dijo, sonriendo con esa sonrisa que hacía que mi estómago se revolviera. - Si necesitas alguien con quien hablar, siempre estoy por aquí.

- No, está bien, gracias. Solo... disfrutando del día, balbuceé, sintiéndome tonta. Tenía que controlarme, mantener las distancias. No puedes dejar que esto se convierta en algo más. Pero mientras hablaba con él, me di cuenta de que era demasiado tarde para retroceder. Su sonrisa, su mirada, todo en él me hacía querer romper mis propias reglas.

Después de un par de minutos de conversación, logré despedirme y regresar a mi apartamento. Cerré la puerta, apoyándome en ella, sintiendo el latido de mi corazón acelerarse. No has visto nada. No puedes perder el control, Blake.

Pero cada vez que lo veía, cada vez que olfateaba su aroma, me resultaba más difícil recordarlo. Sabía que tenía que hacer algo antes de que fuera demasiado tarde.