Voz de Becca La fría piedra del trono se sentía sorprendentemente cómoda bajo mi cuerpo. O tal vez era el poder inmenso de Aaron a mi lado lo que disipaba cualquier incomodidad. El claro se vació con una velocidad asombrosa. Los lobos, una vez que el Anciano Líder y Aaron dictaron su sentencia, se dispersaron en la noche, llevando consigo el recuerdo del miedo de Oliver y la extraña certeza de mi presencia. Ya no era solo una humana; era un hecho consumado. Era la Luna del Alfa. Aaron me levantó del trono. Sus ojos, aún con destellos dorados, me examinaron con una intensidad que me hizo sentir desnuda y venerada. —Has superado la primera prueba, Becca. No con la fuerza, sino con la sabiduría. —Fue por instinto —admití, mi voz aún temblaba un poco—. Cuando vi el miedo en los ojos de

