Louis mordió el interior de su mejilla cuando entraron a una tienda de helados. No era de esas reconocidas ni nada parecido, pero era linda y se sentía bien. Las paredes eran color celeste y ni una mancha había en ellas. Todo estaba tan completamente limpio y pulcro que hasta Louis se sintió sucio a comparación del lugar.
— Es muy lindo todo —murmuró sin soltar la mano de Frank, que mantenía una charla amena con Ed, el hermano de Harvey.
— Yo trabajo aquí.
— Eres un heladero ¿o algo así? —Louis rió.
— Soy mesero y no te rías —sonrió Harvey—. Por lo menos tengo helado gratis cuando quiera.
— Eso es lo mejor del trabajo, deberías ayudarme a entrar a trabajar aquí.
— No puedes, eres muy... pequeño.
— ¿Estas de broma? —Bufó Louis sentándose en uno de los muchos asientos.
— No, en serio, aquí tienen una seria obsesión con las personas altas —masculló el rizado frente a él.
Era una completa mentira y él sabía que Louis no le había creído absolutamente nada. Aquella había sido una excusa demasiado estúpida y lastimosamente, la única que se le había ocurrido.
Cada uno tenía a su respectivo hermano al lado y se sentían bien. Bueno, sólo Harvey y los niños. Louis contaba los minutos para largarse de ese lugar y llegar a casa para ver un poco de televisión junto a su sagrada merienda.
Una chica llegó y saludó de forma amistosa a su acompañante. Después de eso, todos los chicos pidieron helados de chocolate y rápidamente se los llevaron.
Frank y Ed hablaban de los programas que estaban dando en CN y las figuras de acción que cada uno tenía. Habían quedado en que se encontrarían en alguna de las dos casas y Louis escondió su rostro resignado.
— Ey, hieres mis sentimientos —soltó Harvey mirándolo atentamente.
— Diría que lo siento, pero no. Así que...
— Tienes una boca muy linda enano, ¿lo sabías?
Harvey rió sabiendo que ese comentario le molestaría. Solamente le gustaba como sus ojos se arrugaban en sus esquinas y trataba de ser un idiota con él.
— Ajá… —rodó los ojos Louis, esperando ahora algún comentario inadecuado.
— Me pregunto cómo se sentiría tu boca alrededor de mí...
— ¡Me largo! —Gritó Louis y tomó la mano de Frank, quien trataba de zafarse, pero no pudo—. Eres un completo idiota, no vuelvas a dirigirme la palabra.
— Los niños tienen un partido el domingo, creo que igualmente nos veremos, pequeño.
— Déjame en paz.
Louis se volteó junto al niño y escuchó un silbido. Cerró los ojos contando hasta diez y trató de irse antes de que volviera a usar esa boca sucia que tenía Harvey.
— ¡Tengo unos condones en mi bolsillo para cuando quieras!