—¿Te vas a algún lado? — di un salto con un grito al escuchar esa voz ronca y familiar. Tragué el nudo en mi garganta y me giré hacia el hombre. Tiré los zapatos al suelo junto con el bolso. Mis ojos casi se salieron de sus órbitas, y casi me atraganto con el aire. Si mi corazón galopaba al verlo en traje, al verlo solo en bóxers latía como si hubiera corrido un maratón. ¡Dios Santo! ¡Mi jefe estaba casi desnudo frente a mí! Pude ver sus tatuajes en los brazos, el abdomen y las piernas, y también cada músculo que parecía sacado de

