Capítulo 3: Ecos del reflejo

1719 Words
"A veces no sé si huyo de algo... o si algo huye de mí." ------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------- El amanecer llegó sin luz. Únicamente un fulgor gris atravesaba la neblina y se deslizaba por los márgenes de las cortinas del consultorio. Seojun había estado despierto por varias horas. Miraba desde el sillón, que estaba frente al ventanal, la manera en que parecía que el día se negaba a empezar. Aunque había intentado dormir, la voz volvía cada vez que cerraba los ojos. Esa voz burlona y suave, que ya no requería de espejos para ser oída. Hyunwoo ya no se encontraba al otro lado. Hyunwoo estaba dentro. El tic tac del reloj de pared se convirtió en algo intolerable. Cada segundo resonaba en su sien como un golpe de martillo. El tiempo había dejado de transcurrir, se detenía y se plegaba sobre sí mismo. Seojun se incorporó, localizó el control remoto y encendió la grabadora de voz que utilizaba para registrar sus sesiones. Su tono sonó áspero, irreconocible. —Registro personal número dieciocho. Día… no lo sé. He perdido la cuenta. —pausa—. Los episodios se vuelven más intensos. Ya no solo se aparece en los reflejos. Puedo oírlo incluso cuando no hay espejos. Siento su presencia… detrás de mí. A veces dentro de mis pensamientos. —“No mientas, Seojun.” La voz surgió, clara, junto al micrófono. Seojun se quedó helado. Apaga la grabadora, dejando el control remoto con suavidad sobre la mesa. Toca suavemente el costado de su cuello, sin comprender nada en absoluto. Da unos pasos hacia atrás y observa su entorno. La oficina continuaba desierta. El ambiente tenía el aroma del desinfectante, como era habitual. Sin embargo, había también un sutil indicio de un olor a metal. Como si hubiera ocurrido una pérdida de sangre recientemente. Respira hondo, abre el cajón de su escritorio y toma un poco de alcohol, vertiendo una pequeña cantidad sobre un pañuelo y respirando profundamente para deshacerse de esa sensación de olor metálico. A las once, un nuevo paciente aparece. Era un chico de apariencia pálida, con ojeras tan marcadas como las de Yunho. —Soy Jaehyun —explicó con voz temblorosa—. El doctor Han me recomendó. Dijo que usted podría ayudarme con… los sueños. Seojun hizo un gesto de asentimiento. —Cuéntame. El joven bajó la mirada, preparándose mentalmente. Exhaló un suspiro profundo. —Sueño con una habitación sin salidas. Solo hay espejos. Miles de ellos. Todos muestran a alguien que no soy yo. Seojun sintió una presión en el estómago. El mismo patrón. De nuevo. —¿Y qué ves en esos reflejos? —preguntó. —A usted —contestó el chico, alzando la vista. Su tono fue firme. Seojun se apartó un poco, incapaz de ocultar su reacción. —Eso carece de lógica —murmuró. Jaehyun mostró una leve sonrisa. —El hombre en el espejo me dijo que pronto sería mi momento de despertar. El reloj indicó las 03:33. Seojun parpadeó, perplejo, mirando a su alrededor. El paciente había desaparecido. La silla estaba desocupada. La puerta permanecía cerrada. Únicamente la grabadora seguía activa. Y en la cinta, se escuchaba una respiración entrecortada. Esa noche, regresó a su hogar. No encendió las luces. Era consciente de que no cambiaría nada. La taza permanecía sobre la mesa, aquella que pertenecía a Hyunwoo. A su lado, había otra: todavía liberando vapor. Seojun no lograba recordar haber preparado café. Ni siquiera tenía presente haber adquirido más. Se sentó frente a la sombra. —¿Qué hiciste con Nari? —inquirió en un tono bajo. El silencio fue la primera respuesta. Luego, un suspiro que heló el ambiente. —Nada que no quisieras hacer —dijo Hyunwoo. Seojun apretó los dientes. —Ella era una paciente. —No, Seojun. Era tu reflejo fracturado. Por esta razón la reconociste, por eso tuviste que destruirla. El estruendo de la cerámica quebrándose lo sacó de su embelesamiento. La taza cayó al suelo, partiéndose en dos. Seojun exhaló con fuerza. El suelo parecía moverse, o quizás era él quien se desmoronaba. —Estás loco. —Los que están desequilibrados son más sensatos que alguien que se cree “normal”. Seojun sintió una opresión en el pecho, observando el suelo con incredulidad, y miró de reojo los fragmentos de porcelana dispersos. Se inclinó hacía ellos, acercando su mano para tocarlos. Se detuvo, mordiendo sus labios con frustración. Elevo la vista hacia la mesa y noto la otra taza humeante. El aroma del café era embriagador. Pero no solo el aroma a café dominaba el ambiente. Nuevamente, el hedor metálico invadió sus fosas nasales. Instintivamente, miró sus manos temblorosas en busca de signos de sangre. —No es necesario tener marcas para recordar un desvanecimiento placentero, Seo. Se incorporó de inmediato, observando a su alrededor. No había nada. Solo él, y ese café con olor metálico expandiéndose en el aire. A la mañana siguiente, el consultorio se presentaba diferente. Las luces parpadeaban de manera irregular. El reloj había dejado de funcionar exactamente a las 3:33, igual que aquella noche del mensaje. Su asistente aún no había llegado. Pero tampoco recordaba si la había despedido. En su mesa, había una carpeta abierta: Informe policial - Caso Nari Lee. Las imágenes lo miraban fijamente. La escena del crimen. El cadáver. La sangre. Su firma al final del documento. —No firmé esto —susurró, pasando las páginas. Sin embargo, la caligrafía era suya. Cerró los ojos, tratando de encontrar una razón lógica. El estrés, la falta de sueño, la carga emocional… Sí, todos esos factores podrían causar alucinaciones. Podía, tal vez, justificarse. Pero no podía ignorarlo. Al volver a observar el expediente, las imágenes ya no eran idénticas. Ahora el cuerpo en el suelo no era el de Nari. Era el suyo. Y detrás, con una sonrisa, Hyunwoo sostenía la cámara. —Qué mierda… Cerró la carpeta, apoyando los codos sobre ella y entrelazando los dedos, mientras fijaba la vista a la grabadora. El ambiente del consultorio era denso, demasiado opresivo para sugerir la presencia de algo. Se quitó la bata médica, arremangándose la camisa y mirando por la ventana. “Estoy soñando” se dice así mismo. Decidió buscar asistencia. Se dio la vuelta, tomó el teléfono y marcó el número del doctor Félix, su compañero más cercano. —Kang, ¿qué te sucede? —preguntó la voz al otro lado, con un tono de preocupación. —Necesito hablar contigo —dijo Seojun, apenas respirando—. Es una cuestión urgente. —Claro. Ven al hospital esta noche. Pero te pido que no te dejes llevar por la soledad. Seojun se detuvo. Su reflejo en el espejo del pasillo lo distrajo de la conversación. Hyunwoo lo vigilaba desde el reflejo, como un cazador esperando. —No puedo garantizar eso —murmuró Seojun, y terminó la llamada. Esa noche, la ciudad se encontraba envuelta en una densa llovizna. El suelo relucía como si fuera un espejo de agua. Seojun avanzó bajo las farolas apagadas, sintiendo que cada paso lo sumía más en su propia oscuridad. No sabía sí se dirigía al hospital o a otro destino. Solo comprendía que Hyunwoo lo llevaba. El sonido de sus pasos se amplificaba. Uno. . . dos. . . tres. . . y luego un cuarto, que parecía desconectado. No estaba solo. —¿Por qué te esfuerzas tanto? —la voz le llegó desde atrás. Seojun no giró. —Porque deseo vivir. —Tú ya no estás, Seojun. Yo soy la versión que ha perdurado. —No —jadeó—. Tú eres el error. Hyunwoo emitió una risa, suave, casi humana. —Los fallos son lo único que aporta interés a la mente. Salió corriendo. Desconocía la dirección, ni cuánto tiempo pasaría. Al detenerse, el mundo había vuelto a transformarse. Delante de él, una vasta zona cubierta de nieve. Los edificios destruidos, las luces apagadas. Tierras desoladas. Un sueño. O quizás la realidad que se colaba a través de sus fracturas mentales. —Te doy la bienvenida nuevamente —anunció Hyunwoo, manifestándose ante él. Ya no era simplemente un reflejo. Era carne, voz, movimiento. El mismo semblante, pero más animado. Más liberado. —¿Por qué me haces esto? —inquirió Seojun. —Porque tú me creaste primero. —No te creé. —Me reprimiste. Me negaste. Me encerraste detrás del cristal. ¿Qué esperabas que pasara cuando el espejo se rompiera? Hyunwoo avanzó un paso. Sus manos temblaban, pero no de miedo. De placer. —¿Conoces la sensación de no existir? —murmuró—. Cada vez que cerrabas los ojos, yo perdía una parte de mí. Pero ahora… ahora eres tú quien se desvanece. Seojun se lanzó hacía él, gritando, pero el golpe se perdió en el aire. Hyunwoo no retrocedió. Lo sujetó del cuello con una fuerza sobrenatural. —Nari también trató de negarme —susurró entre dientes—. Pero al final, ella también comprendió. La nieve adquirió un color rojo. Despertó en su cama con agresividad. Empapado, sin aliento, con las manos temblando. El reloj nuevamente indica las 03:33. El espejo del cuarto está roto. El reflejo… sonriendo. Intentó levantarse, pero había un peso sobre su pecho. Una sensación fría, conocida. La voz, tan cercana que podía sentir su aliento. —No luches más. —Déjame —suplicó Seojun—. —Eres débil. Eres imperfecto. Y yo soy lo que sigue. La presión se intensificó. Seojun vio su rostro distorsionarse en el cristal, fundirse con el de Hyunwoo. Ambos compartiendo el mismo aire. Un solo cuerpo. La voz del doctor sonaba más firme que nunca. Su sonrisa, más serena. Una sola mente. El espejo estalló. ---------------------------------------- Días después, el consultorio reabrió. El letrero de la entrada seguía indicando: Dr. Kang Seojun – Psicoterapia Clínica. Los pacientes comenzaron a acudir de nuevo, de a poco. Su mirada era más intensa. Solamente un aspecto había cambiado. En la pared del consultorio, el gran espejo ya no estaba. En su lugar, había una placa metálica que decía: “El reflejo no miente. Solo espera.” Al finalizar cada encuentro, el nuevo Seojun—o tal vez Hyunwoo— preparaba dos tazas de café. Y conforme el vapor subía, una sonrisa se dibujaba en sus labios. Porque al fin, no había distinción entre ambos.
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