CAPÍTULO 7

1239 Words
Abrió la puerta de la habitación luego de desaprobar con la mirada cada rincón de ese solitario palacio, y se encontró a la primera reina recostada sobre tres almohadas, lo que la hacía estar más bien sentada. Ebba Cyril estaba boca arriba, sosteniendo en los brazos un bebé con el trasero al aire y, junto a ella, en esa cama, dormía alguien más. La confusión llenó la cabeza de Ephraim Cyril, por eso el hombre de ojos azules se quedó congelado por un par de minutos; pero el sonido de la puerta cerrándose detrás de él, luego de que él la soltara sin darse cuenta, despertó a la mujer en la cama, quien miró con sorpresa al que la miraba con intriga. —¿Qué hace aquí, majestad? —preguntó la ronca voz de la joven Ebba—, pensé que al fin se había olvidado de mí. —¿Qué hacen ellos aquí? —preguntó el hombre más poderoso de Tassia, en voz baja, justo como lo había hecho la joven reina para no despertar a ese par de hermosos niños que comenzaba a querer demasiado—… ¿Quiénes son ellos? —Suoh y bebé —respondió Ebba, poniéndose en pie para recostar a la pequeña en la cama—, los encontré en un castillo abandonado a, tal vez, cuarenta minutos caminando por el bosque que rodea este palacio. —¿Abandonados? —cuestionó desconcertado Ephraim, a sabiendas de que ese par de niños, que no debían estar en ese palacio ni en esa cama, eran sus pequeños sobrinos, esos que quedaron a su cargo tras la muerte de su hermano mayor y de su cuñada y que, tal como él dijo—: ellos están a cargo de decenas de sirvientes, incluyendo dos niñeras y dos enfermeras… ¿Qué tiene Noah en el trasero? —Así que se llama Noah —musitó la joven azabache, mirando la carita dormida de esa bebé que, desde que llevó con ella casi dos semanas atrás, solo había sido llamada bebé, porque era así como Suoh la llamaba—… Hola, Noah, soy Ebba. —Te hice una pregunta —vociferó el hombre que, de pie en la entrada de la habitación, comenzaba a molestarse por lo incordiante que encontraba la situación—. Responde. ¿Qué tiene ella en el trasero y por qué están estos niños aquí? Ebba suspiró. Ese hombre comenzaba a verse molesto y no quería escucharlo gritar y verlo despertar a gritos a una niña que, a duras penas, había logrado dormir; por eso caminó hasta su esposo y lo empujó fuera de la habitación y lo dirigió a la planta baja, hasta la cocina, que era el único lugar que, junto a su habitación y el baño de su habitación, mantenía impecable, del resto del palacio le era imposible ocuparse, sobre todo ahora que cuidaba de dos bebés. —Tal como le dije —comenzó a explicar la cuestionada una vez que los dos se adentraron a la cocina del palacio—, los encontré en un palacio abandonado luego de caminar por mucho rato por el bosque. —A ellos —comenzó a hablar el hombre, intentando dejar en claro que era imposible que estuvieran abandonados, pero Ebba estaba demasiado cansada como para querer escuchar las necedades de un hombre que parecía no saber nada de la vida—… —A ellos los encontré sucios, desnutridos y heridos, además de completamente solos en un lugar más sucio que este —señaló la primera reina de Tassia, volviendo a sentir el asco y el horror que le había provocado la condición de esos niños cuando los encontró—. Noah estaba en una cuna tan embarrada de sus desechos que tiene la piel de la espalda hasta los pies infectada y llena de yagas... hoy fue el primer día que no sangró cuando la curé. Ephraim se quedó sin respiración. Es decir, ni siquiera podía imaginar lo que esa mujer le estaba diciendo; para él, simple y sencillamente, lo que esa mujer decía no podía ser verdad. Pero lo era, y el joven e inexperto rey de Tassia lo comenzó a creer cuando vio a su esposa temblar de impotencia y llorar de rabia. » Había en la cocina una bandeja con pan duro y mohoso, que comía Suoh —declaró con la voz entrecortada la joven reina—, y una tina con mamilas llenas de leche cortada con la que Suoh alimentaba a la niña cada que la escuchaba llorar. El hombre de cabello castaño y ojos azules se quedó sin aire. Eso sonaba de verdad horrible, porque, si lo que esa mujer decía era cierto, significaba que esos niños tenían mucho tiempo abandonados y él no se había dado cuenta de nada. ¿En qué lo convertía eso? » No podía dejarlos morir ahí, mal cuidados y tan solos —continuó hablando la azabache, como podía, pues su llanto y sus sollozos se comían parte de sus dolorosas palabras—, hubiera sido cruel… Volví después, día tras día regresé a ese lugar y nadie se ha parado por ahí en estos nueve días que tienen conmigo. » Lo que hay en la piel de Noah es un ungüento que hice con hiervas medicinales porque, como ya sabe, no tengo un sirviente, mucho menos un médico que la pudiera revisar y curar —reprochó una mujer que también parecía abandonada por él—, así que hice lo que pude con mis pobres conocimientos sobre hiervas medicinales y, gracias al cielo, ha funcionado. Ephraim se talló la cara con frustración, y todo fue peor cuando vio a su primer ministro llegar por él, furioso por esa escapada que hizo el rey cuando tanto trabajo tenían por hacer. —¿Por qué este palacio sigue sin sirvientes? —preguntó Ephraim sin dar tiempo a que Elijah le dijera nada—, creí haber sido claro cuando dije que cuanto antes debías terminar con esa tarea. —Es difícil encontrar personas que quieran servir a una reina extranjera —respondió Elijah con naturalidad, provocando la ira de su rey, que le aventó a los pies algo que tenía a la mano y que, luego de ver la sangre comenzar a ensuciar su pantalón, supo que había sido un cuchillo lo que le había tirado a su mejor amigo y mano derecha, una inútil mano derecha, al parecer. —No sé cómo puedes ser el primer ministro cuando no eres siquiera capaz de encontrar personal adecuado —farfulló con molestia el rey, y el primer ministro de Tassia sintió un dolor más grande que el de ese corte que le hizo un cuchillo que a penas le rozó la piel. —No eres diferente —declaró Ebba, mirando fijo a su marido—, eres tan incompetente como él, y te bastará ver con tus propios ojos que lo que casi causó la muerte de Suoh y Noah fue tu incompetencia. Elijah preguntó a qué se refería con esas palabras, y Ephraim quiso mandarlo a investigar lo que la reina reportaba. » ¡No! —exclamó Ebba, furiosa—. ¡Ve a verlo tú mismo! ¡Vayan los dos y vean lo que su incompetencia hace! Porque, yo soy un adulto, así que su negligencia y abandono no me matará, pero con esos niños la historia pudo haber sido muy diferente.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD