CAPÍTULO 4.
26 de agosto, 2021.
CHELSEA.
Me digo a mí misma que no es real. Nada es real, solo es una horrible pesadilla, necesito despertar pronto porque esta sensación de quebranto se siente espantoso. Aprieto su mano mientras las lágrimas caen.
Me niego a aceptar lo que estoy mirando.
El frío viento choca contra mi cuerpo, me estremezco y me aferro a su brazo, siento como todo su cuerpo tiembla del miedo.
Escuchó sus súplicas, la forma en la que habla es desgarradora, cada palabra lo dice con miedo y dolor porque nunca creímos que llegaría a este punto. Damos pasos cortos a su encuentro, lo hacemos con tanto pánico y, con la esperanza de no perderla porque no hemos llegado hasta aquí para presenciar ese acto.
—Lo siento, chicos. —dice mirando en nuestra dirección.
Mis piernas tiemblan y no logro escuchar nada cuando todo sucede. Me quedo conmocionada mientras veo como corre con la esperanza de sujetarla, pero es muy tarde.
Me despierto jadeando.
Todo mi cuerpo está empapado de sudor. Lágrimas se acumulan en mis ojos, nublando mi vista. Me incorporo sobre la cama, sacando el edredón a un lado mientras me abrazo a mí misma, clavo mis uñas en mis brazos y cierro mis ojos regulando mi desastrosa respiración.
***
Me niego a pensar en lo de anoche, ese suceso marcó por completo mi vida, dejándome un vacío en mi corazón y alma. Después de tanto tiempo sigue persiguiéndome, y no solo a mí, estoy segura que lo mismo les sucede a los otros. Una sola noche cambió nuestra perspectiva del mundo.
—Chelsea. —miro a Louis, desorientada.
—¿Qué sucede? —pregunto.
—Te he estado hablando sobre la universidad, pero no me has estado escuchando, ¿Todo bien? —indaga preocupada, muevo la cabeza en forma de afirmación y entrelazo mis manos.
—No he podido dormir bien, eso es todo.
—Lo he notado, traes bolsas debajo de los ojos. —me señala.
Suspiro, pasó las manos por mi rostro.
—¿Por qué no llevas gafas? —pregunta, dando un sorbo a su latte.
—No tuve tantas ganas de ponerme, preferí usar lentes de contacto. —respondí.
No menciono más. Me pierdo en mis pensamientos confusos y descontrolados.
A veces me cuestiono si tan solo hubiéramos llegado unos minutos antes. Tal vez, nos tardamos en darnos cuenta de sus intenciones ocultas y todas esas sonrisas fingidas que mostró para despistarnos. Una parte de nosotros siempre se sentirá culpable por aquel horrendo día, por no entender su dolor y presionar, hasta el punto de hacer que tome decisiones duras.
Aunque tratamos de entender, no nos permitió involucrarnos porque no deseaba ser una carga para nosotros.
Jamás podré olvidar su ayuda, sus sonrisas y como me extiendo una mano para salir de lo profundo. Siempre recordaré cosas buenas y maravillosas, esos recuerdos los llevo en una parte de mi corazón y, a pesar del dolor, están ahí presentes haciéndome entender que pudo tener su descanso de su tortuosa vida.
—Entonces, ¿Decidiste sobre vivir juntas? —Su tono es dudoso.
—Me comentaste que vives en la residencia, no deseo arruinar tus planes.
—Chelsea, quiero compartir momentos contigo. —Sus palabras me hacen feliz.
—Aún no estoy segura, pienso hablar con mi madre sobre este tema. —le comento, desanimada.
Cuando vivía en Francia, mi madre no gastaba ningún centavo porque era uno de los beneficios de la beca completa. Se sentía bien saber que nadie te criticaría, pero ahora he regresado y mi madre estará pendiente de todos los gastos, no me siento muy bien viendo que se hará responsable de todo. Tampoco desearía escuchar rumores sobre lo bueno de mi vida por tener a alguien influyente, como tiempo atrás se armaron chismes al enterarse de la relación de mi madre.
Vivir bajo su cargo será más difícil de lo imaginado.
—¿Ese no es Ancel? —su pregunta me descoloca. Me señala un punto específico de la cafetería. Me resigno a mirar, no quiero encontrarme con su mirada de odio.
Escucho pasos acercándose a nosotras, me encojo en la silla mientras concentro mi mirada en un punto vacío. Puedo sentir la mirada de alguien sobre mí, suspiro cansada porque no siempre tendré la suerte de huir. Levanto la cabeza con temor, topándome con la mirada amigable de Caleb. Exhalo.
Este me sonríe mostrando sus hoyuelos.
—Cuánto tiempo, Chels—dice con voz rasposa.
Lleva unos vaqueros negros, una campera del mismo color. Su cabello está desordenado y tiene un nuevo tatuaje en su cuello.
Retrocedo la silla para atrás, me levanto y me acerco. Lo tomó desprevenido cuando envuelvo mis brazos alrededor de su espalda.
—Mucho tiempo, Caleb. —susurro contra su pecho.
Nos separamos, pongo mis manos en mis caderas. Estiro mis labios formando una sonrisa genuina. Miro detrás de él, hay dos chicos desconocidos y un poco más atrás se encuentra Ancel, con una expresión aburrida.
—Ancel me comentó sobre tu regreso —me sorprende sus palabras mas no lo muestro en mi expresión. —. Me siento feliz de verte, quería encontrarte porque mañana tendremos una fiesta para cerrar el verano y me gustaría…
—¿Puedo ir? —Le interrumpe Louis.
—Por supuesto, estás invitada solo si vienes con Chels. —responde Caleb, dándose cuenta de la presencia de mi amiga.
—Estaremos encantadas de asistir —anuncia Louis. Me giró a mirarla horrorizada por su confirmación, me guiña un ojo. —. Le envías la ubicación a Chels.
—¿Sigue siendo el mismo número? —cuestionó Caleb, asentí.
Voy a despedirme, pero uno de los chicos se acerca a nuestro encuentro.
—No nos vas a presentar, Caleb. —anuncia su presencia. Me mira y sonríe.
—No, no es necesario- —responde Caleb, con sequedad.
—¿Por qué? Me gustaría conocer a esta hermosa dama. —me sonrojo de inmediato. Se acerca y ocupa mi espacio personal, sin mi consentimiento toma mi mano y deposita un beso, escucho un gruñido.
Saco mi mano de su agarre, retrocedo unos pasos incomoda.
—Caleb, no tengo todo el día —me estremezco al escuchar su voz. Su tono es duro y severo, su expresión es diferente, parece furioso.
Caleb suspira y golpea la nuca del chico.
—Un gusto verte, espero verte en la fiesta. —me sonríe y se da media vuelta.
Detiene sus pasos cuando nota que el chico sigue en su mismo lugar. Me da una sonrisa disculpándose por el comportamiento de su amigo, niego con la cabeza. Toma al chico del brazo, le da media vuelta y les susurra unas palabras, veo como el chico tenso su cuerpo por completo.
Les sigo con la mirada hasta que se detienen en una de las mesas. No pasó por desapercibido como lo mira Ancel, parece querer asesinarlo con la mirada. Cuando estoy por apartar mi mirada y volver a mi lugar, su mirada da conmigo.
El brillo en sus ojos me confunde. Como recorre todo mi cuerpo con su mirada, me incomoda porque no es amistosa. Mis piernas flaquean. Esa intensidad me asfixia, me siento expuesta ante él. Y no es la primera vez que me siento de esta manera. Esa ola de deseo se hace presente, confundiéndome.
Forma una sonrisa arrogante en sus labios, al percatarse de lo causa en mí. Rompo el contacto visual, molesta. Se ha dado cuenta, es tan meticuloso para leer a las personas y por supuesto que no soy una excepción.
—¿Qué acaba de suceder? —pregunta Louis, confundida.
—No lo sé.
***
—Mamá no quiero estar presente. —reitero, molesta.
Hoy es el día. Una noche importante para mi querida madre. Anunciaran su compromiso antes personas cercanas a sus entornos, algo privado y especial, aunque seguro habrá muchas personas, pero eso no es lo preocupante, sino estar presente cuando Ancel se entere sobre el compromiso, un motivo más para odiar a mi madre.
Me niego a estar presente.
Los ojos suplicantes de mi madre me observan, aparto la mirada.
—Por favor, amor —ruega mi madre. —. Es un día importante, quiero que estés presente.
—Mamá odio todo esto, lo sabes —aprieto mis puños, molesta. —. Quieres que esté a tu lado fingiendo sonrisas y alegría, cuando no me siento así. Sé que amas al señor Dubois, pero, también sé cuánto te afectan todos esos comentarios negativos, ¿Crees poder soportar?
—Amor, llevo conviviendo con Didier por años, ya me acostumbré a su entorno.
—No estoy tan segura de tus palabras —digo con sinceridad. —. Se cuanto te afectó la vida con mi padre, todo lo que tuviste que vivir por ser una mujer sin estatus social, no deseo que vivas lo mismo nuevamente.
Se acerca a mí, me muestra una sonrisa apenada. Ella a lo largo del tiempo sufrió muchos desplantes de la sociedad por estar con alguien muy distinto a su estatus, siempre había rumores y eso le afectaba, por eso tengo miedo de esta nueva relación, no quiero pasar por lo mismo.
Acaricia mi mejilla.
—Se lo aterrada que te encuentras. Te estas cuestionando muchas cosas, preguntándote si no estoy cometiendo el error de casarme con él. Si sufriré y me consumiré a lado de Didier, o tendré una crisis muy difícil de superar como en el pasado. Pero estás equivocada, ese hombre, aquel que has visto por muchos años me hace la mujer más feliz, tiene errores, como todos, pero siempre está tratando de mejorar, así como yo lo hago. Los dos estamos avanzando, mejorando y encontrando la mejor versión de nosotros mismos porque nos amamos.
Sus palabras para nada me alivian. Aun sigo teniendo mis dudas e inseguridades sobre este compromiso, no dudo de su amor, lo he visto cómo se tratan y no me tomó mucho tiempo darme cuenta de lo cautivado que se encuentra el señor Dubois. A pesar de todo, sigo preocupándome por él, por cómo lo tomara porque se cómo actúa cuando está molesto, además, encontrará la razón perfecta para incrementar su rencor, me aterra saber que mi madre se entere de todo, no soportaría tanto odio y desprecio.
—Está bien, mamá —digo luego de unos minutos. —. Asistiré.
—Significa mucho para mí, amor —deposita un beso sonoro en mi mejilla. —. Gracias por tu apoyo incondicional.
Ruego en mi interior que esta noche no termine siendo un desastre.
***
Bajo las escaleras teniendo cuidado de caer. Muchas personas me observan, me siento tan incómoda al ser el centro de atención. Me abro paso entre la multitud hasta llegar a donde se encuentra mi madre hablando con algunas personas.
Tomo su brazo, voltea a mirarme.
—Te ves hermosa. —comenta, me hace dar una vuelta.
Llevo un vestido de color granate, es brillante. Su diseño es bastante llamativo, pero muestra elegancia. Tiene un escote muy atrevido, lo cual me llega a incomodar. El corte en forma de V en la espalda hace que muchos hombres me miren con lascivia.
—Me siento incómoda. —susurro despacio, ignora mis palabras y vuelve a prestar atención a sus invitados.
Odio estar rodeada de personas de la alta sociedad, me encantaría encerrarme en mi habitación y leer un nuevo libro, pero tengo que cumplir con mi palabra, no puedo retractarme.
Me quedo quieta en un rincón por mucho tiempo. Observo a todos, nadie se percata de mi presencia y eso me alivia, odiaría entablar una conversación con desconocidos, además, estoy muy lejos de ser de su misma clase social.
—¿No te aburre ver tanta falsedad? —me sobresaltó al escuchar su voz. Giro mi cabeza, dando con su sonrisa.
—¿Clark? —pregunto sorprendida. —¿Qué haces aquí?
—Resulta que invitaron a mi familia —responde desinteresado. —. Veo que no te estás divirtiendo.
—Odio este tipo de fiestas, además tengo un mal presentimiento sobre este compromiso.
—Lo entiendo, tienes miedo del desastre que pueda armar Ancel.
—Exacto —suelto el aire acumulado. —. Mi mamá está muy feliz por esta noche, no deseo que arruinen este momento. Ha esperado esto por mucho tiempo, no imagina que su hijastro está en contra de esta relación.
Tengo tantas ganas de llorar.
Nos quedamos en silencio por unos minutos. No me muevo cuando el señor Dubois hace que todos los presentes escuchen sus palabras.
—Muchas gracias por venir a esta hermosa velada—mi madre se encuentra a su lado con una enorme sonrisa. —. Como muchos saben estamos aquí para celebrar mi compromiso con esta hermosa mujer, me siento el hombre tan afortunado por encontrar a alguien que me ame…
Detiene su discurso cuando escucha aplausos. Todos dirigen sus miradas a esa persona y mi temor se hace realidad cuando lo veo, se abre paso entre la multitud mientras sigue dando aplausos. Lleva puesto una vestimenta casual.
Se detiene frente a su padre, palmeó su hombro y esbozó una sonrisa malvada.
—Que hermosas palabras, me conmovió —no pasó desapercibido el sarcasmo en su voz.
—Ancel. —advierte su padre, molesto.
—Me da gusto que todos estén presentes para presenciar su amor, estoy tan emocionado de saber que te vas a casar —lo último lo dice con amargura. Ladea su sonrisa cuando mira a mi madre, esta lo observa confundida. —. Como cambiaste tus gustos, tan bajo has caído en fijarte en una mujer de tan poca clase, pensé que sería alguien que aunque sea le llegue a los talones a mamá, pero ni eso puede. —cierro mis puños al escuchar sus palabras. Mi madre lo mira con tristeza.
—Chelsea —me llama Clark, no me digno a girar. Camino en su dirección dispuesta a acabar con su numerito.
—Le fue fácil meterse en la cama de mi padre, aprovechó su debilidad y terminó enamorándolo solo para quedarse con su dinero. —lo dice con tanta ira, está apretando su mandíbula y sus ojos están oscuros.
Todas las personas comienzan a murmurar, miran a mi madre con desprecio. No detengo mis pasos, es más me apresuro porque estoy cansada de este comportamiento, no sé qué busca con todo esto.
Me paro detrás de él, todos me observan a la expectativa. Toco su hombro y se gira, tiene esa sonrisa arrogante que le caracteriza. No tiene tiempo de pronunciar alguna palabra porque volteo su rostro con una cachetada que resuena por toda la habitación.
Escucho los jadeos de los presentes.
Ancel borra su sonrisa y me mira con odio. Dirijo mi mirada a mi madre, me observa con sorpresa al igual que el señor Dubois.
—Tan conmovedoras palabras —le felicito, mi cuerpo tiembla de molestia. —. A la próxima vienes preparado para la ocasión. Te vanaglorias de ser de un estatus social alto, pero tienes tan poca clase en venir a un evento importante y faltar el respecto a personas mayores, ¿Acaso tu madre no te enseño a ser educado?
Aprieto mis puños. Se acerca a mí, no retrocedo, me mantengo rígida sin mostrar debilidad o temor por cómo me está mirando. No dejaré que se salga con la suya.
Comienzo a dar vueltas alrededor de él, detallando su aspecto y finjo pensar.
—Te muestras arrogante solo porque tienes una belleza cautivadora —hago una pausa. —, pero no quiero ni pensar cómo es tu alma. Hablas de clase como si tú la tuvieras, lo cual no es cierto, ya lo has dejado demostrado—miro al señor Dubois. —. Siento pena por usted, tener un hijo que le avergüenza por su falta de educación—clavo mis ojos él. —. Que decepción eres Ancel Dubois.
Me giro sobre mis talones, pasando por alto todas las miradas. Veo a lo lejos a Clark, me muestra una sonrisa orgullosa.
Levanto mi cabeza, mostrando superioridad.
Salgo de la habitación sin arrepentimiento. Cuando llegó a un lugar apartado, recuesto mi espalda sobre la pared y expulsé todo aire. Mis piernas flaquean y tengo tantas ganas de llorar por lo ocurrido.
Idiota arrogante, siempre sacas lo peor de mí.
ANCEL.
Mi expresión es aburrida mientras los ojos de mi padre me observan furiosos. Camina de un lado a otro, hablando en francés, molesto por mi comportamiento de esta noche, no le tomo tanta importancia, no cuando ni siquiera es importante en mi vida.
Viene con un propósito.
Arruinar su noche.
No merece ser feliz, no cuando arruino y alejo a mi madre. No pienso permitir su felicidad, menos con una mujer que fue su amante, por ella mi familia se arruinó.
—¿Por qué Ancel? —cuestiona mi padre. —No te he pedido que seas parte de mi nueva familia porque está claro tu negación, pero apareces y hablas mal de mi prometida, cuando nunca te ha lastimado.
Lo ignoro.
Mi mente se traslada al final de la noche.
¡Demonios!
Solo pienso en cómo se detuvo frente a mí y me hizo callar de una manera formal. Esa mirada cargada de enojo y esa actitud de superioridad, me lo puso duro.
¡Maldita sea!
Esa mujer sabe cómo dejarme deslumbrado. No imagine que armaría todo ese alboroto y me diría esas palabras, ni mucho menos atreverse a golpearme delante de todo cuando tiene en claro que odio ese tipo de actitud, pero hoy me demostró que no piensa seguir mis reglas, me complica las cosas.
Esta noche dejó en claro una cosa: Jamás dejaría que humillara a su madre.
¿Qué tanto me va a complicar las cosas?
No se inmuto en ningún momento cuando di pasos en su dirección o le mostré mi mirada llena de odio, mantuvo su postura y salió de la habitación con la cabeza en alto, mostrando ser igual.
Me cautivo.
—No entiendo tu odio, hijo.
Estiro mis piernas y me levanto de su escritorio, caminó hasta él. No es necesario levantar mi cabeza para mirarlo, tenemos la misma estatura, haciendo las cosas más fáciles.
Le retó con la mirada, cierro los puños de golpe.
—¿Cuánto ha pasado desde que mi madre se fue? —cierra los ojos al escuchar esa pregunta. —Desapareció de nuestras vidas, no te dignaste a buscarla y apareciste con una nueva pareja, que resultó ser tu amante, además la madre de mi mejor amiga, ¿Enserio me estas preguntando por que mi odio? —pregunto, mis palabras están cargadas de rencor.
—No tendremos esta conversación de nuevo, cuando fui claro desde el principio —dice tajante. Niego con la cabeza. —. Te lo repetiré una sola vez y esta será la última: Miranda, jamás fue mi amante. —enfatiza.
—Nunca serás feliz con esa mujer, no permitiré que seas feliz—me mira sorprendido y dolido. —. Sabrás lo que mi madre sufrió.
—¿Por qué hijo? —susurra. —Siempre he tratado de ser un buen padre, jamás he cuestionado tus decisiones ni siquiera me involucro en tu vida, ¿Por qué tanto odio y rencor guardas en tu corazón?
No muestra ni un poco de arrepentimiento. Solo puedo ver el dolor en sus ojos.
—Tú me hiciste así, te odio. —ni se inmuta ante mis palabras, solo me observa y asiente con la cabeza, luego suspira cansado.
—Puedes seguir odiándome, pero no te permitiré faltar el respeto a mi mujer, no dejaré que tu odio hacia mí dañe a la persona que amo con todo mi corazón.
Sale de su oficina.
Tiro todo lo que hay en su escritorio y golpeo con fuerza la pared.
Minutos después hago lo mismo. Necesito descargar toda está ira en mi interior.
Camino por el largo pasillo oscuro, me detengo cuando la veo recostada sobre la pared. Dirijo mis pasos en su dirección dispuesta a jugar con su cordura, esta noche no se me escapa.
—Esa boquita tuya me dejó deslumbrado. —gruñe al escuchar mi voz.
Detalle su vestido. Es apegado y resalta sus cuevas. Me encanta la abertura en su pierna y el escote en su pecho, que me permite apreciar sus pequeños pechos.
—Lárgate, Ancel. —sus palabras están cargadas de molestia.
Me acerco y pongo mis brazos a los costados. Mi miró con irá mientras pasa su lengua por sus labios, no pierdo ese movimiento. Bajo un poco mi mirada a su escote.
—Mis ojos están arriba, imbécil. —tuerzo mi sonrisa, levanto mi mirada llena de deseo.
—Esa boquita tuya me encanta—le hago saber, rueda los ojos. —. Me encantaría utilizarla a mi antojo.
Niega con la cabeza.
—Por favor, aléjate —pide con amabilidad. —. Odio cuando cruzan la línea.
—¿Acaso me tienes miedo? —suelta una risa. —¿Qué es tan gracioso?
—Tus palabras —responde con un tono burlón. Me gusta esta nueva faceta. —. Estas tan lleno de ti, que crees causar el mismo efecto en todas, pero conmigo te has equivocado, idiota. —mis ojos están en sus sensuales labios. Veo cómo gesticula cada palabra.
—Tu cuerpo dice otra cosa, hermosa. —le recuerdo, alzó las comisuras de mi labio.
Coloco mi mano sobre la abertura de su vestido, se estremece al sentir mi tacto. Subo con lentitud, disfruto ver el deseo en sus ojos, se que también siente esta tensión entre los dos.
Suelta un suspiro cuando comienzo a dejar besos por su cuello. Levanto mi mirada, su boca está entreabierta, muerde su labio inferior y se ve tan sexy haciendo ese gesto.
Sus ojos gritan que la siga tocando.
Me acerco a su boca.
—Tu cuerpo reclama para que seas tomada.
No niego mis palabras. Se queda en silencio, disfrutando mi toque. Estoy a punto de llegar a su zona sensible y torturarla, pero me empuja con sus manos y por segunda vez, voltea mi rostro con una cachetada.
Puedo ver lo afectada que se encuentra, también me desea.
De un momento a otro el ambiente cambia, su mirada solo busca respuestas. Retiene mi mirada sin ninguna dificultad, destello tristeza, pero es reemplazada por curiosidad.
—¿Por qué Ancel? —reitera las palabras de mi padre.
—No es de tu incumbencia. —trato de acercarme, se aleja.
Me mira a través de sus largas pestañas con tanta melancolía, sus ojos brillan.
—¿También me odias? —Pregunta con tristeza. —Se que odias a mi madre por arruinar a tu familia, soy consciente de todo, pero no te has puesto a pensar que también hay otra versión de la historia, ¿Por qué te empeñas a solo escuchar una? —meneo la cabeza al escuchar sus palabras.
—No te odio. —murmuré calmado.
—Mentiroso.
—No lo hago. —miento.
—Lo haces —su voz se va apagando. —. Me odias tanto por destruirte, abandonarte. No aceptas tu error y sigues siendo egoísta, si me estás acorralando es porque quieres hacerme pagar por dejarte, ¿o me equivoco? —me quedo en silencio, una lagrimas resbala su mejilla.
—Yo…
—No es necesario tus palabras, no servirían de nada porque tu silencio dijo todo—limpio sus lágrimas con brusquedad. Clavo sus ojos en mí, con determinación. —. Nuestros padres se van a casar, acéptalo de una vez por todas.
—No permitiré que eso suceda.
—Pues entonces no me queda de otra que interponerme—se encoge de hombros. —. No voy a dejarte que arruines ese amor, te lo prometo. Quieres jugar. Bien. Juguemos.