Capitulo 5

2691 Words
Después de haber ayudado a empacar el equipaje de su hermano, Santiago decide ir a visitar a su abuelo Adam.  Lugar que prácticamente era su segunda casa, ya que Adam y él compartían muchas cosas en común, como por ejemplo su gusto en las teorías de conspiración, y su forma de pensar acerca de cómo el mundo giraba en torno al consumismo.   Cuando llegó al departamento de su abuelo, del cual él tenía llave, se encontró a varios chicos encaminándose hasta la puerta para macharse.  Vale la pena decir, que a Adam continuamente le visitaban jóvenes que también compartían sus “creencias”, y que además eran fanáticos de sus libros que nunca fueron demasiado populares.  Pero a pesar de su escaza acogida a las masas, las piezas literarias de su autoría, lograron convertirse en material de culto para pequeños grupos de personas, que se identificaban con sus pensamientos.   Adam al ver que su nieto había llegado, sonrió ampliamente dejando que los otros jóvenes se fueran.   — ¡Santi! llegaste tarde — Dice Adam con sus manos extendidas, acercándose a su nieto que esquivó el abrazo que su abuelo pretendía darle.   —Llegue a tiempo.  Sabes que no me agradan esos chicos locos que siempre vienen a visitarte, te creen un Dios o algo así.  Mira traje galletas, las hizo papá — Explica el muchacho, alzando una bolsa de papel que traía en una de sus manos.   Adam frunce sus labios, y luego va a sala para ordenar un poco el desastre que dejaron sus antiguos invitados.    —Voy hacer café con leche ¿lo quieres fuerte o intermedio?  — Pregunta Santi ya en la cocina.   —Intermedio, y sin mucha azúcar — Pide Adam, y justo en ese instante la puerta se abre.   Se trataba de Leonardo que había llegado.  El también tenia copia de las llaves.   —Éramos muchos y pario la abuela… — Farfulle Adam cuando ve como Leonardo se acercaba, sentándose en el sofá de manera confianzuda.   Santi se asomó, y cuando vio que Leonardo había llegado, se encogió de hombros queriéndose esconder en algún lugar, pero al estar en la cocina, era demasiado tarde. Leonardo desde que tenía uso de razón, había sido su amor platónico.  Desde el punto de vista de Santiago, el rubio era la representación viviente de su ideal hombre perfecto, era alto, de buen cuerpo, apuesto, inteligente y encantador.  Simplemente magnifico, pero toda esa admiración la mantenía en completo secreto, porque él sabía que Leonardo jamás se fijaría en un chico como él, sin mencionar que cuando lo veía, se ponía tan nervioso que prácticamente se orinaba en sus pantalones.   —Mi nieto trajo galletas, anda y pregúntale si alcanzan para ti, porque de lo contrario no compartiré mi parte contigo.  Está en la cocina preparando café con leche — Sentencia e indica Adam a Leonardo que voltea un poco su cabeza para ver al chico.   —Ah, Santi está aquí… deja y le pregunto — Dice y sin más, se levanta para caminar en dirección hasta el muchacho, que cuando sintió que el rubio se aproximaba, deseó que la tierra se lo tragase.   Leonardo vio que el nieto de Adam estaba encogido preparando el café con leche, en esas clásicas posiciones donde apenas y podía verle.  Leonardo podía jurar que en todos los años que vio al niño crecer, nunca le vio el rostro y prácticamente nunca le escuchaba hablar, ya que siempre que llegaba, él se iba o viceversa.  Lo único que podía ver era que el jovencito era bastante alto para tener 13 años, de contextura delgada y el cabello castaño, en un largo perfecto para cubrirle más el rostro, por su perenne posición curvada.    Él solo por molestar al niño, le dio un par de golpecitos en la espalda, para captar su atención, escuchando como Santiago farfulló algo y luego se estremeció retrocediendo un par de pasos, sin hacer en ningún momento contacto visual.   —Vine a preguntarte si las galletas que trajiste alcanzan para mí — Indica Leonardo viendo que el chico asintió con su cabeza.   — Perfecto ¿comerás con nosotros?  — Indaga el rubio, y Santiago lo que hizo fue negar con su cabeza.   — Me lo imaginé… en fin, te dejó solo y… ¡Enderézate que te va a salir una joroba! mira que estas en pleno crecimiento —Exclama Leonardo dándole otra palmadita a la espalda del muchacho que de milagro seguía en pie.   Cuando Santiago sintió que Leonardo se había ido, suspiró aliviado, viéndole de reojos pensando que debía marcharse.  Quería estar con su abuelo, pero si Leonardo se encontraba presente no iba a poder ser él mismo.  Es por eso que lo mejor era irse dignamente para evitar un mal rato.   El chico con rapidez y torpeza, sirvió las galletas y las bebidas calientes en la mesita que estaba frente los muebles, Adam y Leonardo continuaron hablando, viendo como Santiago era todo un mesero, hasta que el rubio decidió hablar.   — ¿Vas a unirte?  — Pregunta con una pequeña sonrisa a Santiago, que volvió a estremecerse y negó con su cabeza a espaldas de él.   —Abue… me-me voy… adiós — Murmura entre tartamudeos caminando rápidamente hasta la puerta, y en eso, no se da cuenta que se tropieza con una silla mal puesta que tenia Adam. El chico cae al suelo haciendo un estruendo que alertó al par de mayores. Santiago en el piso, maldice en pensamientos mientras se pone de pie. El mayor pretende ayudar a su nieto, pero este lo que hace es huir como un desequilibrado cerrando la puerta consigo.  Leonardo y Adam se quedan paralizados por la extraña fuga de Santiago, hasta que Adam se voltea viendo con el ceño fruncido al rubio.   — ¿Qué le hiciste a mi nietecito que salió así?  — Pregunta Adam a Leonardo que con un gesto inocente, levanta sus hombros.   — ¡No le hice nada! tu sabes que no como “carne” tan tierna y fresca —Explica Leonardo con una mínima sonrisa, viendo a Adam que al parecer, continuaba dudando de él.   — ¡Te estoy diciendo la verdad!  — Exclama intentando hacer entrar en razón al mayor que decidió levantarse para buscar a su nieto.  Pero cuando llegó a la puerta, el castaño había desaparecido.   ***  “Hoy me encontré con Leonardo, me tocó la espalda y mi cuerpo se estremeció por completo, ha sido el contacto más cercano que he tenido con él en años, digamos que me siento feliz, pero como siempre entré en pánico y salí huyendo.  Cuando me escapaba tropecé y él me vio caer, fue vergonzoso, pero no tanto como el día que me eché un pedo en plena exposición de historia, el lado positivo es que tendré un buen material para masturbarme esta noche.   PD:  Nunca más me lavaré la espalda, la mano de Leonardo la ha tocado y ahora es sagrada.”   Escribe Santiago en su diario electrónico de experiencias vergonzosas, le ocurrían tantas situaciones parecidas, que el muchacho decidió escribirlas para tener un historial secreto y completo de sus humillantes vivencias.   Al terminar de escribir, guarda su celular de nuevo en su bolsillo, habían transcurrido un par de horas después de su corta estadía en casa de su abuelo.  Como no tenía mucho que hacer y no quería llegar tan temprano a su casa, decidió ir a visitar a su prima María para contarle lo sucedido con Leonardo, puesto que ella conocía todo acerca de su amor platónico.  Cabe destacar que a Santiago le encantaba ir al departamento de su tío Nick, ya que este si permitía que sus hijos disfrutaran de lujos y excesos, a diferencia de su familia que les hacían vivir con lo justo, restricciones que el jovencito le hacían pensar, que había caído con la mala suerte de tener padres tacaños.   ***   El día de la partida de los chicos a Paris había llegado.  Todos se encontraban en el aeropuerto para despedir a los chicos, que tenían expresiones desanimadas y extrañas en sus rostros, como si estuviesen a punto de ir a combatir en contra de su voluntad, en la guerra del medio Oriente.   Cuando la emotiva despedida culminó, los jóvenes ingresaron al avión en su vuelo de clase turista.  En todo el viaje los gemelos prefirieron dormir, mientras que Thomas optó por mantenerse despierto, principalmente porque él era una persona que no podía dormir mientras viajaba, obligándose a pensar en lo que haría en su nueva vida de estudiante.  Una vida que él realmente no deseaba, pero se obligaba a seguir, solo para enorgullecer a sus padres que prácticamente ya habían perdido la fe en él.   Después de un largo y extenuante viaje, Thomas y los gemelos llegaron.  Los chicos sintiéndose algo perdidos, miraron hacia todas las direcciones esperando que alguien hubiese venido a buscarles.  Los tres jóvenes observaban como diferentes personas con avisos en sus manos, recibían a varios tripulantes del mismo vuelo que habían acabado de desembarcar, mientras que a ellos, al parecer nadie les daba la bienvenida, un pequeño detalle que les desanimó un poco.   —Okey ¿Quién sabe cómo llegar a nuestra futura cárcel? —Pregunta Thomas que no tenía ni idea de cómo llegar al instituto.   Isaac suspiró sacando su teléfono móvil.   —Idiota.  No iremos al instituto todavía, tendremos que quedarnos en la mansión del hermano de Nick… a ver, yo tengo la dirección por aquí — Explica rebuscando en su móvil con mucha concentración — ¡Aquí está!  — Exclama mostrándole a los demás la dirección.   —Solo debemos tomar un taxi que nos deje allá y listo — Dice Isaías caminando hasta la salida, Thomas e Isaac van tras él con pasos cansados y fastidiados, arrastrando sus maletas sin entusiasmo alguno.   *** En el taxi, Thomas no puede evitar ver con emoción el paisaje cambiante por las ventanas, mientras que los gemelos que ya habían ido a Paris innumerables veces, no se mostraban tan entusiasmados.   — ¿Para qué ir tan temprano a esa casa? apenas con las 14 horas, vamos a beber en algún lugar, disfrutar nuestro ultimo día de libertad, pienso que es un desperdicio no aprovechar esta oportunidad — Propone Thomas observando que los gemelos le miraban con un repentino destello en sus ojos.   —Me parece perfecto ¿Cuánto dinero en efectivo tienes Isaías? por cierto Thomas ¿de casualidad tus padres te dieron alguna tarjeta de crédito para tus gastos?  — Pregunta Isaac con sumo interés.   Thomas encogido de hombros saca su billetera, mostrando solo un par de billetes, los gemelos al ver esa escuálida y triste cartera, se tornaron tristes en cuestión de segundos.   — ¡Maldita sea me cago en Nick y en todos! estamos igual que tu, apenas tenemos para pagar este taxi… yo creí que tenias dinero ¿Cómo mierda pensabas pagar las supuestas bebidas?  — Pregunta Isaías con mucha molestia a Thomas que intenta amoldarse un poco en el asiento trasero del taxi.   — Tenía pensado unir fuerzas con ustedes que son los millonarios… — Revela viendo que sus amigos solo se tornaban mas frustrados que antes.   — ¡Claro que uniremos fuerzas! pero cuando comencemos a prostituirnos para poder pagar nuestros vicios ¿comenzamos desde ahora si quieres?  — Exclama sarcásticamente Isaías a Thomas que emite un bufido.   El chofer del taxi después de escuchar a los jóvenes, les mira disimuladamente por el espejo retrovisor, pero luego cuando se da cuenta que cruzó miradas con uno de los gemelos, pudo notar que este le observaba con el ceño fruncido y expresión de pocos amigos, al ver eso, prefirió regresar su atención a la vía.   Al final no pudieron ir a ninguna parte, es por eso que sintiéndose completamente derrotados, terminaron yendo hasta la mansión de Bruno que quedaba más apartada de lo que pudieron haberse imaginado.  El taxista ni siquiera les dejó lo suficientemente cerca del destino original, ya que según dijo, la tarifa era más elevada hasta esa dirección, razón por la cual los muchachos que no tenían demasiado dinero encima, no tuvieron otra opción más que seguir el camino que faltaba  a pie.   —Este asqueroso lugar ni siquiera tiene recepción — Se queja Isaías mientras alza su celular para ver si logra conseguir señal.   A causa del equipaje que llevaban, el trayecto se les estaba haciendo más engorroso por ir tan cargados. Los gemelos que no estaban acostumbrados a caminar tanto, maldecían a cualquier persona que se les cruzaba en pensamiento, teniendo como protagonista principal entre sus malos deseos, a Nick que los estaba haciendo pasar por esto.   Thomas en cambio iba más tranquilo caminando, sin quejarse demasiado, ya que después de todo no le importaba caminar tanto.   —Ya dejen de quejarse.  No estamos tan mal, lo peor que puede pasar es que comience a llover — Dice Thomas sintiendo como justo en ese momento, una gotita de agua cayó en su brazo.   Los gemelos cuando sintieron que también les cayeron varias gotas, miraron a Thomas con odio.   — ¿Viste lo que hiciste?  ¡Invocaste la lluvia grandísimo idiota, si hubieras mantenido tu estúpida boca cerrada!  — Grita Isaac señalando a Thomas que arroja sus maletas al suelo, para poder acercarse al pelinegro y así empujarle.   — ¡Okey, ahora soy un maldito brujo que invoca la lluvia!  ¿Acaso eres imbécil o qué?— Grita empujando con mayor fuerza a Isaac que rápidamente le devuelve los empujones.   — ¡No me toques maldito, por culpa de tu tonto padre que le dio la idea a Nick, estamos aquí!  — Vocifera Isaac dándole un golpe en la mejilla a Thomas que le devolvió el golpe súbitamente.   Al instante, suenan varios truenos que callaron a los violentos jóvenes, que se detuvieron de momento para desviar su atención al nublado cielo.  Después de escuchar el futuro torrencial que se avecinaba, los gemelos desvían su atención a Thomas, sentían tantos deseos de golpear algo o a alguien por la frustración que los embargaba, que con expresiones asesinas, tiraron todo su equipaje para lanzarse sobre él moreno que también quería descargarse con quien fuere.  Y así de esta manera, los tres comenzaron a golpearse mutuamente, sintiendo como la lluvia se intensificaba más y más, al igual que sus irracionales temperamentos.   ***   Andrej algo preocupado por ver que desde hace rato había comenzado a llover, se acerca hasta Bruno que estaba muy tranquilo leyendo el periódico.   —Los niños deberían estar aquí, me preocupa un poco, ya es de noche. Debimos haber ido a buscarles al aeropuerto — Dice Andrej a Bruno que revolotea sus ojos.   —Tienen 20 años, no son ningunos niños.  Espera que seguro deben venir por ahí — Asegura Bruno regresando su atención al periódico.   Andrej se muerde el labio inferior dispuesto a ir por los chicos.  No se podía quedar de brazos cruzados.   — Iré por ellos, aunque tú no me acompañes — Dice Andrej con determinación. Hasta que justo en ese momento el timbre suena.   —Te lo dije, deben ser ellos.  Le di instrucciones al portero que dejara entrar a tres chicos con sus descripciones — Confiesa Bruno, de manera poco entusiasmada sin quitar la atención de las hojas del periódico.    Andrej emite un pequeño gritico y con suma emoción corre hasta las habitaciones de sus hijos. Tenía pensado que todos juntos recibieran a sus invitados.   Cuando llega a la recamara de Jacob, se encuentra a sus dos hijos muy tranquilos leyendo cada uno un libro.   —¡Niños llegaron nuestros invitados, vamos a recibirles, en este momento están tocando el timbre!  — Exclama Andrej entre saltos de emoción.   Algarabía que sus hijos no compartían.   Misha dejó su libro a un lado viendo a Jacob que le miraba con una mínima expresión de sorpresa.   —Yo no… — Pretendía decir Jacob, hasta que Andrej los sujetó a ambos con fuerza para levantarles.   —  ¡No voy a aceptar un no como respuesta.  Vamos!  — Vocifera con autoridad, arrastrando a sus hijos por los pasillos, y luego por las escaleras para que le acompañaran.    
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