CAPÍTULO TRES (EL BESO)

1772 Words
Juro que jamás había sido dormilona, en serio que no, pero había estado tan cansada y estresada estas semanas, que las sábanas se me pegaron y no podía ni siquiera abrir los ojos. Unos fuertes toques en la puerta me hicieron medio reaccionar. Pero igual no pude hablar y seguí durmiendo. —Ianthe, tienes exactamente diez minutos para estar lista— escuché a Dioniso decir. Me encogí de hombros como si él pudiera verme y volví a caer en los brazos de Morfeo, placer, que solo me duró lo que en mi parecer fueron segundos, porque Dioniso me sacó de la cama y me llevó en sus hombros. Lo golpeé lo más fuerte que pude y tal cual, como la vez anterior, ni se inmutó de mis golpes. — ¿Pero qué demonios te pasa? — pregunté furiosa. —Te dije que tenías diez minutos y esos diez minutos, ya pasaron. — ¿Qué es tan importante? —Vamos a desayunar. — ¿Tanto alboroto para esto? Ni siquiera tengo hambre. —No me gusta comer solo y ahora que tengo esposa, tienes la obligación de siempre comer conmigo. —Esto es absolutamente innecesario. Al menos me hubieses explicado que no querías desayunar solo— dije de mal humor apenas me puso en el piso. —Te dije que tenías diez minutos. Suspiré frustrada —Eso no es suficiente explicación. —Come— ordenó serio. —Ni siquiera me he lavado los dientes Dioniso. Es un asco desayunar así. Se encogió de hombros —te di diez minutos y no los supiste aprovechar. Así que come, Cleo preparó comida vegana para ti. Me crucé de brazos y rodeé un poco los ojos —No soy vegana. Me miró enojado y se levantó de la mesa —Hiciste que Cleo se levantara tres horas antes para prepararte a ti, esta comida extrañísima porque según me habías dicho, eras vegana y ahora me sales con esto, Ianthe. Empecé a reír —O sea, te encanta bromear, pero no te gusta que te bromeen. Ya veo. Si soy vegana Dioniso, solo quería molestarte. —Y sí que lo lograste— dijo volviendo a sentarse en la mesa. — ¿Así va a ser esto, te enojas y te vas? Se quedó en silencio y empezó a comer, cosa que significaba, que iba a ignorar mi pregunta. — ¿A qué hora desayunas? — pregunté para romper el silencio. Yo había vivido en un internado con niños ricos muy escandalosos, así que el silencio no era parte de mis comidas. —A las siete todos los días, antes de ir al trabajo. — ¿Hoy vas a trabajar? Asintió —Ya te dije que tengo mucho trabajo pendiente. —Vaya, pensé que al menos hoy nos conoceríamos un poco. No lo sé, siento que no sé nada de ti. Paró de comer y me miró extrañado. Se quedó pensativo un par de segundos — ¿Te parece si salimos a cenar esta noche, iremos a donde quieras y hablaremos por horas? —Me parece una excelente idea. Cuando terminó de comer, se levantó de la mesa y me dio un beso en la mejilla —A las siete en punto, espérame lista— dijo sin más y se fue. Pero ¿qué había sido ese beso? Él era tan extraño. Me quedé en la mesa, perdida en la nada. Hasta que un rato después, una mujer me sacó de mis pensamientos —Mucho gusto señora Chatzis, yo soy Cleo, estoy para servirle en lo que necesite. —Hola Cleo— dije sonriente levantándome a darle un abrazo, cosa que evidentemente la incomodó, pero yo sí era afectiva y eso jamás iba a cambiar. Ella me sonrió nerviosa y literalmente huyó a la cocina ¡Joder! es que eran todos muy extraños en esta casa. Me retiré del comedor y me fui a mi habitación. No tenía claro qué pintaba yo en esta casa ni qué iba a hacer con mi vida o qué iba a ser de mí, aunque esperaba esa gran llamada de mi padre para el trabajo. Soñaba con trabajar con él, ese era mi gran sueño. Leí un libro, organicé mis cosas, recorrí la casa, hice todo para no aburrirme, pero llegado un punto, no pude más y me fui en un taxi a recorrer la ciudad. De New York, conocía poco. Había vivido aquí hasta los 5 años, muy poco recordaba de esa época con mi madre y me odiaba por eso, me odiaba por haberla olvidado a ella y en todos estos años, no había sido capaz de ir a su tumba a visitarla. Estaba tentada a hacerlo siempre, pero desistía, prefería pensar que ella estaba en un viaje y que algún día volvería. Me tomé un café en “Café Grumpy”, una linda cafetería que, según internet, estaba en el puesto número uno de las mejores cafeterías de la ciudad. Y sí que tenían razón, un solo sorbo y ya estaba en los cielos. Me quedé ahí leyendo un libro y cuando se hicieron las cinco, volví a casa. Quería llegar temprano y estar lista a tiempo para la cena con Dioniso, al parecer, para él era importante la puntualidad y sus estúpidos diez minutos. Una parte de mí, esa que siempre quería llevarle la contraria a todos, quería molestarlo y no estar lista cuando llegara, pero desistí de ello. Por ahora, quería llevar la fiesta en paz con él. Así que llegué a su casa, me di un baño relajante, me vestí y me maquillé con calma. A las siete en punto, ya estaba más que lista, solo esperaba sus toques en la puerta, pero eso no pasó. Me extrañó un poco, pero tal vez, se le había hecho tarde, así que lo esperé un rato más. Así pasó una hora en la que me aburrí muchísimo. Me decidí por bajar y me senté en el enorme salón, cosa que fue una terrible decisión, porque me estaba quedando dormida y él no llegaba. Miré mi teléfono y eran las nueve de la noche, un poco tarde para ser sincera. No sé por qué, pero me preocupé. Quise llamarlo, pero eso me haría ver muy desesperada y no quería eso. Ya había sido muy testaruda con todo lo que tenía que ver con él, así que lo llamé. Que idiota me sentí cuando me mandó al buzón enseguida. Enojada, me levanté del sofá y emprendí viaje a mi habitación. Apenas había puesto un pie en el primer escalón, cuando la puerta de la entrada se abrió. Instintivamente volteé, era Dioniso. Se veía un poco cansado. Apenas me vio, su cara fue de arrepentimiento. —¡Perdón, perdón, perdón! Hoy fue un día terrible y se me hizo tardísimo. No le presté atención y seguí subiendo las escaleras, pero él me interceptó —Por favor, no te enojes. Estuve trabajando hasta ahorita y estoy cansadísimo, pero ya mismo me cambio y nos vamos. —Estás cansado Dioniso, ve a dormir. —No voy a poder dormir si estás enojada conmigo. —No estoy enojada contigo, solo estoy cansada también y quiero ir a dormir. — ¿Comiste algo? —No, porque se supone que te estaba esperando para salir a cenar— dije furiosa. — ¿Lo ves? Si estás enojadísima. Prometo compensártelo. Negué —No tienes que compensarme nada Dioniso. Solo quiero dormir, ya te dije— dije entrando a mi habitación y dando un portazo. Adentro me tiré en la cama frustrada y un par de minutos después me cambié de ropa. Un rato después, un par de toquecitos en la puerta me sacaron de mis pensamientos. — ¿Puedo pasar? — preguntó Dioniso del otro lado — Si te digo que no ¿eso te va a detener? Lo escuché reír —No. Qué bueno que ya me vas conociendo— dijo entrando con una bandeja en las manos —Traje de cenar. Hice lo que pude, soy terrible en la cocina— dijo poniendo la bandeja con dos sándwiches a mi lado. Para ser sincera, si tenía hambre, así que le di un par de mordiscos a uno. Estaban deliciosos. —En serio quiero que me perdones por lo de hoy. Es que…— suspiró —estoy acostumbrado a estar solo, siempre lo estuve, entonces no recordé que había alguien esperándome en casa y que teníamos una cita pendiente— dijo sentándose en la cama. Lo miré fijamente —No era una cita, era una cena. Sonrió —Ya te habías tardado. —Ya me vas conociendo ¿Puedo preguntarte algo? —Adelante. — ¿Qué esperas de este matrimonio? Se quedó pensativo un par de segundos, como debatiéndose sobre qué decirme. —Si ya estamos casados ¿por qué no intentarlo? Podemos ir lento, empezar a tener citas, comer juntos, que llegues de sorpresa a la empresa a ver si estoy con otra mujer— dijo sonriente. — ¿Eso quieres? Asintió —He estado muy solo siempre Ianthe, ya te lo dije. Estoy cansado de estar solo y no lo sé, pero me gusta estar contigo, tu compañía me gusta. Me quedé en silencio sin saber qué decir, ni siquiera nos conocíamos y a el ya le gustaba mi compañía, todavía no me conocía en mis días insoportables, así que eso era completamente absurdo. Él tomó mi mano y depositó un beso en ella — ¿Qué me dices de esto? Te aclaro que no estás obligada a aceptar. —Ya estamos aquí Dioniso. En eso tienes la razón. Pero creo que deberíamos conocernos mejor, es que literalmente, no sabes nada de mí y yo no sé nada de ti. Yo se absolutamente todo de ti —dijo orgulloso. Lo miré intrigado sin entender nada. Y él sonrió —Soy el hijo del mejor amigo de tu padre y el me adora, así que me contó absolutamente todo de ti. Me dio un poco de risa que dijera eso porque aunque fuera difícil de admitir, mi padre no sabía absolutamente nada de mí. — ¿Qué te dijo? —pregunté conteniendo mi risa. —Primero, me dijo que ibas aceptar casarte conmigo. Rodeé un poco los ojos y él sonrió mirándome fijamente —Segundo, me dijo que eres una mujer hermosa y en eso tuvo toda la razón —dijo atrayéndome hacia él, pegando su frente a la suya —Esto, tal vez, sea muy apresurado, pero es algo que he querido hacer desde hace mucho y ayer no me dejaste hacerlo bien— dijo pegando sus labios a los míos y besándome.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD