29 de agosto.
SLOANE.
¿Qué es lo que quiero? —esa pregunta se encuentra entre muchos de mis pensamientos y, aunque tenga una respuesta, no deseo decirlo en voz alta. No cuando tienes una vida planeada e idealizada, es tan doloroso desear algo que no puedes tener.
Mi vida nunca ha sido fácil, y, si lo fuera, siempre habrá una situación más grande que la anterior que me hará tomar decisiones que afectarán tanto mi lado físico como emocional, destruyendo otro pedazo de mi alma.
¿Por qué mi vida es tan complicada? Nunca me he negado a nada solo para complacer a personas que han sacrificado tanto por mí. Siempre he estado al tanto de las decisiones de los demás, pero jamás me han importado las mías. Es como si mi mundo orbitará alrededor de ellos y fueran el núcleo de mi existencia, permitiendo que mi vida sea manejada a su antojo.
—Deja de pensar.—me susurro, sacudo mi cabeza mientras camino de un extremo a otro de la habitación. Trato de controlar mis pensamientos centrándome en lo positivo, pero es imposible cuando eres negativa.
Muchas veces me he dicho que soy “fuerte”, “valiente” y “capaz”, pero ni yo misma me llegó a creer esas palabras. No entiendo como las personas pueden darse ánimo a sí mismo. Cuando yo lo hago no siento nada, y es tan doloroso darse cuenta que, a pesar del tiempo, todo está tan vacío y roto.
Cada paso que doy, es falso, que no soy capaz de volver a retornar a mi camino, perdiéndome en medio de la agonía incierta. Mis pensamientos no se detienen y mis demonios internos me persiguen, es tormentoso estar en un laberinto sin salida.
¿Cuándo llegará la paz a mi vida? ¿Cuándo veré el otro horizonte? Me pregunto constantemente y, aunque indagué en medio de mi tormento, no encuentro respuesta. Todo se está volviendo oscuro y confuso, que muchas veces me he llegado a cuestionar si en verdad merezco seguir. Sin embargo, no me detengo, trato de seguir porque sé que rendirme no es una opción, sería el peor error que pudiera cometer; luego de tantos sacrificios.
¿Aunque manejen tu vida?
No escucho esa vocecita de mi cabeza, sería estar echando leña a una llamada que no necesita ser prendida.
Me detengo cuando mis piernas se sienten adoloridas y mi respiración es pesada, observo la hora, y sin darme cuenta camine media hora sin detenerme.
—Respira.—me ordenó. Inhaló y exhaló, repito continuamente el ejercicio de respiración.
Me concentro en controlar mi respiración.
Inhala y exhala, Sloane. ¡Tú pue —Espera. ¡¿Qué estoy haciendo?!
Mi cuerpo se queda pasmado sin comprender lo que acaba de suceder
—Ya estoy volviendo atrás en el tiempo.—digo para mí misma. —Estoy loca.
Esta sensación me trae viejos recuerdos.
Incluso, si deseo olvidar, los recuerdos que me atan me lo impiden.
Al pasar los años, me di cuenta, que mientras más intento olvidar, más complicado es el proceso, peor aún, todo se vuelve más tedioso. Hasta que comprendí que se aprende a vivir con ello, no importa cuán doloroso sea, si no puedes dejar ir al pasado, entonces, vive con aquellos recuerdos. Sin importar, que se convierta en un ciclo repetitivo de dolor, frustración y destrucción; pero, sobre todo, destrucción.
Un toque en la puerta de mi habitación, hace que me sobresalte.
No le doy importancia.
¡Grave error!
No solo toca una vez, ni dos, ni tres y pierdo la cuenta de sus toques, tiene que ser importante porque su insistencia me causa irritación
—¿Quién? —inquiero con molestia.
—Cariño, te espero en la cocina.—dice Georgia, luego de unos minutos.
De mala gana camino hasta mi puerta, no sin antes, acomodarme el cabello.
Salgo de mi habitación y caminó por el pasillo, calculando mis pasos. Cuando llegó a la escalera me tomo mi tiempo en bajar cada peldaño. Una vez abajo, me preparo mentalmente para la charla que tendré con Georgia, limpio mis manos sudorosas en mi jersey.
Camino decidida a escuchar su parloteo, de seguro, otra de sus citas a ciegas que me prepara, me molesta que no me consulte sus planes.
Cuando llegó a la cocina, se encuentra dándome la espalda. Sigilosamente entró y mi mirada se dirige al mesón que se encuentra frente a mí, pero lo que más me llama la atención son folletos que tienen insignias de universidad que no logro reconocer.
—Cariño, tardaste.—escucho que dice Georgia, me contengo en rodar los ojos. Levanté mi mirada para observarla.
A pasos largos se acerca y deposita un beso en mi mejilla derecha.
— ¿Para qué me llamaste? —cuestionó, alza una ceja.
Contengo mis ganas de salir de la cocina.
—Muy ansiosa.—esa es su respuesta, bufé. —Como tenía un poco de tiempo, decidí pasar por la escuela. —dice sonriendo. Observó los folletos, luego a ella. No lograr entender la situación.
— ¿Para qué fuiste?—inquiero, confundida. Su postura es rígida que me hace sentir incómoda, pero me mantengo firme.
—Por la universidad. —admite.
— ¿Qué?
—Cariño, vas a comenzar tu último año y es cuestión de tiempo para que termines. —asegura, hago un ademán para que prosiga. —Deseaba más opciones.
— ¿Qué opciones?—cuestionó en voz baja.
—Para la universidad. —contesta tranquila. —Pero estoy segura que a la universidad que deseas ir te aceptará, sin dudar.
¿La universidad que deseo ir? La universidad que deseo ir no se encuentra en tus estándares.
—¿Era necesario ir a la escuela?—inquiero haciendo una mueca de desagrado. Asiente con una sonrisa mientras observa los folletos.
—Sí, cariño. —responde, me observa y sonríe. —Tus notas son excelentes, pero tienes que mejorar en algunas materias, nada que no puedas lograr.
No digo nada. Me mantengo en silencio, observo los folletos y sé que en ninguno de esos folletos se encuentra a la universidad que anhelo ir, es imposible. ¡Duele! Duele darse cuenta que no importa cuanto lo anheles o lo desee tú ser, no puedes obtenerlo.
Mi pecho se oprime mientras lagrimas amenazaban por salir, con todas las fuerzas que me quedan las retengo y aparto mi mirada de la suya, me niego a llorar frente a Goergia. El dolor que siento hace que quiera correr a mi habitación, mi lugar seguro, con todas mis ganas deseo huir, quisiera acabar con todo esto, pero no puedo. Simplemente, me limito a mirar en otras direcciones, menos a ella, porque sé que si lo hago todas las fuerzas se irán y caeré rendida.
Inténtalo.
Dice la vocecita en mi cabeza. ¿Podría? ¿Sería capaz de por primera vez decir lo que pienso?
—Pero mamá. —titubeo, nerviosa.
— ¿Qué pasa? —pregunta. Su mirada me intimida, pero la sostengo, trato de controlar mi nerviosismo.
—Yo en reali
—Estoy feliz. —me interrumpe, sonríe. —Serás una gran arquitecta. Lo intuyo.
Tú intuición está mal Georgia. Jamás seré una gran arquitecta, es lo que menos deseo.
— Pero mamá yo
— ¿Tú no qué, querida? —enarca una ceja, trago saliva.
¡¿Tan difícil es ser escuchada?! ¡¿Es complicado decir lo que quiero?! ¡¿Por qué no puedo?!
Quizá porque toda la vida han escogido por ti.
Presiento que ella sabe lo que quiero decir; aun así, tiene claro que soy tan cobarde para ir en su contra. ¡¿Por qué me haces esto?! Quiero decirle, pero una parte de mí se niega a hacerlo.
— Yo no… —balbuceó.
— Si no tienes nada más que decir —dice, mirando su reloj. —, me tengo que ir.
— Mamá, unos minu
— ¡Basta, Sloane! —exclamó, interrumpiéndome. —Deje bien clara mi decisión, espero que la respetes.
Bingo. Lo sabía.
¡¿Cómo puedes ser tan cruel?! Es que no te das cuenta el dolor que tiene mi ser, lo que siento al darme cuenta, que mis sueños son destruidos.
— Esta noche no llegaré a cenar —me informa, asiento. — ni mucho menos tu padre. Mañana me das una respuesta de que universidad elegiste, no olvides nuestra preferida.
— Entiendo. —me limito a decir, agacho mi cabeza.
Besa mi mejilla.
— Lo hacemos por tu bien. —susurra en mi oído.
Me niego aceptar que lo hace por mi bien, cuando, sé que en realidad es por su propio bien, peor aún, lo hace para que su orgullo quede intacto.
No sé cuántos minutos pasan, pero me atrevo a acercarme al mesón y detalló los folletos.
Todo está en el orden que desea que lo vea.
Primero la universidad Berkeley.
Segundo la universidad Columbia
Tercero la universidad Harvard
Y por último la universidad que tanto anhela Goergia, Massachusetts Institute of Technology (MIT)
Suspiro.
Paso mis manos por mi cara, arrugando los folletos. Estoy cansada de esta situación, pensé que tendría el valor de decirle lo que quería, pero nuevamente me equivoque.
¿Cuántas veces me equivocaré?
Muchos dicen que la vida es un sendero lleno de aprendizaje, que nunca dejarás de cometer errores por más que intentes hacerlo, no lo lograras. Entonces, ¿Qué es la vida? Sí solo, es un camino de muchos tropiezos con aquellos baches de la vida.
¿Para qué vivir? Si el dolor que siento, mata mi alma.
Y aunque tuviera una respuesta más concreta o específica, no me atrevería decirlo en voz alta. No por temor a la muerte porque la he visto muy de cerca, solo que sería una cobarde más al buscar la muerte.
Una lágrima se resbala por mi mejilla izquierda.
Una vez más me falle.
Sloane, Sloane, como siempre otras personas eligen por ti.
Estoy tan cansada de esta situación, pero sería egoísta de mi parte negarme, no cuando han hecho mucho por mí. En todos estos años nunca les he negado nada, ellos tampoco lo han hecho ni mucho menos me han pedido algo, pero me están pidiendo que estudie Arquitectura,
¿Me voy a negar?
¿Puedo hacerlo?
Haría un cuestionario con todas las preguntas que estoy formulando en mi mente, pero ninguna obtendría una respuesta concreta.
Quisiera negarme, pero no puedo y es tan confuso porque otra parte de mí no quiere aceptar. Siento que les debo tanto que me faltaría la vida para pagar todo lo que han hecho por mí, es tan frustrante sentir esta carga.
Aún recuerdo el día en donde por mi falta de valentía acepté estudiar Arquitectura. Aunque no quise y no quiero estudiar esa carrera, mi corazón se sintió aliviado al ver la alegría que reflejaba la mirada de Goergia.
Semanas atrás...
Muy bien Sloane tu puedes, diles que no, y listo.
Bajo las escaleras mientras escucho las risas de mis padres, me guío de las risas y les encuentro ya en la mesa a punto de cenar.
— Cariño, justo a tiempo. — dice Goergia sonriéndome.
Tomó asiento en el lugar vacío que está a lado de mi hermano. La cena transcurre y en ningún momento toque el tema de lo que quiero estudiar, eso me alivia. Pero no puedo cantar victoria aun, no cuando ni termina la cena.
— Sloane. —me llama Goergia. – ¿Elegiste?
— Goergia, no es el momento. —le reprocha mi padre.
Volteo a mirar a mi hermana en busca de su ayuda, pero sé que quiere que sea valiente, y se niega a ayudarme.
— Entonces Sloane. —insiste Goergia y siento un nudo en mi garganta.
— Y-yo eh. —tartamudeo sin saber que decir, se la respuesta pero mi mirada va hacia Goergia y luego a mi padre, trago.
— Mamá. — dice mi hermano. —Sloane, ya escogió lo que quiere estudiar. No hace falta que le insistan en estudiar algo que no quiere.
— ¿No quieres estudiar arquitectura? —cuestiona Goergia triste. ¡No! Mi debilidad.
— Ma-mamá. —tartamudeo nerviosa. —Yo en realidad…
— Te dijimos que lo pensaras, solo eso te pedimos. —me interrumpe Goergia. —Y tú sabes lo que queremos, tan difícil es aceptar.
— Mamá…
— No te estoy pidiendo tu opinión, Devon. —le corta Goergia dándole una mirada furiosa. — ¿Y bien, Sloane?
— Sloane. — me llamo mi padre, dirijo mi mirada hacia él. —Si no deseas estudiar Arquitectura lo entenderemos. No estas obligada a estudiar algo que no te gusta.
Sonrío. Una de las tantas cosas que me gusta de mi padre es que siempre se ha preocupado por mí y está al tanto de mis decisiones.
— Cristian, dejemos que la niña lo asimile un poco. —dice Goergia y dirijo mi mirada a ella, duele. — Después, ella aceptará estudiar Arquitectura, ¿verdad nena?
Agacho mi cabeza dolida, mi respuesta es silencio. No niego ni lo afirmo.
— Muy bien, Sloane. –dice mi Goergia. — Ya está decidido, estudiarás Arquitectura. —dice emocionada.
Levanto mi mirada rápidamente para reprochar, pero cuando miro a Goergia me da una de esas miradas que dice que ni me atreva a negar, dirijo mi mirada hacia mi padre que solo se limita a sonreír mientras veo a mi hermano negar con la cabeza.
Esta es la realidad. ¡Mi cruel realidad!
Aprieto mis puños, saltando los folletos.
Esta impotencia que siento, me está carcomiendo.
A pasos lentos salgo de la cocina, con la cabeza agachada. Percibo como lágrimas recorren mis mejillas, ni me atrevo a limpiarlas, no cuando soy la causante de todo el desastre en mi vida; no puedo culpar a nadie más que a mí.
Subo las escaleras en busca de consuelo. Necesito respirar fuera de estas cuatro paredes porque siento que no resistiré más este infierno que me sofoca a cada instante.
Una vez arriba, camino hasta mi habitación. Cuando llego voy directamente a mi closet a ponerme algo decente, una vez lista, tomo mi IPhone.
Sloane: ¿Podemos vernos?
Presiono enviar. Mientras espero su respuesta, me hago una coleta.
Mi IPhone anuncia una nueva notificación.
Stefan: ¿Ahora?
Sloane: No, mañana.
Stefan: ja, ja, ja.
Stefan: Me encanta tu sentido del humor.
Sloane: En el mismo lugar de siempre.
Apago mi celular y salgo de mi habitación. Bajo las escaleras, tomo mis llaves y salgo.
Caminar hasta Coffe Candy me hará reflexionar sobre mi actitud, sobre todo, por la falta de determinación que poseo. Si tuviera determinación y fuera un poco más valiente, me habría negado, y no estaría lamentándome como lo estoy haciendo ahora, doy lastima.
Seguro que si me estuvieran mirándome, se sentirían decepcionados de lo que me he convertido, no hay duda de ello. No tengo ni el mínimo interés de perseguir mi sueño ni mucho menos de enfrentar a mis demonios.
Cuando llego entro a la cafetería, una de las chicas me sonríe porque me conoce, además que está loca por el tonto de Stefan. Camino hasta la mesa que se encuentra junto a una de las tantas ventanas, me siento.
En mi campo de visión aparece la chica que trae una sonrisa.
— Hola, Sloane. —me saluda, me limito a mover mi cabeza en forma de saludo. —Lo mismo de siempre, ¿verdad?
— Si, gracias.
No tarda en traer mi pedido y se marcha, no sin antes, decirme que lo disfrute.
Mi mirada se mantiene observando por la ventana, no sé cuántos minutos pasan, pero siento como una lágrima recorre mi mejilla. Todo esto me duele tanto, que no se si tendré las fuerzas suficientes para controlar lo que siento, no sé si podré resistir a esta opresión que siente mi pecho, y tampoco sé lo que pasará con mi vida.
¿Cuánto durará este dolor que siente mi alma?
Porque cada día me consume, me mata y me destroza, este dolor es tan fuerte que a veces quisiera huir para siempre y jamás regresar a este infierno.
Limpio mis lágrimas cuando la puerta de la cafetería es abierta, lo veo entrar. Tan radiante como siempre.
Cuando su mirada da conmigo, me sonríe. Comienza a caminar hasta mí, pero es acorralado por la chica sin nombre; entablan una conversación en donde él da muchas sonrisas incómodas hasta que besa su mejilla y viene a mi encuentro.
— Hola, bella dama. —dice. Se sienta, no sin antes besar mi mano de forma graciosa. Niego con mi cabeza.
— Pensé que no vendrías. —admito. Entrecierra sus ojos hacia mí, la observo confundida. — ¿Qué?
— ¿Has estado llorando? —cuestiona, niego con la cabeza. —Sloane, no me mientas. No a mí.
— Sí. —confieso con fastidio. — ¡Contento!
— ¿Por qué? —inquiere, agacho mi cabeza. —No hace falta que me lo digas, ahora todo cobra sentido.
— No entendí. —digo levantando mi mirada.
— Sé por qué estás llorando. —dice. Extiende su mano hacia mi mejilla y lo acaricia. —No pudiste negarte, ¿verdad?
Niego con la cabeza, avergonzada. Por eso cada vez que me siento mal vengo hacia él, porque no hace falta que le cuente todo lo sucedido para que entienda lo que siento, él comprende mi dolor, lo hace.
— Me prometiste hacerlo, Sloane. —me reprocha.
— Lo siento. —digo en un susurro, una lágrima resbala por mi mejilla, suavemente limpia mi lágrima.
— No, pequitas. No te disculpes —su voz es consuelo a mi alma. —. Te comprendo y sé que no es fácil ser escuchada, y peor, con la madre que tienes —bromea. Río en medio de llanto. — .Pero quiero que comprendas que si no eres valiente y no te atreves a decir lo que quieres, no serás feliz.
Me quedo en silencio, sin saber qué decir. No puedo decir que no es verdad porque no es una sorpresa saber que si no estudias algo que amas, serás infeliz.
— No tiene que decirme nada. —dice, luego de unos minutos. —Sé que esa cabecita tuya, está buscando una respuesta.
— No es cierto. —me quejo, ríe.
— ¿Qué voy hacer contigo? —se cuestiona. Lleva su mano a su barbilla y finge pensar.
— ¡OYE! —exclamé, estalla a carcajadas. —A veces, resultas molesto.
— Lo sé —se encoge de hombros. —, me lo has dicho muchas veces.
Sonrió.
Se levanta de su asiento, se acerca y se acomoda a mi lado.
— Te extrañe, pequitas. —dice, besa mi frente.
Me atrae a sus brazos, envuelvo mis brazos en su espalda.
— Si deseas llorar más de lo que ya has llorado, no te contengas. —susurra, me besa por encima de mi cabellera. —De todas formas, soy tu pañuelo de lágrimas.
Río, divertida.
— ¿Te aprendiste la canción de Reik? —pregunto divertida, ríe. — Pensé que no lo harías, y para que entiendas, la canción trata de que el chico está enamorado de su mejor amiga.
— Como siempre, arruinas nuestros momentos románticos. —bromea. — Pero, ese no es nuestro caso ¿Cierto?
— Correcto. —afirmé riendo.
Nos separamos.
Me sonríe acomodando mi cabello.
— ¿Entonces…? —alza una ceja.
— ¿Qué cosa? —pregunto, niega con la cabeza.
— ¿Te sientes mejor?
— Si —contesto. —, además tengo mi pañuelo de lágrimas.
Estallamos a carcajadas.
Terminamos hablando de sus vacaciones de verano en la casa de sus abuelos, me cuenta anécdotas graciosas, que muchas veces termino riendo como una tonta.
— Rosy me castigó —dice riendo. —, pero solo porque los abuelos estaban.
— Es M.A.M.Á —me burlo. —, no es tan complicado decirlo.
— Ya te pareces a ella. —confiesa Stefan. —Cada vez que la llamó por su nomb
Es interrumpido por el sonido de su móvil. Contesta.
— Estoy con Sloane. —es lo primero que dice.
Hace un gesto que no logro entender.
— Le mandaré tus saludos. —asegura. —Que pesada eres mujer.
Aparta el móvil de su oído.
— Rosy te manda saludos. —me dice, asiento.
Estoy a punto de decirle que haga lo mismo, pero escucho el grito de Rosy:
— ¡¿Cuál Rosy?! Te he dicho muchas veces que se dice mamá.
La observo divertida cuando no aguanta la risa y termina riendo en medio de la llamada, escuchó los gritos de Rosy. Se mantiene hablando por unos minutos hablando hasta que termina la llamada.
— Tengo que irme. —dice levantándose. —Rosy me necesita para algo.
— Está bien, vamos juntos. —digo.
Primero caminamos hasta el cajero para pagar mi bebida, cuando todo está listo caminamos hasta la salida. Nos detenemos en la entrada de la cafetería porque tomamos caminos opuestos.
— Ya te extraño. —dice, niego con la cabeza.
— No seas exagerado.
— Es que te veré en dos días —admite. —, es una eternidad.
A veces, me molesta que sea dramático.
— ¿Lista para el inicio de clases? —cuestiona, asiento. — No te veo lista.
Nos despedimos con un fuerte abrazo por parte de él y efusivas palabras.
De regreso a casa, los pensamientos me invaden y eso se vuelve molesto, no solo, porque dentro de dos días comienzo mi último año escolar. También, porque es un nuevo año para saber cuál es la decisión correcta, la verdadera pregunta es ¿Realmente quiero hacer lo que ella quiere? Mentiría si dijera que sí y también lo haría si me niego.
¿Cuál es la respuesta? Ni yo lo sé.
Odio cuando me pongo en modo indecisa, todo sería más fácil, si se lo que quiero.
¿Por qué tanto insisten en que estudié arquitectura? Simple, no quiere que deje el legado familiar, porque sería una burla para nuestra familia que no estudie esa carrera. (Según eso dijo Goergia)
Por muchas generaciones la empresa E&H ha sido heredada de generación en generación en la familia Edwards, tantos años de experiencia, han permitido que el apellido sea considerado un privilegio de llevar. Sobre todo, ser la cabeza de un imperio tan poderoso, tiende a que las personas tengan los ojos puestos en todo tu familia. En mi caso, mi padre es el heredero de dicha empresa y sus años en ese puesto tan deseado, han sido los mejores.
Sería un insulto si no reconoces a Cristian Edwards uno de los mejores arquitectos a nivel nacional, incluso, es peor que no conozcas a Goergia Green la arquitecta de interiores más requeridas del país, y ni que hablar de Devon Edwards Green que es reconocido por sus grandes obras en áreas públicas.
¿Y yo? Pues, la oveja negra de esta prestigiosa familia.
La que desea vivir una vida diferente a la suya, la que odia estudiar arquitectura con tan solo pensarlo. Lo único que anhelo con todas mis fuerzas es ser una gran artista, pero no es tan simple, cuando tienes a una madre que se empeñan a que tomes un camino diferente, y lo que se proponen lo cumplen cuesto lo que cueste.
Suspiro dramáticamente. ¡Menuda vida que tengo!
Porque tú deseas tenerlo.