Traviesa

1664 Words
Ella se llevó las manos al cabello, jalando mechones con desesperación mientras continuaba murmurando incoherencias. —Me llevarán presa, claro que sí. Porque no puedo pagar esta maldita botella. ¡¿Cuánto cuesta una botella de vino, cómo está?! —Se quedó en silencio unos segundos, como si intentara calcularlo—. Bah, más de lo que tengo en mi cajita de ahorro, eso seguro. Hizo una pausa, mirando el desastre con ojos vidriosos. —¿Por qué soy así? ¿Por qué tengo que arruinar todo lo que toco? Sus palabras eran un espectáculo, pero su torpeza también. El trapo que había usado para limpiar el vino se le resbaló de las manos, cayendo nuevamente sobre la alfombra, esta vez empapando un área que estaba seca. Fue suficiente para que soltara una risa baja, pero no lo suficientemente baja como para que ella no la escuchara. —¿Qué demonios…? —Su cabeza se giró hacia mí como un resorte. Sus ojos, grandes y llenos de sorpresa, se encontraron con los míos, y por un segundo, la habitación se llenó de un silencio incómodo. Me enderecé, descruzando los brazos y avanzando lentamente hacia ella. —¿Sabes? Si sigues limpiando así, probablemente termines redecorando toda la alfombra con vino en lugar de quitar la mancha. Ella parpadeó, claramente abrumada, antes de sacudir la cabeza. —¿Tú...? —preguntó con un tono desafiante, aunque su voz tembló un poco. Me detuve a unos pasos de distancia, evaluándola de cerca. Su cabello estaba desordenado, su rostro ligeramente enrojecido por el esfuerzo y la vergüenza, y su ropa mostraba manchas evidentes de vino. —La pregunta es: ¿quién eres tú? Porque hasta donde yo sé, no eres parte del personal habitual. Sus ojos se agrandaron aún más, y por un momento pensé que iba a llorar. —Yo… soy… solo estoy aquí de reemplazo —balbuceó, claramente incómoda. Luego señaló los fragmentos de vidrio—. Esto... esto fue un accidente. —Un accidente bastante costoso —comenté, mirando el desastre con indiferencia fingida—. Esa botella debe costar, ¿qué? ¿Mil Rub? ¿Tal vez más? Ella tragó saliva con dificultad, llevándose una mano a la frente. —¡Lo sé! ¡Lo sé! No necesito que me lo recuerdes. —Oh, no. No estoy aquí para recordártelo —respondí, mi tono lleno de sarcasmo—. Solo estoy disfrutando del espectáculo. La chica apretó los labios, claramente irritada. Ella se levantó rápidamente, olvidándose por completo de los vidrios, y me miró con los brazos cruzados. —Mira, señor... lo que seas, yo solo estoy tratando de limpiar esto antes de que alguien más lo vea. Así que si no tienes nada útil que decir, agradecería que me dejaras en paz. Su valentía me tomó por sorpresa, pero no lo dejé notar. En lugar de responder, simplemente incliné la cabeza, observándola con una sonrisa que sabía que la desconcertaría aún más. —Buena suerte con eso, dedos de mantequilla. Me giré y me dirigí hacia la salida, dejando que mi risa escapara esta vez. No sabía quién era esta chica, pero algo me decía que no sería la última vez que cruzaríamos caminos. Mientras salía hacia el auto, Toni ya estaba esperándome, con el motor encendido. —¿Todo bien? —preguntó, sin siquiera girarse hacia mí. Me acomodé en el asiento, mirando brevemente hacia la casa antes de responder. —Interesante, nada más. Toni no dijo nada más, pero su leve sonrisa indicaba que sabía que algo estaba tramándose en mi mente. Y estaba en lo correcto. El auto avanzaba por la larga entrada de la mansión, y aunque el sonido del motor era casi imperceptible, mi mente seguía resonando con la imagen de esa chica. Su desesperación, su torpeza, y sobre todo, su insolencia. Una combinación rara en este mundo lleno de gente que se dobla en dos al verme. —¿Debería preocuparme por lo que está dando vueltas en tu cabeza? —preguntó Toni de repente, sus ojos clavados en el camino frente a nosotros. —¿Desde cuándo te interesa lo que pienso? —Desde que esa chica del jardín empezó a aparecer demasiado en tu radar. Fruncí el ceño, girándome hacia él. —¿Tú también la viste? Toni asintió con calma, sus manos firmes en el volante. —Difícil no hacerlo. Estaba husmeando por ahí como si estuviera buscando algo. ¿Quién es? —Buena pregunta —respondí, apoyando el codo en la ventana y observando cómo los árboles pasaban rápidamente a nuestro lado. La verdad, no tenía idea de quién era, pero esa chica tenía algo... diferente. Algo que no podía ignorar. El camino al club privado donde había programado una reunión fue breve, pero mi mente seguía trabajando en dos cosas al mismo tiempo: lo que esperaba al llegar y la chica en la mansión. Cuando llegamos, Toni se quedó en el auto como de costumbre, su presencia imponente, más útil como guardián silencioso. La reunión fue rápida, directa y aburrida, como la mayoría de las cosas que involucraban números y acuerdos. Al salir, el aire fresco de la noche golpeó mi rostro, y mientras subía de nuevo al auto, mi teléfono vibró. Un mensaje de Mia. "Jack, ¿dónde estás? Necesito hablar contigo. Es importante." Rodé los ojos, guardando el teléfono sin responder. Mia siempre pensaba que todo era importante. Y yo siempre pensaba que ella era un drama ambulante. —¿A casa? —preguntó Toni. —Sí, pero toma la ruta larga. Toni no cuestionó, simplemente ajustó el GPS y comenzó a conducir. El silencio en el auto era cómodo, pero mi mente no lo estaba. ¿Por qué esa chica seguía apareciendo en mi cabeza? ++++ Cuando llegamos de vuelta a la mansión, ya era tarde. Las luces en la mayoría de las habitaciones estaban apagadas, excepto por las del salón principal. Algo me decía que Mia me estaba esperando, y por la forma en que la conocía, no era para algo trivial. Toni se quedó en el auto, como siempre, mientras yo entraba a la casa. El silencio en el vestíbulo era absoluto, roto solo por el eco de mis pasos. Al girar hacia el salón, ahí estaba: Mia, sentada en uno de los sofás, con una copa de vino en la mano y una expresión que decía claramente que estaba molesta. —¿Por qué tardaste tanto? —dijo, alzando una ceja. —No sabía que tenía que darte explicaciones —respondí, avanzando hacia el minibar y sirviéndome un whisky. Ella bufó, dejando su copa sobre la mesa de vidrio. —Jack, esto es serio. Papá está preocupado. Mamá también. —¿Preocupados por qué? ¿Por mí? —pregunté, dejando escapar una risa corta y amarga—. Por favor, Mia, no me hagas reír. —¡Sí, por ti! —dijo, levantándose de golpe—. Llevas un año entero aislándote, evitando a todos. Apenas hablas conmigo, con papá, con mamá. Ni siquiera haces un esfuerzo por conocer a Alina, tu sobrina. Al oír ese nombre, apreté los dientes, pero me obligué a mantenerme calmado. —¿Esto es una intervención, Mia? Porque si es así, deberías haber traído a papá para que lo hiciera oficial. —No estoy bromeando, Jack. Todos queremos que... —¿Que qué? —la interrumpí, girándome para enfrentarla directamente—. ¿Que sea más como tú? ¿Que forme una familia perfecta, tenga hijos y cumpla con las expectativas que ustedes han puesto en mí desde que tengo memoria? Mia pareció quedarse sin palabras por un momento, pero luego suspiró, como si intentara calmarse. —No se trata de eso, Jack. Sabemos que eres diferente, pero... —Pero nada, Mia. Sabes tan bien como yo que lo único que les importa a nuestros padres es el legado, la imagen. No soy como Sergei, no soy como papá, y definitivamente no soy como tú. Mia me miró, su expresión suavizándose un poco. —Lo sé —dijo en voz baja—. Pero eso no significa que tengas que estar solo. —Estar solo es mucho más fácil que cargar con todas sus expectativas. Créeme. Hubo un largo silencio entre nosotros. Finalmente, Mia asintió y volvió a sentarse, tomando su copa de vino. —Solo... no te alejes demasiado, ¿sí? —Lo intentaré —respondí, aunque ambos sabíamos que no era una promesa real. Antes de que la conversación pudiera volverse más incómoda, un ruido proveniente del comedor llamó mi atención. Giré la cabeza hacia el sonido, pero Mia no pareció notarlo. —¿Oíste eso? —pregunté. —¿Oír qué? Sin responder, me dirigí hacia el comedor, dejando a Mia atrás. Al acercarme, vi una figura femenina moviéndose con prisa, como si intentara evitar ser vista. Otra vez tú. Era la chica del desastre en el salón. Esta vez no tenía vidrios ni trapos, pero su nerviosismo era igual de evidente. Al verme, sus ojos se abrieron de par en par, y su rostro pasó de pálido a rojo en cuestión de segundos. —¿Te gusta causar problemas? —pregunté, cruzándome de brazos y bloqueando su camino. Ella retrocedió un paso, claramente sorprendida, pero luego alzó la barbilla como si intentara recuperar algo de dignidad. —No sé de qué hablas. Sonreí con sarcasmo. —Claro que no. Ella intentó pasar junto a mí, pero me moví para bloquearla de nuevo. —Si sigues rondando por aquí, puede que alguien piense que estás planeando algo. —¿Y tú qué sabes? Me incliné un poco, acercándome a su rostro, lo suficiente para notar el leve temblor de su labio inferior. —Sé que estás escondiendo algo. Y voy a averiguar qué es. La chica me miró fijamente, y por un segundo pensé que iba a responder, pero en lugar de eso, me empujó y salió corriendo hacia la cocina. Esto se está poniendo interesante.
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