Normalidad Frágil

1690 Words
Tres semanas después, Valeria comenzaba a creer que tal vez podían tener una vida normal. Alexander seguía trabajando largas horas, pero ahora llegaba a casa para cenar. Sofía visitaba regularmente, arrastrando a Valeria a almuerzos y compras. Incluso Isabelle había comenzado a tratarla con algo parecido al afecto maternal. La madre de Valeria continuaba mejorando. Los doctores hablaban de remisión completa. Cada visita al hospital traía mejores noticias. Era viernes por la noche. Valeria estaba en la cocina, intentando preparar lasagna siguiendo un video de YouTube. No era una gran cocinera, pero quería sorprender a Alexander. —¿Qué es ese olor? —preguntó Alexander, entrando a la cocina y aflojándose la corbata. —Se supone que es lasagna. Pero creo que quemé el queso. Alexander se asomó al horno y sonrió. —Está... dorada. Muy dorada. —Di la verdad. Está arruinada. —Está perfecta. Porque tú la hiciste. La besó en la frente y sacó el plato del horno. Efectivamente, el queso estaba casi n***o en las orillas. —Podemos pedir comida —ofreció Valeria con vergüenza. —O podemos comer lasagna quemada y pretender que es gourmet. Cenaron en la terraza, bajo las estrellas. La lasagna estaba terrible, pero se rieron durante toda la comida. —No puedo creer que este sea mi vida ahora —dijo Valeria, recostándose en su silla—. Hace seis meses estaba lavando platos en un restaurante. Ahora estoy aquí, contigo, en una penthouse que cuesta más que todo lo que he ganado en mi vida. —¿Te arrepientes? —¿De qué? ¿De aceptar el contrato? —De todo. El caos, el peligro, la locura. Valeria lo miró seriamente. —No me arrepiento de un solo segundo. Porque me trajo a ti. Alexander extendió la mano sobre la mesa. Ella la tomó. —Tengo algo para ti —dijo él. —Alexander, ya me has dado demasiado... —Esto es diferente. Sacó un sobre de su bolsillo. Valeria lo abrió con curiosidad. Dentro había documentos legales. —¿Qué es esto? —La anulación del contrato original. El falso. Ya no existe legalmente. Quedó destruido como parte de la evidencia sellada del caso de Victoria. Valeria sintió que el corazón le daba un vuelco. —¿Y el testamento? ¿Los dos años? —Sigo casado contigo. Pero ahora porque quiero, no porque un papel me obligue. —Alexander... —Valeria, sé que esto empezó mal. Sé que te puse en una posición imposible. Pero quiero hacerlo bien. —Se puso de pie y se arrodilló junto a ella—. Cásate conmigo. De verdad esta vez. Sin contratos, sin plazos, sin condiciones. Solo tú y yo, eligiéndonos cada día. Valeria sintió las lágrimas rodar por sus mejillas. —Ya estamos casados. —Legalmente, sí. Pero quiero hacerlo bien. Con tu madre ahí. Con mis amigos. Con una ceremonia que signifique algo. —Sacó una cajita de su otro bolsillo—. Y con un anillo que elegí yo, no uno que compré apurado en Las Vegas. Abrió la caja. Dentro había un anillo de platino con un diamante solitario, elegante y simple. Nada como el ostentoso diamante n***o del primer anillo. —Es hermoso —susurró Valeria. —¿Eso es un sí? —Es un sí absoluto y rotundo. Alexander deslizó el anillo en su dedo, junto al anillo de bodas original. La besó profundamente, vertiendo todo su amor en ese beso. —Te amo, Valeria Guzmán Voss. —Te amo, Alexander Voss. Se quedaron en la terraza hasta tarde, planeando. Una ceremonia pequeña, íntima. En tres meses, cuando la madre de Valeria estuviera más fuerte. En el jardín de la propiedad que Isabelle había heredado en la costa. —Sofía va a perder la cabeza de emoción —dijo Valeria. —Probablemente querrá organizar todo. —¿La dejamos? —Por favor que sí. No tengo idea de cómo planear una boda. Valeria se rio. —El gran Alexander Voss, que puede negociar acuerdos de millones de dólares, derrotado por la planeación de bodas. —Tengo mis límites. Esa noche, durmieron profundamente por primera vez en meses. Sin pesadillas, sin sobresaltos, solo paz. --- La mañana siguiente, Valeria despertó sintiéndose extraña. Un mareo la golpeó cuando intentó levantarse. Corrió al baño justo a tiempo. Alexander apareció en la puerta, preocupado. —¿Estás bien? ¿Fue la lasagna? Valeria se rio débilmente. —Posiblemente. O tal vez comí algo más ayer. Pero cuando volvió a suceder al día siguiente, y al siguiente, comenzó a sospechar otra cosa. No le dijo nada a Alexander. No quería preocuparlo hasta estar segura. En lugar de eso, le pidió a Sofía que la acompañara a una "cita médica de rutina". —¿Rutina? —preguntó Sofía con suspicacia—. Valeria, si algo está mal... —No está mal. Solo... necesito confirmar algo. En la farmacia, Valeria compró tres pruebas de embarazo. En el baño de un café cercano, las tres dieron el mismo resultado. Positivo. Estaba embarazada. —Dios mío —susurró, mirando las tres varitas alineadas—. Dios mío. Salió del baño con las piernas temblorosas. Sofía la miró y supo inmediatamente. —No. —Sí. —¿Estás...? —Embarazada. Sí. Sofía gritó de emoción, haciendo que todos en el café las miraran. —¡Voy a ser tía! ¡Oh Dios, Alexander va a perder la cabeza! —No puedes decirle. Todavía no. —¿Por qué no? —Porque necesito procesarlo primero. Necesito asegurarme con un doctor. Necesito... —Valeria se sentó, de repente abrumada—. Sofía, no estábamos planeando esto. No ahora. Todo acaba de calmarse. Sofía tomó sus manos. —Oye, mírame. Sí, el timing es una mierda. Pero esto es algo bueno. Un bebé. Una familia real. —¿Y si Alexander no está listo? —¿Estás bromeando? Mi hermano te adora. Va a estar aterrorizado y emocionado en partes iguales. Valeria se tocó el vientre, todavía plano. —Hay una persona creciendo aquí. Una persona que mitad tú, mitad Alexander. —Lo sé. Es una locura, ¿verdad? —La mejor locura. Esa tarde, Valeria hizo una cita con un ginecólogo. La doctora confirmó lo que las pruebas habían dicho: seis semanas de embarazo. —¿Todo está bien? —preguntó Valeria ansiosamente—. ¿El bebé está bien? —Todo se ve perfecto. Corazón latiendo fuerte. —La doctora sonrió—. Felicidades, mamá. Mamá. La palabra la golpeó como un tren. Esa noche, Valeria planeó cómo decirle a Alexander. Había visto en películas cómo la gente lo hacía: cenas románticas, regalos lindos, anuncios creativos. Pero cuando Alexander llegó a casa, cansado y hambriento, Valeria no pudo esperar. —Estoy embarazada. Alexander se detuvo en medio de quitarse el saco. —¿Qué? —Embarazada. De seis semanas. Fui al doctor hoy. Todo está bien, el bebé está bien, yo estoy bien. —¿Bebé? —Alexander se dejó caer en el sofá—. ¿Vamos a tener un bebé? —Sí. —¿Un bebé de verdad? —Ese es generalmente el resultado del embarazo. Alexander la miró con ojos muy abiertos, procesando. Luego, lentamente, una sonrisa comenzó a formarse. Una sonrisa genuina, de pura alegría. —Vamos a tener un bebé. —¿Estás feliz? Porque sé que no planeamos esto y todo ha sido tan caótico y... Alexander la calló con un beso. —Estoy aterrorizado. Y más feliz de lo que he estado en mi vida. —¿En serio? —En serio. —Puso su mano sobre el vientre de Valeria—. ¿Ahí adentro? ¿Ya está ahí? —Muy pequeñito. Del tamaño de un frijol. —Un frijol. Nuestro frijol. Valeria se rio entre lágrimas. —¿Acabas de llamar a nuestro bebé un frijol? —Es un frijol muy valioso. El frijol más importante del mundo. Se sentaron en el sofá, Alexander con la mano sobre su vientre, ambos procesando la magnitud de lo que acababa de cambiar. —Tenemos que decirle a mi madre —dijo Valeria—. Y a Sofía, aunque ella ya sabe. —¿Sofía sabe? —Me acompañó a comprar las pruebas. Prometió no decir nada. —¿Y mi madre? —También tenemos que decirle. Dios, va a ser abuela. Alexander se estremeció dramáticamente. —Eso va a ser interesante. Los siguientes días fueron un torbellino de emociones. Le dijeron a Elena, quien lloró de alegría. A Isabelle, quien sorprendentemente también lloró (algo que nadie había visto nunca). Sofía inmediatamente comenzó a planear el cuarto del bebé, ignorando las protestas de Valeria de que era demasiado pronto. —Nunca es demasiado pronto para planear —declaró, mostrándole catálogos de cunas. En el trabajo, Alexander estaba distraído, revisando aplicaciones de nombres de bebés en su teléfono durante reuniones. —Necesitas concentrarte —lo regañó Dimitri después de que Alexander confundiera "dividendos" con "pañales" en una presentación. —Es que voy a ser padre. ¿Entiendes lo grande que es eso? —Lo entiendo. Pero la empresa todavía necesita funcionar. Alexander asintió, obligándose a concentrarse. Pero era difícil pensar en estados financieros cuando su mente estaba llena de imágenes de un pequeño bebé con los ojos de Valeria. Una semana después del anuncio, Valeria estaba en su segundo control prenatal cuando su teléfono sonó. Era Dimitri. —Valeria, necesito que no entres en pánico. Su corazón se detuvo. —¿Qué pasó? —Alexander está bien. Pero hubo un incidente en la oficina. Alguien envió un paquete. Contenía... una advertencia. —¿Qué tipo de advertencia? —Una foto. De ti en el consultorio del doctor hoy. Con un mensaje: 'Felicidades por el bebé. Sería una pena que algo le pasara.'" Valeria sintió que el mundo se inclinaba. —Volkov. —Probablemente. O alguien trabajando para él. Alexander ya está en camino a recogerte. No salgas del consultorio hasta que llegue. Valeria colgó con manos temblorosas. Se tocó el vientre instintivamente. La tregua había terminado. Y esta vez, no solo su vida estaba en peligro. También la de su bebé.
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