En la Línea de Fuego

1663 Words
Valeria despertó sola en la cama. Un vistazo al reloj le mostró que eran las seis de la mañana. Se levantó y encontró a Alexander exactamente donde lo había dejado la noche anterior: en su oficina, rodeado de documentos y pantallas de computadora. —¿Dormiste algo? —preguntó desde la puerta. Alexander levantó la vista. Tenía ojeras profundas y barba de dos días. —Un poco. —Mentiroso. Él sonrió débilmente. —No podía dormir. Cada vez que cerraba los ojos, veía el accidente de mi padre. Excepto que ahora sé que no fue un accidente. Valeria entró y se sentó en el borde del escritorio. —¿Encontraste algo? —Demasiado. Y nada a la vez. —Alexander señaló las pantallas—. Viktor Volkov es un fantasma. Oficialmente murió en Moscú hace cinco años. Pero hay transacciones bancarias, movimientos corporativos, todo apuntando a que está vivo y operando bajo múltiples identidades. —¿Y en qué te ayuda eso? —Me dice que es inteligente. Paciente. Y que ha estado planeando esto durante mucho tiempo. Valeria sintió un escalofrío. —Alexander, tal vez deberías hablar con la policía. —¿Y decirles qué? ¿Que un hombre oficialmente muerto amenaza con matarme? No tienen jurisdicción sobre un fantasma. —Entonces, ¿qué vas a hacer? Alexander se recostó en su silla, frotándose los ojos cansados. —Contraté al mejor investigador privado del país. Ex agente de inteligencia. Si alguien puede encontrar a Volkov, es él. —¿Y mientras tanto? —Mientras tanto, refuerzo la seguridad. De la empresa, de mi familia. De ti. —No necesito que me protejas. Alexander la miró con una intensidad que le robó el aliento. —Sí necesitas. Porque si Volkov quiere lastimarme, la mejor manera es lastimarte a ti. Las palabras fueron un recordatorio crudo de lo peligroso que se había vuelto su mundo. El teléfono de Alexander sonó. Contestó con voz tensa. —¿Qué? ... ¿Cuándo? ... Voy para allá. Colgó y se puso de pie de inmediato. —¿Qué pasó? —Hubo un incendio en uno de mis almacenes esta madrugada. Los investigadores dicen que fue intencional. —Volkov. —Tiene que ser él. Es demasiada coincidencia. —Voy contigo. —Valeria... —No discutas. Si vamos a hacer esto juntos, entonces vamos a hacerlo de verdad. Alexander vaciló, luego asintió. —Está bien. Pero te quedas en el coche con el chofer. No discutas —agregó cuando vio que iba a protestar—. En esto necesito que confíes en mí. --- El almacén era un esqueleto carbonizado. Bomberos todavía trabajaban apagando focos de incendio mientras investigadores policiales peinaban el área. Alexander habló con el capitán de bomberos mientras Valeria observaba desde el coche. Podía ver la tensión en sus hombros, la forma en que apretaba los puños. Un hombre se acercó al coche. Alto, de unos cincuenta años, con cicatrices que sugerían una vida dura. —Señora Voss —dijo con acento ruso marcado—. Un placer conocerla finalmente. Valeria sintió que el miedo le recorría la espalda. —¿Quién es usted? —Un mensajero. Viktor Volkov manda saludos. Antes de que Valeria pudiera gritar, el hombre deslizó un sobre por la ventana ligeramente abierta. —Dígale al joven Voss que esto es solo el comienzo. Tiene una semana para entregarle lo que le pertenece. —¿Qué le pertenece? El hombre sonrió, revelando dientes de oro. —Él lo sabrá. Se alejó caminando tranquilamente, perdiéndose entre la multitud de curiosos antes de que Valeria pudiera reaccionar. Con manos temblorosas, tomó el sobre. Dentro había una foto vieja y desgastada. Era de dos hombres jóvenes, sonriendo ante la cámara. Uno era claramente Richard Voss, décadas más jóvenes. El otro debía ser Viktor Volkov. Pero lo que hizo que a Valeria se le helara la sangre fue lo que alguien había dibujado sobre la foto con marcador rojo: una X sobre el rostro de Richard, y un círculo alrededor del espacio junto a ellos... donde alguien había añadido una foto recortada de Alexander. Alexander regresó al coche minutos después, su expresión sombría. —Los investigadores confirman que fue incendio provocado. Usaron acelerante profesional. —Se detuvo al ver la cara de Valeria—. ¿Qué pasó? Valeria le extendió el sobre con mano temblorosa. Alexander leyó la nota y vio la foto. Su mandíbula se tensó hasta que Valeria temió que se quebrara. —Hijo de puta. —Alexander, esto es serio. Está diciendo que tiene una semana o... —Lo sé lo que está diciendo. —¿Qué es lo que quiere? ¿Qué le pertenece? Alexander cerró los ojos. —La mitad de la empresa. Cuando mi abuelo lo traicionó, le robó su participación accionaria. Usó tecnicismos legales, pero básicamente le quitó todo lo que había construido juntos. —Entonces dáselo. No vale tu vida. —No es tan simple. Si le doy la mitad de la empresa, tendrá control. Podrá destruir todo desde adentro. Y después de treinta años de odio, no se va a conformar solo con dinero. Quiere sangre. Valeria tomó su mano. —Entonces encuentra otra manera. Tienes gente inteligente, abogados, recursos... —Tengo una semana, Valeria. No es suficiente tiempo. El viaje de regreso fue tenso y silencioso. Cuando llegaron a la penthouse, había un coche desconocido esperando. Un hombre salió. Corporación militar, cabello corto gris, ojos que no perdían detalle. —Señor Voss. Soy Dimitri Kozlov. Usted me contrató. —El investigador —dijo Alexander, estrechando su mano—. Eso fue rápido. —Cuando se trata de Viktor Volkov, el tiempo es esencial. ¿Podemos hablar adentro? En la penthouse, Dimitri desplegó una serie de documentos sobre la mesa. —Viktor Volkov está vivo, como sospechaba. Ha estado operando bajo el nombre de Victor Volker, un empresario alemán aparentemente legítimo. Tiene propiedades en cinco países y conexiones con organizaciones criminales en tres continentes. —¿Dónde está ahora? —preguntó Alexander. —Esa es la parte complicada. Está aquí. En la ciudad. Ha estado aquí por tres meses, preparando todo esto. Valeria sintió que se le erizaba la piel. —¿Tres meses? ¿Por qué esperó tanto? Dimitri la miró con respeto. —Buena pregunta. Porque estaba esperando el momento perfecto. La boda de Alexander, el despertar de Richard, el arresto de Marcus. Todo le dio información sobre las debilidades de la familia. —Entonces nos ha estado observando todo este tiempo —murmuró Valeria. —Exactamente. Y ahora está listo para atacar. Alexander se puso de pie, comenzando a caminar de un lado a otro. —¿Cómo lo detenemos? —Primero, necesitan protección 24/7. Ya tomé la libertad de coordinar con su jefe de seguridad. Segundo, necesito acceso a todos los archivos de su empresa de hace cuarenta años. Todo lo relacionado con la sociedad entre Richard y Volkov. Tiene que haber algo ahí que podamos usar. —¿Como qué? —Como evidencia de que Volkov estaba traficando armas. Si podemos probar que su encarcelamiento fue justificado, que no fue una traición sino justicia, perdería su narrativa de venganza. —Esos archivos tienen cuarenta años —dijo Valeria—. ¿Todavía existen? —Richard Voss documentaba todo. Si existen, los encontraremos. Pasaron las siguientes horas revisando estrategias. Dimitri era meticuloso, profesional, y tranquilizadoramente competente. Cuando finalmente se fue, Alexander se dejó caer en el sofá, agotado. —No sé si puedo hacer esto. Valeria se sentó junto a él. —¿Hacer qué? —Mantener a todos a salvo. La empresa, mi familia, tú. Es demasiado. —No estás solo. Tienes a Dimitri, a tu equipo de seguridad, a mí. —Pero si algo te pasa a ti... —No va a pasarme nada. —No puedes prometerme eso. Valeria tomó su rostro entre sus manos, obligándolo a mirarla. —Escúchame. Sí, esto es aterrador. Sí, es peligroso. Pero no voy a huir. No voy a dejarte enfrentar esto solo. ¿Entendido? Alexander cerró los ojos, apoyándose contra su toque. —No sé qué hice para merecerte. —Nada. Y todo. —Lo besó suavemente—. Ahora ven a la cama. Necesitas dormir. —No puedo. Tengo que revisar los archivos, coordinar con Dimitri... —Alexander Voss, si no vienes a la cama en los próximos cinco minutos, te voy a arrastrar yo misma. Él sonrió a pesar de todo. —¿Esa es una amenaza? —Es una promesa. En la cama, Alexander la atrajo hacia él, como si necesitara sentir que era real, que estaba ahí. —Valeria —murmuró contra su cabello. —¿Mmm? —Si algo me pasa... —No digas eso. —Escúchame. Si algo me pasa, hay un sobre en mi caja fuerte. Tiene instrucciones, cuentas bancarias, todo lo que necesitarías. Dimitri tiene la combinación. —Alexander, no voy a necesitar... —Prométemelo. Prométeme que si algo me pasa, vas a cuidar de Sofía. Ella te va a necesitar. Valeria sintió las lágrimas quemando sus ojos. —No va a pasarte nada. —Prométemelo. —Te lo prometo. Pero solo si tú prometes luchar con todo lo que tienes para quedarte. —Lo prometo. Se besaron, un beso desesperado, lleno de miedo y amor en partes iguales. Esa noche, hicieron el amor como si fuera la última vez, memorizando cada toque, cada suspiro, cada promesa susurrada en la oscuridad. Cuando finalmente se quedaron dormidos, enredados el uno en el otro, ninguno de los dos vio la figura oscura observando desde el edificio de enfrente. Viktor Volkov bajó los binoculares con una sonrisa. —Disfruten su tiempo juntos —murmuró en ruso—. No les queda mucho. Sacó su teléfono y marcó un número. —Es hora de la fase dos. Quiero que sufran antes de que mueran. Colgó y desapareció en la noche, dejando solo sombras y amenazas sin cumplir. La semana acababa de comenzar. Y el reloj ya estaba corriendo.
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