El sello mágico se rompió con un simple gesto de Bastian, aunque la energía que se liberó fue intensa, casi abrumadora. Una ráfaga de aire helado recorrió el estudio, levantando las cortinas y apagando las velas. El pergamino se desplegó solo, como si tuviera voluntad, y las letras comenzaron a flotar frente a sus ojos, brillando con una luz tenue y antigua. Las palabras de Yanina no eran advertencias… eran profecías. La carta estaba escrita con una caligrafía elegante, firme y enigmática. Bastian no se sorprendió. Yanina siempre había tenido un aura de misterio, y su forma de escribir no era la excepción: cada letra parecía tener vida propia. Se sentó en su escritorio, con el pergamino entre las manos, y respiró hondo antes de empezar a leer. El silencio de la noche se hizo más denso, c

