Capitulo 6

1717 Words
Adriana “A veces el pasado vuelve… no para asustarte, sino para recordarte quién eres.” Había leído esa frase una y otra vez, no porque creyera que fuera cierto, sino que de alguna manera se sentía así. Había llegado por un café antes de llegar al salón y la chica que me atendió le colocó esa frase, era algo lindo sí, pero también dolorosos. Estoy agotada y no es solo la boda, que, si me preguntan para mí, es la boda más absurda, contradictoria y emocionalmente desgastante que me ha tocado organizar en mi vida. No es solo Isabella con sus demandas ridículas y con su voz chillona diciendo «“Merece lo mejor, será la esposa de Theo Montanari»” como si yo no supiera que todo estoy ya me afectaba más de la cuenta. Theo era la combinación perfecta para sacudirme el alma. Y ahora… Gerardo, regresaba para fastidiarle la vida otra vez, justo como una sombra que se niega a desaparecer. Solo verlo a unos metros de mí, me revuelve el estómago. Odio que aún tenga ese poder sobre mí, pero lo peor no es su presencia, es todo lo que despierta, los recuerdos que había logrado enterrar. Tenía 20 años, iba en cuarto semestre de universidad, estaba en mi peor momento, estudiando, diseñando mis primeros eventos pequeños, trabajando horas extra para demostrar que valía por mí misma, pero también para intentar olvidar lo que había pasado con Theo. Hacia unas semanas que todo se había perdido, él simplemente me dejó y no solo eso, perdí a mi mejor amigo, porque eso era Theo, teníamos 2 años de amistad y ahora ya no había nada. Desde que me tendieron esa trampa, desde que Gerardo me beso y después de que Theo me odiara, yo solo intentaba sobrevivir. Lo que no esperaba era que los planes de Gerardo no pararían ahí, había rumores sobre que nosotros teníamos una relación, me difamaban diciendo que me acostaba con él en los vestidores y no que tantas tonterías más. Pero realmente no me importaba lo que dijeran, eran simples rumore hasta que ya no fue suficiente, en la tarde yo iba hacia el estacionamiento cuando él me interceptó y se colocó demasiado a mí oliendo a alcohol barato. —Adriana… tenemos que hablar —dijo, arrinconándome sin mi permiso. Ni siquiera entendí sus intenciones hasta que me tomó del brazo con fuerza. —Gerardo, suéltame —le pedí, pero su sonrisa torcida me heló la sangre. —Siempre tan perfecta… ¿qué se siente que todos te admiren? —dijo— ¿Qué se siente ser la niña rica? — Intenté zafarme, pero él no me soltó. Y todo pasó rápido, el jalón violento, mi espalda chocando con el tronco del árbol, su mano en mi cintura y ese beso forzado, repulsivo y sucio. Luché, Dios sabe que luché, lo empujé con todo lo que tenía, lo rasguñé y le pegué. Pero aun así no grité… no sé por qué, supongo que el shock o el miedo, pero me defendí como pude hasta librarme y correr. Aun así… él había conseguido lo que quería: fotos, ángulos, rumores. Al día siguiente, mi nombre estaba en cada boca. «“Adriana y Gerardo…”» «“La vieron besándose.”» «“Claro, una chica como ella necesita un hombre que la controle.”» «“Él la domina, seguro por eso le gusta.”» Sentí asco, asco de él y de todos, pero lo que más dolió… fue Theo. Fue su distancia, sus miradas frías y su silencio, nunca dejó explicar lo que paso en el jardín de la universidad cuando Gerardo me beso por primera vez y mucho menos quise decirle nada de lo que había pasado realmente con las fotos que ahora circulaban por toda la facultad. Después de eso, mis padres, cansados de verme triste y furiosa, intervinieron, no supe cómo fue que se enteraron de todo, porque yo no les dije nada, aunque no fue necesario ellos todo lo sabían, fueron completamente silenciosos y eficaces. Cerraron cada puerta que Gerardo tenía a través del negocio de su familia e hicieron que dejara la universidad sin que nadie supiera que ellos movieron los hilos. Yo nunca pregunté cómo lo hicieron, solo agradecí que se hubiera ido. Pero ahora está de vuelta y no es casualidad. Lo veo aparecer en los pasillos, en la entrada de mi agencia, en los eventos de prueba de la boda. Siempre con esa sonrisa torcida, esa falsa intención de “hablar”. Y peor aún… Theo siempre aparece en los peores momentos. Como hace unas horas, cuando Gerardo me alcanzó al salir del salón donde estábamos probando las flores. —Adriana —dijo, acercándose demasiado—. Tenemos asuntos pendientes. — Sentí el corazón acelerarse, pero no de esa manera agradable. —No —respondí firme— No tienes nada que hacer aquí, déjame tranquila— Estaba por alejarlo cuando escuché unos pasos. Volteé sin poder evitarlo y me encontré con la mirada furiosa de Theo y la sonrisa venenosa de Isabella. Entonces ahí lo entendí, justo así lo quiere Isabella, lo veo en su sonrisa, en cómo Gerardo no se apresura en alejarse, sino que da un paso más cerca, como si quisiera provocar a alguien. Isabella estaba detrás de la aparición de Gerardo, la conozco demasiado bien. Sé cómo se mueve, cómo piensa, cómo odia y estoy segura de que ella está detrás de todo. Pero esta vez… no pienso darle el gusto, no pienso permitir que me destruya otra vez. Ni a mí, ni lo que alguna vez existió entre Theo y yo. Lo que queda, aunque sea una mirada, una duda, un latido, no será alimento para su juego. Respiré hondo y me enderece. Yo no soy la misma niña de hace años, esta vez… voy a enfrentarla y no pienso perder. Porque esa mujer no era capaz de dejar nada en paz, nunca lo haría, así que cuando Gerardo se fue y la parejita perfecta regreso al salón, me propuse ir a buscarla. Quería mirarla a los ojos y que, por primera vez en años, entendiera que yo no era la misma niña que podía pisotear con rumores y manipulaciones. Había una habitación que usábamos para pruebas de mantelería y arreglos florales, casi siempre estaba vacía a esta hora Así que me dirigí hacia allá, respirando profundo, preparándome para decir cada palabra con la fuerza que ella merecía. Pero al abrir la puerta… me encontré con todo lo contrario. No estaba Isabella, estaba Theo. De pie junto a una mesa, con los brazos cruzados, la mirada fija en mí como si hubiera estado esperando exactamente ese momento. —¿Qué haces aquí? —pregunté, intentando mantener la calma, pero él frunció el ceño. Un ceño que conocía bien… uno que significaba que estaba a punto de herirme sin querer, o peor, sin darse cuenta. —Se supone —dijo con voz baja, firme— Que esto es un trabajo profesional y tú estás trayendo tus dramas personales a todo — mencionó y yo lo miré molesta. —¿Mis dramas personales? —sentí la sangre hervir— ¿Es en serio? – pregunté mirándolo con enojo, odiaba que siempre viera lo malo en mí. —Siempre tiene que haber algo contigo, Adriana, siempre hay un problema que gira alrededor de ti. — solté una risa incrédula. ¿En serio estaba haciendo esto? ¿Otra vez? —Déjame adivinar —dije dando un paso hacia él— ¿Viste a Gerardo cerca de mí y ya asumiste lo peor? — Él apretó la mandíbula. —No tienes por qué involucrar a un hombre así en tu trabajo —respondió al fin— ¿Qué buscas? ¿Atención? ¿Drama? ¿O simplemente no puedes dejar el pasado atrás? — Mis manos temblaron, de rabia, de dolor y de ese sentimiento horrible de que él seguía sin conocerme, sin escucharme, sin ver quién soy realmente. —Yo no traje a Gerardo —le dije, clavando mis ojos en los suyos— Y si usaras la cabeza un poco, te darías cuenta de quién sí lo hizo. — Theo dio un paso hacia mí. Era como si el aire entre nosotros se cargara, como si mis emociones chocaran con las suyas. —¿Y ahora resulta que es culpa de alguien más? —su voz bajó, más intensa, casi dolida— Siempre tienes una excusa, Adriana. — Ese fue el golpe que no esperaba. Uno que dolió como años atrás, como cuando eligió creer en una mentira antes que en mí. —¿Excusas? —mi voz tembló por primera vez— ¿Quieres hablar de excusas, Theo? ¿De verdad? ¿O deberíamos hablar de cómo tú nunca preguntas nada? ¿De cómo siempre asumes lo peor de mí? ¿De cómo sigues viéndome como la niña rica que te inventaron? — Por un instante… solo un instante… vi algo romperse en su mirada. Algo que hizo que mi pecho se apretara. —No sabes nada de lo que yo siento —susurró. —Claro que sé. —Mis palabras salieron antes de poder detenerlas— Porque si no sintieras nada, no estarías aquí reclamándome, no te importaría si Gerardo se acerca, no te molestaría verme con otro hombre, no… — Me detuve, el silencio cayó como una verdad incómoda. Theo dio un paso más, estaba tan cerca que podía sentir su respiración. —No hables de lo que no entiendes —dijo con voz rota. —¿Y por qué no hablas tú, Theo? —pregunté, apenas en un susurro— ¿Por qué solo me empujas lejos… para luego quedarte a unos pasos? — Él apretó los puños y yo respiré hondo. Y ahí, en medio de esa discusión que dolía demasiado… sentí algo que no quería sentir. Mi corazón estaba completo, porque así era con él siempre, discutir con Theo era como amar en guerra Todo se sentía intenso, real y desesperado, todo era verdadero y aunque no lo dijera... aunque sus palabras fueran duras… su mirada no mentía. Él estaba tan roto como yo y por primera vez en mucho tiempo… no me sentí sola en el dolor.
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