Theo Llegué a la empresa con el eco del beso aún latiéndome en los labios. No fue un beso como los que uno imagina cuando piensa en deseo puro, fue peor. Fue uno de esos que se te cuelan en la sangre y te desarman desde adentro y eso lo hacía peligroso. No podía seguir así, atrapado entre juntas, problemas, traiciones y ella. Por eso tomé una de las decisiones más prácticas que había tomado en semanas. —Necesito una asistente personal —le dije a Recursos Humanos esa misma mañana— Hoy mismo. — No me miraron ni con sorpresa. Mi caos ya era conocido por todo mi personal. Así que una hora después, una chica eficiente, organizada y completamente ajena a mi vida personal estaba sentada frente a mí anotando todo. —Usted me dirá qué agenda, qué cancelo y qué delego —dijo con seguridad.

