Adriana
Cuando llegué a mi departamento, sentí el cuerpo hecho trizas, entre el caos en la empresa, la conversación con Theo y el peso del contrato, apenas podía mantenerme en pie.
Pero sabía que no podía aplazarlo más, tenía que hablar con mis padres.
Me obligué a respirar hondo y marqué el número de mi mamá.
—¿Pueden venir a cenar conmigo? —pregunté con la voz baja— Necesito hablar con ustedes… es importante. — Mencioné y ellos tardaron menos de quince minutos en llegar.
Eso ya era mala señal y sabía que todo se complicaría
Cuando abrieron la puerta, ambos tenían el mismo gesto preocupado que llevan cada vez que intuyen que algo se me está escapando de las manos.
Mi papá dejó una bolsa con golosinas sobre la mesa, y mi mamá se me quedó mirando con esos ojos que parecían ver siempre más allá de lo que yo decía.
—Hija, ¿qué pasa? —preguntó mi mamá, sentándose a mi lado.
Sentí el corazón golpeándome el pecho, la garganta cerrándose, quise ser fuerte, pero no había forma de suavizarlo.
—Me casaré … —dije finalmente, tragando aire— En dos semanas. — Mi mamá se llevó la mano al pecho y mi papá tardó tres segundos en reaccionar.
—¿Cómo que te casas? —mi madre susurró, alarmada—. Adriana… ¿con quién? — Bajé la mirada, no podía decirlo sin sentirme expuesta.
—Con Theo —logré decir, apenas audible— Theo Montanari. — El silencio fue tan grande que retumbó.
Mi papá apretó su mandíbula, esa señal de que estaba conteniendo demasiadas palabras, mi mamá cerró los ojos, exhalando un suspiro que sonó a dolor antiguo.
—Adriana… —dijo ella, con voz frágil—. Sabes lo que ese muchacho significó para ti, sabes lo que pasaste cuando todo terminó… lo destrozada que estabas. — Mi papá se acercó más.
—No estoy entendiendo nada Adriana — su tono de voz era frío y supe que estaba molesto — Hasta el dia de ayer estabas preparando su boda con Isabella Ricci, necesitas explicarte muy bien porque no es posible que vayas a casarte con él — mencionó y yo suspiré
Me quede en silencio intentando encontrar las palabras adecuadas pero simplemente no habia nada que justificara mi decisión.
—Yo no voy a prohibirte nada —dijo con firmeza después de que yo no respondiera — Eres adulta y eres muy capaz de sobre llevar las cosas, pero… hija, ¿estás segura? ¿Por qué ahora? ¿Qué está pasando realmente? — preguntó con preocupación y fue ahí cuando me derrumbé.
Les conté todo sin excusas...
El contrato, la boda falsa, lafuga de Isabella, el riesgo para la empresa y lo que habíamos acordado.
Cuando terminé, mi mamá ya tenía los ojos húmedos y mi papá caminaba de un lado a otro en la sala.
—No es que no queramos que te cases —dijo mi mamá suavemente— Es que… no queremos que vuelvas a romperte por él, no creemos que Theo sea un mal chico, siempre me agrado si te soy sincera, pero vi en primera fila como mi hija sufrio por él, no quiero lo mismo — Mi papá asintió.
—Si haces esto, asegúrate de que no lo haces sacrificándote tú sola, es tu vida, Adriana, solo queremos protegerte. — Sus palabras me calaron hondo.
Pero, aun así, cuando los abracé, supe que la decisión ya estaba tomada.
Quería ayudar a Theo, quería evitar que su empresa y la mía se hundieran.
Y… aunque no lo admitiera del todo… no soportaba la idea de verlo caer.
Sabia que esta situación con mis padres hubiera seguido de no haber sido por Sofia quien llegó para entregarme un vestido que usaría para la gala benéfica de mañana.
Y aunque yo pensaba decirle la verdad, no esperaba que se enterara ahi mismo, junto a mis padres, sabia que al igual que ellos tenían muchas dudas, pero ni siquiera yo tenia esas respuestas.
Me sentia tan abrumada con toda esta situación que no quise quedarme sola esta noche, asi que fui con Sofia a su departamento para quedarme a dormir con ella.
Platicamos un momento y luego simplemente me quedé dormida sin darme cuenta.
Desperté de golpe a mitad de la noche al notar la cama fría a mi lado.
—¿Sofía? —murmuré, incorporándome pero ella no estaba.
La puerta del departamento estaba cerrada, así que no se había ido.
Caminé descalza hasta la terraza, frotándome los ojos.
Y cuando abrí la cortina… me congelé.
Desde la terraza podía ver claramente la terraza de Mikhail y su habitación, justo ahi se encontraba mi prima.
Dormida abrazada de Mikhail.
Él tenía su brazo alrededor de ella, sosteniéndola contra su pecho mientras también dormía, con los dos cubiertos por una manta ligera.
Me llevé una mano al corazón, esta vez no por dolor… sino por algo parecido a ternura.
Decian que se odiaban, se gritaban, discutían, competían… pero ahí, dormidos bajo la luz tenue de la madrugada, parecían dos personas profundamente enamoradas.
—Al menos tú sí tienes tu historia… —susurré, más para mí que para ellos, pero sintiendo como una sonrisa se escapaba de mis labios.
Luego bajé la mirada recordando que yo no tendría algo así, no con un contrato de por medio y con un corazón que no sabía si estaba vivo o solo herido.
Si soy sincera aún sentía algo por Theo, pero no se lo diría porque nuestra situación ya era lo suficientemente incomoda como para seguir empeorandola.
Me di la vuelta lentamente y regresé a la habitación, sintiendo un peso dulce y amargo a la vez.
Porque algunas historias se escriben solas… y otras, como la mía, se firman en papel.
Al día siguiente desperté temprano, Sofia ya se encontraba de nuevo en la cama, despues de desayunar juntas, junté mis cosas y regresé a mi departamento para alistarme para la gala benéfica.
Necesitaba una ducha caliente, maquillaje suave y un poco de calma… o al menos intentarlo.
Al salir de la ducha me envolví en mi bata blanca y empecé a arreglarme el cabello frente al espejo, cuando de pronto el timbre sonó.
—¿Quién diablos viene tan temprano…? —murmuré, ajustando la bata sin pensarlo demasiado mientras caminaba hasta la puerta.
Y cuando la abri sin revisar el visor, ahí estaba él.
Con un traje oscuro perfectamente ajustado, el gesto serio y un portafolios n***o en la mano.
—Theo… ¿qué haces aquí? —pregunté, evitando mirar demasiado su rostro porque… bueno… estaba en bata.
Él tragó visiblemente, como si no esperara verme así.
—Vine a… —hizo una pausa, mirándome unos segundos más de los necesarios— Traer el contrato. — Mi estómago cayó como una piedra.
—Ah… claro, pasa. —Abrí la puerta y me hice a un lado.
Theo entró con ese aire impecable que tenía siempre, como si incluso el caos le quedara bien y me apuré a cerrar más mi bata sin que se notara.
Se sentó en la barra de la cocina y abrió el portafolios.
—Aquí están las cláusulas finales — me dijo con voz neutra— Necesito que revises todo y firmes donde marqué, hoy mismo tenemos que llevarlo al abogado para oficializarlo. — Tomé las hojas con manos que temblaban un poco.
Mientras leía cada línea, cada regla, cada límite… sentí un nudo formarse en el pecho.
«"No existe amor para este contrato."»
Esa fue la que más dolió, la que más gritaba lo que habíamos perdido.
—¿Está todo en orden? —preguntó él, sin levantar mucho la mirada, como si también estuviera conteniéndose.
—Sí… —tragué saliva— Es justo lo que acordamos. — aseguré más para mi misma.
—Y sobre la gala… —añadió, cruzando las manos— Deberíamos ir juntos, por apariencia, para que la historia de nuestra relación parezca natural. — Me obligué a asentir.
—Tiene sentido —respondí— Si vamos separados, los rumores serán peores. — Él se inclinó un poco hacia mí.
—¿Estás segura de esto, Adriana? — Quise decirle que no, decirle que tenía miedo y que todo esto dolía más de lo que admitía, pero no lo hice.
—Sí, stoy segura. — Tomé la pluma, respiré hondo y firmé.
Firmé mi futuro de seis meses, la distancia emocional y el final anunciado.
Theo tomó el contrato con cuidado y no me miró.
—Bien… —dijo, como si esa palabra no lo dejara satisfecho.
Yo necesitaba salir de ahí antes de quebrarme.
—Dame unos minutos —le pedí— Solo termino de arreglarme para la gala, puedes esperarme aquí… si quieres. — Lo dije con naturalidad, pero era un suspiro escondido.
Una excusa para respirar.
—Te espero. — aseguró sentándose en el sofá de la estancia.
Entré a mi habitación y me apoyé en la puerta por un segundo.
Sentí las piernas flojas, pero me vestí, recogí mi cabello, me puse el vestido azul que Sofía había traído.
Era un diseño elegante, ajustado a la cintura, con un escote discreto y una caída perfecta.
Respiré profundo antes de abrir la puerta.
Cuando salí, Theo estaba de pie, mirando por la ventana, pero en cuanto escuchó mis pasos, se giró.
Y su expresión… se suavizó.
—Adriana… —su voz se escuchó más baja, más cálida de lo esperado— te ves… hermosa. — Me detuve para mirarlo
Ese no era un cumplido obligado, era real, salió sin filtros y me sorprendió tanto que tardé en responder.
—Gracias —murmuré, sintiendo un calor extraño en las mejillas.
Él se acercó, ofreciéndome su brazo.
—¿Lista? — preguntó volviendo a la seriedad.
—Lista —respondí, aunque por dentro tenía un huracán.
Mientras bajábamos hacia su auto, ambos intentamos adoptar el papel de pareja.
Su mano en mi espalda.
Mi brazo en el suyo.
La cercanía que era mentira… pero debía parecer verdad.
Cuando llegamos a la gala, sentí todas las miradas sobre nosotros.
Y era de esperarse que cada uno de los cotilleos de las personas quienes aseguraban que yo me habia interpuesto entre la relación de Isabella y Theo y lo peor, que yo solo era su remplazo.
No voy a mentir, esos comentarios dolian, pero levanté la barbilla y seguí adelante.
Theo se inclinó un poco hacia mí, sin que nadie lo notara.
—Ignóralos —susurró— Estás conmigo. — No supe si eso ayudaba… o complicaba todo más.
Y ahí, rodeados de luces, gente y rumores, empezaba oficialmente nuestra mentira compartida.
Una que tenía fecha de caducidad, una que podría costarme el corazón… otra vez.