Capítulo 3

2421 Words
Si encuentran errores por favor de avisarme, lo agradecería un montón. Este capítulo contiene +21, si quieres leerlo estas advertido y lo estás haciendo bajo tu responsabilidad. Se recomienda discreción. ... Capítulo Tres -Saeji -la niña, con las mejillas sonrosadas de tanto llorar volteó la vista ante aquella voz que la aclamaba con dolor. Sus pequeñas manos se apretaron cuando lo miró al rostro. -Oppa -un sollozo abandonó los labios de la pequeña niña de ojos rasgados como los de un gato. El chico, unos años mayor que ella sintió como su corazón se apretó ante el dolor y la ira que lo embargó en ese momento. Verla llorar lo lastimaba, no quería verla llorar... Nunca. Saeji, como pudo, se levantó del césped. Con el corazón en la mano y las pocas fuerzas que le quedaban, se paró. Sin embargo, cuando menos lo esperó, el chico vio como la niña se desvaneció en el aire y antes de poder sostenerla, ella cayó al vacío. El grito de dolor del adolescente se escuchó por todo el jardín atrayendo la atención de las personas. El miedo recorrió el cuerpo de Ryu, dejándolo sin aire. Deseó por primera vez en su vida que aquello no fuera un adiós por parte de la niña. Ignati soltó un suspiro al ver que su amada se había quedado dormida entre sus brazos, donde más quería que estuviera. La miró, sus pestañas largas rozaban sus mejillas sonrosadas por las lágrimas que minutos antes rodaban por ellas. Le acarició el pómulo con delicadeza, con una con la que no tuvo el placer de tocarla la primera vez. Ignoró por completo que su mejilla derecha empezara a crear un hematoma grisáceo. Volteó, su mirada se centro en la ventana y vio como las gotas de la lluvia chocaban con fiereza en su coche y caían pérdidas en el pavimento. Una sonrisa ladeada se asomó por su rostro cuando recordó cómo la tomó con tanto fervor y vehemencia. Oh, su mujer había cumplido cada una de sus expectativas, y si no lo hacía, se llevaría una reprenda por no hacer las cosas como le gustan. Cuando menos lo esperaba, su chofer le dio indicaciones que ya se encontraban en su territorio. A lo lejos, un castillo a la antigua se levantaba. La inmensa estructura que se alzaba le daba la bienvenida a su amada mujer, su nuevo hogar. Esperó a que su asistente le abriera la puerta, sin embargo, la puerta que se abrió fue la que estaba a un lado de una Saeji inconsciente. Gruñó cuando vio las intenciones de su asistente. Lo miro a los ojos mandando advertencias, las lagunas que tenía por ojos irradiaban ira. Ignati se negaba a que alguien más la tocara. Tendría que hacer que todas las personas a su alrededor usarán guantes para que no le rozaran ni un pelo a su mujer. -Le tocas un pelo y te mato. Saeji es mía -en un susurro que le heló la sangre al susodicho, Ignati habló, reclamando a la adolescente. Sin esperar a que ese imbécil abriese su puerta, él la abrió. Saliendo del coche acomodó su traje Dior y dio la vuelta para pasarse a la puerta de la fémina. Con delicadeza, la tomó en sus brazos, pesaba casi nada. La reprenderá por eso, cuidar su imagen es una de las primeras cosas que le enseñaría. Pensó que en su antiguo hogar le habían enseñado modales, pero bastante sorpresa se llevó que su dulce mujer era una fiera. No importaba cuantos modales le hayan enseñado allá en Corea, Ignati la amoldaría a su gusto. Con ella en brazos caminó hasta la puerta de su mansión, que más bien era un castillo antiguo que le pertenecía por herencia a él. Su familia intentó de mil formas quitárselo, y el invento un millón de historias para que se salieran de ese lugar. Como la mujer que aparece en uno de los tantos cuartos que hay en aquel castillo. Sonrió al recordar aquella vez cuando su madre salió como si el diablo la persiguiera. Como pudo, subió los escalones que daban a la entrada que ya se encontraba abierta, la servidumbre yacían a un lado de la puerta esperando a su señor. Cuando estuvo frente a su ama de llaves, sin mirarla, le ordenó: -Quiero que hagas un baño caliente para mi mujer y para mí. Sin más, camino hasta su habitación que se encontraba en el cuarto piso donde nadie entraba, excepto: la ama de llaves, su asistente y él. Aunque también ahora su mujer subirá hasta ahí, porque sí, dormirán juntos. El hombre que cargaba a la dama en sus brazos tomó rumbo hasta el elevador que se encontraba a un lado de las escaleras de madera oscura. Cuando se dio la vuelta para picarle a los botones, vio como su asistente tenía la cabeza agachada, casi podía ver como su cuerpo temblaban. Todavía pesaban las palabras que su amo le había dirigido. Ignati lo ignoró y subió a su habitación. 🥀 Kwan Saeji: Mis ojos se abrieron ante la incandescente luz que impactaba contra mi pálido rostro, mi vista captó el resplandeciente destello de la luz de techo. Antes de poder respirar un poco de aire, percibí como algo húmedo se movía por mi v****a, con pereza me levanté en mis codos, lo que vi me dejó sin habla. Una mata rubia se encontraba entre mis muslos, sin esperarlo, gemí ante el toqueteo en mi clítoris y deseé no hacerlo porque eso le dio a la persona entre mis muslos, motivo para seguir esa tortura. Otro gemido salió de mí y me regañe ante la sensación que comenzó a crecer en mi interior, intenté luchar por no llegar al orgasmo pero no lo pude detener, me vine en la boca de aquel hombre. Sentí como algo salió sin permiso de mi, aventé mi cabeza hacia atrás ante el éxtasis que me recorría y quise llorar de impotencia por no contenerme. En verdad no quise hacerlo. El hombre de cabellos rubios levantó su cabeza, miré como mis fluidos caían por la esquina de su boca, saco su lengua rosada y los lamió. Apreté la mandíbula cuando sonrió, con miedo volteé mi vista hacia la única fuente de iluminación natural que había, la gran ventana de un estilo gótico dejaba entrar la luz de la gran luna que se asomaba. -Eres tan exquisita, mia vita. En verdad quise llorar de impotencia. Mis ojos empezaron a picar a causa de las gotas saladas que advirtieron por salir y vi como su rostro se transformaba en una mueca. -Ven, Saeji. Tomaremos un baño. No respondí. Vi como trató de contenerse, sin embargo, cuando sentí como mi cabello era jalado hasta el punto de sentirlo desprendiéndose de mi raíz, supe que mi silencio era su mayor problema. Me jaló el cabello mientras estaba siendo arrastrada por el piso frío y sentía como mi cuero cabelludo ardía. Cuando menos lo esperé, mi espalda impactó con fuerza contra algo duro. Aprecié como aquel animal se quitaba su cinturón, y tragué saliva, él no pasó por desapercibida mi acción pues sonrió con sorna. -No te haré daño, mio caro amore -levantó sus manos en señal de paz. Bufé. Cuando terminó de quitarse su ropa y solamente el bóxer tapaba su notable erección, caminó hasta a mi e inició a quitarme el vestido para dormir que traía puesto. Chillé cuando rozó, lo que supuse que era un hematoma en mi mejilla. Con sus dedos, tentó el lugar afectado y gemí de dolor. Miré hacia abajo notando que no traía bragas y la única desnuda aquí era yo, quise hacerme pequeña. Pues la mirada que recibía de aquel monstruo era como la de un halcón a su caza. -Ven, entra -señaló la tina que se encontraba llena, el olor a mentas salió de ella y deseé que este fuera un baño solo para mi, en la comodidad de mi casa. Pero no, esas eran solo puras ilusiones. Esta no era mi casa, y mucho menos, este era mi baño. Si no hubiera chocado con él en el aeropuerto, ahora mismo estaría dormida tranquilamente en aquel departamento, pero solo es un hubiera que se escucha muy lejano. Mis pies se movieron hasta la tina y entré en ella, mientras el agua medio caliente impactaba con la zona adolorida entre los muslos. Jadee cuando sentí que mi cintura era jalada hasta el regazo de una persona golpeando contra su erección, el hombre me sentó sobre su pene erecto y me asusté. El temor de ser violada otra vez creció en mi. Mi zona baja todavía ardía, no estaba lista otra vez, nunca lo estuve ni lo estaría. El escozor me hacía llorar de dolor. -Por favor -pedí con dolor. -No lo hagas otra vez. Escuché una risa, el aliento caliente se extendió por mi cuello erizando los vellos de mi nuca. Una de sus manos se fue a mi pezón, pellizcandolo con fuerza. Chillé cuando lo apretó con fiereza. -Oh, cariño. Eso no lo decides tú, además, tendrás que acostumbrarte. Entonces lo hizo. Empezó a restregar su notoria erección en mi vulva, adentrado su pene más allá, ensartándose en lo más profundo de mi. Sus manos calientes tomaron mi cintura para subirme y bajarme por su ancho y largo pene. En cada embestida sentía asco, un asco que me consumía lentamente. -¡Por favor, detente, me lastimas! -pedí entre lágrimas. Ignorando mi súplica, lamió mi cuello y lo chupó lentamente, posiblemente dejando marcas. Como si fuese un animal, su embiste se empezó a acelerar, usaba mi cuerpo como marioneta para su placer. Sin embargo, cuando uno de sus dedos tocó mi clítoris, me retorcí sobre él y jadee cuando algo creció en mi parte baja engañado a mi cuerpo. Me sentía sucia. Estaba sucia. Con frenesí, su pene entraba y salía de mi coño húmedo por los estímulos que él generaba en mi capuchón. Jugando con mi clítoris, sentí como llegaba al límite de mi cúspide. Mi v****a se empezaba a humedecer por los estímulos que mi capuchón recibía. Temblé sobre su cuerpo cuando eso llegó, sentí como su líquido explotó dentro de mí, llenándome de su semen. Entre mis muslos sentía como su líquido corría hasta abandonar mi v****a. Su orgasmo salía a chorros de mi. -Ignati, ese es mi nombre -escuché cómo murmuró entre jadeos, pero no le tomé importancia. Su nombre no me importaba en absoluto. Mis ojos llorosos derramaban lágrimas acumuladas. Sucia. Estaba sucia. 🥀 Observé la lámpara que estaba frente a mí, un sollozo salió de lo más profundo de mi ser. Estaba acostada entre las sábanas de aquel animal que había abusado de mí, gemí de dolor cuando intentaba mover mis piernas, el escozor que mi zona vaginal mandaba me hizo quedarme quieta por unos minutos. Mis ojos cristalizados se dirigieron hacia la bandeja de comida, buscando una pastilla pero no encontré nada. Mi garganta que se encontraba seca, miraron con anhelo la jarra de agua que yacía en el mueble enseguida de la puerta. Grité molesta por lo lejos que se encontraba, no obstante, como pude intenté levantarme de la cama. Paso a paso, primero puse mi peso sobre mis codos y después me senté soltando un alarido. Saqué una de mis piernas y seguidamente la otra, cuando mis pies tocaron el piso frío, me felicité por lograrlo. Me paré pero mis piernas fallaron por el dolor que se ejercía en mi zona baja. Mi llanto no tardó en salir y mi cabello se empezó a pegar en mi rostro por el agua que derramaba, cuando sentía que mi corazón iba a estallar de dolor, la puerta de madera se abrió y por ahí entró una mujer regordeta que me miraba con unos grandes ojos llenos de horror. -Señora, por dios. ¿Qué hace tirada en el suelo? -sonreí sarcásticamente. Pero, sin querer hablar tanto, de mi boca salió lo que más quería. -Por favor, ayúdeme... Ayúdeme a salir de aquí -sollocé impaciente. La señora bajó la cabeza con culpa... Ojalá la culpa te coma viva, pero el karma existe. En una negación, dio un paso hacia atrás, dándome entender que, aunque le ruegue miles de veces, no me ayudaría. -No puedo hacer eso, señora. Tengo familia, ¿sabe? Como un balde de agua fría, el recuerdo de mi hermanito cayó sobre mi. Por culpa de este hombre sin escrúpulos había dejado a la deriva a mi hermano. Contemplo a la mujer con los ojos llenos de lágrimas que se desbordaban y le hice una seña para que me diera un vaso de agua. Cuando lo tuve en mis manos temblorosas, el líquido se derramó un poco humedeciendo mi vestido de dormir. -El señor me ha enviado a revisar que se haya comido todo el alimento, estaba preocupado por usted. Dijo que se veía en los huesos, y por eso envió una cena ligera para usted. Vi como acercaba un vaso con jugo de naranja y unas frutas picadas, junto a una tostada con mermelada de fresa. Mi cara se arrugó al verla, el estómago se me empezó a revolver y suspiré con pesadez. La mujer se dio cuenta de cómo miraba la mermelada junto a las fresas que estaban en el plato. -No sabía que no le gustaban... Lo siento -susurró apenada. -Soy alérgica a las fresas. -Entiendo -vi como sacaba una servilleta y quitaba las fresas. Tomó la rebanada de pan con mermelada y la puso sobre la servilleta. -Si desea algo más, puede llamarme por ese botón rojo que se encuentra detrás de usted, sin más me retiro. Buenas noches, señora. Cuando la vi salir de la habitación, mi cabeza se volteó al botón que se encontraba a un lado del respaldo de la cama. Me levanté como pude y me subí a la cama con la fruta. Me quedé pensando en un plan para salir de aquí, mi vista se posó en el kiwi que se encontraba en el plato. Sonreí. El kiwi era una de las tantas frutas a la que era alérgica, y ser llevada al hospital por una reacción de alergia no estaría mal en este caso tan desesperado... Ya tenía un plan. Y esperaba que funcionara, porque era de vida o muerte. . . . Glosario: [3]. Oppa: significa "hermano mayor" y se usa por las mujeres hacia los hombres mayores que ellas, hermanos, amigos o novios. [Italiano]. Mia vita es "mi vida". ¡Voten y comenten que les pareció!
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