Nuestro contrato ha terminado
Embarazada.
Aquella noticia la tomó completamente por sorpresa.
Estaba embrazada y con ello había llegado una alegría indescriptible. ¿Y cómo no? Si era la mejor noticia que había recibido en meses. Una personita crecía dentro de ella.
Tomó los resultados de la prueba y lo metió en su bolso.
Ni siquiera se creía capaz de ocultar tal emoción.
Al llegar a casa se puso a preparar la cena, Damián llegaría tan puntual como siempre.
Antes de las ocho de la noche corrió al baño y se dio una ducha, necesitaba estar lista antes de que él regresara y darle la noticia del bebé que esperaban.
¿Se pondría feliz? Con el tiempo que llevaban juntos, un nuevo m*****o en la familia ya era algo que hacía falta.
Tomó un vestido del armario, siempre le gustaba encontrarla lista para él, era como una especie de ritual de ambos y, como trabajaba tanto, cuando llegaba a casa la mayor satisfacción de Damián era encontrar a Carla esperándolo, la cena lista, ella luciendo hermosa.
¿Cómo entraba en toda aquella rutina la llegada de un bebé?
Carla no lo sabía y eso la ponía un poco ansiosa, pero no dejaría que eso opacara la felicidad del momento. Seguro que Damián se alegría, después de todo, se amaban y un bebé podría ser otra fuente de alegría.
La puerta se abrió anunciando su llegada, puntal como cada noche.
Carla se acercó a recibirlo, dándole un beso en los labios mientras le aflojaba la corbata, las manos fuertes y seguras de Damián se posaban en sus caderas, sus ojos recorriendo cada curva de aquel cuerpo, mientras el deseo no tardaba en hacerse presente, besó su cuello, sus manos acercándola más al cuerpo de Damián, los besos recorrieron sus hombros y sin más él la tomó en sus brazos y la llevó hasta el sofá. La colocó con cuidado y fue sobre ella, el toque de sus manos incendiaba el cuerpo de Carla, siempre, sus manos, el roce de sus cuerpos, cada caricia que él le daba.
Era un hombre muy candente, con un apetito s****l inmenso, deseaba a Carla cada vez que estaban a solas y en la cama era como una bestia incansable.
Carla se había acostumbrado a su ritmo, a su pasión por ella, a ese deseo insaciable que él sentía hacia ella.
Quería darle la noticia luego de la cena, pero al paso que iban ella sería la cena.
—Tengo… Tengo la mesa puesta, Damián—dijo luego de que se liberara de sus labios.
—Eso no importa ahora—respondió, lanzándose de nuevo contra su boca, sus manos aprisionándola debajo suyo, la cena pasaba a segundo plano cuando sus cuerpos se encontraban de esa manera. Y aquella noche Damián deseaba empezar por el postre.
Pero para Carla aquella cena era importante, no solo era la rutina diaria o… una cena más era la oportunidad de darle la noticia a Damián de que sería padre.
No podía tardar en darle la noticia.
Sus manos se afincaron en el pecho del hombre, empujándolo con firmeza.
—Por favor, vamos a cenar, es importante, luego tengo que decirte algo—insistió Carla.
Damián sujetó sus brazos, apartándola de su pecho, llevó las manos de Carla hacia su boca y comenzó a darle besos, quizás para distraerla o disuadirla de la cena, una mano de Damián fue debajo de la tela de aquel vestido, deslizándose peligrosamente por su muslo hasta llegar a su centro, ella cerró los ojos, mordiéndose los labios y olvidándose momentáneamente de la noticia que tenía que darle.
Su toque la hacía temblar y su cuerpo respondía al instante con la misma urgencia que él.
—Aprovechemos al máximo nuestra última noche, quiero llevarme este recuerdo y grabarte a fuego contra mi piel, Carla—dijo Damián, sus manos separando los muslos de Carla, su cuerpo empujó contra el de ella cuando se posicionó en medio de sus piernas, los ojos de Carla se abrieron con brusquedad, repasando en las palabras que acababa de escuchar.
¿Qué acababa de decir?
—Damián…—tomó el rostro del hombre y sus ojos cafés lo enfocaron, su expresión repentinamente seria mientras en él seguía el deseo en cada parte de su cuerpo—. ¿Qué acabas de decir?
—¿Ya olvidaste la fecha? —susurra Damián, acercándose de nuevo a sus labios, al menos intentándolo, ella giró el rostro bruscamente para que no volviera a besarla, esquivarle un beso a Damián no era algo que le hiciera gracia, sujetó el rostro de Carla con una mano, sus dedos firmes llevaban aquel rostro a donde él quería, sus ojos azules empezaron a tornarse muy fríos, demasiados fríos.
Le había molestado bastante que ella no quisiera ese último beso. Parecía algo ofendido. Además, era la primera vez que ella tenía ese gesto hacia él.
—¿Fe…? ¿Fecha?
—Nuestro acuerdo se cumple hoy—dice Damián, su voz gruesa, un poco carente de la pasión de hace unos segundos—. 17 de febrero, ¿ya lo olvidaste? Justo hoy, tres años.
Los ojos de Carla se llenaron de lágrimas. ¿Cómo se supone que iba a estar pendiente a aquella fecha?
Tres años. ¿Ya habían pasado tres hermosos años desde que todo empezó?
—Damián, solo… Solo era un acuerdo, no tiene nada que ver con los sentimos—dice Carla, sus lágrimas al fin escapando de sus ojos al ver que la expresión de Damián persistía—. Nos queremos, nuestra relación no se basó en eso. ¿Por qué me hablas de fechas como si nuestro amor pudiera tener una fecha de caducidad?
—¿Nuestro… amor? No vas a distraerme con eso. El acuerdo ha terminado—dijo, mirándola fijamente a los ojos—. ¿Por qué no lo entiendes?
—¡Esto que sentimos no tiene nada que ver con el acuerdo! ¿Por qué lo sacas a relucir justo ahora?
—Porque ha terminado, Carla. Esta es nuestra última noche juntos, tal… como acordamos.
—Pero…—se negaba a creer que eso era todo—. Tú y yo…
—¿Qué es lo que pensaste? ¿Qué es lo que creías que iba a suceder cuando llegara la fecha? Carla, llegamos a un acuerdo.
—¿Y estos tres años qué? ¿Cada cosa que hiciste fue porque el maldito contrato lo decía? Porque yo no lo recuerdo de ese modo.
—Lo que pasó en esos tres años no tiene importancia. Se han cumplido. Voy a…—las manos de Damián abandonaron el cuerpo de Carla y su cuerpo se retiró ligeramente del suyo—. Te vas a enterar de todos modos, así que prefiero decírtelo ahora mismo, que lo sepas de parte mía, no tengo por qué ocultarlo.
—¿Ocultarme qué? ¿Qué es lo que sucede? —su voz salía desesperada.
—Voy a comprometerme con Regina Velasco, era algo pautado al terminar nuestro acuerdo, nunca tuve intenciones de que esto se extendiera más de lo acordado.
Ella se quedó sin aliento al escuchar los planes que tenía Damián, se estaba separando de ella para casarse con otra mujer. Y lo decía como si fuese nada.
—Tenías… Tenías otros planes luego de estos tres años juntos, ¿y hasta ahora me lo dices?
—No te debía ningún tipo de explicación, Carla. Esto no era más que un acuerdo.
¿Cómo podría decirle a aquel hombre que esperaban un hijo juntos si para él ella no fue más que un papel con fecha de caducidad?
Llevaba a su hijo en su vientre y el día que pretendía darle aquella hermosa noticia, él decía que todo no era más que un acuerdo. Y se uniría a otra mujer.
Había otra mujer en la vida de Damián.
“¿Cómo fue que no lo vi antes?”
¿No la amaba? ¿Aquellos años no significaron nada para él? Claro que no, iba a comprometerse con otra mujer, sin importarle lo que sintiera ella o que aquellos años que compartieron fueron especiales, no un acuerdo con fecha de caducidad, sino amor, una relación verdadera, cargada de sentimientos y bellos momentos.
—¿Es que no sientes nada por mí? ¿No han significado nada para ti estos tres años? ¡Tenemos una relación! Algo hermoso a lo que podemos aferrarnos. Por favor, Damián, no te cases con esa mujer.
—Mi compromiso con ella es importante, Carla.
—¿Yo no soy importante, Damián? ¿Eso es lo que quieres decirme? —cada vez se sentía más herida, humillada, sus sentimientos pisoteados sin piedad.
—Voy a casarme con ella y no pretendo cambiar de opinión, Carla—dijo, tajante—. No hagas esto más complicado de lo que ya es. Cumple con tu parte… así como yo cumplí con la mía y no te atrevas a hacer de esto un proceso difícil. Esto ha terminado.
—Bien… Parece que tienes muy claras tus prioridades—respondió Carla, su corazón sangrando al ver que ella no era importante para él, mucho menos lo sería el hijo que ella llevaba en su vientre. ¿Cómo decírselo luego de saber lo que él pretendía? Se iba a casar con otra mujer, los años a su lado parecieron no significar nada, absolutamente nada—. Pero sigo sin creer que esto solo será un acuerdo, me niego a creer que no sentiste nada durante estos años. Pensé que me amabas, ¿y cómo es que pude ser tan tonta? Tú no sentías nada, Damián.
—¿Quieres hablar de sentimientos? Hay cosas… más importantes que los sentimientos, Carla—dijo, agregando otro motivo para que ella no le dijera nada. Las manos de Damián se apoyaron en el sofá antes de ponerse de pie; le dio la espalda cuando vio el rostro de Carla lleno de lágrimas—. No finjas que no lo sabías, esto iba a pasar, tenía que suceder. Fue hermoso, no puedo decir lo contrario, pero… llega a su fin, Carla. Pasa mañana por mi oficina para que firmes los papales del divorcio, necesito que esto se haga cuanto antes. No tengo tiempo que perder.
—Claro, necesitas deshacerte de mí lo más rápido posible.
—Cumpliré con mi parte y tu recibirás lo acordado.
—¡No quiero nada de ti, Damián! Nada.
Dio media vuelta y se encerró en la habitación, su cuerpo cayó en la cama mientras sus manos ahogaban su llanto.
Él la dejaba.
Se iba a casar con otra mujer, sin importante lo que sentía por ella o las cosas hermosas que habían vivido juntos.
¿Tres años no eran nada? Lo fueron todo para ella y nunca pensó que podría acabar, mucho menos cuando estaba embarazada.
Damián entró a la habitación, la vio acurrucada en la cama mientras lloraba, y se acercó a ella.
—Quiero que dejes la casa mañana mismo—dijo Damián—. Te asignaré una, junto con lo pactado en el acuerdo, cumpliré con mi parte, Carla. No te hará falta nada, de eso no puedes preocuparte. Soy un hombre de palabra.
¿La echaba de la casa?
—Si tanto quieres que desaparezca de tu vida, no tienes que decirlo más, me iré de esta casa ahora mismo—se puso de pie y empezó a empacar sus cosas, Damián no dijo ni una sola palabra y eso dolía más para Carla.
Hizo la maleta y se dirigió hacia la puerta, él fue detrás de ella, el corazón de Carla latía con mucha prisa, esperando a que él dijera algo, escuchó sus pasos seguirla, pero no hubo palabras dichas por él, la puerta fue abierta por la mano temblorosa de Carla, mientras mirada la maleta y pensaba en esos tres años, ahora reducidos a nada, a una fría despedida con algo tan importante que llegaba a su fin. Y el fruto de su amor que ahora creía en su vientre.
El hombre al que amaba y por el que también se sintió amada, ahora la sacaba de su vida como si nada.
Carla jamás esperó sentirse tan herida, sentir tanto dolor ocasionado por el hombre que le había dado los tres mejores años de su vida y ahora un bebé crecía dentro de ella, uno que no tenía idea de cómo su padre se estaba desprendiendo de ellos.
Sintió la mano de Damián en su hombro y ella se giró con una sonrisa temblorosa, anhelando que él dijera algo, algo que la hiciera creer que todo había valido la pena y que su relación, junto con el bebé que había en su vientre, tendrían un hermoso futuro.
—No olvides pasar mañana para que firmes los documentos—aquello fue lo último que Carla escuchó, quedando demostrado que a él ella no le importaba nada, ni esos tres años o… la posibilidad de saber que en su vientre había un hijo suyo.
Salió de aquella casa con el corazón destrozado.