Un vistazo

1903 Words
Seren Londres... Esté amor, me llevara a la ruina algún día, sonrío para mis adentros y sé que eso jamás pasara, se suponía que solo vendría por una pieza que vi en Bonhams, resulta que me llego la información sobre un secretero de la familia de los Bonaparte. Es algo que deseo obtener, se rumora que su precio subirá como la espuma, pues la voz se corrió y ya no es ninguna sorpresa, solo espero poder obtenerlo primero. Mis contactos ya se han comunicado conmigo y están dispuestos a desembolsar cualquier cantidad con tal de obtenerlo, así que en esta ocasión seré intermediaria, no sin antes poder verlo, tocarlo, examinarlo y fotografiarlo para catalogarlo entre las piezas que han pasado por mis manos. Salgo de mi habitación del hotel, corro para entrar en el ascensor, no quiero esperar que se me hace tarde, viene ocupado por hombres de rasgos de oriente, los del frente hacen muecas por mi intromisión en su espacio, —Ya está muy lleno, espere el siguiente —dice uno de ellos. Mi cara refleja molestia y re acomodo mis gafas que por la carrera se deslizaron por mi nariz —pero el límite es de 12 personas —le respondo, viéndolo a los ojos. Una voz muy masculina dice —está bien, déjala entrar —entre cierro los ojos, doy unos pasos y me acomodo, ni que les perteneciera pienso. Un silencio se cierne luego de que presiono el botón de la planta baja, tan solo se abren las puertas, salgo de prisa, necesito tomar el primer taxi, no importa que tengo un registro previo en Christie´s debo llegar pronto para sondear y ver quiénes serán mis contrincantes. Una vez verificado el depósito de garantía me entregan mi paleta con el número, lo guardo en mi bolso y me dispongo a ir a observar los artículos que estarán en subasta. Solo veo brokers conocidos y alguno que otro asistente ejecutivo que supone que podrá llevarse algunas piezas, así de ingenua era yo cuando empecé en este mundo, no basta con tener el dinero para comprar los artículos, se necesita más que eso. Quede enamorada de un par de pendientes y un collar exquisito, ¡por Dios! Contrólate me digo, bueno, si me sobra me los compro. Todo va de maravilla, algunas piezas menos importantes salen primero y espero pacientemente para que saquen el bendito mueble, empieza en $150,000, sube hasta los $195,000, es momento de empezar a jugar, levanto mi número, alguien levanta, otro más, en línea alguien más puja. Odio a esos al teléfono o en línea, alguien termina llevándoselo por $248,000. Bueno, espero por las siguientes piezas, me sumerjo en una batalla de obtenerlas a cualquier precio, veo al sujeto con el cual me las disputo y recuerdo que era uno de los del elevador, no se rinde, así que envió un mensaje rápido y listo. Al terminar voy a verificar que se realicen las transferencias correspondientes eh informar la forma de entrega. Esto es digno de celebrarse, regreso a mi hotel y me dirijo al bar, antes de darle rienda suelta a mi pequeña victoria, le marco a Tony quien fue el que acaparo algunas líneas, amo a este sujeto y sus habilidades. —Muy bien, felicidades…, mereces un gran cheque, por supuesto, la siguiente tú vendrás al glamour como lo llamas. Una mesa para degustar algo de su cocina, beber con el estómago vacío sería tonto, las bebidas son bastante novedosas y de nombres chistosos, pero con bastantes grados de alcohol, qué más da, me doy una palmadita permitiéndome relajarme. —Disculpe, ¿es usted Serena Ward? —pregunta un hombre al cual no le presto mucha atención. —Lamento interrumpirla, pero me gustaría comprarle las piezas que adquirió en la subasta. —Mal momento, apenas estoy celebrando el haberlas obtenido, como para venderlas sin que toquen mis manos —lo veo marcharse, pensé que sería más difícil de disuadir. Limpio mi plato y pido que me traigan postre, el contraste de las bebidas con algo dulce es fantástico. —¡Buenas noches! — una voz muy grave me interrumpe, volteo a mis espaldas que es de donde viene. Lo observo y veo su cara muy seria, pero ello no le quita el atractivo, ojos azul grisáceos, una mirada penetrante enmarcada por unas cejas tupidas, luce joven, sus rasgos son una mezcla de medio oriente y algún país nórdico, una barba cuidada, pero abundante, su rostro es alargado y anguloso, una nariz larga y recta. Luce impecable en un traje gris Oxford, su fragancia es apabullante, grita una presencia imponente, sándalo, cardamomo y tabaco inundan mi olfato. Da largos pasos, ya que su estatura que debe pasar el 1.85 se lo permite, al ver cómo estoy escudriñando su apariencia, me sonríe, nada que llegue a sus ojos, es más bien algo que hace con frecuencia. —¿Puedo? —hace ademán a la silla frente a mí. —¡No!, cualquier cosa que deba decir puede hacerlo de pie, para que se retire más rápidamente —ahora soy yo la que le sonríe imitando su forzada sonrisa, él me mira como exasperado y se sienta. Tuerzo los ojos. —Soy Kamal Ayad, hace un momento mi subordinado le pidió nos venda las piezas que gano en la subasta —aparece mi postre y el mesero le ofrece la carta, la tomo antes de que este la llegue a tocar. —Eso es todo, gracias —le indico al mesero. El sujeto me ve como si le acabara de hacer una grosería. —No están en venta —pretendo probar mi postre, cuando veo desaparecer el plato, a la vez que se acerca un mesero y le trae una bebida a mi interlocutor, quien le da un trago. —¿Cuál es la razón?, estoy dispuesto a pagarle una cantidad generosa. —Ya tienen dueño y antes que todo me gusta apreciarlas por un tiempo antes de entregarlas —me ve raro. —Estoy interesado en la gargantilla que adquirió, para usted es una pieza más; en cambio, para mí tiene valor sentimental, así que sea empática y hágame el favor de vendérmela. —No es mía la decisión de venderlas, y antes de que pregunte no puedo revelar quien es el dueño —estiro la mano para recuperar mi pastelito, en un abrir y cerrar de ojos toma un tenedor y lo clava con fuerza en el postre provocando que el plato se rompa en dos, el tenedor queda clavado en la mesa. Cierro la boca, pues no esperaba ese comportamiento a la vez que retraigo mi mano. —¿Pretende intimidarme?, eso no funcionará —levanta una ceja y se queda analizándome por un instante. —¿Chica ruda?, ¡eh!… Me agrada, ¿qué le parece una apuesta? —niego. —Le conviene que esto se realice en términos medianamente amigables —sus ojos se ven vacíos, nada, ni pizca de emoción. Sé que eso es locura y de un grado peligroso, por supuesto que puedo arreglármelas, pero siendo Serena no debo armar jaleo. —¿Qué tiene en mente? —Muy inteligente, hagámoslo simple, escoge algún juego, dos de tres. —Reglas normales, no trampas, ¿cumplirá su palabra si pierde? —le cuestiono, soy muy hábil, así que tengo una alta probabilidad de ganarle. Nos traen cartas, pero al ver esto el encargado del bar sale para decirnos que no podemos jugar, pues no lo tienen permitido, propone ir a su habitación, que por supuesto no acepto, puedo someterlo si intentara algo, pero no hoy, no aquí. Busco un pub en donde les dé lo mismo si jugamos cartas, nos dirigimos al lugar y veo como lo siguen varios hombres. —Deje a sus hombres, acaso me cree capaz de infligirle daño —hace un ademán y los hombres se quedan. Un sitio donde igual beben, juegan en mesas de billar, música en vivo, nos hacemos con una mesa y comienza el juego, las bebidas fluyen y las partidas no cesan porque el tal Kamal es bueno y siempre empatamos, luego de dos horas. —Cambiemos, esto ya me aburrió —él asiente y vamos a los dardos. Ni siquiera el whiskey ha podido quitarme la puntería, y él tampoco falla, vamos que ni piedra, papel o tijeras puede decidir un ganador, con la ligereza que nos da el alcohol en el sistema, se empieza hacer más agradable. La plática fluye hasta parecemos amigos, perdemos el interés en el juego y una canción que tenía años que no escucho es interpretada, lo que me hace cantarla. Atraigo a Kamal para que me acompañe, pues mi entusiasmo se apoderó de mi ser, me sigue la corriente. —¿Cómo se llama? Me gustó mucho. —The Silence de Manchester Orchestra —le informo. Nuestra atención regresa a la apuesta y tomamos una mesa de billar, no se me da mucho, pero en este estado de embriaguez me siento invencible, hace calor por lo que me des abotono un poco la blusa, tomo el taco y sin mucho cuidado le doy y meto dos bolas de un solo tiro. —¡Caramba! Eso nunca lo había hecho. Kamal que está mejor que yo, hace tiros sin ningún error, ganándome una partida, así que pongo mi mejor esfuerzo en la siguiente, cuando por fin ya no lo puedo soportar, pues los de otra mesa han estado repetidamente tropezando, tocándome y es que parecía obvio si el lugar es reducido, pero que posaran su mano en mi nalga. Volteo lista para partirle la jeta al sujeto, pero antes ya lo tiene con la espalda contra la mesa Kamal, quien lo sujeta por el cuello, le da un puñetazo que le rompe la nariz y brota sangre. Lo sujeto del brazo —¡ya! Con eso fue suficiente —me cuesta hacer que lo suelte, sus compañeros están listos para intervenir, pero tomo el taco y lo muevo en el aire, haciendo que desistan. Nos vamos a la barra para cerrar nuestra cuenta, Kamal paga, salimos sin haber esclarecido quien demonios gano la apuesta. Llegamos en un taxi al hotel a pesar de ser solo unas cuadras, pero al ser tan tarde todo se ve solitario, por mi parte hubiera sido muy bonito ver la quietud de una ciudad como esta. En su cuarto, intentamos una última vez con dados, lo siento todo muy silencioso, así que prendo la televisión, busco música por internet y sé que de vez en cuanto pierdo la cordura, pues me paro a bailar y cantar. … Abro un ojo porque me molesta la luz, me revuelvo en la cama, se siente raro, termino de despertar, me levanto como resorte, observo que llevo la bata de baño, hecho un vistazo dentro de esta y no veo mi ropa, de ¡hell!, ¿qué hice? No recuerdo ni mierda, solo me punza la cabeza, no veo mi ropa por ningún lado, ¿y mi maleta? Salgo de la recámara para encontrar un feo lugar medio destruido, camino entre los destrozos, hasta que en la barra veo mi bolso, justo lo que buscaba, lo abro y agradezco que todo esté en su lugar. Me aproximo a la caminata de la vergüenza, salgo del lugar, agradeciendo que sea el mismo hotel, bajo unos pisos por las escaleras y llego a mi habitación.
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