¿Estás segura?

1497 Words
Elizabet ambas miraban la mancha de malteada en mi blusa. Me arrastraron a la habitación, y dejé que eligieran mi atuendo, ya que no tenía ánimos de arreglarme; si por mí fuera, me iría con este atuendo. Lo único que quiero es olvidar ese recuerdo que lástima el alma. Sin embargo, ellas me arreglaron como si fuera a una fiesta. Vestido oscuro arriba de mis rodillas, escote en la espalda, zapatillas, cabello ondulado, labial y rubor. Salimos de casa y en minutos llegamos al lugar donde cambiaría mi destino: es una pena que tengo el ánimo por los suelos; de no ser así, disfrutaría este sitio. Al llegar a la barra pedimos unos martinis. Lo único que quiero es perderme en el alcohol y olvidar por un momento mi situación, con la cual no sé cómo lidiar. Las chicas no dejan de hablar. Sé que solo lo hacen para distraerme y no piense en lo ocurrido, pero me es imposible. Con cada trago caen lágrimas involuntarias que no puedo controlar. De repente, estoy en medio de la pista, dejándome llevar por el ritmo de la música. Mientras me sumergía en las luces y los sonidos, una sensación extraña me recorrió. Sentí como si alguien me estuviera mirando fijamente. Decidí regresar a mi lugar en la barra, pidiendo otro trago. A pesar de volver, esa sensación no desapareció. De pronto, las chicas se acercaron de nuevo entre risas y bromas para animarme. Charlábamos cuando un sonido rompió el ambiente: un teléfono vibrando. No era el mío, ya que había estado en modo silencio por horas. Volteamos y vimos a Emily, pálida y mirando su pantalla. Sus ojos, brillantes, de repente se llenaron de lágrimas. Sabíamos que estaba atrapada en una relación tóxica y prohibida con el “idiota”, como solíamos llamarlo. Era un hombre casado y su relación era un torbellino de emociones que la dejaba destrozada. Emily era un enigma, siempre reservada, guardando sus tormentas con obstinación. Lo poco que sabía era gracias a Nicole. Respetábamos su silencio y tratábamos de ofrecerle apoyo sin ser intrusivas. La vimos alejarse para contestar la llamada, con pasos inseguros y una tristeza palpable. Minutos después, regresó. —Chicas, lo siento, tengo que irme —dijo, tratando de contener las emociones. Sabemos que detenerla es inútil. Se fue, pero no sin antes hacerle prometer a Nicol que no me dejara beber más, porque tiendo a perder el control. —Eli, te quiero muchísimo y odio verte, así —dijo frente a mí. Sus palabras se convirtieron en llanto en mis ojos. Me levanté para abrazarla y, al hacerlo, esa corriente eléctrica que me eriza la piel volvió a recorrerme. Emily se despidió, sus palabras resonando dolorosamente en mis oídos. Entonces Nicol comenzó a hablar. Tras unos cuantos tragos, el alcohol me llevó a un mareo desconocido. Aun así, seguía siendo consciente de cada una de mis acciones. Lo que realmente me agotaba era esa sensación intermitente de vacío que no podía sacudirme. Decidí buscar esa mirada intensa que me erizaba la piel, y la encontré. Él estaba sentado al fondo. Su rostro era un misterio en la penumbra, pero sus ojos ardían con una intensidad magnética. Aun así, mantuve la mirada; sabía que él hacía lo mismo. Lo vi levantarse, y caminar hacia mí. Se desliza entre la multitud, como un espectro. Sus ojos oscuros son un misterio, su cabello n***o es indomable y enmarca su rostro como una sombra. Una barba muy bien afeitada que le da un aire de cuento, labios que sugieren historias no contadas, y una mandíbula cuadrada que habla de fortaleza y determinación. Sus cejas y pestañas son tan densas que sus ojos parecen esconder secretos inconfesables. Alto como un roble, hombros fuertes que se dejan ver a través de la tela ajustada de su camisa. Es, sin duda, una figura mitológica, divina, imposible de ignorar. Él serpentea hacia mí y mis pies, hechizados, querían encontrarlo, hasta que se desvanece entre la marea humana. Una voz familiar me saca de mi ensueño. Mi amiga, como una hada madrina interrumpiendo un sueño encantado, dice: “Cariño, necesito ir al tocador, espérame un segundo”. En cuanto ella se va, hago una señal al bartender para otra bebida. La tomo como si fuera un elixir mágico, que inevitablemente desata una serie de recuerdos dormidos. Flashback Estoy en el baño, agarrando una prueba de embarazo, con los ojos cerrados y el corazón a mil por hora. Espero ese dichoso resultado y, cuando el tiempo se cumple, abro los ojos: ¡Positivo! —Nena, ¿todo bien? ¡Los nervios nos están comiendo vivos! —dice Nicol, tocando la puerta. Salgo del baño con los ojos llenos de lágrimas de emoción. Nicol ya no aguanta más y me arrebata la prueba de las manos. Con un grito emocionado, le avisa a Emily que van a ser tías. Nos reímos con su reacción. —Serás la mamá más hermosa del mundo, y yo tan afortunado de estar contigo. ¡Te amo! —me susurra Liam, cuando yo aún era el amor de su vida… Fin del flashback Esas palabras fueron las que me obligaron a pedir otra copa. —Si sigues bebiendo así, mañana tendrás una fuerte resaca —resonó una voz profunda y masculina a mis espaldas. Era él, deslizándose con una elegancia innata hacia el asiento vacío de Nicol. Su presencia se sentía como una corriente eléctrica en mi piel. —Lo sé. Eso es precisamente lo que busco —confesé, sin apartar la mirada de mi vaso. —En ese caso, déjame invitarte el siguiente trago —propuso con una sonrisa enigmática que termine aceptando. —Si tu intención es emborracharme para llevarme a tu cama, estás muy equivocado. No vine sola —respondí, aunque mi voz temblorosa delataba mi duda. No podía dejar de mirarlo, y al hacerlo, un torrente de arrepentimiento inundó mis palabras. —Alguien ha tenido un día difícil, por lo que veo —expreso. Él tiene razón, este día fue una mierda. Sus palabras trajeron a mi mente dolor y coraje. Me siento frustrada, ¡quería entenderlo!, pero al mismo tiempo quería matarlo. Mis lágrimas amenazan con salir de nuevo, no pude responder nada. Sentí que, si hablaba, rompería en llanto. Él continuó hablando, ajeno a mi silencio. —No acostumbro a llevarme a nadie a la cama sin su consentimiento… Aunque, si seguimos bebiendo de esta forma, pensaré que es usted la que quiere llevarme a la cama —bromeó. Su comentario me molestó un poco, así que, despegué mis ojos de este engreído y su hermoso rostro. «Aunque no era mala idea sentir otra piel, otros labios y los de él me estaban tentando. Aparte, el maldito de Liam lo merece», pensé. Después me dije a mí misma que no, que no pensara estupideces, que dejara de hablar con este hombre que me hace pensar de esa manera. De modo que giré mis ojos, intentando dejar de verlo, pero no pude, por impulso, vuelvo a él sin decir nada, pero él no se calla. —Siéntete en libertad de llorar. No sé cuál sea la causa, pero usted le debe de sonreír a la vida, aunque esta sea una mierda —manifestó. Eso fue detonante para mi corazón, porque de inmediato comencé a llorar. Me recargué de la barra para cubrir con mis manos mi rostro. De repente, sentí girar mi silla y sus fuertes brazos rodearon mi cuerpo. Me sentí tan tranquila y segura que solo apoyé mi cabeza en su fuerte pecho. Tenía mucho que no me sentía así. No sé si por el alcohol, me aferré a su cuerpo como si fuese mi ancla en medio de la tormenta. Después, elevó mi mentón, asegurándose de que me perdiera en el abismo de su mirada. —Si estuviera en mis manos, haría lo que fuera para que no pases por lo que sea que estés pasando —confesó, susurrando palabras cargadas de sinceridad. Mis labios se encontraron con los suyos en un impulso irrefrenable; no pregunten por qué, puede que el alcohol tuviera algo que ver. En un océano de emociones, nuestras lenguas se entrelazaron, sus manos recorrieron un sendero ardiente hasta mi cintura, y mis dedos se refugiaron en la suavidad de su cuello. Poco a poco, sus brazos fuertes me envolvieron, amarrándome con una pasión desenfrenada, hasta que la realidad se impuso y nos separamos bruscamente. —Creo que esto no está bien, los dos estamos más que ebrios… Lo mejor será que me vaya, o temo que no podré parar —confeso con una mirada cargada de pasión. —Entonces no pares —rogué con desesperación ante sus ojos. —¿Estás segura? No te arrepentirás —susurró, como un hechizo que me atraía más. Sin pensarlo, tomé su mano y salí del lugar, dispuesta a todo. «Aquí es cuando dicen que el alcohol toma las riendas y nos lleva a cometer locuras»…
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