De principio a fin

1428 Words
Elizabet Cuando llegamos al coche, me acerqué sin dudarlo. Apenas él subió, volvió a preguntarme con una intensidad latente en su voz: —¿Estás segura? En cuanto arranque, no habrá vuelta atrás. Serás mía —sus palabras vibraban con una mezcla de codicia y deseo. El simple sonido de su voz me erizó la piel. Todo lo demás desapareció. Incluso olvidé a Nicol, que dijo que iría al baño y nunca volvió. Ahora estoy aquí, en el coche de un desconocido cuyas palabras me hacen temblar, anhelando el roce de sus caricias. Respondí aturdida, no solo por el alcohol y mi dolor, sino por esos ojos fulminantes que me devoraban con solo mirarme. —Sí, arranca el coche —susurré, tratando de que mi voz sonara firme, aunque mi corazón latía a mil por hora. Encendió el motor y nos pusimos en marcha. No podía apartar mis ojos de él. Era increíblemente atractivo, y su pose al volante exudaba una seguridad arrolladora que me hacía sentir débil. No paraba de babear por él. —Si sigues mirándome de esa manera, temo que nunca llegaremos a nuestro destino —comentó con una sonrisa traviesa, mientras deslizaba suavemente su mano por mi pierna, subiendo con una lentitud exasperante, acariciando con una suavidad que me hacía estremecer. Acarició con suavidad esa pequeña imperfección, y no pude evitar estremecerme hasta dejar escapar un gemido. Solo cerré los ojos y dejé que sus caricias siguieran por ese camino equivocado. Después de un rato y unas cuantas caricias más, detuvo el auto. Llagamos al lugar donde cambiaría todo. Me abrió la puerta y bajé, quedando frente a él. Mi respiración se aceleró con su cercanía, y sentí un escalofrío con su intensa mirada de ojos oscuros. Extendió su mano y, sin pensarlo, la tomé. En cuanto lo hice, me jaló hacia él, rodeando mi cintura con sus manos. Yo puse mis brazos alrededor de su cuello y lo besé, nuestras lenguas se entrelazaron provocando sensaciones inexplicables. El beso se hizo más profundo y nuestros cuerpos estaban tan juntos que podía escuchar sus latidos. Mis manos recorrieron su cuerpo y sentí cómo se estremecía bajo mi tacto. Luego, sus manos se deslizaron lentamente por mi espalda y me levantó en un movimiento sosteniendo fuertemente mis glúteos. Yo respondí rodeándolo con mis piernas. En esta posición, sentí la intensidad de su vigor, una sensación que despertó cada fibra de mi ser. Nos unimos como si fuéramos dos almas convergiendo en una sola, solo nos separamos el tiempo justo para tomar aire. Rápidamente, ya estábamos en una habitación. Me soltó suavemente de sus brazos, y nuestras miradas, cargadas de codicia, comenzaron un diálogo silencioso. Con un gesto lento y decidido, empezó a deslizar mi vestido, primero quitando los tirantes para descubrir mi pecho. Sentí mi piel arder bajo sus caricias, paralizada ante la desnudez que me envolvía. Cada beso en mi cuello era un susurro que rogaba por no detenerse. Rodeó mi cintura con una dulzura que me hizo estremecer, y cuando finalmente deslizó mi vestido por completo, retrocedió un paso para contemplar mi cuerpo. Sus ojos hablaban de un deseo incontrolable, recorrió mi espalda con un dedo, como si estuviera dibujando sobre mi piel. —Eres absolutamente hermosa, voy a besarte de principio a fin. Serás mía.— susurró, sus pensamientos envueltos en una promesa. Se acercó de nuevo y mientras nos besábamos con fervor, empecé a desabotonar su camisa. Y claro, era imposible no notar cómo su cuerpo, esculpido con la perfección de una deidad, invitaba a mis manos a explorar cada rincón de su piel. Me tumbó suavemente en la cama y, con una lentitud que encendió cada parte de mí, comenzó a despojarme de mi ropa interior. Dejándome completamente desnuda, empezó a desabrochar su pantalón, para quedar igual que yo, como Dios nos trajo al mundo. Inició con besos suaves en mis pezones, mientras su mano exploraba mis rincones más íntimos, arrancándome gemidos de placer. Luego, decidido hacerme suya sin tener piedad de mí, me penetró de una sola estocada, haciéndome retorcer de placer. Sus caricias eran fuego, recorriendo mi piel con sed insaciable, como si no existiera un mañana. Navegaba en mi cuerpo, haciéndome vibrar una y otra vez, sin descanso. Sus manos me recorrían con delicadeza, pero llenas de fervor. Su lengua húmeda sobre mis senos me derretían, convirtiéndome en mar; sus movimientos sólidos me hacían gemir más con cada estocada. Éramos insaciables. Me hizo sentir viva, deseada. Me hizo su mujer. Después de tanto tiempo, olvidé mi dolor y la carga que aplastaba mi corazón… **Nicole** Acababa de salir de un juicio y, en cuanto me desocupé, lo primero que hice fue revisar mi teléfono, que no paraba de vibrar incesantemente. Siendo abogada, no es profesional atender llamadas en medio de una audiencia. Tenía múltiples llamadas perdidas de Liam, Eli y Emily. Decidí llamar a mi amiga Elizabeth primero, pero al no obtener respuesta, llamé a Emily, que respondió de inmediato. —¡Por Dios! ¿Dónde te habías metido? ¡Te he llamado cien veces! —exclamó con desesperación. —Lo siento, querida. Estuve en un juicio —respondí, intentando calmarla. —Necesito que vengas, ¡Eli está mal! —dijo Emily, visiblemente alterada. —¿Qué le sucede? ¡Explícate! —dije preocupada. —Al parecer encontró a Liam con su asistente… —respondió Emily, dejándome atónita. —¡Qué! ¡Maldito! Sabía que esto pasaría en cualquier momento. Voy para allá —contesté decidida. Colgué y me puse en marcha de inmediato. Llegué y encontré a Eli dormida en el sofá. Emily me contó lo sucedido, y una ola de ira contra Liam me invadió. Quisiera tenerlo frente a mí y darle una buena paliza. Sin embargo, también noté que Emily está sumida en una profunda tristeza. He intentado ayudarla de mil maneras distintas, pero todo resulta ser en vano. Desde que está en esa relación, se ha distanciado de nosotras, temiendo que la juzguemos por estar con un hombre casado. ¡Ese tipo es un completo idiota! Elizabeth se despertó con nuestros murmullos. Siempre que se siente deprimida, su solución es un trago fuerte. Y, sin más preámbulos, la apoyo, porque sé que necesita desahogarse. Nos encargamos de ella, quien estaba hecha un desastre. Salimos rumbo al club y, al llegar, pedimos unos tragos y tratamos de entretenerla con pláticas, intentando distraerla de su pena. Pero fue en vano, así que la llevamos a la pista de baile. Sin embargo, minutos después regresó a la barra, abatida. Nada parecía animarla, solo quería seguir bebiendo. Emily se tuvo que ir después de recibir una llamada que la puso aún más triste. Me pidió que no dejara a Eli beber más, y tenía razón. Pero, por más que intentaba hacerle conversación, ella seguía bebiendo. Después de unas cuantas copas, mis ganas de ir al baño aumentaron. Le pedí a Eli que me esperara y me dirigí al tocador. Hice mis necesidades, y al salir del baño, mi teléfono comenzó a sonar abruptamente. Contesté de inmediato, pues era una llamada de trabajo. Sin poder ignorarla, me vi obligada a regresar al baño, echando un vistazo rápido a Eli, quien seguía bebiendo sin parar. Atendí la llamada con el eco de los azulejos como fondo, y aunque traté de ser rápida, demoré más de lo que me habría gustado. En cuanto colgué, salí del baño y noté a lo lejos que Eli había desaparecido. Harta de buscarla y llamarla a gritos, decidí recurrir a Emily. Tras dos intentos, Emily respondió, y no pasó mucho tiempo antes de que ambos, ella y Liam, llegaron apresurados. Cuando los vi, estallé. Mis emociones se desbordaron y recibí a Liam con un par de cachetadas acompañadas de reclamos furiosos. Emily intentó intervenir. —¡Nicole, basta! —gritó, llena de preocupación y autoridad—. ¡Por culpa de este idiota, mi amiga está borracha y perdida! —grita, fuera de control. —¡Yo fui quien lo llamó! Nos hace falta encontrar a Eli, necesitamos toda la ayuda posible, y él es su esposo, después de todo —exclamó Emily con desesperación. Respiré hondo y traté de calmarme. Sabía que Emily tenía razón; era urgente hallar a Eli. Buscamos por todo el lugar, preguntamos a los empleados, pero no supieron decirnos nada. Decidimos ir a nuestras casas pensando que estaría en una de ellas, pero al llegar a mi apartamento y ver que no estaba, decidimos esperar en casa para ver si llegaba. Así pasé toda la noche y Eli nunca llegó…
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