— ¿Qué pasa? ¿Está todo bien? — ha preguntado Janeth, abriendo una nueva botella de vino ante mis ojos.
Niego con la cabeza, bloqueo el celular y lo vuelvo a guardar en mi bolso, pues ese aparato no iba a ser una distracción para nosotras, ese momento que tan divertido se estaba poniendo, era nuestro momento de ser amigas, y nadie iba a venir a distraernos cuando tan bien la estábamos pasando.
— Nada, simplemente, he recibido un mensaje de texto de un número desconocido, pero no planeo contestarle a nadie ahora — contesté con decisión, viendo como Janeth volvía a llenar nuestras copas de vino con más vino.
— Mm, préstame tu celular, quiero ver — dijo Janeth, luego de haber servido el vino y haber dejado su botella aun lado del mesón de la cocina donde estábamos.
— No, ni creas. Deja eso ahí guardado — me negué.
Ella insistió, y cuando Janeth se ponía insistente, era mejor hacerle caso antes de que tomara otras consecuencias. Saqué el celular del bolso, lo desbloqueé, y ella se metió a revisar mi w******p con total confianza del mundo.
— Ah, ya veo porque no quieres usar el celular, el chico del restaurante te ha escrito y tú piensas que si le respondes ahora, pues le estarás siendo infiel a Enzo, y ¿Quieres saber mi opinión? Yo pienso que deberías de responderle al chico, está guapo, y la verdad, no pierdes nada con conocerlo, pues Enzo está haciendo justo eso que tú no quieres hacerle a él, y a él no le importa para nada cómo te sientes, entonces, no te preocupes por eso, y diviértete, conoce a este chico, y deja que el destino sea el que decida por ti lo que más te convenga — aconsejó Janeth.
En algunas situaciones, Janeth no era la mejor consejera del mundo, pero por esta ocasión, parece que si tenía razón, pues si a Enzo no le importaba en absoluto hacerme daño, romperme el corazón en mil pedacitos y echar a la basura tantos años de matrimonio que llevamos juntos, la verdad es que a mí tampoco tendría porque importarme que un nuevo hombre llegara a mi vida a destrozar todo lo que yo tenía si ya Enzo lo estaba logrando.
— Bueno, tienes un punto a favor, si Enzo tiene derecho a hacer lo que sea que esté haciendo con otras mujeres, yo porqué no puedo hacerlo lo mismo sin ningún resentimiento, ¿verdad? — contesté, agarré el celular, abrí la conversación, y Janeth y yo nos entretuvimos allí, pues le contesté el mensaje de buenas noches de Aaron, así se había presentado el hombre del restaurante mexicano para mí en cuanto me escribió.
La conversación con el hombre comenzaba a ponerse interesante, todo se nos hacía parecido a estar viviendo una buena película de romance, de esas que hablan de las relaciones que comienzan bien gracias a las r************* y que quieres conocer más en profundidad.
Todo marchaba muy bien, hasta que el hombre dejó ver su verdadera identidad ante nosotras, y me mandó un archivo de foto que al abrirlo, realmente nos sorprendió y terminó por prender mucho más nuestra fiesta.
Pues Aaron ha mandado una foto de él, estando completamente desnudo desde la cadera hasta los pies, dejándonos ver su gran bulto que se descansaba en medio de sus piernas.
— ¡Demonios! ¿Y de verdad pensabas no querer contestarle? Ahora, ¿Cómo le contestarás tú? — Janeth traviesa comenzaba a pronunciarse, todo por culpa del licor.
Yo me reí nerviosa, no sabía qué decir acerca de eso, pues es que la verdad, hace mucho tiempo que no vivía situaciones así, de mandar mensajes ardientes con otra persona, porque aquello nada más lo hice una vez, y eso fue con Enzo, cuando éramos novios y habíamos decidido tener nuestra primera vez juntos en el sexo.
Me sentía un poco extraña ante la idea de querer volver a experimentar algo s****l con alguien más, pues se suponía que entre Enzo y yo había mucha confianza como para este tipo de cosas, pero ese tipo de cosas entre nosotros se han perdido completamente, y si él era capaz de serme infiel con otras mujeres, yo también sería capaz de hacerle lo mismo para darle una lección.
— Ya vas a ver — le respondí a Janeth.
Dejo el celular sobre el mesón, me pongo de pie de la silla en la que estoy sentada, y de la nada, mis manos comienzan a quitar cada uno de los botones de mi blusa, tiro la prenda al suelo, y quedo únicamente luciendo mi brasier. Janeth abre los ojos de la sorpresa que se llevó en verme hacer esto.
— ¿Qué? ¿No piensas ayudarme a responderle el mensaje a Aaron? — le pregunté a Janeth luego de ver que ella se ha quedado sin palabras frente a lo que yo estaba por hacer.
— Eh… ¿Estás segura de que quieres hacerlo? — me cuestionó.
Yo me encogí de hombros, era increíble que ahora ella fuera la que me cuestionara por mis acciones, aun sabiendo que ella estaba de acuerdo en que yo hiciera lo mismo que hacía Enzo sin tener que arrepentirme de nada.
— ¿Qué no has sido tu la que me ha dicho que dijo que hiciera todo lo que quisiera hacer sin remordimiento? ¿Vas a ayudarme o no? — le insistí, comenzando a ponerme irritante porque aquellos eran uno de los efectos secundarios que provocaba el alcohol en mí.
— De acuerdo, si esto es lo que quieres, te ayudaré — respondió ella con resignación.
Sonreí, y entonces, comenzamos una sesión de fotos, una sesión de fotos que no fue nada común, más bien, me sentí posando para la cámara de un fotógrafo especializado en modelos webcam, Janeth se divirtió buscando las mejores formas de cómo hacer para que mis fotos se vieran geniales, algunas fotos fueron en ropa interior, y otras fotos fueron sin brasier, posando con mis senos desnudos, pero de la cadera para abajo, todo estaba cubierto por mi ropa todavía.
Mientras que volvía a vestirme, Janeth fue la que se encargó de mandar mis fotos al chat de Aaron, y cuando las mandó me avisó, dejó bloqueado el celular y puesto sobre el mesón de la cocina, y seguimos pasando una noche estupenda sin darnos cuenta de que las cosas para mí cambiarían de la noche a la mañana.
A las 7:00 de la mañana, el sonido del celular vibrando porque alguien estaba llamándome fue lo que me despertó, Janeth dormía a mi lado, más bien, parecía un muerto que respiraba todavía. A ella ni un temblor era capaz de despertarla para cunado dormía así tan profundamente. Y yo, con pereza de levantarme de la cama, me costó un poco, pero pude alcanzar el celular que he dejado en el nochero mientras dormía para contestar la peor llamada de toda mi vida.