RITUAL DE PURIFICACIÓN DE NOVIOS IDIOTAS
ZOE
—¿Zoe?—
Su voz corta el silencio de nuevo, pero mantengo los ojos cerrados con fuerza. Tal vez, solo tal vez, si deseo con todas mis fuerzas, esto resulte ser un sueño, y mi jefe no me encuentre realmente de pie junto a un bote de basura sosteniendo fotos desnudas de mi ex.
¿Pero cuándo alguna de mis peticiones se ha hecho realidad?
Mis amigas intercambian palabras amables con Adrián, ajenas a mi silenciosa súplica para que el suelo me trague entera en este momento de mortificación.
—¿Qué están haciendo ustedes afuera con este clima tan frío?— La voz de Adrián tiene un toque de diversión y sorpresa.
No puedes quedarte congelada como una estatua para siempre, Zoe. Tendrás que enfrentar esta vergüenza de frente.
Mientras me doy vuelta lentamente, un alivio momentáneo me invade cuando noto a sus guardaespaldas. Afortunadamente, están lo suficientemente lejos como para no ver los detalles de las fotos en mi mano. Así que, aunque probablemente aún me consideren loca, al menos no me etiquetarán como una pervertida.
Cuando mi mirada se posa en su rostro, está mordiendo el interior de su mejilla, intentando sofocar una risa. Hijo de puta.
Sus ojos pasan de mí a las fotos en mi mano antes de que rápidamente las oculte detrás de mi espalda. No hay manera de que no las haya visto. Maldigo las luces excesivamente brillantes del festival que parecen iluminar cada rincón oculto esta noche.
—Íbamos a entrar,— logro decir, metiendo las fotos de nuevo en mi bolso. No hay nada que pueda hacer para borrar esa sonrisa de suficiencia de la cara de Adrián esta noche.
Mis amigas entran al restaurante, y antes de que pueda seguirlas, Adrián me toma suavemente por el codo, deteniendo mi movimiento.
—No piensan ponerse borrachas además de esto, ¿verdad?— Inclina la cabeza hacia el contenedor de basura sin quitar los ojos de mi cara. —Si lo hacen, enviaré al chofer.
—Claro que lo harás. No vaya a ser que me enferme antes de tu entrevista, ¿verdad?
Por un segundo, su frente se arruga como si estuviera confundido, pero antes de que pueda sacar algo de eso, su rostro vuelve a tener esa sonrisa.
—Absolutamente. Así que cuídate, Zoe Briggs. Eres extremadamente valiosa para mí hasta la próxima semana.
Mientras Adrián se aleja, su sonrisa aún en el rostro, yo entro furiosa al restaurante. —Estás muerta, Po. ¿Cómo voy a volver al trabajo mañana y enfrentar a mi jefe?
—¿Qué quieres decir?— La mandíbula de Poppy cae mientras me mira incrédula. —¿No viste lo que acaba de pasar? Pedimos a un príncipe, y Adrián entró. ¿Quién más en esta ciudad es más "príncipe" que Adrián Blackwood?
—¡Dios mío!— Eden exclama.
—¡No puedo creerlo!— La voz de Adeline está llena de asombro.
—¿¡Están todas locas!?— Exclamo, alzando las manos al aire. —¡Adrián es lo opuesto a mi príncipe azul... si es que siquiera tengo uno!— Me dejo caer pesadamente en la silla. —Él vio esas fotos en mis manos. Seguro piensa que soy una pervertida o algo peor.— Gimoteo, dejándome caer de cabeza contra la mesa.
Imagino todos los escenarios posibles donde Adrián no me ridiculiza mañana, pero salvo que me atropelle un camión y termine en coma, no hay escapatoria.
*****
Arrastrando los pies, entro al edificio de oficinas.
Al pasar por todos los protocolos de seguridad para llegar al piso de Adrián, rezo en serio para que haya algún error técnico que me mantenga afuera, lejos de mi jefe. Pero claro, todo funciona perfectamente hoy, como cualquier otro día.
Ni siquiera me molesto en cambiarme los tacones por unas cómodas pantuflas de peluche esta mañana, sabiendo que él me llamará en cualquier momento.
¿Y alguna vez me he equivocado cuando se trata de mi jefe?
Al iniciar sesión en mi computadora, encuentro su correo electrónico en la parte superior de mi bandeja de entrada.
**De:** ADRIÁN A. BLACKWOOD
**Para:** ZOE BRIGGS
Me gustaría discutir algo urgente contigo. Ven a mi oficina tan pronto como recibas este correo.
- Adrián A. Blackwood
CEO, Blackwood Holdings &
Consejo de Administración, Mistique Inc.
Urgente, mi pie.
Ignorando el mensaje, me concentro en los correos realmente urgentes en mi bandeja de entrada hasta que el teléfono de mi escritorio suena.
—Zoe, ¿puedes venir aquí, por favor?— Su voz es una mezcla de miel y vino, una combinación dulce y peligrosa. El "por favor" suena menos como una solicitud y más como una orden.
—Si no es urgente, me gustaría revisar mis correos primero.
—¿Te perdiste mi mensaje? Como mencioné, esto es extremadamente urgente.
—No lo vi. Debe estar enterrado entre mis correos no leídos.
Adrián se ríe, enviando escalofríos por mi piel.
—Sabes que recibo notificaciones de lectura en mis correos, ¿verdad?
Hijo de puta.
—No pierdas tiempo, Zoe. Entra.
Termino la llamada, mis hombros caen con resignación. No hay escapatoria.
Agarrando una pluma y una libreta de Post-it sin preocuparme por el color, arrastro los pies hacia su oficina. Golpeo una vez la puerta, y entro para encontrar a Adrián reclinado en su silla, con su sonrisa de suficiencia intacta.
Por un momento, me quedo deslumbrada, olvidando que estoy molesta con él. Lleva una de mis corbatas favoritas, de un morado oscuro, con un elegante traje n***o y una camisa blanca impecable. Acerca la pluma a sus labios, el metal dorado brilla contra el rosa, y la B de su escudo familiar, llena de diamantes, destella.
Pero cuando frunce los labios, claramente saboreando mi incomodidad, el velo de lujuria cae de mis ojos. Enderezo los hombros y enfrento su sonrisa altanera.
Golpeo con fuerza la libreta de Post-it sobre su escritorio y planto mis manos firmemente a su lado. —Vamos, di lo que tienes que decir. ¿Quieres burlarte de mí? Hazlo.
Su sonrisa vacila, su mirada finalmente cae, y la sigo hasta la típica libreta amarilla de Post-it—el único color que casi nunca uso. Pero ahora soy como un espíritu salvaje e indomable. Ya he tenido suficiente de los hombres que confunden mi amabilidad con debilidad.
—¿Qué? ¿No tienes palabras? Déjame ayudarte entonces. Sí, estoy loca. Sí, estaba afuera de un restaurante familiar sosteniendo un montón de fotos casi desnudas. Y no, no tengo una explicación para mi comportamiento.— Mi garganta se aprieta, y desvío la mirada, incapaz de mirarlo a los ojos.
Un pesado silencio queda entre nosotros hasta que Adrián se levanta de su silla y se dirige al minibar. Vuelve con una botella de agua, un vaso y una de las servilletas de unicornio rosa y dorado que he estado guardando allí toda la semana. Después de llenar cuidadosamente el vaso hasta la mitad, lo coloca sobre la servilleta.
Un risa triste, que más bien suena a tos, escapa de mí. Él arquea una ceja, y yo le respondo con un encogimiento de hombros.
—Eres un control freak,— murmuro. —Estoy segura de que alguien como tú nunca se encontraría en una situación tan vergonzosa.
—¿Y de qué situación estamos hablando aquí?
—No sabía que eras tan denso, Adrián.— Entrecierro los ojos hacia él, lo que, por supuesto, no tiene ningún efecto sobre mi jefe. —¿De la que yo salgo como una pervertida? ¿Contento?
Desvío la mirada hacia la mesa, fijándome en su superficie lisa, incluso cuando él se recarga sobre su borde.
Puedo ver, por el rabillo del ojo, el suave tejido de sus pantalones pegado a sus muslos como una segunda piel. Gritan riqueza y poder.
—Nunca te tomé por una pervertida. Si tuviera que adivinar, tú y tus amigas estaban haciendo un ritual de purificación de novios idiotas.
¿Qué demonios?
—¿Cómo sabes eso?— Exclamo. —Pensé que era algo que Poppy inventó para animarme.
—Sabes que tengo una hermana, ¿verdad? He hecho todo tipo de locuras por ella, incluyendo invocar a la Madre Naturaleza y a la Diosa Suprema para una fogata.
—¡Dios santo! No puedo creerlo.
¿Este hombre puede ser más perfecto? De repente, siento celos de Maya y de cualquier heredera con la que Adrián esté destinado a casarse.
—Una cosa que no entendí. ¿Por qué estabas quemando fotos de él sin ropa? Según yo, las diosas no son selectivas con el nivel de desnudez.
—Definitivamente estás más informado sobre el tema que yo.— Cruzo los brazos. Pero cuando él espera mi respuesta, respiro hondo. —No es como si anduviera por ahí con una cámara, tratando desesperadamente de capturarlo desnudo. Él me las envió.
—¿Te envió fotos de su... paquete? ¿Incluyendo una en calzoncillos rosa?— Como siempre, la forma en que Adrián muestra sorpresa es solo un levantar de ceja, pero no me pierdo de su mandíbula tensa.
—¿Así que tú también viste eso?
—Fue bastante... imposible de ignorar.
Contrario a cómo pensaba que iría la mañana, de repente me siento mucho mejor. Pero luego recuerdo el mensaje de Jett de esta mañana con el asunto *"WOOD MORNING."* Afortunadamente, había una foto acompañante, esta vez con su... cosa oculta tras unos calzoncillos blancos.
—¿Envió más?— Adrián no espera mi respuesta y extiende su mano. —Muéstrame.
—No voy a hacer tal cosa.— No voy a avergonzarme más.
—¿Crees que me interesa él?
—¿Y tú?
—¿Qué?— Parpadea rápidamente, como si estuviera en shock.
—¿Te interesa él? Porque desde que trabajo aquí, no te he visto interesado en ninguna mujer.
—No, Zoe Briggs, no me interesa tu ex ni a ningún otro hombre, y preferiría no tener esta conversación nunca más. Pero cuando mi asistente quema fotos sin rostro de la... cosa de un hombre en un bote de basura público con sus amigas, debo preocuparme un poco. ¿Y si los medios piensan que soy yo en esas fotos?— Sus ojos azul hielo se estrechan sobre mí mientras mi estómago cae en picada.
—¿Q-qu qué?
Estoy sin palabras. ¿Eso podría pasar? Absolutamente. Pero en lugar de preocuparme por Adrián y mi reputación potencialmente arruinada, me pregunto cuán diferentes serían sus fotos. Estoy segura de que hay un paquete bastante... decente escondido detrás de esos calzoncillos L grises.
Antes de que mis ojos puedan desviarse hacia su entrepierna, Adrián aclara la garganta. Su sonrisa divertida me hace sonrojar. Es como si supiera lo que estoy pensando.
Saco mi teléfono del bolsillo de mi chaqueta, lo desbloqueo y me estremecí al ver otro mensaje de Jett. Ni siquiera me molesto en mirarlo y coloco mi teléfono en las manos extendidas de Adrián antes de desplomarme en una silla.
Toda trace de diversión desaparece de su rostro, y sus dedos deslizan la pantalla. Su mandíbula se tensa mientras coloca el teléfono sobre la mesa después de iniciar una llamada saliente.
—Adrián, ¿qué demonios? No quiero hablar con Jett.— Me sobresalto en mi asiento, mis manos van a presionar el botón de terminar llamada, pero se detienen en el aire cuando las de él lo sujetan.
—Y no tendrás que hacerlo,— gruñe, momentos antes de que la voz de Jett llene el aire.
—¿Zoe, eres tú, cariño? ¡Por fin! Gracias a Dios que me contactaste. Sabía que solo podías resistir mi encanto por un tiempo. Tú, mi ninfa obsesionada con el sexo...
Antes de que pueda gritarle a Jett que se calle, Adrián se inclina hacia adelante. —Mejor detente ahí mismo.— Su voz es más firme de lo que jamás la he escuchado. Tiene la fuerza suficiente para callar a una sala llena de gente, y mi ex no es la excepción.
Cuando Jett finalmente encuentra su voz, suena irritado y quejumbroso. —¿Quién demonios eres tú?
—No es asunto tuyo. Pero si te vuelvo a pillar contactando a Zoe, esas fotos desnudas de las que te sientes tan orgulloso estarán pegadas por toda la ciudad, y esta vez tu cara aparecerá en ellas.
—¿Cómo… cómo sabes sobre mis mensajes?— Hay sorpresa e incluso un miedo subyacente en sus palabras.
—Recuerda lo que te dije— tú, en esos calzoncillos rosa, en cada maldito cartel de esta ciudad.
Con un clic decisivo, Adrián termina la llamada. Da la vuelta al escritorio, y cuando vuelve a sentarse en su silla, es el mismo hombre compuesto que rara vez pierde el control.
No hay duda en mi mente de que lo que acaba de pasar fue una rareza. Y no sé qué pensar al respecto— ¿me siento halagada, avergonzada, sorprendida o tal vez una mezcla de todas esas emociones?
—Gracias, pero no tenías que hacer eso. Yo podría haber manejado a Jett,— digo.
Su mirada se posa en mi rostro. —Nunca dudé de tu capacidad para manejarlo. Pero solo un hombre sexista le manda fotos de su paquete a su ex. No me sorprendería que arme un escándalo cuando finalmente le quede en la cabeza lo suficientemente gruesa que no lo vas a recibir de nuevo. Esa es la intención, ¿verdad? O...— Su voz se apaga, más baja de lo habitual.
—Absolutamente no. Jett y yo ya terminamos. Hace mucho tiempo que terminamos. Esto solo lo hace oficial. Soy una chica orgullosamente soltera.
Tal vez me ha distraído mucho más Jett de lo que pensaba. ¿Por qué más la expresión en el rostro de Adrián parecería de alivio al escuchar mi estado civil si no es que estoy alucinando?
Antes de que pueda leer más en esa expresión extraña de mi jefe, él desvía la mirada.
Con una llave de su billetera, desbloquea el cajón superior confidencial de su escritorio. Hay muy pocas cosas en el mundo de Adrián que están fuera de mi alcance, y este cajón es una de ellas.
¿Tengo curiosidad? Absolutamente.
¿Tengo mis sospechas? Ciertamente.
Desde cartas de béisbol hasta pornografía, podría haber de todo en ese cajón. Después de todo, es un hombre, aunque esta ciudad prefiera pensar lo contrario.
Pero hoy, saca una libreta de Post-it rosa y la empuja hacia mí a través de la mesa. —Si ya terminamos con los asuntos personales, pongámonos a trabajar de verdad.