Capítulo 3.
Nuevo hogar, nuevo look.
— Brethany Ferruco —
—Es un gusto, señorita. —Me extiende su mano y yo lo ignoro para dejarle las cosas claras entre nosotros, así sabe que no será fácil el trabajo. Me vuelvo a sentar y lo miro seria.
—Un gusto, Bruno. Ya puedes irte, Dante, ya dejaste a tu perro faldero, vete. —Le digo sacando mi celular.
—Presiento que él no te hará las cosas fáciles. Traje al mejor para ti, Bethany, suerte con eso. Te llegará un correo con tu nuevo itinerario, a ambos; confío en que harás que cumpla con sus deberes, Bruno.
—Así será, señor. —¿Me está retando? Eso sonó a reto; me encanta que me reten.
—Ya veremos —le digo dándole mi mejor expresión de maldad.
—Por tanto, bien, Brethany, y tú, Bruno, haz lo que sea necesario para mantenerla a salvo y controlada; me voy, cariño, te quiero. —Se acerca a mí para darme un beso en la frente y, por alguna razón, no me muevo, me quedo en mi lugar; quizás en el fondo necesito ese beso, sé que pasará mucho antes de verlo de nuevo.
—Feliz vida sin mí, Dante.
—Al contrario, estaremos más unidos que nunca, Brethany.
Sale dejándome sola con mi nueva víctima; él me mira y yo a él. Esa mirada me causa una extraña sensación. Me levanto y camino a mi habitación; como soy la única en casa, sé exactamente que será la principal. Me adentro y al hacerlo veo la enorme ventana con la vista más hermosa que haya podido ver. Veo a mi padre salir con sus guardaespaldas. "Papá, voltea, papá, demuéstrame que te importó, solo mira hacia arriba". Sube a su coche y de inmediato salen del lugar. Mi corazón duele y me siento en la cama, donde mis lágrimas cubren mi mejilla. Me siento mal, como si no valiera nada para él; me dejó aquí como si le estorbara en casa. Me quedo en mi habitación por dos horas mientras las cajas están por todos lados, ya que tengo una nueva casa, la universidad y hasta un nuevo guardaespaldas. ¿Por qué no cambiar de estilo? Una nueva vida, un nuevo estilo, quizás blanco, ¿tal vez? Sonrío al pensarlo y salgo para encontrar a Bruno sentado en el sofá con vista a mi habitación.
—Saldré. —Le digo caminando a la salida; él llega siguiéndome y de inmediato uno de los hombres trae mi coche como nuevo, ¡qué novedad! Él abre la puerta para mí. —Mmm, gracias. —Le digo al verlo sostenerla para que entre al coche.
Así lo hago y él sube saliendo del rancho.
—Llévame a un salón de belleza. —Él me mira fijamente y luego aparta su mirada sin decir nada.
Al llegar, él estaciona y yo bajo, me adentro al lugar y puedo ver que él espera afuera. Una chica me atiende y yo me siento mirándome al espejo.
—Hola, hermosa, ¿qué quieres hacerte?
—¿Blanco? —Ella sonríe y yo a ella algo nerviosa.
—Bien, ¿blanco y corto o blanco y largo?
—Lo primero —digo sin pensar, y empiezo a sentir tristeza al ver que la chica toma la botella y rocía un líquido en mi cabello; este se humedece, el olor es exquisito y no puedo dejar de mirarla. Al verla tomar la tijera, sé que mi padre se enojará al verme.
La chica corta mi cabello y lo pinta en blanco con reflejos grises; mi corazón se rompe al verme. Mi cabello me encantaba y ahora ya no está. ¿Qué demonios hice? Me miró al espejo y limpió una lágrima. Me tomó una foto con una gran sonrisa, se la envió a mi padre, quien de inmediato me devuelve una llamada, la cual no respondo. Miro por la ventana del salón y noto a Bruno hablar por celular; fija su mirada en la mía y sé que está enojado. La chica lava y plancha mi cabello; me acerco y cancelo el servicio. Al salir, Bruno me mira con decepción, abre la puerta para mí y yo subo. Él sube, cerrando la puerta con seguro, y conduce, saliendo a la carretera.
—¿Y bien? ¿Qué te parece mi nuevo look? —le digo con una risa fingida.
—La pregunta aquí es, ¿cómo te sientes con ello? ¿Te hizo feliz? ¿Destruiste a tu padre o a ti?
—¿Qué dices? ¿Cómo te atreves a hablarme así?
—Si no quieres saber mi opinión, entonces no la pidas porque puede ser lo que no quieres escuchar.
—Eres un desgraciado arrogante, para el coche, estás despedido. —Me ignora y puedo ver que coloca seguro a la puerta. —Bruno, para el coche ahora mismo. —Pisa el acelerador mientras estoy dando gritos y haciendo un berrinche ofendida, ofendida porque dije la verdad. —¿Quién demonios te crees? Te dije que me dejes bajar del coche ahora.
Conduce con más velocidad y mi corazón empieza a acelerarse por la velocidad; todo me da vueltas. Me acomodo, calmándome en mi lugar; estoy enojada y deprimida a la vez. Él conduce por varios minutos y yo miro por la ventana; estoy muy enojada, tanto que una lágrima lo demuestra; la limpio antes de que él lo note. Subimos por el camino hacia el rancho y la verdad no quiero ir a ese lugar.
—No te dije que quería volver, llévame de vuelta, no quiero ir al rancho.
—No iremos. —Dice pasando el rancho.
—¿Quién eres? ¿Un psicópata que quiere secuestrarme?
Se mantiene en silencio por varios minutos hasta que llegamos a una colina; realmente estoy empezando a preocuparme. Al llegar a la cima de una colita, él detiene el coche y yo bajo al escuchar el seguro.
—¿Qué hacemos aquí, Bruno?
—Tú no quieres ir al rancho, así que te traje aquí, a disfrutar la vista.
Dice, sentándome sobre el capó del coche: "Es un hermoso lugar". Camino a la orilla para admirar la hermosa vista de la ciudad y su hermosa fauna: el sol, los árboles, todo esto, cómo quisiera poder retratarlo. Tomo una foto del lugar y guardo en mi memoria el olor a aire puro mientras me rodeas, abrazándome con fuerza. Una pequeña sonrisa sale de mis mejillas y tomo asiento al borde para disfrutar del lugar. Paso varios minutos en el lugar, intento levantarme para volver y puedo sentir cómo mi sandalia se rompe y me tambaleo para ser sostenida en los brazos de Bruno. Lo miro y él a mí. Me aleja del peligro donde estoy.
—Gracias —le digo mientras me alejo de él.
—No te preocupes, es mi trabajo, estoy aquí para protegerte.
No respondo a eso y vuelvo al coche, donde él sube después de mí. Al estar de vuelta en el rancho, Sol me informa sobre el almuerzo. Al llegar al comedor, me siento, al igual que en casa, sola, una enorme mesa para solo una persona; por ello acostumbro a comer en restaurante, ya que en esos lugares siempre hay mucha gente y así no me siento tan sola y vacía como me siento ahora. Solo miro la comida mientras estoy sentada y una lágrima sale al recordar cuando era pequeña, mi padre y mi madre siempre trataban de que estuviéramos todos para comer, las reuniones familiares eran mis favoritas, antes de que muriera mi abuela todo era tan diferente, cocinábamos juntos y la mejor parte era disfrutar de esta comida en familia, limpió mis lágrimas y me levanto de la mesa caminando frente a Bruno quién me observa al pasar, me adentro a la habitación y puedo notar que todas mis cosas están organizadas, mi celular da aviso a una fiesta en el club campestre así que busco en mi armario una falda corta, una camisa que muestra mi abdomen, con unas botas hasta la rodilla, me voy a la ducha y me doy un baño, me riego crema y me perfumo, me coloco una lencería y la ropa que saque del armario, al estar lista cepillo mi cabello, le envío un mensaje a Omaira quien de inmediato me confirma que estará hay, para horas arreglándome me maquillo con un tono oscuro la camisa es un poco pronunciada, volverá loco a mi padre en los vídeos que aparezcan en las redes, a un cuarto para las 5 me dispongo a salir de mi habitación, ya que quiero pasar por Omaira y sé que se tarda en vestirse. Camino por la sala hasta donde puedo ver a Bruno hablando con unos hombres; ellos, al verme, se quedan boquiabiertos, llamando la atención de Bruno, quien de inmediato voltea, suspira y se da la vuelta para caminar en mi dirección.
—¿Qué demonios haces? Suéltame, no tienes derecho a tocarme; prepara el coche que saldremos. —Le digo muy enojada al ver su actitud.
—No saldrás así.
—Tú no tienes derecho a prohibirme nada, no puedes prohibirme salir.
—Brethany, no te estoy prohibiendo salir, simplemente, no saldrás así, cámbiate.
—¿Quién te crees tú? No eres mi padre ni nada mío.
—Mira, Brethany, te vas mal, te ves como una… —Se detiene mirándome muy enojado. —Mira lo que pasó con tu cabello; si tú piensas que esto va a afectar a tu padre, estás equivocada, solo vas a quedar mal delante de todos, cámbiate.
—No. —Digo sin más, me molesta que sea tan directo y honesto.
—Bien, como quieras, entonces no saldrás.
—¿Y quién me lo va a prohibir, Bruno? ¿Tú? Tú, que no eres más que mi perro guardián, ¿con qué derechos te sientas para darme órdenes o prohibirme cosas?
—No sales. —Me acerco a él en forma seductora y toco su pecho.
—¿Quieres ver? —le digo acariciando su fina barba que lo hace lucir tan guapo.
—¿Eso es lo que haces con todos tus guardaespaldas? ¿Los seduces para llevarlos a la cama? —Le doy una cachetada con todo mi odio.
—No me vuelvas a hablar así, a mí me respetas.
—Entonces hazte respetar, no intentes seducirme para que caiga en tu juego y haga lo que tú quieras porque eso no va a funcionar conmigo. Cámbiate si quieres salir; si no, perfecto, no sales.
—Eres un imbécil, haré que mi padre te corra, ya verás. —Le marco, pero como es de costumbre, mi padre no responde. Me siento muy enojada; ¿quién se cree que es este imbécil? Me las va a pagar.
Tomo mi bolso que lancé sobre el suelo y camino hasta la salida; busco las llaves de mi coche y subo en él. Conduzco en dirección al portón; haré que te corran, imbécil. Conduzco triunfante; nadie me dirá qué hacer y qué no. Me voy acercando al portón y puedo verlo parado frente a él. Está cerrado y no me permite el paso. Se acerca al coche y yo bajo el vidrio del coche.
—Déjame salir, abre el puto portón.
—Te dije, solo si te colocas algo decente saldrás de aquí; ahora hazte a un lado.
—No, tú no subirás más a mi coche, eres un imbécil, me quejaré con tus superiores.
—Vuelve adentro y cámbiate.
—No.
—Bien, cierren con candado, no sale de aquí.
Yo lo miro con enojo y me bajo del coche, camino frente a él y me empiezo a quitar la chaqueta.
—Detente. —Dice —entonó fuerte.
—¿Quieres que me cambie? Lo haré.
—Brethany, note… —Toma la chaqueta cubriéndome los senos que se mantienen con el sostén. —Se acabó.
—¿Qué harás ahora? —le digo, enojada.
Me carga en sus hombros, caminando hasta el asiento del copiloto, donde me sube al coche, cerrando con seguro la puerta, y él sube girando para volver al rancho. Al estar enfrente, me abre y me hace bajar del coche; cargándome, me lleva por la casa, donde mis gritos alarman a todo el personal. Me lleva hasta mi habitación, donde me baja sobre la cama y yo tomo la sábana para cubrirme.
—Tú no tienes ni idea de lo que me puedes perjudicar por tus acciones. ¿Acaso no piensas en nadie más que no seas tú? No permitiré que una niña mimada destruya todo por lo que he trabajado; si quieres salir, cámbiate.