Experto en compras

1097 Words
Gabriel. Sentí como todo mi cuerpo se estremecía por completo, era como una corriente que traspasa todo mi cuerpo, cálida y llena de felicidad. —¡Gabriel! —Moví mi cabeza al escuchar su dulce y melodiosa voz de la señorita Eva, la misma que fue esculpida por los ángeles. —Sí señorita Eva —dije mirándola como un bendito loco, o eso debió pensar la señorita Eva. —¡Gabriel!, podría ayudarme a levantar —dijo ella haciendo un ademán, “DEFINITIVAMENTE SOY UN IDIOTA”. —Lo siento mucho señorita Eva —exclamé, bueno, inicialmente esa era la idea que ella no cayera al piso al momento de tropezar, en fin, la tomé con fuerza de la cintura y me gire con ella, con tan mala suerte que mi pie se doblo y los dos fuimos a caer al piso, rápidamente lleve mis manos a su cabeza para que su cabeza no golpeara contra el piso. Mi pecho latía más rápido que el Rayo McQueen, o en definitiva así diría mi pequeña Sophia. Baje la mirada y para mí mala suerte yo estaba encima de ella, sin ni siquiera parpadear, sin ni siquiera dejar salir un solo suspiró, mirándola como un maldito idiota —¡Papito! —Salí de mis pensamientos al escuchar la voz de mi pequeña Sophia. Giré tan rápido mi cabeza, sin darme cuenta que mis labios rozaban lentamente los labios de la señorita Eva, hubiese querido quedarme ahí por el resto de mi vida, Pero no, me hice a un lado, moví mis manos rápidamente y ayude a la señorita Eva a colocarse de pie. —¿Estás bien papito?, —dijo mi pequeña princesa mirándome con preocupación —Si, mi pequeña. Señorita Eva, ¿Está bien?, lamento lo de hace unos segundos —dije mirándola fijamente a los ojos. Ella solo asintió, solo que está vez su mirada era distinta, “confundida, o simplemente desconcertado” —Creo que es hora de irnos, mañana tenemos que trabajar, además tengo miles de citas y ya es demasiado tarde —dijo ella, trayéndome de nuevo a la realidad, una donde ella vuelve a ser fría como la hiel. Asentí, tomé todas las compras en mis manos, mientras la señorita Eva caminaba delante de mí con mi pequeña Sophia. Se veían tan hermosas, definitivamente algo inexplicable, algo que te llena el corazón de solo estar ahí, viendo a mi pequeña sonreír al lado de la señorita Eva, verlas caminando juntas tomadas de la manos hacen que no quiera que se acabe este momento nunca. Después de meter todas las compras en el auto de la señorita Eva, subí al auto, moría de frío, y lo único que quería era tomar mi taza de chocolate caliente con masmelo, puedo decir que mi receta favorita. Al entrar al auto, pude ver el brillo de la señorita Eva en su mirada, definitivamente estaba radiante, su mirada chocó con la mía, al mismo tiempo que yo una vez más me perdía en sus bellos ojos color esmeralda. —¡Gabriel! —Dígame señorita —dije colocando mis manos en el volante. —¡Cancele todas las citas de mañana! —exclamó ella con una sonrisa dibujada en su rostro. Arrugue mi nariz y fruncí el ceño, ¿Qué le hizo cambiar de opinión?. —Señorita Eva, recuerde que solo tiene una semana para navidad, y el día de mañana es crucial para sus planes —vocifere, sin quitar mi vista del frente. —Lo sé, solo será un día, tengo toda la semana para conseguir lo que necesito de que sirve comprar todo esto si no decoro mi apartamento, además creo que tengo una experta en decoración navideñas —musitó ella. No pude evitar dejar salir una enorme carcajada, sé muy bien de quién se trata el cambio de la señorita Eva y la verdad me alegra. Conozco a la señorita Eva desde hace tres años, y siempre ha sido sobria, su apartamento nunca ha tenido decoración alguna, y se que esto que está haciendo es solo por complacer a mi pequeña Sophia, si tan solo mi hermana estuviera aquí, se daría cuenta del regalo tan grande que es Sophia. —¡Si papito!, mañana volveremos a ver a la señorita Eva y le ayudaremos en todo. Recuerda que yo soy experta en decoraciones. —Mmm, ya veo, así que tú vas a decorar el apartamento de la señorita Eva, lo que no sé es que voy hacer yo, un día sin ti, sin tus besos, abrazos —exclame con una sonrisa dibujada en mi rostro. —Ya Gabriel, deja de ser dramático, tú también nos ayudarás —exclamó mi Diosa de ébano. —Por supuesto señorita Eva, yo soy un experto en colocar luces navideñas —dije orgulloso de mi gran trabajo en mi casa. —Jaja, ya veo de dónde Sophia es experta en absolutamente todo. —Sonreí, al ver que ella también sonreía a grandes carcajadas. Acomode el retrovisor y me quedé ahí viendo cómo ella dejaba salir el brillo en su sonrisa, una que jamás había escuchado, y de la cual me acostumbraría fácilmente. —¡Gabriel!, definitivamente creo que debe ir al médico. —Abrí mis ojos de par en par. —Señorita Eva, en estos no me encuentro enfermo —exclame. —Debería, todavía no responde a mi pregunta —exclamó ella. —Lo siento señorita Eva, creo que no escuché —dije, la verdad estaba tan sumido en mis pensamientos que me fue imposible escuchar. —Tranquilo no tiene importancia, pero creo que deberíamos ir primero a su casa, Sophia se quedó dormida —dijo señalando a mi pequeña Sophia. Asentí, la verdad mi pequeña princesa estaba tan agotada que ni siquiera me di cuenta, puse el pie en el acelerador y conduje hasta mi casa. —¡Gabriel, déjame! quiero llevar a Sophia a su habitación, y no te preocupes, ella estará bien conmigo —dijo ella, por un momento me detuve, luego asentí, era la primera vez que dejaba a alguien más que no fuera mi madre llevar a Sophia a su habitación. Me giré y caminé hacia la cocina, tenía mi cabeza hecha un ocho, era la primera vez que mi día junto a la señorita Eva era distinto que no fuese trabajo. Hoy vi a una mujer que no conocía, una muy distinta a la caza tiburones, como suelen decirle en el mundo de los negocios. Hoy podría decir que la señorita Eva está dejando salir al a mujer que tanto se empeña en esconder
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