Perséfone por suerte entendió todo lo que le decía sin necesidad de ponerla en riesgo. Esto me traía un enorme alivio y tenía la esperanza de volver a hacer que mi hija volviera a quererme. — Por cierto — Perséfone se acercó a mi oído — dicen que anda un fantasma suelto en el hospital. Incluso una enfermera pensó que la quería tocar en sus cositas. Debería tener cuidado y manejar agua bendita, no vaya a ser que alguien quiera hacerle algo. Es usted una señorita muy bonita después de todo. — Prometo tener cuidado — le guiñé el ojo — gracias por la advertencia. — Papito — Perséfone miró a Ryan — ¿Puedes cuidar también a esta señorita tan bonita? Siento que ella necesita la protección que tú me estás dando. — Está bien, mi amor — Ryan besó la frente vendada de Perséfone — vamos a proteger

