—¿Esto es alguna clase de encerrona?
Su pregunta me parece tan salida de tono, de contexto y de todo que me levanto sintiendo que estoy a la defensiva porque es que lo estoy, porque siento que me he equivocado con este tipo y he dado por hecho cosas que nunca debería.
Pero es que es mi culpa. ¿Qué se puede esperar de un tío que le echa un polvo a una desconocida en el baño de algún sitio sin protección y con su mujer moribunda?
Es que es de libro y yo la idiota e inconsciente más común de la historia de las estupideces. Me quiero dar de hostias contra la mesa.
—Lo siento —alza las manos —, sé que ha sonado mal. Deja que me explique. Por favor siéntate.
—No ha sonado mal —me inclino hacia él apoyando mis palmas en la mesa, creo que me mira el escote muy rápido pero recupera el talante enseguida y vuelve a mis ojos —. Ha sonado como lo que es...basura humillante. No sabes ni los motivos que tuve para hacer lo que hice esa noche pero ,¿ y tú? ¿ Cuáles fueron los tuyos?
Sus cálidos ojos me hacen ver que está moviéndome bajo sus hilos al sacarme de mis casillas y volverme a hacer sentar pero no puedo irme sin dejar claro lo que antes no pude, con su esposa. Dios, que mal suena todo esto. Encima me siento como si yo fuera una marioneta y él un experto jugador. Siento que lo hace a dos bandas y toma de las dos lo que quiere. Es denigrante de cierta forma
—Hace meses descubrí que no la amo —resoplo —. Es cierto, no te miento.
—No soy un juguete...—me detengo intentando hacerle entender a lo que me refiero —...ni siquiera sabía tu nombre. ¿No ves que esto no tiene ningún sentido? Encima me das el típico discurso de: "hombre casado busca amante"... es que ya no la amo, pero no puedo dejarla aún. Por favor —me modo rabiosa —. Ni siquiera me importa eso, no voy a ser tu conejita mientras tu mujer se muere y luego usurpar su vida. No cuentes con eso.
—Es que no me dejas hablar.
—Es que puedo decirte hasta el tono que emplearás para contraer esta trillada trola.
Se muerde la esquina de la boca y tengo que repirmir un jadeo. ¡Dios, que hombre! No puedo evitar que me guste a pesar de todo. Creo que eso es justamente lo más peligroso de estar en esta situación con él. Y encima, su mirada en mi boca hace que recuerde todo lo que pasó aquella noche y es perturbador sentirme así en una situación como esta.
Los ojos están más oscuros, casi negros, el pelo de un tono seco y oscuro también. Nariz perfecta, mandíbula perfilada y risueña y la boca...Dios, esa boca es milagrosa y la recuerdo perfectamente.
—William...me llamo William Mc Douglas. Ahora ya lo sabes y sí —se inclina y toma unas copas de la mesa a su lado para luego ofrecerme una con agua —, es agua de limón con hielo...para el calor —explica interrumpiéndose a sí mismo —...te decía, que sí, Naia, para mi tiene todo el sentido porque te deseaba esa noche y aunque esté mal no pude evitar lo que pasó, vamos...que ni siquiera lo habría intentado. Y sé que por mal que se vea todo esto no cambia la realidad. Me deseabas como a nadie en tu vida, estoy seguro. Estuvimos juntos como fieras y ahora, ha habido un cambio en el guión pero no voy a disculparme por desear a una mujer que se moría y probablemente así siga siendo, por que la hiciera mía.
—¿Serás vanidoso, creído, y cretino...?
Yo asombrada abro la boca y él sonríe divertido. Es un canalla. ¿Cómo puede sonreír? Y encima, ¿por qué tiene que tener razón?
—Primero hablemos de mi mujer —insiste dejándome con mi estupefacción para ir sola —. Te decía que no la amo, ya no. Le había puesto una demanda de divorcio y ese día no pide dársela —deja que su vista se pierda entre los comensales —. Ella tenía dos noticias para mi. La primera que estaba muriendo y la segunda que había encontrado a alguien que nos diera un hijo para dejarme a mi cuando no estuviera. Un bebé que me recordara a ella.
—Pero eso es enfermizo y muy injusto para ti y el propia bebé —soy incapaz de quedarme callada.
—Ya lo sé —reconoce.
Nos interrumpe el camarero para tomarnos la orden y finalmente decidimos pedir un entrante para poder ocupar la mesa sin que nos reclame el lugar. Cuando sirven todo me sigue contando como le dolió verla tan ilusionada y asustada al mismo tiempo. Me confiesa que no tiene familia más que un padre que vive lejos y con el que no se relaciona apenas. Que en teoría solo le tiene a él y que están juntos desde la universidad.
Elena es una dulce mujer pero nunca ha sido suficiente. Me reconoce que aunque antes nunca la había engañado, comenzó a desear otro tipo de sexo hace un tiempo y ella nunca le seguía el ritmo. Al ponerle puntualmente los cuernos supo que debía dejarla y cuando se decidió pues pasó todo lo otro y las cosas se complicaron ahora, conmigo en la ecuación.
—Vaya, no esperaba que fueras tan sincer —no luce sorprendido —. Pero me alegro de saber que lo has sido.
—Y a mi me asombra verte tan calmada.
Se cambia de sitio y se pone más cerca de mi. Uno al lado del otro nos hace compartir aromas y empiezo a embriagarme.
—Es que he tenido tiempo de asimilarlo —hablo con una parsimonia que no sé de donde sale.
Acaricia mi brazo y pasa sigue subiendo hasta pasar por mi pelo. Sus dedos bajan a mi vientre y poco a poco roza partes de mi hasta hacerme sentir que llego tarde a mi propia historia. No le impide tocar el espacio donde está su hijo pero estos gestos no nos hacen bien. Y no he decidido que sucederá. Es todo en extremo bizarro.
—¿Te das cuenta de que puedo sentirme acosada por tí ahora mismo?
—Es que te estoy acosando un poco, quiero sentir esto un poco más —reconoce y yo sonrío nerviosa —, te quiero conocer más . He ido a por tí. No tengo excusa más que esa... yo simplemente te deseé y te he traído a mi casi sin quererlo pero no pretendo dejarte ir y encima me regalas un ansiado hijo, no me pidas que no esté feliz o que no celebre tu vida...porque me estoy poniendo a tus pies ahora mismo.
—Pero, ¿como puedes ser tan valiente de reconocerlo? —bufo alterada y le aparto la mano de mi —. Así, sin más... sin remordimiento alguno. Esto es raro. Esto es horrible, William.
—Porque es la realidad. No tiene que ser necesariamente normal o moral pero eso no hace que me sienta de forma distinta. Esté bien o mal es lo que siento y soy abiertamente sincero.
—Yo no doy crédito, me cofunde tu apabullante honestidad y eso sin dejar de reconocer como reconoces...valga la redundancia...,que tengo razón. Eres raro, y lo digo así...por ser sutil.
—Y tu eres mía, un milagro.
Se me escapa una sonrisa nerviosa y de asombro además. Su valentía es humillante, delatora y desconcertante. Tengo que tener cuidado con este misterioso hombre porque siento muy dentro de mi que corro el riesgo de enamorarme de su desgarbada manera de ser y eso suena peligroso. Podría romperme en mil pedazos todo lo que hay detrás. Y también hay partes de él, que no me gustan tanto.
—No sabes como me siento a tu alrededor. No voy a renunciar a ti. Y eso puedes apostarlo.
Ahí están esas promesas dementes. Esas confesiones a medias cargadas de intrigas y telaraña enmarañada en su sortilegio, ese que tiende sobre mi cada vez que sus ojos preciosos conectan con los míos.
—¿Quien te crees que eres? —murmuro.
—Lo de descubrirás poco a poco mientras pasan los días. Necesito que te quedes, que seas nuestra futura madre subrogada, serán solo dos meses —. Luego decidimos como manejar el hecho de que vamos a tener un hijo, puedes hablar conmigo. Buscaremos una solución.
—Me están dando ganas de abofetearte —me enfurezco. Lo admito.
—No lo permitiré —refuta y bebé agua como si nada —;pero quiero que quieras quedarte. Que me elijas tú también a mi. Que pienses un poco más en todo esto.
—Lo que dices suena tétrico, William. Ni siquiera sé cómo te atreves a hacerlo, honestamente.
—Poco a poco sabrás quien soy. No hay prisa para nada pero desde ya te advierto que a sincero no me gana nadie. Aunque mis verdades sean crudas, o frías...
—Me desconciertas...
—Dime que no vas a negarte a mi propuesta
—Ojalá pudiera... —suelto de repente —. Tengo que irme al trabajo pero pensaré en todo esto. Ahí tienes mi número, ya tú mujer lo tiene.
Mencionar a su esposa ayuda a que tiemble de pánico. Sé que estoy metiéndome el algo extremadamente turbio y como salga mal lo pasamos peor pero como mínimo tengo que pensar en todo esto. Eso, como mínimo.
De repente estamos mirándonos otra vez, él busca algo en mi rostro y yo empiezo a tomar conciencia de lo que puede gustarme este hombre y quiero echar a correr . No quiero que me deetroce la vida esto que estoy haciendo y no sé qué decir para que no piense tan mal de mi como yo estoy pensando de él.
—Te prometo que no soy así, William —él se recuesta a mi lado otra vez y me toma una mano —. No me acuesto con cualeriqua, no soy una zorra y más bien soy la típica aburrida que pasa las noches leyendo bajo las mantas de mi sofá. Tengo mis motivos para hacer lo que hice y no sé si esté lejos de ser tan básica como has pintado a tu mujer.
—Me encantará meterme bajo esas mantas y demostrarte que nunca antes en mi vida me sentí con otra persona como contigo pero sé que no sería productivo hablar de eso ahora —bromea. Tiemblo cuando me mira en silencio. Le resulta tan fácil que se siente extraño.
—No creo que un hombre así como tú, tan macho, tan poderoso y devastador se fije en alguien común como yo si la situaciónfuera otra. Siento que no sé que estamos haciendo.
Su sonrisa perfecta atraviesa sus labios y mi pecho. Me pongo nerviosa de verlo otra vez morderse los labios y se me desboca el corazón , los dos lo sabemos. Es muy difícil no quedar en evidencia frente a él, es dolorosamente perfecto. Y esto es increíblemente horrible. Vamos de un lado a otro y en ninguno de los bandos estamos haciéndolo bien.
—Eres perfecta. No lo dudes —dice serio.
—¿Perfecta para qué ?
—Para el trabajo que necesito y para ser mía, engendrar a mi hijo y retorcerte de placer debajo de mi.
—Tengo que irme —me levanto enseguida o acabaré en el baño con él dentro de mi.
Cada palabra que sale de él tiene un doble sentido y una carga erótica que me hace sentir un enjambre de abejas en mi estómago. Esas no son mariposas, las mariposas son demasiado inofensivas. Estas son abejas que clavan sus aguijones en mi y me intoxican de semejante macho alfa.
Él me mira raro, me hace sentir desnuda ante su poderosa mirada y llena de ganas que no puedo no cumplir si me lo pide. Le deseo, me desea y estamos a nada de tenernos...lo sé. Y está mal, por eso me tengo que ir...ahora.¡Ya!
¿Quién demonios es este hombre con el que me he acostado, comprometido a pensar en la posibilidad de darle un hijo y del que siento que debo huir con todas mis fuerzas a la vez...?
Una simple conversación con él se vuelve un montón de oscuras promesas y se nos olvida que hay una mujer moribunda esperando por su marido que pretende retozar otra vez conmigo y luego tener un bebé en común.
Casi nada para una simple conversación entre desconocidos.