Capítulo 3

2031 Words
 Después de un mes de completa tortura, por fin acepté que mi mejor amiga estaba saliendo con Justin Anderson. Al principio, había tratado de evitarlos, de ignorar cada vez que se daban un beso o se abrazaban en público, o cada vez que él le confesaba lo hermosa que estaba, o lo linda persona que era. No es que no quisiera verla feliz, porque me alegraba que estuviera saliendo con alguien, era el hecho de que sabía dentro de mí que esa relación acabaría mal. Las relaciones buenas no terminaban bien con los populares.  A través del tiempo había visto a un montón de chicas llorar, pensando que habían enamorado a sus novios, mientras ellos les hacían infiel en secreto. No quería que eso ocurriera con Em, ella era demasiado buena, demasiado lista e inocente para caer en algo así.  Aunque después de un mes, ya había terminado de entender que la relación seria para rato, y que mi mejor amigo no pensaba dejarlo pronto. A su favor, Justin se había comportado muy bien con ella, casi podía decirse que era un hombre completamente diferente. No estaba del todo convencida sobre él, pero tenía que admitir que cada vez que hacía sonreír a mi amiga, ganaba mi agrado sólo un poco.  Al menos ahora no lo ignoraba cuando intentaba saludarme. Me decía a mí misma que lo estaba haciendo por Emily, para que ella se sintiera cómoda y no pensara que estaba en contra de su relación o de que fuera feliz con un chico, pero la realidad era que estaba comenzando a caerme bien. Sí, algo que nunca creí posible.  Él se sentó frente a mí en la mesa de la cafetería, justo al lado de Em. Ella le dio una sonrisa en cuanto lo vio, seguido de un tierno beso en la mejilla. Me dio una sonrisa a mí también, mucho menos dulce, por supuesto. Justin Anderson tenía una belleza innegable, tenía el cabello castaño oscuro, con unos ojos verdes y pecas en la nariz. A pesar del sol, y a diferencia de su mejor amigo, él nunca parecía estar bronceado. No era que el color no le luciera, se veía muy bien.  También era el segundo mejor jugador de fútbol del instituto, después de Adam. Se entendía por qué los dos eran mejores amigos, y porqué eran tan populares. No había ninguna chica joven en la ciudad que no quisiera meterse dentro de sus pantalones. Y que mi mejor amiga hubiese tomado a uno de ellos la ponía de primera en la lista de chicas más odiada, incluso encima de mí. —¿Ya notaron que Serena está cada vez de peor humor? —preguntó Em, haciendo que Justin y yo la buscáramos con la mirada por la habitación.  La encontré en la mesa de los populares, utilizando su usual uniforme de porristas, parecía que nunca se quitaba esa cosa. Estaba demasiado orgullosa de ser la capitana del equipo de porristas, porque era el único logro del que podría alardear, sus notas eran pésimas, todos los sabíamos. Junto a ella, estaba una bonita chica morena con el mismo uniforme, sólo que a Serena le quedaba mejor. La chica asentía mientras su capitana le gritaba como si fuera un animal. Cuando le pidió que le buscara una coca—cola dietética, la chica casi corrió para hacerlo.  Si yo era la mayor perra del instituto, Serena Hill estaba justo detrás de mí. La chica era hermosa, con el cabello rubio platino y ojos azules y grandes. Tenía cierto parecido con Em, sólo que ella era más delgada, casi esquelética, y tenía una cosa en su mirada, la malicia en ella. Mi amiga era buena, y Serena no tanto. Si yo iba al infierno, estaba completamente segura de que me la encontraría allá abajo, acostándose con el diablo.  Ella y Adam tenía una especie de no—relación. Se acostaban, todo el mundo sabía eso, pero no tenían nada serio tampoco. Y no era porque Serena no quisiera, ella pasaba sus días tratando de impresionar a Adam, tratando de que él la mirara más que como un buen polvo y se dignara hacerla su novia, pero eso nunca parecía ocurrir. Y cuando la reina del castillo se enteraba que su rey había estado acostándose con plebeyas la noche anterior, lo único que le gustaba era castigar a los demás por ello. —Está así porque Adam se niega a formalizar su relación —Justin puso los ojos en blanco—. Ni siquiera estoy seguro de que lo que tienen se puede llamar relación. — ¿Ella nunca va a aceptar que no la ama? —inquirí frunciendo el ceño—. Sólo juega con ella, aunque no puedo decir que no se lo merezca.  Mi mejor amiga me dio una mirada exasperada, pero no negó lo que estaba diciendo. Serena había hecho de todo para lograr llegar al frío corazón de Adam, pero no había logrado más que verse como una estúpida chica enamorada. Adam seguía acostándose con mujeres por allí, sin importarle lo que ella sintiera, porque no la quería. —Adam se lo ha dejado claro —se metió Justin defendiendo a su mejor amigo—. Le ha dicho un montón de veces que no la quiere, que sólo es sexo y que no se esfuerce en tratar de enamorarlo porque no lo va a lograr. ¿Qué más puede hacer? La chica parece entenderlo por unos días, y luego va y hace algo para que él caiga. Está demente.  Mi mirada se encontró con la de Adam, no me había dado cuenta de que mientras Justin hablaba, yo lo había estado mirando a él. Desde aquella discusión fuera de las fiestas, él y yo no nos habíamos vuelto a mirar. Nunca me cobró por los daños de su auto, pero tampoco es como si hubiese tenido dinero para hacerlo. Mi madre vivía del dinero que sus amantes le regalaban, y mi trabajo de medio turno como camarera tampoco ayudaba.  Estaba sentado junto a una chica de último año que lo miraba con ojos brillosos, emocionada. Su brazo estaba apoyado en la espalda de su silla, y le decía cosas en el oído que no quería escuchar. La chica estaba sonrojada, y parecía que hiperventilaría en cualquier momento. Era asqueroso, y por la mirada de odio que Serena les estaba dedicando, también era molesto para ella.  Le saqué el dedo medio, dejándole saber que me desagradaba. Él me respondió con una sonrisa sarcástica, antes de girar la cara hacia la chica y comerle la boca de un beso. Segundos pues, Serena se levantó gritándole a una de sus animadoras que era una idiota y salió de la cafetería pisando fuerte.  Cuando volví mi mirada hacia mi mejor amiga y su novio, ellos estaban acaramelados en el asiento. Justin también le decía cosas en el oído, mi mejor amiga también lucia sonrojada. Giré los ojos, ellos nunca parecían querer despegarse del otro. Inclusive Justin había dejado de sentarse con sus amigos en la mesa de los populares para sentarse con nosotras en la mesa del fondo, donde nadie nos miraba. —Dejen de besuquearse frente a mí —dije, poniendo mala cara—. Es asqueroso.  Justin sonrió, pero dejó de meterle la lengua en la boca a Em. —Necesitas a alguien con quien follar —dijo sonriendo. Em jadeó y le dio un codazo suave en las costillas, pero yo ni siquiera parpadee, ni un poco sorprendida por su comentario. —Y tú necesitas dejar de follarte a mi mejor amiga —dije con falsa dulzura. — Pero no todos los sueños se cumplen.  Le guiñé un ojo a Emily y me levanté, tiré lo que había en mi bandeja y la dejé a un lado. Caminé hasta la puerta y salí de la cafetería. Los pasillos estaban vacíos, todo el mundo se encontraba comiendo. Fui hasta donde estaban las aulas vacías y me senté hacer la tarea de álgebra.  Sip, yo también era un poco nerd. ***  Emily estaba fuera esperándome cuando salí del instituto. Justin tenía juego hoy, así que ellas se irían sola. Me subí a su auto aun de mal humor, pero mi mejor amiga era lo suficientemente prudente como para no preguntarme nada ahora.  Apenas llegamos a mi casa, me despedí de ella y me bajé de su lindo auto. Su padre se lo había regalado en su cumpleaños, ella no era la persona más adinerada de la ciudad, pero estaba entre ellas. Su padre trabajaba en un concesionario de autos, era el gerente, y su madre tenía una tienda de ropa de diseñador, la única en la ciudad. En realidad, a veces envidiaba a sus padres, eran cariñosos y compresivos, nunca parecían juzgarla y adoraban a su hija. Era todo lo que yo quería que mi madre fuera.  Me di cuenta de que había un auto fuera de casa, mi madre no tenía auto, ella lo había vendido hace tiempo para poder comprar drogas y alcohol, y no conocía a nadie que tuviera un auto así. Una repentina inquietud me golpeó, mi madre era conocida por andar con personas raras, y no quería a ninguna de sus amistades cerca de mi hermano. Si alguien le hacía daño alguna vez, tendría que correr muy lejos antes de que lo alcanzara.  Entré a la casa rápidamente, cuando cerré la puerta, escuché su risa en la cocina. Caminé hasta allí, con miedo a encontrarla teniendo sexo en la mesa, no sería la primera vez para mí. Pero tenía que arriesgarme, quería saber con quién estaba, y si podía ser peligroso.  Suspiré al darme cuenta de que no, no estaba follando con nadie. Pero si había un hombre sentado en la mesa, bebiendo cerveza y riendo con ella. Los dos parecían borrachos, y estaban sentados muy cerca. En cuanto él notó mi presencia, dejó de reír y me miró. Lo hice también, sus ojos eran marrones y sin vida, tenía la piel bronceada y parecía sucio, como si fuera mecánico o algo así. —¿Has llegado tan temprano? —preguntó mi madre dejando de reír también—. ¿Por qué no vas a buscar a tu hermano? Tenemos visita. —Tú tienes visita, no yo —respondí molesta. Ayer me había discutido por llevarme a mi hermano ¿y ahora me enviaba a buscarlo? —Él es Philip —presentó con una sonrisa—. Ella es mi hija, Ellie. —Hola corazón —su voz era melosa y molesta—. Eres igual de hermosa que tu madre.  Cualquier chica normal hubiese sonreído, aunque sea falsamente. Yo no hice eso, en cambio, me di la vuelta y salí de la casa de nuevo.  Cuando era pequeña, mi madre había traído hombres a casa, ellos eran dulces y cariñosos al principio. Me habían traído regalos y dulces, habían tratado de hacer el papel de un padre, y yo me había entusiasmado. Había pensado que al fin iba a tener una familia. Incluso mi madre dejaba de drogarse y beber cuando ellos estaban, pero eso no duraba mucho. Después de un tiempo, comenzaban a cansarse de ella, de sus cambios de humor y de sus celos. Entonces comenzaban a tratarme mal a mí también, como si yo tuviera la culpa de tener una madre de mierda. Simplemente había sido una niña, no tenía culpa de nada.  Pero cuando tuve la suficiente edad, aprendí a defenderme, a no dejar que ellos me tocaran. No abrí mi corazón a nadie más, no dejé que me endulzaran con sus palabras y que me hicieran creer que esta vez todo sería diferente, no los dejé decepcionarme. Hasta que llegó Kaden, y me permití querer a alguien de nuevo, le abrí mi corazón a otra persona.  Me había topado con varios pervertidos a lo largo de mi vida también, la mayoría eran invitados de las fiestas de mi madre. Tuve que luchar contra ellos, pelear como una gata para que no se atrevieran a tocarme, y cuando al fin lo hice, me di cuenta de que había nacido para tomar el control. Ninguno de ellos se atrevió nunca a ponerme una mano encima, y esperaba lo mismo con Kaden.  Cuando recogí a Kaden del preescolar, su profesora me dio una mirada de asco. Mi madre se había acostado con su esposo hacía unos meses, así que ella me odiaba a mí también.
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