| ¡Quiero el divorcio! |
| POV Salomé
Mi celular no para de sonar, lo busco con la mano pero no lo encuentro, no quiero ni puedo abrir los ojos apenas y dormí un par de horas después de la fiesta. ¿Quién carajos llama tan temprano? Encuentro algo duro pero no es mi teléfono es el maldito consolador que ya no logra calmar mi ansiedad. Aquí este lo encontré.
— BUENO — contesté el teléfono enojada.
— Hola hija, ¿te desperté? — dice mi madre y abro los ojos de golpe.
La nostalgia se instala en mi corazón, al escuchar su hermosa voz. Han pasado dos meses desde la última vez que me visitaron mis padres.
— No mamita, estaba ya despierta — digo levantándome de la cama, siento frío por que me acosté desnuda — es que me duele la cabeza — busco una excusa no quiero que piense que le hablo mal, por qué ella siempre ha sido la mejor mamá del mundo.
— Esta bien princesa ¿Vendrás para el cumpleaños de Willy? — pregunta y el enojo vuelve a mi cuerpo.
Me molesta demasiado que me hable de él, pero entiendo que ellos no sepan toda nuestra historia y por qué ya no “somos amigos”. Pero nos vemos desde hace dos meses y es por lo único que me llama. Entiendo que por ser el hijo de su mejor amiga sea importante para ella, pero no puede ser más importante que yo. No puedo aguantar y simplemente exploto.
— ¿Es todo lo que tienes que decirme? ¿Dónde quedó “hijita como estas”? ¿Te extraño? o ¿Algo parecido? — pregunté
— Salome, has sido tú la que ha marcado distancia yéndote a vivir tan lejos, tu padre te adora y por ello te complace en todo, pero no hemos sido nosotros lo que nos hemos ido a vivir al otro lado del país si no tu — dice y entiendo su posición, para ella fue muy difícil dejarme ir, pero papá la convenció al igual que siempre.
— Tienes razón mamá, pero me molesta que toda su vida gire alrededor de ese idiota — digo al fin admitiendo la verdadera razón de mi enojo.
— Hija, no sé qué sucedió entre ustedes, eran muy buenos amigos prácticamente desde que nacieron. Amor, ven a casa y hablaremos ¿Si? — pregunta mamá y tiene razón ellos no saben, pero no quiero ir aun me duele sus palabras esa última vez que nos vimos.
— Está bien mamá, nos veremos el otro fin de semana — digo despidiéndome.
Fue difícil dejar New York y alejarme de mi familia, pero tenía que hacerlo, tenía sueños y metas que cumplir. Ahora mi vida, mi carrera y mi propia empresa está en los Ángeles, aunque eso nadie lo sabe.
…
Llegué a New York con mi mejor amigo, Darío no quería venir sola. Hoy lo he traído a probar el mejor desayuno, casi tan bueno como el que hace mi papi. Lo extraño tanto pero ahora que está en Italia lo tengo que esperar a que vuelva en dos días, es que no pude con la ansiedad y volví antes.
Mi madre está feliz de tenerme y mi hermanito también, quizá piensa que ya voy a ayudarlo con el negocio. ¡Que equivocado está! No pienso quedarme.
Los panqueques de este lugar son exquisitos así que no tardó en empezar a comer como si no hubiera comido en 10 años. Mi amigo se ríe de mí, pero sabe que como así todo lo que me gusta.
Estoy comiendo cuando lo veo entrar, Willy mi ex mejor amigo y mi ex novio. Este solía ser de nuestros lugares favoritos, sobre todo cuando nos escapamos del colegio o simplemente nos saltábamos las clases.
Se ve tan guapo como siempre, con esos ojos oscuros y ese cabello claro que me encantaba enredar con mis dedos mientras hacíamos el amor. Me quedo hipnotizada viéndolo hasta que un brazo se entrelaza con el suyo. No viene solo, a su costado se abre paso una mujer, una hermosa pelirroja, a la cual conozco perfectamente ya que fuimos mejores amigas, Brenda Cannata, ahora es una conductora de programas de televisión.
— Willy — digo sin pensar y él voltea a verme. Me da una sonrisa que despierta mi corazón dormido. No quiero emocionarme pero es tarde para eso. Se acerca a mi mesa y ve a mi acompañante por unos segundos.
— Salomé, qué bueno verte ¿Cuando volviste? — dice como si nada hubiera pasado entre nosotros. No sé si esto es bueno o malo.
— Vine por tu cumpleaños — dije directamente ya que él me hablaba bien, yo haré lo mismo.
— No estás invitada — dijo Brenda de mala gana. Willy volteó a mirarla pero no desmintió lo que dijo.
— Amor dame un momento — dijo Willy hablándole con el mismo cariño y devoción que lo hacía conmigo. Espera dijo ¿Amor? Sentí que mis ojos empezaron a humedecerse pero traté de que no se notara.
— Salomé ¿Puedes acompañarme un momento? — dice mirándome, pero luego su atención se desvió a mi acompañante — ¿Le importaría? — preguntó educadamente. Él negó y salimos mientras que ellos conversaban.
— Willy, ¿Qué está pasando? — pregunté
— Lo sabías, te dije si te volvías a ir, no esperaría por ti — dijo directamente mirando mis ojos, su mirada ya no tenía la calidez a la que estaba acostumbrada, ahora era un hombre frío. Repitiendo esas palabras que me hicieron llorar por días enteros. ¡Qué digo días! Si aún no lo he superado y él ya anda del brazo con otra mujer.
— ¿Estás en una relación con mi mejor amiga? — pregunté. Quería saber si todo estaba perdido.
— Ya no son amigas, dejaron de serlo por tu culpa, por ser una mentirosa. Ella no es mi novia, es mi prometida — dijo seriamente. Estaba a menos de un metro de distancia pero lo sentía tan lejano, ¿Dónde está el Willy del que me enamoré?
— No puedes casarte — trate de sonar decidida solo por joder a esa ¡Maldita!, supo esperarlo y aprovechó que yo me fui — tú y yo … — empecé a hablar pero mis palabras se quedaron atoradas en el nudo que se iba formando en mi garganta.
— Lo sé, así que quiero aprovechar que estás aquí para hacerlo oficial — negué con la cabeza, y aguante las lagrimas. Ya imaginaba lo que seguía y no le daría el gusto de verme llorar — Malvada esposa, ¡Quiero el divorcio! — dijo al fin, rompiéndome el corazón.