Ya no quería más desengaños.
Cuando tenía 17 años, conocí un chico en la escuela; era un año mayor que yo, en el momento que sus ojos pasaron en mí.
Me quedé perdida en su mirada, tenía una mirada intensa de ojos oscuros. El problema fue que no lo llevamos bien, recuerdo cuando discutíamos en los pasillos de la escuela secundaria.
Incluso unos años después hice un libro de nuestra tóxica relación.
Al final duramos dos años más y me separé, el próximo novio que conocí fue un año después cuando tenía 20.
Era el chico bastante atractivo, de esos que la mayoría se queda viendo mientras caminaba. Un día fui al la casa de él, lo encontré besándose con una compañera.
Cuando tenía 23, conocí a un chico mientras trabajaba aquí.
Era un mesero al igual que yo, no pude evitar sentir algo cuando me dijo que era muy bonita.
Emma, siempre estuvo bastante en desacuerdo con lo que fuera que había entre nosotros. Y si, tenía razón : el muy imbécil, era un idiota.
Aquellos caminos, me situaba: rodeada de algodones de azúcar y yo sacaba mi lengua, disfrutando su dulce sabor aunque esfimero.
Nico
Sabía, que algo pasaba con Julia. Sin embargo era bastante obstinado, como para aceptar que se estaba terminando lo nuestro.
Ella había empezado un taller de tapicería, el cual tenía un horario de 6 de la tarde a 9 de la noche. Pero desde que había empezado en esta semana, la vi un poco distinta. En este momento me encontraba sentado en la cama, estaba por irme al trabajo pero antes pasaría por un café, no pude evitar quedarme mirándola con atención.
Julia se había maquillado con un delineador, sin embargo yo la conocía demasiado bien como para saber que solo se maquilla en ocasiones especiales.
Entonces que ella lo hiciera en un día martes: me parecía un más confuso.
Seguí con mi vista cada uno de sus pasos, intentando adivinar sus movimientos. Aunque a decir verdad no los entendí.
Se había puesto uno de esos jeans ajustados el cual marcaba su bonita figura, y unas zapatillas con un poco de altura.
Julia tenía un cuerpo bastante esbeltico, y cualquier cosa que se pusiera le quedaba de maravilla ella giro hacia mí. Me miró con una ceja levantada y me dijo:
—¿Por qué te quedas mirándome, pasa algo? —quiso saber, yo no pude evitar largar un sonoro suspiro, el cual creo que llegó hasta incluso su rostro; porque ella se hizo hacia atrás mirándome confundida
—Es que me parece un poco extraño que te maquilles en un día martes —dije sin más y ella me miro un poco confusa.
—¿Qué tiene de malo que quiera empezar a maquillarme? —comentó un poco irritada.