Tras terminar las clases, Barbara vino a mi casa a estudiar, estábamos en el comedor trabajando en nuestros deberes, en silencio cuando mi amiga se quedo un rato mirándome.
—Lanza la pregunta—le ordene.
Mi amiga soltó su bolígrafo y me miro.
—¿Aceptado?—me pregunto.
Le mire.
—¿Puedes no hablar como idiota?—le pregunte.
Mi amiga me miro.
—Sabes, en ocasiones te odio—me dijo.
Solté el bolígrafo.
—Si, vamos a ir a la fiesta y se hará aquí—le deje claro, no creo que fuera tan complicado, estaba claro que estábamos invitadas, sino hubiera salido enfadada o no se, le hubiera matado.
—No creo que sea tan sencillo—comento mi amiga.
La mire.
—Por desgracia con ellos, nada es fácil—comente, Barbara me miro analizando mi cara para ver si podía averiguar algo de lo que estaba pasando—Hay normas—le avise.
—¿Una fiesta con normas?—me pregunto ella demasiado sorprendida.
—Yo también creo que es demasiado aburrido pero según Daniel, así se puede controlar las cosas—le conté.
Mi amiga me miro.
—¿Pero lo divertido de una fiesta no es el descontrol?—me pregunto.
Me encogí de hombros.
—No—comento Daniel entrando al comedor.
—No estás invitado a la conversación—le deje claro.
Daniel se sentó a mi lado y me miro.
—Si hablas de mi, estoy invitado—me aviso.
—No es de ti, sino de tu fiesta, no estoy tan aburrida—le deje claro.
Daniel rio y paso su mano por mi pelo.
—Las normas sirven para que la gente tenga limites—comente y le mire molesta—La gente en ocasiones con el alcohol no comprende lo que es un no, me niego a tener problemas legales, por eso mismo no cualquiera viene a la fiesta—comento.
Le mire.
—No me importa—le deje claro.
Me miro.
—Si habláis de ello, os importa—comento.
No dije nada, me quede callada porque en realidad tenía un poco de razón pero me arrancaría los ojos antes de darle la razón, puede que sea un poco demasiado orgullosa pero no es algo que me importe, solo soy orgullosa con él y porque si le llego a dar la razón me lo estaría recordando por mil años, o por todo el tiempo que pudiera.
—A mi me importa, habla—le dijo Barbara, mire a mi amiga demasiado impresionada pero se limito a encogerse de hombros sin querer darle mucha importancia al tema.
Daniel me miro y río.
—Bueno ahora que vais vosotros deberé revisar la lista de invitados, no me gusta que haya una cantidad de personas que no pueda controlar—comento y enredo su dedo en mi pelo—Y más cuando vas a venir tú, y se que no podré controlarte—comento mirándome.
Le mire.
—No me toques—le ordene.
Daniel me soltó y nos miro.
—Hay un sistema de colores, no por ropa sino por vasos—comento y le mire—Los rojos son las personas que no están interesadas en nada o tiene pareja, luego están los amarillos que están abiertos y los demás colores son depende que te guste hacer o con quien—comento.
Le mire.
—¿Es una fiesta s****l?—le pregunte molesta.
Me miro.
—No, pero el sexo es algo humano y las relaciones deben ser sanas y consentidas—comento, y le mire impresionada, no comprendía que mente enferma podía idear eso—En las fiestas esta prohibido el sexo pero si se acepta que la gente se vaya en grupos, paso de limpiar la mierda de los demás, por eso quien la lía no vuelve a entrar—comento.
—Me alegra saber que será la primera noche que no tengas a ninguna en tu cama—comente, y me miro.
—¿Celosa?—me pregunto y le mire.
—No, asqueada más bien—comente.
—Ellas saben a lo que se exponen en esas fiestas, no las obligo a nada y mucho menos les doy esperanzas, puede no gustarte pero somos adultos que saben lo que hacemos—comento.
Le mire.
—¿Algo más?—le pregunte.
—No os acerquéis a las pulseras doradas—nos aviso.
Le mire.
—¿Son asesinos o algo así?—le pregunte divertida.
Daniel me miro.
—Gente que seguramente no se pensaría dos veces el arrancarte la lengua si les ofendes—comento.
Le mire impresionada e intentando ocultar con la habilidad y la compostura que me quedara el miedo que eso me daba, no voy a negar que por mucho que fuera de persona valiente y fuerte, me aterraba enormemente que alguien me hiciera daño, aprecio mi cuerpo y mi vida aunque en ocasiones no lo parezca.
—La fiesta es de mascaras y de disfraces, la época victoriana, no sabré quien sois, es la gracia—comento Daniel y le mire—Hay invitados normales pero otros no tanto, toda la noche es un juego, debéis decidir bien como jugáis—nos dijo.
Le mire.
—¿Cómo descubrir al asesino?—le pregunte sorprendida.
—¿Cuáles son los demás colores?—pregunto Barbara.
Daniel nos miro.
—Es más complicado que descubrir al asesino pero dejémoslo en algo parecido— me respondió y miro a Barbara—Eso no importa, pase lo que pase vosotras usareis los vasos rojos, no es nada bueno que os mezcléis con esas personas, es hasta una locura que estéis en la fiesta—comento.
Le mire.
—¿Y por que nos dejas ir?—le pregunte.
—Quizás si te quito la curiosidad, me dejes tranquilo unos días—comento Daniel.
Le mire.
—¿Me quieres dar miedo?—le pregunte divertida.
Me miro.
—Quiero que dejes de intentar suicidarte—me dijo.
Le mire impresionada sin saber que decir o que hacer, por primera vez en mucho tiempo me había dejado sin palabras, sin saber que decir o que hacer, no me pasaba en muchas ocasiones, siempre tenía una salida, para todo, fuera cual fuera el tema o el problema pero creo que esta vez, no había una respuesta posible para lo que me estaba diciendo, para eso.
—La primera vez que alguien te deja sin palabras—comento Barbara.
Golpee su pierna por debajo de la mesa.
—Nos vemos en la cena, albaricoque—me dijo antes de irse pero antes de irse dejo un beso en mi mejilla.
Seguía impresionada e intentando asumir lo que me estaba diciendo, lo que estaba pasando, menuda locura, me esperaba un tiempo algo duro.