Era muy extraño todo esto, si algún chico me hubiera dicho que me acompañaba a casa le habría dicho que no de forma tajante, me sentía como una tonta diciéndole a Stefan a todo que sí pero por alguna razón quería hacerlo.
—Así que eres amiga de Vania —dice Stefan sacándome de mis pensamientos, yo asiento, tengo las manos en los bolsillos de mi chaqueta.
—Mejor amiga de hecho, así que tu eres hermano de Evan —digo siguiendo su juego.
—Soy el hermano guapo de Evan —dice levantando las cejas. Yo ruedo los ojos, aunque no lo corrijo.
—¿Acostumbras acompañar a las chicas a sus casas con la intención de asesinarlas? —Stefan se detiene, yo hago lo mismo, él me mira serio.
—¿Tengo cara de asesino? —pregunta, yo me muevo un tanto nerviosa en mi lugar.
—Bueno no, pero Ted Bundy tampoco —digo, Stefan me mira, yo lo miro. Estamos literal haciendo un duelo de miradas.
—Tranquila, no soy un asesino —dice sonriendo, bueno hasta que me mate no lo sabré.
—Bueno eso me deja muy tranquila —digo sarcásticamente.
—Que tiene de malo que quiera acompañarte a casa, es decir, ¿nunca te ha acompañado un chico a casa? —pregunta.
—No —
—¿Enserio? —vaya que le parece tan sorprendente.
—Veo que por aquí son muy estúpidos los chicos —dice.
—¿A que te refieres con eso? —
—Voy a ser sincero, Amparito, eres una chica muy linda, me sorprende que nadie haya querido acompañarte a tu casa, o invitado a salir —se me eriza la piel.
—Es decir, no es que nunca me hayan invitado a salir o no me hayan querido acompañar a casa, es solo que no es algo en lo que esté interesada —me encojo de hombros.
—¿Eres lesbiana? —
—¿Qué? —pregunto atónita.
—Bueno no lo eres, lo siento —se disculpa, lo miro y está sonriendo.
—¿De que te ríes? —pregunto, y una sonrisa amenaza con salir de mi boca, pero la reprimo.
—Quiero saber porque soy el primer chico que te viene a dejar a casa, Amparito —
—Me enfoco en mi futuro, las notas del colegio son las que me abrirán las puertas a la universidad —
—Entiendo, y ¿Qué te gustaría ser en el futuro? —pregunta.
Lo miro, me sorprende su pregunta, es decir, por un momento pensé que estaba tratando de ligar conmigo, pero me está preguntando del futuro. Se me vino a la mente la única vez que me junte con un chico, y lo único que me preguntaba era que es lo que me gustaba de un hombre, que si me podía besar, que si quería ver su abdomen marcado. En fin esa salida fue un martirio, pero aquí estábamos con Stefan caminando en la noche, con él preguntándome por mi futuro. Yo tenía muchas cosas planeadas y nadie me había preguntado eso.
—Yo quiero estudiar medicina —digo, conteniendo las ganas de contarle todos mis sueños.
—Vaya, es una carrera muy sacrificada —dice, yo asiento.
—Quiero salvar vidas, contribuir con algo pequeño en este mundo —
Levanto la mirada para darme cuenta que ya estamos en mi casa, así que me detengo.
—Bueno ya llegamos —digo, Stefan mira hacia mi casa.
—Es una casa muy bonita y grande —dice moviendo la cabeza en señal de aprobación, yo me giro a mirarla también.
—Si, demasiado grande para la poca gente que vive aquí —digo.
Las luces están apagadas.
—Bueno Stefan, muchas gracias por acompañarme —digo, me acerco a él para darle un beso en la mejilla, sus manos se apoyan con delicadeza en mi cintura.
—Fue un verdadero gusto, Amparito —dice, comienzo a caminar hacia mi casa cuando siento nuevamente su voz—. Espero verte nuevamente —me giro hacia él.
—Espero lo mismo —dicho esto dentro a casa.
Cuando cierro, me apoyo en la puerta, cierro los ojos al sentir esa extraña sensación, en apenas una noche Stefan me producía sensaciones que ningún chico antes me había siquiera producido, Y lo peor de todo es que nosotros probablemente nunca volveríamos a vernos.
Subí a mi habitación, me saco la ropa para ponerme el pijama, y me tiro en la cama, una tonta sonrisa se posó en mi cara, yo sólo esperaba volver a verlo.
Mi celular vibra con un texto.
“¿Dónde estás?”
Es un mensaje de John.
“En mi casa, y tú?”
“Lo siento, no vi el mensaje, pero ¿llegaste bien?
“Si tranquilo”
“Mañana te paso a buscar, lo prometo”
Sonrío.
“Te estaré esperando”
Me dispongo a dormir, mañana tengo un examen muy importante y no quiero quedarme dormida.
Camino hacia John que está sentado en las bancas del patio, como siempre, había sido el primero en salir, yo esta vez había sido la segunda, normalmente Vania y yo salíamos de las últimas, nos gustaba revisar el examen antes de entregarlo, pero se me había hecho muy fácil y no sentí la necesidad de revisarlo.
—¿Ayer con quién te perdiste John? —le pregunto al sentarme a su lado.
—No lo se —dice riendo.
—¿Cómo no vas a saber? —pregunto yo, es decir se perdió toda la fiesta con ella y no sabe quién es.
—Era una chica de la universidad de Vesta, no tuve tiempo de preguntarle el nombre —dice moviendo las cejas, sé que significa ese movimiento de las cejas por lo que ruedo los ojos. John sale del estereotipo del chico nerd virgen que no sale con nadie.
—No puede ser que ni siquiera le preguntaras el nombre —muevo la cabeza en señal de desaprobación.
—La clave está en decirle a todas “amor”—dice empujando mi hombro, se me escapa una risa.
—¡No puedes ser mas idiota!—
—Soy un hombre inteligente —yo ruedo los ojos.
—Voy al baño —digo, John asiente. Camino hacia los baños, ya varios compañeros están saliendo de la sala, me fijo en Vania pero no se ve, de seguro debe ser por la resaca que traía.
Cuando entro al baño escucho unos pequeños lloriqueos, que al entrar completamente, se detienen, no se si quedarme o salir, pero enserio quiero pasar al baño, cuando entro al cubículo miro por debajo, al parecer la chica esta al lado mío, eso me puso demasiado incómoda, es decir, había demasiado silencio y mi pipí, se escucho como una cascada, no sabia quien estaba al lado, pero me había hecho sentir muy incomoda. Aunque me imagino que ambas estábamos incómodas, ya que ella estaba llorando.
Una vez termine salí a lavarme las manos, y a ella se le escapó otro gemido, sentí una punzada en el pecho, y podría haberme ido y haberla dejado sola, pero no quería.
—Hey, ¿estás bien? —yo a veces hacía preguntas estúpidas, era obvio que no estaba bien, no recibí respuesta—. Sé que estás ahí —vuelvo a decir.
—Ssi estoy bien —su voz era suave, y gangosa por estar llorando.
—No lo parece, ¿Qué puedo hacer para ayudarte? —
—Solo déjame sola, no quiero tu lástima —escupe, la verdad ella estaba mal, lo sabía por su agresividad, pero yo soy muy obstinada.
—No es lástima, pero no puedo dejarte aquí sola, llorando —
La puerta se abrió dejándome ver a una chica bañada en lágrimas, yo la había visto antes en la escuela, y había visto cómo otras chicas la miraban feo por ser, como decirlo, más rellenita.
—¿Qué es lo que quieres? —me pregunta, tiene unos ojos grises preciosos, que están inyectados en sangre de tanto llorar, ¿Qué es lo que quiero? la verdad no se, solo no puedo irme como si nada después de haber presenciado esta escena.
—¿Por qué lloras? —
—Acaso no es obvio, mírame —dice ella, limpia sus lágrimas y se dispone a salir, se apoya en el lavamanos, y yo me posiciono en la puerta impidiendo que huya.
—Te estoy mirando, no veo nada —digo.
—Tú debes ser igual que esas chicas, que molestan a otra por ser distinta talla —la verdad supuse que sería algo así.
—Mmm no lo creo, la verdad también me han molestado con eso —digo encogiéndome de hombros, ella me mira frunciendo el ceño.
—Pero si tú estás delgada, quisiera yo estar así —dice.
—La verdad no se si estoy delgada o no, y no me importa, he aprendido a querer mi cuerpo tal y como esta —
—Es fácil decir eso cuando tienes este cuerpo, y no este que la única talla que le cae es la xxl —se mira en el espejo y llora—. A veces olvido lo repugnante que soy, hasta que alguien me lo recuerda —
—No eres repugnante, y estoy segura que quien te dijo eso fue Brook —ella asiente—. Está en los huesos ya, debe tener un serio problema, encuentra gordo todo cuerpo que tenga algo de carne y haga que no se noten los cuerpos, no debería importarte la opinión de alguien como ella, está llena de odio —ella niega.
—Mírame, soy horrible, ningún chico si quiera se acerca a mí —
—Para un momento, ¡mírate! tienes unos ojos grises hermosos, eres hermosa, como no te das cuenta —ella comienza a llorar, y por inercia la abrazo, aunque la verdad no de tan buena forma, es decir, saben que soy mala con los afectos.
—Se nota que eres muy mala con los afectos —dice riendo, yo me rio igual.
—Por lo menos logre que rieras —
—Gracias —
—Pero que es lo que me agradeces, mira, yo me sentí en algún momento como tú, me costó quererme a mí misma, pero no es tan difícil, por suerte para tí, estoy aquí, te ayudare —digo sonriéndole.
—¿Enserio? pero si no me conoces —ella realmente parece confundida, es como si nunca nadie hubiera mostrado un poco de amabilidad con ella. Probablemente en esta escuela haya sido así.
—Nos conoceremos, soy Amparo —digo y estiro mi mano, ella la toma.
—Soy Romina —dice tomando mi mano, la tomo del brazo.
—Vamos, te presentare a mis amigos, ellos definitivamente te harán reir mas que yo, y quizás también te abracen mejor —ella vuelve a reír, y me sigue, una vez salimos del baño diviso en el patio a Vania y John, Vania, que se esta agarrando la cabeza y tomando agua.
—Pensé que te habías ido por el wáter —dice John riendo, yo ruedo los ojos.
—Te ignorare, les presento a Romina —digo, ambos le sonríen, bueno Vania como puede.
—¿Dónde te encontraste a esta loca? —le pregunta John a Romina, ella sonríe.
—Ella me encontró de hecho —dice.
Nos sentamos a conversar, hablamos un poco del examen y Romina nos cuenta algunas cosas de ella.
—Oye Amparito, ¿habrá algo que quieras contarme? —me pregunta Vania, cuando la acompaño a llenar su botella de agua, nuevamente.
—Mmm que yo sepa, no —digo
—¿Segura? —insiste, yo como que estoy un poco confundida.
—Mmm creo —
—Ah entonces contarme que Stefan fue a dejarte a casa, ¿no es nada? —grita, yo abro los ojos, todas las miradas de las personas que pasan por nuestro lado nos quedan mirando.
—¡Jesús, cuéntaselo a toda la ciudad! —digo, ella rueda los ojos—. ¿Y cómo sabes tú eso? —indago, ella se encoge de hombros.
—Stefan me lo contó —dice, termina de llenar su agua y me mira—. Él está en casa todavía, de hecho me pidió tu número —dice, siento una pequeña punzada en el pecho, de emoción, la verdad no se.
—¿Y que hiciste? —pregunto un poco nerviosa.
—Se lo di —