Los siguientes días pasaron volando. Mi hermano me llamó el mismo día en que había decidido alejarme de Devon, me dijo que su comandante no le había dado permiso de salida porque era el mejor militar, y lo necesitaba con él. Me sentí muy triste después de eso, quería ver a mi hermano y quería contar con su apoyo. Con él a mi lado, huir de Devon hubiese sido mucho más fácil y llevadero. Jett era enorme, sabia pelear muy bien y no era de los que le temía a nadie.
Pero Britanny también se había comportado como una mujer muy valiente, demasiado valiente para una chica de tan solo veinticuatro años que tenía dos preciosos hijos y un marido banquero. Ella tenía un estilo de vida privilegiado, podía irse de viaje cuando quisiera, salir de compras todos los días, e ir a fiestas para beber Martini's, y sin embargo, se había pasado todo el tiempo conmigo en el hospital mientras su madre cuidaba a sus hijos.
El medico también me dijo que necesitaba guardar mucho reposo, y que mis heridas tardarían un poco en sanar. Mi muñeca seguía estando inestable, y mi abdomen dolía incluso cuando comía. Al tercer día de estar en el hospital, me di cuenta de que tenía un feo moratón en el cuello en forma de dedos, de cuando Devon me había ahorcado en la cocina. Me di cuenta de ello mientras me miraba en el espejo, y lloraba por mi aspecto.
Mi cabello n***o azabache estaba sucio, y mis ojos verdes parecían muy apagados, casi sin vida. Mi piel demasiado pálida y mi ojo derecho tenía un muy feo moratón morado, por no hablar de mi ojo, quien casi podía abrirse y cerrarse. Britanny también me había hecho darme cuenta de que había perdido varios kilos, estaba extremadamente delgada, aunque por la comida del hospital, poco a poco había ido recuperando mi peso.
Evité a toda costa mirarme en el espejo de nuevo, porque sabía que terminaría llorando. Me dolía el haber terminado de esa forma por un hombre. Yo nunca me había considerado hermosa, pero si muy atractiva, y ahora no quedaba nada de ello, solo parecía una muñeca sin vida. Muy diferente a como mi mejor amiga brillaba cuando Jonathan estaba cerca de ella, a como su piel se veía tersa y sonrojada, y a como sus ojos deslumbraban. Ese era un signo de felicidad, uno que yo había perdido hacía muchísimo tiempo.
Pero los días pasaron a si ritmo, y me alivió saber que no Devon no había intentado verme tampoco. No es como si lo hubieran dejado, Jonathan utilizó sus contactos para contratar a dos musculosos guardias que se pararon en mi puerta y se turnaron para cuidarme. Sentía que era un poco exagerado, pero también sabía que Devon era un hijo de puta sin escrúpulos, podía hacer mucho daño si no se le detenía.
También hablé con varios policías, pero como sospechaba, apenas escucharon el apellido de Devon, se volvieron escépticos y poco interesados. N importaba lo mucho que tenía que hablar de mi ex, ellos no me escucharon o no quisieron hacerlo. Estaba confirmado, no podía confiar en la policía, el padre de Devon ya los tenía comprados, ellos no me ayudarían.
Aunque no dejé que eso me decepcionara, no iba a permitir que me jodiera mi esperanza. Simplemente hice caso omiso de ello y para cuando el día de mi salida llegó, ya me sentía mucho mejor. Al menos podía caminar por mí misma sin que cada parte de mi cuerpo doliera, ya podía abrir mi ojo con normalidad, mi muñeca ya no se sentía como gelatina, y mi aspecto había mejorado solo un poco.
Cuando salimos del hospital del lado de los dos guardias y de mi mejor amiga y su esposo, noté como el auto de Devon estaba estacionado frente al hospital. Mi corazón se aceleró pensando que el saldría y me obligaría a irme con él, que todo lo que habíamos planeado se iría a la mierda y los dos guardias y mis amigos no serían suficiente para separarnos, pero él no salió del auto. Ni siquiera cuando yo me subí a la camioneta de Jonathan y Britanny y aceleramos.
***
Cuando llegamos a su casa, Britanny me llevó hasta la habitación de invitados del primer piso. De esa forma, evitaba que tuviera que subir y bajar las escaleras, me sentía bien, pero tampoco quería forzar mi cuerpo. Ella me dejó con Jonathan mientras se iba a buscar a sus dos hijos a la casa de su madre, me había dicho que no me iba a dejar sola en ningún momento, al menos hasta que las cosas se enfriaran un poco. Entendía lo que quería decir, Devon podía venir en cualquier momento y tratar de llevarme a la fuerza con él.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo ante ese pensamiento, si él venia, no sabía lo que sería capaz de hacer. Debía estar furioso ahora mismo, destrozando cosas mientras se imaginaba que era yo, no dudaba de que, si me atrapaba, no saldría viva de ello. Conocía muy bien a mi novio, había vivido con él durante más de tres años, sabía cómo pensaba y actuaba. Por ese motivo, estaba tan contenta de que el marido de mi mejor amiga decidiera quedarse conmigo, no era el hombre más grande y acuerpado del mundo, pero al menos me defendería con todo lo que tenía.
Me quedé en la cama durante un par de días, mientras dejaba que mi mejor amiga y su esposo me consintieran. No me gustaba estar sin hacer nada durante demasiado tiempo, así que logré convencer a Britanny de que me diera mi laptop, aquella que había empacado junto con mi ropa. Ella sabía lo importante que era para mi ese aparato, era donde trabajaba.
Había estudiado periodismo en la universidad, pero como a Devon nunca le gustó que yo tuviera un trabajo de oficina porque decía que “estaba descuidando las tareas del hogar” tuve que conformarme con trabajar por mis propios medios como editora de libros. Era buena en ello, así que la paga también era muy buena. Siempre le dije a Devon que ganaba muy poco, por lo que pude guardar mis propios ahorros en mi cuenta bancaria personal sin que él se diera cuenta. Había sido algo inteligente, puesto que ahora iba a necesitar ese dinero.
Los días seguían pasando tranquilos, y mi cuerpo poco a poco comenzó a mejorar. Recibí llamadas de mi hermano un poco más seguidas que las de antes, pero siempre eran muy cortas porque tenía que trabajar. Sabía que también hablaba con Britanny para verificar que todo estuviera bien, y que yo no le estuviera mintiendo. Al principio me dolió un poco el que me tratara como una niña, pero luego entendí que solo estaba preocupado por mí y que le mataba no poder estar aquí conmigo.
Todo iba a bien, e incluso estaba comenzando a sentirme tranquila, ya no me importaba si me dejaban sola en la casa, estaba perdiéndole el miedo a Devon. Hasta que una mañana, recibí una llamada de un numero desconocido.
Lo tomé rápidamente, con la esperanza de que fuera mi hermano, él siempre me llamaba de números diferentes. Pero no fue así.
—¿Hola? ¿Jett eres tú? —pregunté con una media sonrisa.
Pero se me borró cuando respondieron.
—No pequeña perra ¿sigues hablando con ese imbécil? —La voz de Devon me paralizó el corazón— Estas siendo demasiado rebelde, tendré que darte una lección para que aprendas de una maldita vez quien es tu dueño.
Me levanté de la cama de golpe, aterrada como la mierda. Era la primera vez que se contactaba conmigo desde que me dio la paliza ¿por qué ahora? ¿Por qué cuando estaba comenzando a sentirme tranquila?
—Déjame en paz —murmuré, tratando de que no notara el terror en mi voz, solo lo haría peor.
Su risa se escuchó divertida, pero a la vez peligrosa. Él se divertía con lo que estaba haciéndome, una vez me había dicho que le encantaba jugar al gato y al ratón conmigo, por supuesto, yo era el ratón. Este tipo de juego lo excitaban, le hacían creer que era le dueño del mundo y que nada podría detenerlo. Él había sido dueño de mi mundo por mucho tiempo, así que entendía lo que debió haber sentido.
—No te dejare en paz porque eres mi mujer, mi novia, de mi maldita propiedad —regañó enojado—. Tienes que venir a casa, este es tu lugar, es donde perteneces.
Si me lo hubiese pedido hacia unas semanas, tal vez le hubiera hecho caso; pero no ahora, no cuando me había dado cuenta de lo hermosa que era la vida cuando no tenías que andar de puntillas por tu propia casa, con miedo de que tu novio decidiera darte una paliza solo porque lo miraste demasiado. No volvería a esa vida, estaba decidida.
Las lágrimas comenzaron a derramarse por mis mejillas, pero a pesar de lo asustada que estaba, también me sentía decidida. No iba a caer en él de nuevo, no iba a dejar que sus palabras o que su familia me hicieran volver a mi antigua vida, no dejaría que me matara como si tuviera el derecho. Yo merecía más de lo que él estaba dando, merecía mucho más.
—No-volveré-a-ti —dije recalcando cada palabra— Déjame en paz, no se te ocurra acercarte a mí. No te quiero Devon, y de hecho, me das asco. Eres como un maldito monstruo, y el día en mueras, estaré riendo a carcajadas frente a tu lapida.
Las palabras salieron de mi boca con rapidez, pero cada vez que un insulto más salía, me sentía mucho más aliviada. No me importaba lo arrepentida que pudiera estar más adelante, se sentía bien tener el control por un momento, poder decir lo que pensaba sin miedo a las represalias.
—¡Maldita perra! —gritó con odio, tuve que apartar el teléfono para no escuchar sus insultos— ¡Voy acabar contigo nena, te mataré!
—¡No puedes hacerme nada!
—Eso es lo que crees, no pienses que el imbécil del banquero y la puta de tu amiga estarán siempre para cuidarte. Recuerda que soy dueño de esta maldita ciudad, voy a ir por ti y cuando te encuentre, será mejor que corras.
—Déjame en paz —intenté de nuevo, llorando.
—No tienes idea de lo que tengo preparado para ti, lo voy a disfrutar.
Con eso, cortó la llamada. Me quedé mirando el teléfono en mi mano, preguntándome si todo lo que había pasado era real. Mi vida había dado un giro de ciento ochenta grados en estas dos semanas, aun no podía creerlo. Había pasado de rogarle a Devon para que no me pagara, a insultarlo y decirle que me daba asco. Y por más que se sintiera bien, también tenía miedo de las consecuencias, miedo porque lo había enfurecido como nunca antes, y porque se volvería implacable.
Tenía que irme, tenía que largarme de esta ciudad antes de que él cumpliera su promesa y acabara matándome, o algo peor, torturándome. Tenía razón en algo, su padre y él eran dueño de esta ciudad, controlaban todo, tenían a la gente de su lado. En cambio, yo solo era una periodista que trabajaba por su cuenta y no tenía mucho dinero, una chica sin poder alguno.
Odiaba tener que huir de nuevo, pero si quería sobrevivir, tenía que hacerlo.
Cuando Britanny y Jonathan llegaron, les conté lo que había sucedido. Mi mejor amiga estaba furiosa, y su esposo tampoco estaba mucho mejor, ellos odiaban a Devon por todo lo que me estaba haciendo. Yo también estaría realmente molesta si encontrara a mi mejor amiga temblando porque su novio la había amenazado de nuevo, justo cuando pensaba que la dejaría en paz. Ellos me dijeron que no le prestara atención, que no creyera sus amenazas, pero yo lo conocía muy bien, y sabía que las cumplía.
No les gustó mi decisión de irme del estado, y también intentaron que me quedara, pero no les presté atención. No podía quedarme aquí muriéndome de miedo, no podía salir a la calle sola, no podía estar en casa sola, y tampoco podía ir hasta mi propio hogar para recuperar el resto de mis cosas por el miedo de que él estuviera allí. No podía vivir toda mi vida de esa forma, ya estaba cansada de tener que vivir con miedo, no era justo para mí.
Esa misma noche, recibí una llamada de mi hermano. Britanny le contó lo que había sucedido, así que él se alteró de nuevo, maldijo y dije que iba a dejar la marine. Pero no podía hacerlo, ambos lo sabíamos. Tampoco estaba de acuerdo con mi decisión de irme del estado, a un lugar donde estuviera sola, pero todos sabíamos que lo mejor era mantener la distancia, irme a un lugar en donde al menos pudiera contar con la policía.
Después de tantas discusiones, todos nos pusimos de acuerdo. Quedamos en que me iba a ir Atlanta, Georgia. Estaba lo suficientemente cerca de Alabama como para que Britanny y Jonathan pudieran correr en ayuda si algo me pasaba, pero lo suficientemente lejos de Devon y su maldita familia. Atlanta era una ciudad muy grande, con más de quinientas mil personas, era fácil perderse entre todos ellos.
No sabía a donde llegar, no tenía amigos u otros familiares en ese estado, ni siquiera en Nueva York. Pero encontramos la solución cuando mi hermano me habló de unos de sus mejores amigos. Me dijo que había servido con él en su primer año, luego se había retirado y actualmente era un peleador de boxeo. Jett me dijo que confiaba en él con su vida, que era un buen amigo y que sabía pelear mejor que nadie que hubiese conocido, estaba viviendo en Atlanta y tenía una habitación disponible que podía alquilarme.
En menos de un día, todo estaba resuelto. Mi hermano habló con el tipo, le contó algunas partes de la historia y el hombre aceptó. La paga del alquiler no era muy alta, de hecho, tenía el dinero suficiente como para pagarle tres meses por adelantado. Además, si era tan buen peleador, entonces podría protegerme si Devon descubría donde me había ido.
Dios quiera que eso no pasara.
Me despedí de mis amigos dos días después de que Devon me llamara para amenazarme. Ellos me acompañaron hasta el banco, donde saqué todo el dinero que tenía en mi cuenta bancaria, y en otra que me habían dejado mis padres a mí y a Jett antes de morir. Tenía el dinero suficiente como para sobrevivir unos cinco meses sin trabajar, pero esperaba que mi trabajo como editora me siguiera dando tan buenos frutos.
Britanny lloró todo el camino hasta la parada de autobuses, y para ser sincera, yo también lloré. Los iba a extrañar, porque eran mi familia y no me gustaba alejarme. Para cuando terminamos de despedirnos, ya estaba atardeciendo y necesitaba irme.
Me subí en el autobús con el corazón en la mano, con miedo y temor, pero con mucha esperanza.