—¿Así que… ¿cómo es Jay Colton? —preguntó Britanny a través del teléfono. La había llamado justo después indagar más a fondo mi habitación, ya que Jay se había desaparecido de la nada antes de que pudiera siquiera hacerle una pregunta.
Di un suspiro y me tiré en la cama, amando la sensación de comodidad. Lo que más me gustaba de todo esto, era que podía desordenarla sin que nadie me dijera nada, podía incluso desordenar toda la habitación, era mía y no había ningún estúpido novio sometedor para molestarme por ello. Me gustaba mi nueva y estrenada libertad.
—Bueno, no hablé mucho con él —dije, sabiendo que Britanny encontraría una mejor explicación para la actitud de Jay—. De hecho, no habló conmigo a excepción de para decirme que no estaba contento de que estuviera aquí, y luego me dijo un montón de normas más.
—Joder —dijo mi mejor amiga en respuesta— Creo que tenemos un caso allí, aunque definitivamente debe ser mejor que vivir con Devon.
Sí, tenía razón, vivir con un ogro era muchísimo mejor que vivir con mi antiguo novio. Además, aun no sabía si el tipo realmente era tan frio, o solo había estado de mal humor hoy. Tal vez la novia lo dejó, o perdió su trabajo y por eso estaba de esa forma. No podía juzgar a nadie, la vida me había enseñado a no hacerlo.
—Aunque es jodidamente sexy y hermoso —reí como una adolescente, aunque me sentía así de nuevo—. Tiene unos ojos precioso y fríos, pero todo su cuerpo es magnífico, como un adonis.
Eso llamó la atención de Britanny, ella podía estar felizmente casada, pero nunca se negaba a saber sobre un sexy hombre.
—¿De verdad? Tal vez ese es el hombre que has estado buscando, Devon era lindo, pero no del tipo sexy. Tal vez este nuevo hombre puede ser el que te lleve al límite.
—¿Puedes dejar de leer novelas románticas? —pregunté divertida— Te están afectado esa linda cabecita tuya.
—Yo solo digo que...
—¡No digas nada! —exclamé, poniéndome seria— Acabo de salir de una relación toxica y abusiva, y además, Jay parece tener un palo en el culo, es un poco molesto.
Me revolví en la cama, como hacia siempre que estaba inquieta. No estaba exagerando, solo hace dos semanas era la novia de un idiota que me golpeaba cuando quería, y aun mi cuerpo dolía por las heridas que apenas estaban comenzando a sanarse. No estaba buscando una nueva relación, y seguro como el infierno que cuando decidiera dar ese paso, seria con un hombre amable y cariñoso, no un frio de mierda.
Me despedí de mi mejor amiga antes de que comenzáramos a ponernos sentimentales y me preparé para desempacar. Aunque no era demasiado lo que tenía, de hecho, debía ir a una tienda para comprar cosas de uso personales, había salido demasiado rápido como detenerme e ir a mi propia casa y buscarlo por mí misma. Además, Devon podía estar allí, así que preferí comprarlas de nuevo y no tener que arriesgarme.
Me cambié de ropa por algo más cómodo, lo que resultó ser pantalones de chándal y una camiseta desteñida. Recogí mi cabello n***o y comencé a ordenar mi ropa en el inmenso armario. Mucha de mi ropa se había quedado en Alabama, por lo que solo tenía lo más necesario, y lo que Britanny había empacado para mí, que resultaba ser tangas y brasieres de encaje. Ella se había asegurado de meter en mi bolso solo mi ropa más elegante y bonita, dejándome solo las pijamas que sabían me gustaban.
Para cuando terminé con eso, mi estomago estaba gruñendo.
***
No decidí comer hasta que fueron las once y treinta. Me había quedado en mi habitación decidiendo si debía tomar la comida que estaba en la cocina, o ir al supermercado y comprar una para mí misma. Pero era nueva en la ciudad, y no tenía idea de donde estaba el supermercado más cercano. Además, planeaba darle el dinero a Jay en cuanto lo viera, para no tener que andar de puntillas por la casa sintiéndome una extraña.
Cuando fue hasta la cocina, me sorprendí de lo hermosa que era, mucho más que cualquier otro lugar de la casa. Las encimeras eran de granito oscuros, las paredes de un hermoso color beige cremoso y los estantes color café oscuro. Ni siquiera yo hubiese podido decorar tan bien una casa.
El lugar estaba silencioso, pero desde que llegué había estado así, al parecer, Jay era muy silencioso o no había estado en casa en absoluto. No entendía cómo podía ser así, cuando yo estaba mi casa, era la persona más ruidosa del mundo ¿por qué no aprovechar que estabas sola?
La cocina no era exactamente mi pasión, pero me gustaba cocinar y también era buena en ello, si no, Devon hubiese acabado conmigo hacía mucho tiempo. Revisé el refrigerador, aunque este no tenía demasiado comida, de hecho, lo único que tenía era carne roja molida, y demás vegetales, nada más. Típico de la cocina de un hombre, no sabía que hacía Jay para comer, pero tenía que ir al supermercado lo más rápido que pudiera.
Al menos los ingredientes que habían servían para hacer un chile, también había arroz y un poco de pan, lo que era perfecto. Disfrutando de mi nueva libertad, fui hasta el equipo de sonido que había en la sala, uno que por lo que veía, no se usaba con demasiada frecuencia. Lo encendí y coloqué cualquier estación de radio, no me importaba, solo necesitaba escuchar a alguien hablando.
Mientras cocinaba, canté las canciones que se sabía, sintiéndome animada por primera vez en mucho tiempo. Había pasado años desde la última vez que pude cantar a todo pulmón mientras cocinaba o hacía cualquier cosa, Devon nunca me dejaba cantar o algo por el estilo. Ahora que lo pensaba, a él le había molestado cada vez que me veía feliz o de buen humor, como si yo no tuviera derecho a serlo, solo él.
Definitivamente irme de su lado fue lo mejor que pude haber hecho en mi vida, no había recordado lo feliz que era estar sin él hasta ahora.
Me perdí en el tiempo mientras cocinaba el chile, y para mi propia satisfacción, estaba saliendo muy bien. Le eché un poco de picante, solo lo suficiente para hacer que el sabor explotara en tu boca. Preparé el arroz blanco, y corté el pan que estaba en el estante, a solo una semana de expirar. No entendía como Jay se alimentaba tan bien, porque tenía que hacerlo muy bien para tener el cuerpo que tenía.
Justo cuando terminé de hacer la deliciosa comida, la puerta del apartamento se abrió. Me quedé inmóvil, no sabía cómo actuar al frente de Jay, el hombre me intimidaba un poco. Había planeado comer y luego irme a mi habitación de nuevo a trabajar un poco, pero no encontrármelo en su cocina, mientras cocinaba y escuchaba música, como si el lugar fuera mío.
—¡Mierda! ¿Cuál es ese jodido y delicioso olor? —preguntó una voz muy diferente a la de Jay.
Me quedé inmóvil, preguntándome quién podría ser ahora. Era mi segundo día en la casa, no sabía nada del lugar, no conocía a los amigos de Jay, ni siquiera había tenido tiempo aun de pasear un poco por la ciudad. Dejé la comida en la encimera para acercarme hacia donde el sonido provenía, no me gustaba estar sola con demasiados hombres, había tenido una mala experiencia con ello hacía algunos meses, cuando vivía con mi ex.
Pero el chico me ganó, cuando me vio de pie en la cocina, se quedó mirándome con sorpresa. Otro chico lo siguió, y obtuvo la misma reacción que el anterior. Yo también estaba sorprendida, pero no solo porque ellos estuvieran aquí, sino porque eran realmente atractivos. No tanto como Jay, pero se acercaban mucho a ese tipo de belleza oscuro que atraía tanto a las chicas.
El primer chico que entró tenía el cabello rubio como Jay, pero él tenía mucho más cabello y su peinado era un poco más rebelde. También era musculoso y grande, y por su bonito rostro, podía predecir que era familia de Jay. Aunque este chico era más joven que yo, tal vez rondaban entre los dieciocho años y los veintiuno, fuera lo que fuera, era muy lindo. El otro chico no era la excepción tampoco, era moreno, de cabello castaño y ojos negros, y se veía de la misma edad que el anterior. Me sentía como una vieja a su lado, porque a pesar de que solo era unos cuantos años más grande que ellos, me sentía como si hubiese vivido una eternidad.
El rubio me dio una sonrisa lenta y socarrona, una que haría temblar mis piernas si Jay ya no lo hubiese hecho ya. Britanny era la que siempre parecía estar delirando por los chicos bonitos, yo siempre los había ignorado porque pensaba que eran demasiado lindos para tomar a una mujer en serio, pero era difícil ignorar la belleza de los dos hombres frente a mí. ¡Diablos! Incluso creo que estaba sonrojándome.
—Bueno...hola —saludó el rubio sin perder su sonrisa. — No sabía que mi hermano estaba teniendo tan buena compañía.
Le sonreí de vuelta, ignorando el tono coqueto en sus palabras. Si, eran lindo, pero no lo suficiente como para que me volviera una asaltacunas y decidiera coquetear de vuelta. No gracias. Y sí, tenía razón, el rubio y Jay eran familia, pero el chico se veía tan joven y alegre que no imaginaba que podía ser su hermano.
—Soy Kate —me presenté amablemente—. Tú hermano está alquilándome una habitación, nada más.
—Bueno eso es aún mejor —dijo con una sonrisa. Fue hasta la isla de la cocina donde estaba sentada y me extendió su mano— Soy Dexter y ese idiota de allí —señaló al moreno que no había hablado hasta el momento— es Jude.
El chico me dio una sonrisa no tan brillante, pero no por es menos hermosa. Me sonrojé de nuevo ¿qué demonios me sucedía? Demasiado tiempo sin estar con hombres atractivos estaba poniendo toda tonta. Le devolví la sonrisa, notando que no dejaba de mirar el chile que estaba en la cocina, el olor que desprendía era realmente atractivo, sin contra el arroz recién hecho y el pan tostado que estaba en la mesa. Yo tampoco hubiese podido dejar de mirarlo.
—Mmm ¿quieren un poco de comida? —pregunté tímidamente— Hice demasiada y probablemente vaya a sobrar.
Los chicos no se hicieron de rogar. Iba a servirles un poco, pero ellos me ganaron cuando se metieron en la cocina de lleno y comenzaron a servirse chile y arroz por ellos mismo. Se veía que conocían el lugar, puesto que ninguno de los dos había dudado en donde estaban los platos ni los vasos, simplemente lo tomaron con toda confianza.
Cuando terminaron de servirse, se sentaron junto a mí en la cocina. Los escuché hablar mientras devoraba mi almuerzo también. Me enteré de muchas cosas interesantes, como, por ejemplo, que Dexter tenía dieciséis años, mucho menos de lo que yo había pensado, y que estaba entrenando con su hermano para poder competir en las peleas de boxeo, eso explicaba lo enorme que era para su edad.
Jude tenía dieciocho y también estaba siendo entrenado por Jay, se conocían desde que eran pequeños, por lo que había mucha confianza entre ellos. No tenía idea de cuantos años tenían Jay, pero Jude me había dicho que lo conocía desde que él era apenas un chiquillo.
También les conté un poco sobre mí, evitando contarles toda la parte de Devon, y diciéndoles que me había venido a Atlanta para comenzar una nueva vida. No era una mentira como tal, solamente estaba ocultándoles una parte importante de la historia. También les dije sobre mi hermano Jett, y su amistad con Jay, aunque ellos no tenían idea de quien era.
Era lógico, ellos se habían conocido en el ejército, y mi hermano no había salido de allí desde hacía unos varios años, y cuando lo hizo, solo había sido para visitarme en Alabama.
Para cuando la puerta del apartamento se abrió de nuevo, yo estaba riéndome a carcajadas por una broma que Dexter había hecho. El arroz casi salía por mi nariz, y estaba a punto de ser ahogada con mi propia comida, pero no podía soportarlo, era demasiado gracioso. Ellos habían mejorado mi humor sin siquiera darse cuenta de ello. Y lo mejor de todo era que: también parecían divertidos con mi compañía, lo que me sorprendía, Devon muchas veces había señalado que era la mujer más aburrida del mundo, sobre todo para los hombres.
Mi humor era bueno, o al menos hasta que Jay entró en la cocina, luciendo tan serio y frio como siempre. Tal vez esa era su personalidad, y ayer no había tenido un mal día como yo había pensado.
—¿Qué están haciendo aquí? —gruñó dejando las llaves en la encimera más cercana de la cocina— Hoy no tenemos entrenamiento.
Los chicos se encogieron de hombros, y para su beneficio, no lucieron asustado o intimidados por su presencia. No podía decir lo mismo de mí. Bajé la mirada hasta mi plato de comida ya vacío, jugando con los restos de arroz que quedaban.
—Queríamos saber si podemos acompañarte a la pelea de hoy —Dexter lució emocionado— ¡Quiero ver como pateas el trasero de “El Invencible”!
No quería ser el hombre que iba a pelear con Jay, ni por todo el maldito oro del mundo. La helada mirada en sus ojos demostraba que no tenía piedad con nadie, y mucho menos en una pelea. Si a mí me daba miedo el solo mirarlo, no quería imaginar cómo debía estar el tipo con que se iba a enfrentar. Aunque notando la emocionante reacción de Dexter, la pelea iba a ser muy buena.
—No vas a ir —respondió secamente—. Tienes escuela mañana temprano, así que mueve tu trasero a casa.
Dexter parecía decepcionado, y lo compadecía. Sabía lo mal que se sentía cuando querías ir a un lugar, y no te dejaban. ¿Cuán frustrante podría ser? Mi hermano había sido muy protector después de la muerte de mis padres, y Devon ni hablar. El muy hijo de puta me había prohibido ir a lugares donde reinaba demasiada violencia o había mucho alcohol, como si verlo a él todas las noches golpeándome y emborrándose no contaba como un mal sitio.
Sacudí mi cabeza para mirar a Dexter, parecía que quería decir algo, pero no lo hizo. Se quedó el silencio mientras apretaba sus puños y respiraba fuerte, Jay seguía mirándolo, casi retándolo con la mirada a que hiciera algo. Era una situación extraña y un poco incómoda, pero podía ver que había más historia allí de la que estaban dispuesto a contar. De pronto, Jude y yo parecíamos fuera de lugar aquí, entre tanta tensión.
—Eso no es justo —murmuró el chico por fin, pero no estaba mirando a su hermano—. Me pierdo las mejores peleas.
—No voy a discutir eso de nuevo —respondió Jay indiferente, no le importaba lo mal que se estaba sintiendo su hermano—. Mañana entrenaremos, así que no se les ocurra llegar tarde, o van a dar trecientas vueltas demás.
Ninguno de los chicos dijo nada, haciendo que él apartara su atención de nuevo, poniéndola en mí. Me miró de nuevo, pero no había nada de calidez en ella, ni siquiera un poco, era como si no hubiera nada dentro de él. ¿cómo alguien podía vivir sin sentir? Pero era lógico para lo que hacía, había visto pelear en la televisión, y los hombres golpeaban con fuerza, no me imaginaba poder golpear a alguien sin el remordimiento de que estabas haciéndole daño.
—¿Quieres un poco de Chile? —pregunté con una media sonrisa— aún queda un poco.
Él negó con la cabeza lentamente.
—No, no me gusta el chile.
Si no hubiese sido por su cortante tono de voz, hubiera pensado que en realidad estaba apenado por ello, pero no, no lo estaba. Le fruncí el ceño, molesta por su maldita forma de hablar. ¿no podía ser un poco amable siquiera? Yo no le había hecho nada, no era la causante de su mal humor. De hecho, prefería tirarme de un acantilado con un paracaídas que ser la culpable de su mal humor, el hombre era aterrado. No imaginaba como era que él y mi hermano habían logrado ser tan amigos, porque eran dos personas completamente diferentes.
—Tú te lo pierdes —me encogí de hombros.
Mis palabras parecieron llamar su atención, y no solo la de él, también la de los dos chicos frente a mí. A pesar de su fría mirada sobre mí, no me acobardé, no iba a permitir que otro hombre en mi vida me tratara mal, no iba permitírselo. Cuando me fui del lado de Devon, me prometí a mí misma que nunca más iba a pasar por algo así de nuevo, nunca más iba a dejar que ningún hombre pasara por encima de mí, o en este caso, me mirara como si fuera su criada.
Él se dio la vuelta, seguramente decidiendo que no valía la pena discutir conmigo. Eso me enfureció más, pero no le presté atención, no lo conocí. Me levanté del taburete donde había estado tan cómodamente sentada antes de que él viniera, sintiendo la mirada de los chicos en mí, seguí a Jay fuera de la cocina. Estaba descalza, lo que hacía menos ruidoso mi caminar.
Cuando llegué a mi habitación, tomé el dinero en efectivo que había destinado a darle para el alquiler de la habitación. Lo último que quería era que pensara que era una mala paga o algo así, no necesitaba más motivos para no agradarle.
Su puerta estaba abierta, por lo que entré sin tocar primero. Falta error, porque él estaba justamente sacándose la camisa que llevaba, y la vista de su cuerpo secó mi boca. Con ropa era sexy igual, pero sin ropa parcia un dios griego. No entendía cómo alguien tan hermoso podía ser tan frio, si su cuerpo decía caliente por todos lados.
Me atrapó mirándolo, lo que no era una buena señal. Carraspeé para tratar de aliviar mi seca garganta y le di una sonrisa de disculpa, que previsiblemente no respondió, como había supuesto. Yo era una persona educada, no importaba lo mal humorado que pudiera ser Jay, había sido mi error entrar en su habitación sin avisar.
—¿Buscas algo? —preguntó sin importarle estar medio desnudo delante de mí, pude ver tatuajes en su pecho, pero la habitación estaba lo suficientemente oscura como para no poder ver de qué se trataban. ¿Por qué las cortinas estaban cerradas si era pleno día? —¿Kate?
Su nombre en mi boca me sorprendió, y gustó a la vez. Me sonrojé completamente, olvidando por un momento que era lo que había venido hacer, aunque el dinero en mi mano me lo recordó. Me obligué apartar la mirada de su cuerpo, no podía arriesgarme a que el hombre me acusara de ser una acosadora, por la forma en la que lo estaba mirando.
—Yo... mmm… vine a… —mi tartamudeó lo hizo sonreír, aunque no era una sonrisa agradable.
—¿Verme desnudo? —terminó por mí, pero se volvió serio casi de inmediato— Dime lo que viniste hacer en mi habitación.
Su orden pareció funcionar en mí. Me aclaré la garganta de nuevo, y le di una mirada seria, tendiéndole el sobre en mis manos.
—Vine a darte el dinero del primer mes —murmuré tímidamente— supongo que se te olvidó pedírmelo.
Él no aceptó el paquete.
—No se me olvidó, no voy a cobrarte este mes —respondió indiferente—, tú hermano me dijo que estabas pasando por un mal momento, así que acordamos que solo te cobraré a partir del primer mes —él me dedicó otra fría sonrisa— Suponiendo que aun estés quedándote aquí para ese entonces.
Eso me sorprendió, mi hermano me había dicho que tenía que pagarle una pequeña cantidad por el alquiler, pero nunca me dijo que era gratis. Sin contar que Jay no parecía ser el hombre más generoso del mundo, y debía estar muy molesto por tener que soportar a una mujer en su casa sin recibir ninguna paga por ello. Por otra parte, si estaba enojado, debió haberlo dicho antes. Eso explicaba su mal humor conmigo.
—No me siento bien no pagándote —dije tratando de convencerlo— es tu casa, y no puedo estar aquí gratis.
—No estarás quedándote gratis, tendrás que limpiar la casa, exceptuando mi habitación. También cocinarás para mí, lo que tiene que ser algo mucho mejor que chile y arroz. Esa será mi paga, hace tiempo que estaba necesitando una mujer de servicio.
Maldito infeliz. Las ganas de abalanzarme y pegarle un puñetazo en la cara eran grandes, pero me contuve, no necesitábamos esto. No me parecía tan mal el trato, si no fuera por la forma en la que dijo la última frase “hace tiempo que necesitaba una mujer de servicio” Sentía que estaba aprovechándose de mí, cuando no lo estaba haciendo. Era un trato justo después de todo, cocinar y limpiar para él mientras no tenía que pagar las cuentas, no tenía por qué quejarme.
Le di una sonrisa amable de nuevo, y lució perturbado por un momento, antes de recuperarse. El seguramente esperaba que discutiera más y que me negara a limpiar y a cocinar, pero no lo iba a hacer. Había pasado los últimos años de mi vida haciendo eso, incluso antes de graduarme de la universidad limpiaba y cocina todos los días, porque a Devon no le gustaba encontrar nada sucio. No sería problema seguir haciéndolo mientras recibía algo a cambio.
—Está bien —murmuré dándome la vuelta, no me iba a despedir ni dar las gracias.
Antes de que pudiera dar un segundo paso, la voz de Jay me detuvo. Tan fría y calculadora como siempre, y aunque estaba haciendo calor, sentí un frio en mis huesos antes sus palabras.
—Oh y otra cosa —dijo, y pude escuchar su sonrisa—. Las paredes son delgadas, puedo escuchar tus conversaciones telefónicas.
No me sorprendió al principio, hasta que poco a poco entendí a que se refería. Con la única persona que había hablado por teléfono era con Britanny, habíamos hablado de cosas banales, pero también de algo importante. Sobre lo jodidamente sexy que era Jay, y como parecía tener un palo en el culo siempre. ¡Joder!
Casi corrí fuera de su habitación, y me pareció oír una risa oscura, pero no estaba segura si había sido la de él, o la de los chicos en la cocina.