La terraza del hotel era un lugar elegante, con vistas espectaculares de la ciudad de Estambul, el sol estaba comenzando a salir, tiñendo el cielo de tonos naranja y dorados, creando un ambiente que podía parecer romántico si no fuera por la tensión que flotaba en el aire, Antoni y Jace, sentados frente a una mesa de cristal, disfrutaban de un breve descanso entre los negocios, aunque sus mentes estaban lejos de la tranquilidad de la ciudad.
Antoni, con su porte impecable y su mirada fría, parecía estar completamente ajeno a la belleza que los rodeaba, su mente seguía en el mismo lugar, Mikail, las decisiones que había tomado, las traiciones que se cernían sobre él, pero, aunque su rostro permanecía inmutable, sus ojos eran los de un hombre que no dejaba de planear, que estaba siempre un paso adelante.
Jace, por su parte, parecía más relajado, como si la tensión de la situación le importara menos, estaba tomando un sorbo de su taza de café, observando distraídamente la ciudad, pero sus pensamientos vagaban en otro lugar, de vez en cuando, sus ojos se deslizaban hacia la calle, como si esperara ver algo o a alguien. La imagen de la joven que había encontrado esa noche seguía rondando su mente, pero no había dicho nada aún, no había mencionado la extraña sensación que le había dejado, Antoni, sin embargo, no era un hombre al que se le pudiera ocultar fácilmente un pensamiento, aunque Jace trataba de mantener su calma, sabía que su hermano no era tonto.
— ¿Te preocupa algo, Jace? — preguntó Antoni sin mirarlo, su tono neutral, pero lleno de esa intensidad que siempre marcaba la diferencia cuando Antoni hablaba.
Jace levantó una ceja, casi sorprendido de que su hermano hubiera notado su distracción, sabía que Antoni no perdía detalle de nada, pero no esperaba que se diera cuenta tan rápidamente.
— No... — respondió, sin dar muchas explicaciones, aunque su mirada momentáneamente se desvió hacia la calle — Solo pensaba en algo que vi antes, nada importante. — Antoni no insistió, pero la curiosidad era evidente en su postura.
No podía evitar que Jace fuera tan impredecible, siempre jugando a su manera, siempre con esa mirada tan desinteresada por las cosas que realmente importaban, Antoni, por el contrario, siempre jugaba al ajedrez con su vida, anticipando los movimientos de todos.
— Siempre hay algo importante cuando nos distraemos... — dijo Antoni en voz baja, luego, cambió de tema — ¿Cuánto crees que podemos confiar en los asociados de Baran? — Jace no respondió de inmediato.
— Depende de qué tan decidido este a formar una alianza con nosotros... — respondió Jace finalmente, sus ojos fijos en su hermano — Baran es un tipo astuto, de lo contrario no hubiese construido el imperio que tiene en estos momentos, además, ha sido él quien te busco. — Antoni asintió lentamente, ya había considerado esa idea.
— Mikail es un riesgo, pero hay otros peces más grandes que están detrás de él y debemos mantener los ojos bien abiertos porque son seres roñosos e imprudentes, debemos asegurarnos de que nadie nos haga un movimiento antes que nosotros. — Jace asintió, entendiendo lo que su hermano implicaba.
Antoni y Jace estaban listos para la reunión con Baran Erdem, el hombre más influyente del mundo subterráneo de Turquía, si alguien podía mover los hilos en esa región, era él, Baran no solo era el jefe de la mafia turca, sino también un maestro en negociaciones, conocido por su mezcla de brutalidad y diplomacia, además de una lealtad inquebrantable hacia quienes denominaba amigos.
La reunión se llevaría a cabo en la terraza del hotel donde ellos se estaban quedando, el paso de los minutos les permitió terminarse las tazas de café que habían pedido para comenzar el día con algo de energía, cuando Baran llego al hotel, fueron avisados. Era un hombre alto y fornido, con una barba negra perfectamente recortada y ojos oscuros que parecían ver a través del alma, vestía un traje azul marino y llevaba un anillo de sello en la mano derecha, símbolo de su autoridad en el mundo criminal.
— Giuseppe... — dijo Baran con una sonrisa calculada mientras se acercaba a la mesa donde estaban para estrechar la mano de Antoni — Me alegra verte, él debe ser tu hermano ¿Cuál de los gemelos es? — pregunto viendo al Jace.
—Lo mismo digo, Erdem, él es Jace Shepard... — Antoni estrecho la mano de Baran con firmeza — Espero que esta reunión sea fructífera. — su mirada fija en los ojos del turco.
— Claro que lo será y me alegra mucho poder conocerte muchacho. — le dio unas palmaditas en la espalda a Jace.
— El gusto también es mío. — Jace sonrió de lado viéndolo sentarse.
— Quiero dejar algo claro desde el principio... — dijo Baran, su tono serio de inmediato — Mis intenciones son serias, si decidimos asociarnos, será una alianza verdadera, no solo una transacción temporal, podemos afirmar esta alianza de muchas maneras, puede ser al estilo italiano o a nuestro estilo. — Antoni asintió, sus ojos no revelaban nada.
— Lo mismo espero, no me interesa una alianza basada en intereses volátiles, si nos asociamos, será para controlar los territorios clave y expandir nuestras operaciones de forma conjunta. — Baran lo observó por un largo momento antes de hablar de nuevo.
— Hay muchos hombres en esta ciudad que estarían dispuestos a verme caer y también hay quienes están atentos a tus movimientos en Italia, si te unes a mí, no solo compartiremos el poder, sino también los enemigos. — era un hombre bastante sincero y claro en sus palabras.
— Los enemigos son parte del juego... — respondió Antoni — Pero si trabajamos juntos, ellos serán el problema de otros, no el nuestro. — Baran dejó escapar una risa breve, como si hubiera estado probando a Antoni y estuviera satisfecho con su respuesta.
— Muy bien, empecemos a hablar de los términos. — la reunión acababa de comenzar, pero ya estaba claro que lo que se decidiera en esa terraza cambiaría el equilibrio de poder en más de un continente y tanto Antoni como Baran sabían que el primer movimiento de esta alianza marcaría el inicio de una nueva era en sus respectivos mundos.
La conversación entre Antoni y Baran estaba en pleno apogeo, con temas delicados de territorio y alianzas cruzadas cuando un suave murmullo interrumpió el ambiente, Jace levantó la mirada primero, sus ojos automáticamente en alerta, pero lo que vio fue un grupo de mujeres jóvenes acercándose tímidamente a la mesa. Baran giró en su silla al notar la presencia de las jóvenes, una sonrisa inusualmente cálida suavizó su expresión severa.
— Disculpen la interrupción, Giuseppe, estas son unas de mis hijas. — dijo Baran, presentándolas con orgullo.
Las mujeres estaban vestidas con elegancia, con un aire sofisticado, pero también cargaban un nerviosismo palpable por estar ante una reunión de alto nivel, una de ellas avanzó medio paso, sus ojos oscuros fijos en Jace, él se dio cuenta de inmediato, era la misma mujer que había chocado con él la noche anterior. La joven de vestido dorado y mirada intrigante, su cabello pelirrojo caía en suaves ondas sobre sus hombros y llevaba un vestido blanco que la hacía parecer aún más etérea bajo la luz del sol.
— Dilara, ven aquí. — dijo Baran, haciendo un gesto hacia la joven que había captado la atención de Jace, ella obedeció con la misma mezcla de timidez y desafío que Jace había visto la noche anterior.
— Mucho gusto. — dijo Dilara, su voz suave, pero con una pizca de desafío oculto en el tono, miró a Antoni y luego a Jace con una mirada que decía mucho más de lo que las palabras podían expresar.
— El gusto es mío. — respondió Jace, sus labios torciendo una sonrisa casi imperceptible.
— Buenos días. — Antoni fue un poco más formal, frío y distante.
Baran observó la interacción entre Jace y su hija menor con ojos calculadores, como si analizara cada detalle en sus expresiones, Dilara no dijo nada más, pero sus ojos permanecieron fijos en Jace por unos segundos antes de retroceder.
— ¿Nos dejas ir al bufete? — preguntó suavemente viendo a su padre.
— Claro, vayan a divertirse un poco. — asintio viendo a sus otras hijas que eran más reservadas y hasta cierto punto ariscas.
— Gracias. — ella sonrió con malicia y le dio un beso en la mejilla antes de girar sobre sus tacones e ir con sus hermanas.
— Mis hijas están aquí por poco tiempo, volverán a casa esta tarde. — explicó Baran.
Jace, aún intrigado por el breve, pero significativo encuentro con Dilara, decidió romper el silencio una vez que las jóvenes desaparecieron de la terraza.
— Tienes una familia impresionante, Baran ¿Cuántas hijas tienes? — preguntó con una sonrisa casual, aunque sus ojos traicionaban su curiosidad, Baran soltó una carcajada profunda, el sonido resonando entre las paredes del lujoso hotel.
— Diez. —respondió con orgullo.
El comentario cayó como una bomba sobre la mesa, Antoni, quien estaba tomando un sorbo de su café, casi se atragantó, Jace arqueó las cejas, claramente impresionado.
— ¿Diez? — repitió Jace, incrédulo.
— Sí... — Baran asintio, divertido por sus expresiones — Mi vida ha sido bendecida con mujeres fuertes y hermosas, y te diré algo, muchacho, manejar una familia con diez hijas es mucho más complicado que cualquier negocio que puedas imaginar. — le dedicó una mirada significativa, como si quisiera recalcar que incluso los hombres más duros sucumbían al poder de sus hijas.
— ¿Todas viven contigo? — preguntó Antoni, recuperándose del impacto, él apenas comenzaba su vida de matrimonio y apenas estaba considerando el tema de los hijos.
— No, dos de ellas están casadas, solo tengo a ocho conmigo, Dilara es la menor, la más testaruda y consentida de mi parte, se la pasa escapando de sus guardaespaldas solo para meterse en aventuras locas. — admitió Baran con una mezcla de cariño y exasperación.
Jace recordó la mirada desafiante de Dilara cuando lo enfrentó la noche anterior y comprendió que esa descripción le quedaba como anillo al dedo, pero ahora, con el nuevo conocimiento de quién era, la situación se había vuelto mucho más complicada de lo que imaginaba.
— Debe ser un desafío mantener a raya a tanta belleza y carácter bajo un mismo techo. — comentó Jace, intentando sonar neutral, Baran soltó otra carcajada.
— Desafío es quedarse corto, pero no cambiaría nada de mi vida por ellas. — el ambiente se relajó un poco, aunque Jace no podía dejar de pensar en Dilara y en el destino que parecía haberse tejido entre ellos.
Una cosa era clara, Baran Erdem no era solo un aliado estratégico, sino un hombre con un corazón de hierro forjado en el amor por su familia y eso, para Jace y Antoni, lo convertía en un hombre aún más peligroso. La reunión avanzó con una fluidez sorprendente, Antoni, siempre el negociador calculador, había presentado su propuesta de manera directa, pero con suficiente deferencia hacia Baran para no pisar sus sensibilidades, Jace, por su parte, permaneció en silencio, dejando que su hermano tomara la iniciativa mientras observaba cada gesto de su próximo nuevo asociado.
— Entonces ¿Estamos de acuerdo? — preguntó Antoni, reclinándose en su silla tras explicar los términos finales del trato, Baran entrelazó sus dedos sobre la mesa y asintió lentamente.
— Trabajaremos juntos para erradicar cualquier rastro de la familia Alenkov de Turquía, sus días de manipulación y sobornos están contados, con tus recursos y mis contactos, será cuestión de tiempo para que desaparezca. — su voz tenía la seguridad de un hombre que había ganado muchas batallas.
Antoni extendió la mano, un gesto solemne que no requería más palabras, Baran aceptó el apretón con firmeza.
— Espero que Mikail esté listo para lo que le espera. — la mirada de Antoni era fría, casi letal, sabía que Mikail había cruzado demasiadas líneas y su caída sería inminente.
— Ya no tiene lugar aquí, sus propios hombres comienzan a abandonarlo, su padre en estos momentos está aislado y desesperado, una combinación peligrosa, pero no invencible. — Baran se recostó en su silla, satisfecho con el desarrollo de los acontecimientos.
Jace observó todo con ojos calculadores, sabía que ese acuerdo traería una nueva ola de conflictos, pero también significaba la consolidación del poder para Giuseppe y por lo tanto le abría a él una puerta para sobresalir por su cuenta, para tener un nombre propio, no es que no quisiera a su gemelo, pero le daba coraje que sus decisiones estuvieran subyugadas a su novia, Jace era el último en enterarse de las decisiones sobre los negocios con su hermano y eso no le gustaba, también sus opiniones debían ser examinadas por su cuñada.
— Por una nueva era de negocios limpios en Turquía. — dijo con un tono solemne levantado su copa de té para sellar el trato.
Antoni y Jace alzaron sus copas en respuesta, sabiendo que, aunque el camino sería peligroso, la alianza con Baran los posicionaba mejor que nunca, la guerra con los Alenkov estaba a punto de comenzar y los Giuseppe Shepard estaban listos para ganar.
Mientras Antoni y Baran continuaban afinando los detalles de su alianza, Jace se levantó discretamente, fingiendo una llamada urgente en su teléfono, Baran levantó la mirada por un momento, pero no hizo preguntas, Jace era un maestro en desaparecer sin levantar sospechas. Salió de la terraza y tomó el ascensor hacia el vestíbulo del hotel, sabía que su impulso no era la decisión más sensata, pero la intriga que sentía hacia Dilara, a quien Baran había presentado como su hija, era demasiado fuerte como para ignorarla.
"Dilara..." El nombre resonaba en su mente como una melodía pegajosa y la imagen de sus ojos desafiantes seguía grabada en su memoria, sabía que ella era un riesgo, pero eso solo aumentaba su atracción. Cuando llegó al vestíbulo, preguntó discretamente a uno de los empleados si habían visto salir a las hijas de Baran, tras una mirada de desconfianza inicial, el recepcionista señaló hacia la parte trasera del hotel, donde se encontraba un jardín privado.
Jace salió hacia el jardín y allí la vio, Dilara estaba sentada en un banco bajo un gran árbol, sus dedos jugueteando distraídamente con una pulsera dorada mientras miraba al horizonte, sin dudar, Jace caminó hacia ella, sus pasos silenciosos sobre el césped, cuando estaba a solo unos metros, Dilara levantó la mirada y sus ojos se encontraron, por un instante, el tiempo pareció detenerse.
— ¿Te has especializado en aparecer cuando menos lo espero? — preguntó ella con una mezcla de sorpresa y diversión.
— ¿Y tú en huir de tus guardaespaldas? — Jace sonrió, inclinando la cabeza hacia un lado.
— Si no intentaran arruinar mi diversión constantemente, no tendría que escapar de ellos. — Dilara dejó escapar una pequeña risa.
— No pareces el tipo de mujer que acepta fácilmente el destino que otros eligen, ni pareces seguir las órdenes que se te dan. — Jace se sentó a su lado, manteniendo una distancia prudente.
— Tienes razón y tú tampoco pareces el tipo de hombre que sigue las reglas. — ella lo miró de reojo, estudiándolo cuidadosamente.
El sol del jardín iluminaba el cabello de Dilara, haciendo que las ondas pelirrojas parecieran fuego líquido, Jace, sin poder contener su curiosidad, alzó una mano lentamente y tomó un mechón entre sus dedos, la textura era sedosa, más suave de lo que había imaginado y el perfume que desprendía era una mezcla de flores y algo más, algo que parecía único de ella, Dilara no se apartó, pero lo miró con una mezcla de sorpresa y desafío porque estaba invadiendo su espacio personal.
— ¿Sueles tocar el cabello de las mujeres sin permiso? — preguntó con una sonrisa que no dejaba claro si estaba divertida o a la defensiva.
— No suelo encontrar cabellos como el tuyo en Italia, pelirrojas naturales... — Jace soltó el mechón con suavidad y se encogió de hombros — Ni mujeres como tú. — Dilara entrecerró los ojos, evaluándolo.
— Tienes una lengua afilada para alguien que apenas conozco. — suavemente se deslizo, alejándose un poco más de Jace.
— ¿Y por qué siento que ya me conoces? — Jace inclinó la cabeza ligeramente, estudiándola como si intentara descifrar un enigma antiguo.
— Tal vez porque tú y yo pertenecemos a mundos que no permiten demasiado espacio para la sorpresa. — desvió la mirada hacia el horizonte.
El comentario la hacía parecer mayor de lo que realmente era, como si hubiera visto y vivido demasiado, Jace sintió un impulso de conocer todo lo que había detrás de esa mirada encantadora, desafiante y que parecía cautivar, Dilara lo miró con una expresión seria, sus ojos más oscuros y profundos.
— Deberías mantenerte lejos de mí, Jace, la jaula en la que estoy atrapada no es para alguien como tú. — su tono era firme, pero también había un dejo de tristeza que no pasó desapercibido para Jace, en lugar de alejarse, una sonrisa coqueta se dibujó en sus labios.
— ¿Y si te dijera que me encantan los desafíos? — Dilara suspiró, pero no pudo evitar que una pequeña sonrisa le curvara los labios pintados de un rojo intenso.
— No sabes lo que dices, mi mundo es oscuro, lleno de reglas, tradiciones y alianzas, nadie entra y sale ileso. — Jace se deslizó un poco más hacia ella, sus ojos brillando con una mezcla de confianza y picardía.
— Dilara, he caminado por más oscuridad de la que te imaginas, si algo he aprendido, es que las jaulas solo existen si dejas que te encierren. — ella lo miró fijamente, el peso de sus palabras colgando en el aire.
— Jace. — comenzó, pero él no la dejó terminar.
— Déjame demostrarte algo... — se puso de pie, tendiéndole la mano — Sal de la jaula por un rato, solo esta mañana. — quería llevársela por un rato y se emocionó cuando ella levantó su mano hacia él.
Dilara retiró su mano antes de que Jace pudiera sostenerla por completo, su mirada, que antes había sido melancólica y suave, se endureció en un destello de maldad juguetona.
— Lo siento, Jace, pero no estoy interesada en un hombre italiano. — el comentario fue directo, frío y envuelto en una picardía que lo golpeó como una bofetada disfrazada de sonrisa, Jace arqueó una ceja, sorprendido, pero no ofendido.
— ¿Ah, no? ¿Por qué? — preguntó, cruzándose de brazos con aire relajado, pero sus ojos seguían chispeando con diversión.
Dilara se levantó del banco y dio un paso hacia él, manteniendo su mirada fija y desafiante, su cabello extremadamente largo fue agitado por una brisa cálida que los golpeo en ese momento.
— Demasiado drama, demasiada arrogancia y francamente... — hizo una pausa, dejando que el silencio se alargara antes de clavar el golpe final — Demasiado convencidos de su encanto. — Jace se echó a reír, un sonido bajo y grave.
— ¿Convencidos? No, Dilara, simplemente realistas. — Dilara sonrió, pero su mirada seguía cortante.
— Entonces mantente realista lejos de mí, no todos los desafíos se ganan. — Jace la observó mientras ella giraba sobre sus tacones, con su cabello pelirrojo ondeando tras de sí como un fuego que no se podía poseer, cualquier otro hombre se habría retirado con su orgullo herido, pero Jace no era cualquier hombre.
— Dilara, lo único que logras con esto es hacerme más curioso. — sus palabras resonaron en el aire mientras ella se alejaba, pero no recibió respuesta, Jace sabía que el juego apenas comenzaba y no tenía intención de rendirse tan fácilmente.
Jace cruzó las puertas del hotel con una expresión de aparente tranquilidad, pero su mente seguía girando alrededor de Dilara y sus palabras afiladas, apenas puso un pie en el lobby, vio a Antoni esperándolo, de pie junto al mostrador con una ceja levantada y los brazos cruzados.
— ¿Dónde andabas? — preguntó Antoni en tono serio, aunque había un dejo de curiosidad en su voz.
— Solo estirando las piernas... — Jace sonrió, esa sonrisa despreocupada que siempre usaba para ocultar algo — Hace buen día para caminar. — Antoni lo miró fijamente, sabiendo que su hermano no era alguien que "paseara" sin razón.
— Estirando las piernas ¿Eh? — repitió con escepticismo — ¿Tiene algo que ver con cierta pelirroja que estaba entre las hijas de Baran? — Jace soltó una pequeña carcajada y metió las manos en los bolsillos.
— Tal vez ¿Acaso estás celoso? — Antoni bufó y frunció el ceño.
— No estoy celoso, tengo a una hermosa esposa esperándome en casa, pero ten cuidado, hermano... — pasó la mano por su cabello — Dilara no parece ser cualquier mujer y Baran no es cualquier padre, no necesitamos complicaciones en este acuerdo. — Jace dejó de sonreír por un instante, pero la seriedad no duró mucho.
— ¿Desde cuándo te preocupas por mis elecciones? — Antoni lo miró fijamente, su tono más grave.
—Desde siempre, pero si vas a jugar este juego, asegúrate de que no termine en desastre para ninguno de los dos. — Jace asintió lentamente, entendiendo el mensaje detrás de las palabras de su hermano.
— Lo tendré en cuenta, aunque si consigo conseguir a Baran como suegro, quizás los negocios sean más sólidos. — se mordió el labio inferior con una risita picara.
Antoni estaba sentado en el asiento de la ventana del jet privado, con una copa de vino tinto en la mano y la mirada fija en las nubes que se deslizaban suavemente bajo ellos, la reunión había sido un éxito, los acuerdos con Baran Erdem estaban sellados y el control sobre Turquía quedaría fuera del alcance de Mikail, sin embargo, lo único en lo que realmente pensaba era en regresar a casa. Jace estaba a su lado, hojeando distraídamente una revista, pero su mente claramente estaba en otro lugar, Antoni lo observó de reojo y esbozó una sonrisa fugaz.
— ¿Pensando en Dilara? — preguntó Antoni, sin apartar la vista de su copa, Jace cerró la revista y se inclinó hacia atrás en su asiento con una sonrisa ladina.
— Tal vez ¿Y tú? ¿Pensando en Mia? — Antoni se permitió relajar un poco su expresión.
— Más de lo que imaginas, este viaje me ha dejado claro lo mucho que extraño estar en casa, sus comidas, sus postres, su cuerpo encajado a mi costado por las noches. — Jace soltó un suspiro exagerado.
— ¿Desde cuándo te volviste tan sentimental? — Antoni rio suavemente.
— No es sentimentalismo, es realidad, las batallas de negocios se pelean mejor cuando tienes un motivo para volver y Mia es mi motivo. — el avión comenzó su descenso hacia Italia.
La tierra que se extendía bajo ellos era familiar, un recordatorio constante de todo lo que habían construido y arriesgado. Al aterrizar, Antoni respiró profundamente el aire italiano al salir del avión, se sentía más ligero, como si el peso del trato en Turquía se hubiera quedado atrás.
— Vamos a casa... — dijo Antoni, dirigiéndose hacia el auto que los esperaba — Hay cosas más importantes que el negocio esperándome allá. — iba muy sonriente y Jace se sintió mal porque tendría que cortar esa ilusión de tajo.
— No olvides que tienes a Erick Bonet en la mira. — dijo una vez estuvieron dentro del auto.
— Tienes razón, casi lo olvido. — su voz era baja, tensa.
— Baran mencionó que Mikail había contactado a Erick hace unas semanas ¿Sabrá que es el hermano del amante de Mikail? — Jace se cruzó de brazos.
— Erick siempre ha sido un hombre impredecible, pero bastante cobarde cuando las cosas se complican... — murmuró Antoni, ajustándose los guantes negros que llevaba puestos — Pero si está pensando en cambiar de bando, tenemos que recordarle las consecuencias, dijo no iba a favorecer a su hermano mientras formará parte la mesa con Valentino, pero se le olvido. — se frotó el puente de la nariz.
El conductor recibió nuevas órdenes y el auto dio un giro brusco hacia una carretera secundaria, las colinas italianas se extendían ante ellos, pero el ambiente había cambiado, la calma del regreso se había transformado en una tensión palpable, Jace sacó su teléfono y envió un mensaje rápido.
— Luca estará allí cuando lleguemos, lo tendremos todo controlado. — Antoni asintió, pero su mente ya estaba en el encuentro, Erick no era alguien con quien jugar, pero tampoco lo era ninguno de los hermanos Giuseppe Shepard.
— Lo haremos rápido... — dijo Antoni, mirando a Jace — Después de esto, volvemos a casa. — Jace sonrió, sabía que su hermano estaba desesperado por volver a los brazos de su esposa.
— Claro, solo un pequeño desvío antes de la paz. — levantó su puño y Antoni lo choco.
Los hermanos se miraron y en ese instante quedó claro que, pase lo que pase, estaban listos para lo que Erick les tuviera que decir en excusa. Antoni observaba el paisaje mientras el auto avanzaba, sus pensamientos viajando al pasado, pocos sabían la verdad: Mikail Alenkov no solo era un enemigo en los negocios, sino también su primo en línea directa, ambos compartían la misma sangre, pero esa conexión solo había traído traiciones y resentimientos.
La rivalidad había comenzado hace muchos años, sobre todo desde el último encuentro que tuvieron, la familia de Mikail se había convertido en un constante dolor de cabeza, no solo para algunos italianos, eran un dolor de cabeza para muchos y ya estaban hartos de las exigencias de los rusos, por eso fueron sacados de Italia, sin embargo, estaban buscando retomar el poder, pero Antoni no se iba a dejar.
—Estás pensando en él ¿Verdad? —preguntó Jace, interrumpiendo los pensamientos de Antoni.
— Siempre pienso en él, especialmente después de lo que intento hacer con Mia, por suerte ella no se dio cuenta de nada. — Antoni soltó un suspiro.
Jace asintió, comprendiendo, Mikail había intentado destruirlos en múltiples ocasiones, desde sabotear tratos hasta instigar conflictos internos en la organización, llegó al extremo de intentar secuestrar a Mia al salir de sus clases de cocina, pero las cosas no salieron bien, Antoni se enteró de todo e intervino antes de que ella se diera cuenta.
—Sabes que Mikail nunca se detendrá... — añadió Jace — No importa cuántas veces lo derrotemos, sobre todo si está siendo incentivado por su madre que quiere recuperar el legado que James perdió, no te perdona el que hayas comprado el Reina Roja. — se cruzó de brazos.
— Por eso Baran es tan importante... — respondió Antoni, con la mirada firme — Si eliminamos su apoyo en Turquía, quedará aislado y cuando esté solo, haremos que todo termine. — Jace le lanzó una mirada de aprobación.
El auto se detuvo frente a la mansión de Erick, su próximo obstáculo, pero en la mente de Antoni, la verdadera batalla era con Mikail y no descansaría hasta que uno de los dos estuviera fuera del tablero para siempre.