0.93

2265 Words
  Derek  esperaba pacientemente a que la enfermera regresara con sus resultados, cruzó sus brazos mientras examinaba con la mirada el sitio plagado de varias personas, imaginaba que estaban allí para practicarse exámenes similares. Sonrió leve. Nunca en su vida se había imaginado guardando su semen en un pequeño recipiente para enviarlo a un laboratorio, era un poco extraño, y por primera vez le resultó asqueroso tocarlo. Movió su pie un poco impaciente, se sentía ansioso por tener los papeles, no por el resultado, pues sabía que estaba bien, era más bien por Alfred y el maldito dinero que le empezaba a agobiar. En un par de días se vencía el plazo y aquello le angustiaba bastante. — Derek Stone. Se puso en pie al escuchar su nombre. Se acercó a la enfermera pasando de las formalidades y salió de allí mientras leía los papeles que extrajo del sobre con cierta emoción. Como supuso, los resultados estuvieron a su favor, leyó los documentos plagados de palabras técnicas concierto fastidió concluyendo que era aprobado el espesor de su semen. Torpemente sonrió, ya con eso tenía el negocio hecho. Hace unos días había sacado todo el dinero de sus cuentas, así que esperaba que Brian le adelantara la mitad para darle el maldito dinero a Alfred y librarse de ese dolor de cabeza. Guardó los documentos de nuevo en el sobre y los arrojó a la silla del copiloto de su auto. Una vez tomó asiento frente al volante miró de reojo aquellos documentos. No estaba seguro. Apretó el volante ¡Oh, por Dios, se estaba echando para atrás! Bien. Lo aceptaba. Le causaba cierta inquietud metérsela a un desconocido por tanto dinero. No podía ser cierto el hecho de embarazar a un hombre casado... además... era ridículo. Se abofeteó mentalmente. No iba a pensar en idioteces, haría su trabajo y ya, se llenaría de dinero y viviría una vida de lujo. Fin del asunto. Encendió el auto y echó a andar camino a aquella maldita mansión de sus pesadillas. Mordió su labio. Si sus padres se enteraran de la bajeza que estaba a punto de hacer por dinero, muy seguramente terminaban de desheredarlo. Bufó. Ellos ya no tenían nada que ver con su vida. Pisó el acelerador con cierto enojo, pero no con la vida, sino consigo mismo por ser tan cobarde. Hablaría con Brian, llegarían a un acuerdo, se la metería a su esposo y se marcharía con sus bolsillos llenos de dinero: Fin. Al llegar a la reja de la mansión presionó el citófono y minutos después se abrieron las puertas dándole paso a su auto. Se apeó y subió las escaleras de la entrada con paso apretado, la puerta se abrió en sus narices antes de tocar y, del otro lado, le sonrió sutilmente una joven con un traje formal. Hizo una reverencia y siguió la ruta de la visita anterior con los papeles arrugándose en su puño. El ambiente gélido, en su opinión, no cambió en lo más mínimo, de hecho, era más escalofriante. Los solitarios pasillos le generaban una inquietud y cierto temor, le sugeriría al esposo de Brian un diseñador de interiores, por poco y esa casa era una casa de terror. Al estar frente a la puerta, tocó sutilmente recibiendo un "pase" del otro lado. Al abrir la puerta se encontró a Brian sentado tras su escritorio, era como si aquel día se repitiera y no se hubiese movido. Se adentró y extendió los papeles al hombre omitiendo saludos y formalismos, los cuales, obviamente, eran falsos entre ellos. Los ojos de Brian se movieron por el papel, su expresión neutra se fue suavizando a medida que avanzaba en la lectura de las líneas. Su expresión concluyó en una risa de victoria que hizo que el ambiente se tornara menos tenso. — Efectivamente, eres apto—Le miró, dejando los documentos reposar sobre la mesa perfectamente apilados. — Entonces, estoy contratado. —En efecto, querido Derek — Sonrió de una manera divertida que le causó fastidio. Entrelazó sus dedos y se recostó en la silla mirándole de manera despectiva. Derek  cruzó sus brazos y entrecerró los ojos. —Dime, ¿cuáles son tus condiciones?           — No es nada del otro mundo. Pero esas las vamos a discutir con mi esposo, quien quiere conocerte. Brian tomó el teléfono que tenía al lado y lo descolgó presionando un botón. —Baja. —Dijo seco. Cuando Brian descolgó el teléfono se sintió nervioso, le resultaba un poco perturbador su actitud tan tranquila y desinteresada, es decir, su esposo se iba a acostar con otro hombre y parecía no afectarle en lo más mínimo hablar del tema. Pero, bueno, al fin y al cabo tampoco era su problema y no se iba a poner en moralismos innecesarios.   —Edward es una persona maravillosa— Irrumpió Brian. La mirada que le dirigió era amenazante — Mi esposo. Ambos confiamos en nuestro amor y nuestro matrimonio, ¿sabes? Llevamos siete años casados, toda una serie de situaciones que nos han unido más. — Suspiró cerrando los ojos—. Puede que esto parezca una locura, pero lo aceptamos porque deseamos un hijo— Abrió los ojos, su expresión se endureció—Debo advertirte que es una persona especial, así que entre nosotros, te pido que lo trates con respeto. Porque de lo contrario, me olvidaré de nuestro trato. Derek apenas le prestó atención, se limitó a emitir un simple sonido de que entendía el mensaje, bueno, no es como si se fuera a enamorar de su esposo. Los insípidos no le iban. Estaba más que convencido de que no era su tipo y de que no pasaría de una follada lo que iban a hacer. El sonido de la puerta abriéndose llamó la atención de ambos. Allí en el umbral, apareció un chico de estatura baja, cabellos castaños que caían sutilmente sobre su cabeza, labios delgados, ojos miel y pómulos altos; contextura delgada que se complementaba con sus delicadas facciones. Emanaba un aire de inocencia perceptible a metros de distancia y una dulzura que rayaba completamente con el ambiente de ese hogar. Derek  sintió su corazón palpitar de una manera inusual. Claro, había pensado seriamente en el hombre a embarazar, lo había imaginado horrible, desagradable, sin gracia y amargado. Pero, ese joven que ahora desfilaba en el salón, se había salido de sus expectativas, era hermoso, delicado, tenía aire de fragilidad que no se ocultaba tras su ropa formal. Le vio ponerse tras de Brian y posar sus delgadas manos sobre los hombros de éste como si temiera molestarle, se sintió un poco cohibido al sentirse examinado por sus ojos castaños e inocente. Él, una rata desgraciada. Brian esbozó una sonrisa y le miró por encima del hombro estirando su cuello. — Él es, cariño — Dijo, acariciando una de sus manos  con delicadeza. El castaño asintió sin quitarle la mirada. Se inclinó levemente a manera de saludo y se incorporó con la misma gracia hipnotizante. Derek  le miró fijamente, se sintió desconcertado al no escuchar sonidos y ver sólo sus labios moverse, meneó un poco la cabeza y prestó completa atención a sus labios cuando vio que los movía de nuevo con un aire maternal. — Mucho gusto, Edward White. Era mudo.  Se abofeteó mentalmente. Derek  no quiso ofenderle con su comportamiento desconcertado, así que se apresuró a contestar con un poco de torpeza. — Derek Stone.  El chico asintió y se inclinó un poco a su esposo para que observara sus labios y los movimientos de sus manos. — ¿Conoce las condiciones? Brian le sonrió con una dulzura que sorprendió al pelinegro, su aura amenazante y la arrogancia que le caracterizaba, parecieron arrojarse por la ventana en ese momento. — A eso te he llamado, cariño. — Respondió. El castaño asintió con una leve sonrisa y miró nuevamente a Derek , quien, contrario de lo que esperaba, percibió una actitud segura y confiada. Brian hizo carraspeó para tomar la palabra en el asunto, mirando a Derek . —Cómo te dije, vas a escuchar nuestras condiciones. Las cuales espero, tengas muy presente. —  Edward asintió en un movimiento firme—Aclaro que lo que te vamos a decir es por mutuo acuerdo. Las condiciones son pensando en la seguridad de Edward y del bebé, así que espero que no lo tomes a nada personal. — Derek  asintió relajando su cuerpo, aunque extrañamente no se sentía del todo así—. Primero, no te acostarás con otras personas mientras estés con Edward; no quiero que le perjudiques con alguna enfermedad. — Derek tomó aire y miró de reojo al castaño—.  Segundo, nada de beber o fumar; no quiero que mi hijo nazca con algún problema de salud. Tercero, nada de contactar con nosotros, seré yo quien se contacte contigo. Cuarto, nadie puede enterarse de nuestro trato. Los únicos que saben de este asunto somos nosotros tres y mi guardaespaldas; si llegas a abrir la boca te olvidas de todo y me desentiendo de cualquier pregunta: nadie en esta casa te conoce. Sexto, no hagas nada que perjudique tu salud, con eso me refiero a prácticas peligrosas o consumo de algo extraño—Alzó una ceja— ¿Entendido? Derek  asintió con cierta molestia, ya entendía porque le pagaban una suma tan alta. Estaba hablando prácticamente de poner su vida sobre cierto régimen y abstinencia que no todo el mundo estaba dispuesto a asumir. — Deberías saber que tengo necesidades. —Dijo al fin con cierta malicia. —Que tu mano te sirva— Respondió seco—. La salud de Edward y mi hijo son la prioridad. Si no puedes con la condiciones eres libre de marcharte. Derek miró al castaño, quien apretaba los hombros de su esposo, al ver sus ojos notó que estaba de acuerdo con la conversación que estaban sosteniendo. Era consciente de todo. —No tengo problema. Brian asintió.  — Hemos consultado al médico de Edward, quien nos dio un calendario con sus fechas de ovulación y el día en que es más probable que quede embarazado. Así que te verás con él un día en el mes para que dejes tu semilla.—Brian soltó la mano de su esposo retomando su actitud severa— Como sé que van a querer privacidad, y no queremos levantar sospechas entre mis empleados o terceros, lo harán en un casa que hemos adquirido a las afueras de Seúl. Cada mes contactaré contigo para concretar el encuentro, ¿de acuerdo? —Me parece perfecto.   — El día que no te contactemos, es porque efectivamente Edward ha quedado embarazado. Cuando eso suceda, vendrás por el resto y nos despediremos. Derek mantenía su postura rígida. — ¿Cómo haremos el pago y esas consignaciones?  —El pago se hará en efectivo, no quiero rastros. —Derek asintió, Brian inclinó un poco su cuerpo hacia el suelo y tomó un maletín que puso sobre la mesa —Doscientos cincuenta millones ahora. Puedes contarlo— Derek se acercó al maletín, acarició por unos segundos el frío material y lo abrió, sorprendido por la cantidad de dinero. Brian continuó: —Doscientos cincuenta al terminar, más doscientos si logras tener a mi hijo y una mensualidad de diez millones por dos años ¿claro?—Derek asintió ensimismado—Todo se hará en efectivo, así como ahora.  — ¿No vamos a firmar un contrato? — Preguntó Derek, apenas había recordado ese pequeño detalles que había pasado por alto. Brian negó.   — Nada de rastros. Confió en ti, así como espero que tú lo hagas conmigo. — Me parece bien— Cerró el maletín. Edward se mantenía al margen examinando cada uno de los movimientos del pelinegro, no le despertaba mucha confianza. Realmente, nadie lo hacía. Apretó los hombros de su esposo con cierto temor, ¿era confiable? Brian acarició la mano de su esposo sacándolo de su trance. —En unos días te llamo y te doy la dirección del encuentro— Suspiró—. Hasta entonces.  Derek  miró a Edward una vez más, hizo una leve reverencia antes de tomar maletín. Se acercó a la puerta sintiendo una mirada que le escrutaba. — Con permiso—Miró por encima del hombro antes desaparecer.   Edward se permitió respirar cuando vio a ese hombre marcharse, se puso frente a su esposo con una mirada preocupada y sus labios medio temblando. A medida que estaba más cerca de estar con un desconocido, sus fuerzas le abandonaban y su cuerpo flaqueaba ante la expectativa. No quería que le tocara, por más que Brian le dijera que sólo iba a venirse dentro de su cuerpo, le cobijaba la incertidumbre y cierto recelo de que otro se adentrara en su interior. No quería ser tocado, ni penetrado, ni nada que se le pareciera. Pero Brian lo quería así, insistía en concebir a su hijo de manera natural y tener la dicha de ver su vientre hinchado. Al ver las orbes de su esposo le recorrió ese cariño y olvidó sus temores, recordó los motivos por los cuales hacía ese sacrificio. Le tomó de las manos con ternura y depósito un suave beso en sus labios. — ¿Vamos a estar bien? Brian acarició su mejilla de manera tierna, rozando su piel en un tacto que parecía casi imperceptible. — Sí, bebé. El aliento ajeno golpeó su rostro, acarició las manos de Brian con insistencia, queriendo obtener la seguridad que necesitaba. — ¿Estás seguro, Brian? — Cariño, ese hombre no va a hacerte nada malo, lo tengo del cuello. — Sonrió—Además, dijiste que lo harías. El pequeño le miró a los ojos y asintió avergonzado.  — Lo sé. Brian cerró el espacio entre sus rostros, acarició sus labios abriéndose paso en medio de ellos.   —Nada va a salir mal— Susurró apartándose—.  Yo confío en ti y sé que vas a hacerlo bien. Tú no me vas a decepcionar. El menor apretó sus labios. — Confía en mí, Brian. — Lo hago, bebé— Dio un casto beso—. Te amo.        Derek  subió a su auto observando el maletín a su lado, los sentimientos de antes no dejaban de recorrerle y la angustia parecía acrecentarse. Pero no podía echarse atrás, era tarde. Encendió el automóvil y emprendió su marcha, iría por Alfred. Miró por el retrovisor la mansión que se perdía.  ¿Cómo Brian podía tenerle como esposo? 
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