Brian prestó atención a los movimientos de manos y labios de Edward una vez más, su mente reprodujo las ideas mientras el disgusto crecía en su interior, pensó que se había equivocado en interpretarlo, pero al ver sus ojos seguros supo que no había sido así. Suspiró, a veces no podía entender su comportamiento infantil ni esas inseguridades que constantemente expresaba. No había nada del otro mundo en estar con un hombre que le penetrara una vez al mes. Había sido un mutuo acuerdo, lo habían planeado por meses, así que le molestaba que se pusiera en ese plan. —Debemos dejarlo—rogó el castaño al otro lado de la mesa. Amaba a Edward, bastante, pero sus deseos de un hijo le podían más. Se supone que eran una pareja, no le había obligado hacerlo. Él se había ofrecido. Ahora, quería echar

