8. Raptada

2359 Words
Eliseo A pesar de sus dudas, Estrellita parece considerar quedarse en mi casa. —Pero… ¿y tu papá…? — me pregunta, con una mezcla de miedo y curiosidad. —Sólo esperamos esos dos días — respondo con calma — para que don Juan se dé cuenta de que te fuiste. Luego nos vamos tú y yo a la ciudad. Mi papá me dijo que si me rechazas por segunda vez me iba a mandar allá a estudiar, así que por el viaje no te preocupes, ya estará todo arreglado. —¿Pero qué voy a hacer en estos dos días? — pregunta, temblando un poco. —Pos… quedarte aquí en mi casa como invitada de honor, ¿pos qué más? — digo con una sonrisa que no llego a mostrar del todo, dejando que note la comodidad que le ofrezco. Ella asiente, sin hacer más preguntas. Me encanta que sea tan ingenua… tan confiada. Así podré mantenerla bajo control por el tiempo que quiera. Y por mi padre, no hay nada de qué preocuparse: se fue a la ciudad hace rato, así que nadie sabrá que ella está aquí. Estrella Eliseo no parece tan mala persona como yo creía, pero… no puedo confiar en él por completo. No es que crea que quiera hacerme daño, pero mi corazón me dice que debo ser cauta. Decido aceptar quedarme esta noche en su casa, solo eso. Mañana encontraré la manera de llegar a la ciudad; no puedo ir caminando, me tomaría demasiado tiempo, y ahora debo cuidarme por dos. Mientras me acomodo en la habitación que me ofreció, mi mente no deja de darle vueltas a todo lo que ha pasado. ¿Será que realmente puedo confiar en alguien después de lo que viví? Solo el tiempo lo dirá. Juan Ya hemos buscado a mi niña por todo el pueblo y nada. Solo me falta ir preguntando de casa en casa; quizá alguna buena persona la haya acogido. Al final, tocamos la puerta de la casa de don Arnoldo. No creo que Estrella esté aquí, pero nada pierdo con preguntar. — Buenas noches, joven Eliseo. — Buenas noches, don Juan, justo iba para su casa. — Todavía no se cumple el plazo, muchacho, deberías esperar. — No se preocupe, don Juan, yo no quiero causar más problemas. — Hablando de problemas… ¿no has visto a la Estrellita? — pregunto con la voz entrecortada. — Precisamente de ella le quiero hablar. Hace rato vi que alguien, que según yo parecía ser Estrella, se subió a una camioneta de carga. Y pues… no hallaba cómo decirle. Aunque no estoy seguro de que haya sido ella — responde bajando la mirada. — ¿Estás seguro, hijo? — De que vi algo, vi algo… pero no puedo asegurarle que sí era ella. — Gracias, muchacho, y discúlpame los inconvenientes. — Don Juan… perdóneme. De verdad no quise causar tantos problemas. — No, muchacho, si no es culpa tuya. Será mejor que me vaya a seguir buscándola. — Si quiere, le llamo a mi apá — dice —. Él anda en la ciudad, a lo mejor puede… — En una ciudad tan grande, mijo, sería como buscar una aguja en un pajar. — Si cambia de opinión, avíseme. Hasta puedo llevarlo con gusto… Mi corazón se encoge. Mi muchachita ya debe estar donde ella cree que debe estar: en la ciudad, lejos de este pelafustán que solo le iba a arruinar la vida… y quizá también la nuestra. Tal vez… será mejor dejar las cosas como están y resignarme a que he perdido a mi hija para siempre. Eliseo Ya está. Ahora sí, Estrellita… Nadie vendrá a buscarte aquí, nadie nos va a separar otra vez. Mañana, cuando despiertes, entenderás que esto—tú y yo—es lo que siempre estuvo escrito. Nuestro destino. Y esta vez, no voy a dejar que nada ni nadie lo arruine. Estrella La habitación que me prestó Eliseo es amplia y bonita, la cama se ve súper cómoda y el baño tiene agua caliente, ideal para un buen baño. Quizá mañana pueda darme uno antes de marcharme para siempre de este pueblo. Por ahora… es hora de dormir. Juan La noche ha sido larga, cargada de angustia por no saber nada de mi Estrellita. Ya casi amanece y María y yo hemos permanecido al pie de la mesa, pensando en todo lo que mis visiones me han advertido. Los muchachos se fueron a descansar unas horas; les prometí que seguiríamos buscando, y sólo así los convencimos de dormir un poco. Ahora me siento atrapado entre el miedo y la impotencia: quiero correr a la ciudad, pero sería inútil, ni siquiera sé por dónde empezar. —Anda, Juan, tú también ve a descansar —me dice María. —Mejor tú, mujer, porque yo no puedo. —No, pos es que yo también tengo el alma hecha pedazos. —Confiemos en que estará bien. —¿Y tus visiones, Juan? ¿No has visto nada sobre la Estrellita? —Nada aún, mujer. —Eso debe ser bueno, ¿no? —Eso espero… eso espero… Estrella Me di un buen baño, tal como lo pensé desde anoche. El agua caliente me relajó un poco y por un momento imaginé que todo estaba bien, que la vida me iba a dar un respiro. Ahora sólo quiero despedirme de Eliseo; no quiero seguir siendo una molestia. Ha sido tan bueno conmigo… o eso creí. Ojalá pueda ayudarme a salir sin que nadie del pueblo me vea; no quiero que le avisen a mi apá. Ya no quiero saber nada de esa familia que, después de mi desgracia, sólo ha deseado deshacerse de mí. Tomo aire, pongo la mano en la perilla… pero la puerta no abre. ¿Qué…? Vuelvo a intentar. Empujo. Jalo. Nada. —¡Eliseo! —grito, sintiendo cómo la piel se me eriza—. ¡Eliseo! ¡La puerta se atoró! ¡Ayuda! Del otro lado escucho sus pasos lentos, demasiado tranquilos. —No, no se atoró, preciosa —responde con una calma que me hiela la sangre—. Ahora te quedarás aquí para siempre. Mi corazón se cae al piso. —¡No, no, Eliseo! Por favor, sácame de aquí. ¡Prometiste llevarme a la ciudad! —Yo sé lo que dije, Estrellita… pero no puedo cumplir mi promesa. —¡Eliseo, por favor, no me hagas esto! Siento el temblor en mi voz, el miedo subiendo por mi pecho como un nudo que me ahoga. Esto no puede estar pasando. No… no otra vez. No yo. —Eliseo —susurro intentando sonar tranquila, pero la desesperación se me escapa—, por favor… tengo hambre y frío… —Ahorita te traigo ropa y comida, no te preocupes por nada —dice, como si me estuviera cuidando… como si esto fuera normal. Escucho cómo se aleja. Sus pasos bajan por el pasillo. A pesar del terror, una chispa se enciende dentro de mí. Si va a traer cosas… eso quiere decir que saldrá. Que habrá un momento, aunque sea pequeño, en que no estará vigilándome tan de cerca. No puedo quedarme aquí. No puedo. No debo. Tengo que encontrar una manera de escaparme. Voy a estar atenta a cada sonido, cada sombra, cada movimiento. Algo se me tiene que ocurrir. Me abrazo el vientre. No estoy sola. Y eso me da fuerza. ¿Por qué me tiene que pasar esto a mí? Soy una bruta… nunca debí creerle. Pero ya no es momento de llorar. Es momento de pensar. De pelear. Eliseo Estrellita está demasiado calmada. Demasiado. Y eso me inquieta… aunque también me da risa. Ja, ja… seguro está pensando en escaparse. Como si pudiera. La dejé en el cuarto de arriba a propósito. Segundo piso, ventanas altas, nada cerca para trepar ni para caer sin romperse algo. No va a arriesgarse, no con lo delicada que es… y menos ahora que anda tan asustada. No, no podrá hacerlo. Para eso elegí ese cuarto. Para que no tenga opción más que entender que aquí es donde debe estar. Aquí conmigo. Donde va a estar segura. Donde nadie va a lastimarla… más que yo, si es necesario. Además, si intento abrir tantito la puerta y la escucho moviéndose raro, pues cierro con llave otra vez y ya. Yo sé cómo controlarla. La pobre ni sabe mentir, en sus ojitos siempre se le ve todo. Y si por alguna locura se le ocurre aventarse por la ventana… Se mataría. Y yo no dejaré que eso pase. Ni que se vaya. Nunca. Juan Sólo pegué los ojos un par de horas… y eso a medias. La angustia no me deja respirar. Traigo el pecho apretado, como si una mano enorme me estuviera oprimiendo el corazón. Mis ancestros no me han respondido, no como yo quisiera… pero en el fondo tengo la esperanza de que, aunque no me muestren nada, por lo menos estén cuidando el camino de mi muchachita. Que la protejan dondequiera que esté. — Apá, ¿qué hace despierto? Debería seguir descansando — dice Sofía, entrando con esa carita de desvelo que me parte el alma. — Pos pedir por tu hermana, ¿pos qué más iba a hacer? — Ay, apá… yo también estoy muy preocupada. — Confiemos en que esta vez los ancestros sí me ayudarán y ella estará bien, mija. — le respondo, tratando de sonar firme, aunque la voz se me quiebra tantito. Sofía se sienta a mi lado y me toma la mano. Ella también tiembla. No sé qué me pesa más: el silencio de mis visiones o esta sensación de que algo muy malo está por pasar. Pero no lo digo. No puedo quebrar más a mi familia. — Va a volver, apá… yo sé que sí — murmura Sofía. Yo asiento, aunque por dentro sólo hago una cosa: Suplicar. A mis ancestros, al destino, a quien sea… que me devuelva a mi Estrellita con vida. Eliseo Rápido me fui a comprar lo que necesitaba pa’ la Estrellita: nomás un cambio de ropa pa’ hoy, pa’ no levantar sospechas. A la vendedora le dije que era un regalo pa’ una conquista y la comida… pues esa no necesita explicación. Me acerco a la puerta tratando de adivinar si Estrella está allí detrás, lista pa’ romperme la maceta, pero no creo; está muy callada. Entro de golpe pa’ dejarle las cosas y… — Estrellita, aquí está lo que te dije. Ella está asomada por la ventana, viendo el horizonte, bien pensativa. — Eliseo, al fin volviste. Pensé que me quedaría aquí encerrada para siempre… sola, con hambre y frío. — Pos claro que no, Estrellita, ¿cómo crees? Pero sí… es mi culpa por no haberte explicado. — ¿Eso qué quiere decir? — Pos que te estaba jugando una broma, pero soy tan tarugo que no me salió, y luego, cuando te iba a decir la verdad, me dio harto miedo… y mejor te dejé aquí. — Sí que eres menso, Eliseo. Esas bromas no se hacen. No sabes cuánto me asusté, hasta lloré. — Y te lo creo, Estrella, pero ya ni pa’ qué pedir perdón. — Pos sí, ya mejor vamos… hay que comer, que me muero de hambre. Se pone a comer y yo me quedo con ella, allí mismo en el cuarto. Creo que ya la encontenté, y debo mantenerla así: feliz y confiada. Claro que sí me la voy a llevar a la ciudad… y hasta más lejos, pa’ que nadie la encuentre y no pueda separarse de mí. — Estrellita, lo que sí es prudente es que te quedes aquí en la casa, que ni asomes las narices. Don Juan te anda buscando con el viejo ése con el que pensaba casarte. — Yo pensé que esperaría los dos días que tú le diste de plazo para buscarme otro marido. — Pos no. Ya lo ves. Ahorita que salí a comprar, la Crisantita —la del puesto de comida— me dijo que andaban desde bien temprano buscándote… hasta con machete en mano. — Ay no… Mi papá se ha vuelto loco. Me va a matar si no me caso, y yo no quiero, Eliseo. Yo todavía quiero hacer muchas cosas: estudiar, trabajar y… — No tienes por qué darme explicaciones, Estrellita. Es lógico que a tu edad pienses así. Si yo, a mi edad, todavía no encuentro el amor verdadero… Con eso sé que parezco más decente. — En el pueblo se dicen muchas cosas de ti. — Lo sé. Que soy un mujeriego y un gandalla. Pero no es cierto. Yo nomás he estado buscando a la mujer de mis sueños, pero aquí ninguna tiene lo que busco. Para serte sincero… tú eres lo más cercano a eso, pero la edad sí es un impedimento. Tú eres muy joven pa’ mí. — Yo creo que cuando te enamores de verdad, la edad será lo último en lo que pienses. — Pos será el sereno… Anda, deberías descansar, que mañana mismo nos vamos, y el viaje es pesado. — La verdad es que estoy muy aburrida, ¿no tendrás algo que pueda hacer mientras? — Ijola… pos tengo puros libros aburridos y… — ¡Eso! Si me los prestas, me harías muy feliz. — Encantado. No sabía que te gustaba leer. A mí también. Mira, acompáñame a mi pequeña biblioteca. La llevo a la aburrida biblioteca de mi padre y le muestro los libros, haciéndolos pasar como míos. — ¡Pero cuántos libros! — Son poquitos. En la casa de la ciudad tengo muchos más. — ¿De verdad? — Sí, claro. Mira, este está muy interesante. Ni siquiera lo he abierto, pero es tan inocente que me lo cree. — Entonces empezaré con este. Muchas gracias, Eliseo. — No es nada, Estrellita. Sólo recuerda que nadie debe saber que estás aquí, porque si no, se nos echan a perder los planes. — No te preocupes, ni a la ventana me asomaré. — Bueno, mientras yo me voy a cumplir con mis obligaciones… no me vaya a regañar mi apá.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD