7. El engaño

2176 Words
Estrella Las palabras de mi papá me retumban una y otra vez en la cabeza, como un eco cruel que se clava en lo más hondo de mi corazón. No puedo creer lo que escuché de los labios que siempre habían estado llenos de amor, de protección, de sabiduría. Ahora sé lo que realmente piensa de mí: no soy más que una vergüenza para la familia. En el fondo, siempre lo supe desde el primer instante en que caí en la desgracia aquel día… pero escucharlo así, tan directo… me destruye. — ¡No voy a casarme con Eliseo, y tampoco voy a perder a mi bebé para darle gusto a usted ni a nadie! — grito con una valentía que no sabía que tenía. No espero respuesta. No quiero verla. No quiero escuchar nada más. Con lo único que traigo puesto, salgo de mi casa sin pensarlo dos veces. No sé a dónde voy, sólo sé que no puedo quedarme ahí, donde cada rincón parece juzgarme. La noche me recibe con su aire helado; mis manos tiemblan, no sé si por el frío o por el miedo. Tal vez por ambas cosas. Lo único que tengo seguro es que quedarme ya no es una opción. Juan Mi hija se ha ido… mi Estrellita, y lo peor es que no puedo salir a buscarla, porque si lo hago, jamás podré protegerla del destino que Eliseo le ha preparado. Espero que algún día me perdone por lo que estoy a punto de hacer. — ¡Juan! ¡Juan, ándale! Vamos a buscar a la niña — insiste María, con la voz quebrada. — No, mujer… nosotros no podemos hacer eso — respondo firme, aunque mi corazón se encoge. — ¡Ándale! No dejes que tu orgullo machista nos destruya la vida a todos, mira cómo estamos con todo esto — suplica ella, desesperada. — ¡Que no, María, entiende! — grito, intentando que el pánico no me domine. — Pero apá… — insiste Changel, con los ojos llenos de miedo y preocupación. — Yo sé que para todos ustedes yo no soy más que un viejo orgulloso y egoísta — digo, con la voz temblorosa —, pero escúchenme: el destino de nuestra Estrellita ya está escrito. Aunque no era la manera correcta, ya no hay vuelta atrás. Tenía que irse del pueblo para salvarse de… — ¡Ay, Juan! ¿Pues qué tanto viste? — interrumpe María, con lágrimas en los ojos. — Un terrible destino que no podía permitir — respondo, apretando los puños hasta que me duelen los nudillos —, por eso, aunque me odien, aunque yo mismo me odie por esto, tengo que dejarla ir. — ¿Pero y si le pasa algo, apá? — pregunta Sofía, con la voz quebrada de miedo. — Mejor no me llenen la cabeza de ideas que me ponen más nervioso — replico, tratando de mantenerme firme. — Apá, mire… si encontramos a Estrella, podremos irnos todos con ella a la ciudad y empezar de cero. Sofía también tendría una vida mejor, educación de verdad, y oportunidades que aquí nunca tendrá. Ándele, pá, déjeme salir a buscarla — insiste Changel, con determinación en los ojos. — Pero y si don Arnoldo se da cuenta de que huimos… sabrá Dios lo que nos haga — advierto, recordando los peligros que nos acechan. — No, apá… allá en la ciudad es difícil que nos encuentren. Además, podremos juntar más dinero para pagarle todo lo que le debemos. Solo confíe en mí, apá… — su voz transmite una seguridad que yo no siento. Suspirando, reconozco que me apresuré al tomar la decisión yo solo. Debí consultarles antes, como debe ser, y ahora Estrella estaría en un lugar seguro y feliz si nos damos prisa. — Pos vamos a buscarla. Changel, tú y yo salimos; Sofía y María se quedan aquí por si regresa, que me esperen para pedirme perdón de rodillas si es necesario. Salimos, cada uno por su lado, pero la oscuridad nos devora. La bruma de la noche y el miedo de no encontrarla hacen que cada paso sea un desafío, y sé que esta búsqueda será mucho más difícil de lo que imaginamos. Eliseo Dos días… ¡dos largos días para una respuesta que a lo mejor no me conviene! No sé qué hacer, pero una cosa está clara: Estrellita tiene que ser mía, sólo mía. Si tan sólo supiera cuánto la quiero… debo demostrárselo. Pero, ¿cómo? ¿Cómo puedo hacer que ella me acepte, que me necesite, que me ame como yo la amo? — Hijo, ya te vi que andas muy pensativo, muchacho — dice mi papá, con esa mirada que trata de entenderme. — Ay, apá, es que no puedo dejar de pensar en la Estrellita… — mi voz se quiebra un poco, pero no me importa mostrar mi obsesión. — Mira, mijo, será mejor que te vayas olvidando de ella, porque no creo que cambie de opinión — dice, serio. — ¡No me diga eso, apá! — replico con firmeza —, tengo todas mis ilusiones puestas en ella, y no pienso rendirme. — Lo estuve pensando, hijo… y si ella no cambia de parecer, pues te vas a la ciudad aunque sea unos días para distraerte; a lo mejor allá encuentras algo mejorcito, ¿no crees? — me aconseja, intentando templar mi impaciencia. — No sé… todavía faltan esos dos días, y algo me dice que Estrella sí puede cambiar de opinión, que tarde o temprano llegará a quererme tanto como yo a ella — digo, con el corazón latiéndome en la garganta. — Nomás no te me vengas abajo si eso no pasa, mijo — me advierte mi papá, tratando de prepararme para el golpe. — Ta bueno, apá… nos esperamos esos dos días, y luego ya vemos a dónde me mandas — digo, con determinación. Pero la verdad es que no puedo irme sin Estrella, no puedo resignarme. Algo tengo que hacer, algo grande, algo que la haga ver que sin mí no hay solución, que sólo yo puedo darle lo que necesita… CIUDAD DE BUENAVENTURA Ignacio Invité a Marbella a cenar a un restaurante elegante, lejos del bullicio del pueblo, porque no quiero que Lili arruine nuestra velada. Conozco a mi hermanita y sé que tiene un plan para molestar a mi novia; la idea de compartirme con otra mujer le resulta insoportable. Es gracioso y tierno al mismo tiempo, pero también peligroso, porque Lili no conoce límites. Y Marbella… bueno, Marbella no es precisamente paciente con las bromas. — Ignacio, pero… ¡qué bello lugar! — dice ella, sorprendida, mientras sus ojos recorren la decoración. — Sabía que te encantaría, mi amor — respondo, tratando de que no note mi preocupación por Lili. — ¿Y puedo saber por qué me trajiste aquí? ¿Acaso celebramos algo? — pregunta, con una sonrisa que me derrite. — Solo la dicha de tenernos uno al otro — le digo, tomando su mano con suavidad. — Eres tan romántico… — suspira, y siento cómo mi pecho se llena de orgullo y amor. — Y tú tan linda que te mereces todo lo mejor — agrego, mientras trato de centrarme en ella y no en los posibles planes de mi hermana. Sin embargo, en el fondo, sé que la paz de esta noche es frágil, y que Lili podría aparecer en cualquier momento para arruinarla. La emoción del momento se mezcla con un ligero temor, porque aunque Marbella sonríe, yo sé que nuestra velada aún no está completamente a salvo. PUEBLO DE ANDALUCÍA Estrella Llorando, avanzo por el camino que sale del pueblo. Cada paso duele, no solo mi cuerpo sino mi corazón. Tengo que llegar a la ciudad, aunque no sé cómo ni por dónde, pero no puedo quedarme aquí, donde todos me juzgan y me miran con desprecio. Me acaricio la panza, sintiendo la vida que late dentro de mí. —No te preocupes, hijito, yo te voy a sacar adelante — me susurro, tratando de calmar el miedo que me quema por dentro. A lo lejos, unas luces se acercan. Mi corazón da un brinco: ¿será mi papá, finalmente vino a buscarme? El auto frena a mi lado y, para mi sorpresa, es Eliseo. —¡Estrellita! ¿Pero qué haces aquí? — dice él, con voz urgente. —Nada — respondo, bajando la mirada, mi voz temblorosa. —¿Cómo nada? Ya es muy tarde, anda, sube y te llevo a tu casa — insiste, extendiendo la mano. —No, gracias — murmuro, apartándome. —No seas necia, te puede pasar algo, a estas horas hay muchos barbajanes por aquí. Su presencia me hace sentir insegura, y los recuerdos de aquella vez vuelven con fuerza, dolorosos y punzantes. No quiero acercarme, no quiero que nadie se acerque demasiado, aunque una parte de mí quiera gritar y correr hacia alguien que me proteja. —Está bien, gracias — digo finalmente, apretando mis manos sobre mi vientre, decidida a seguir sola, aunque mi corazón tiemble de miedo y frustración. El auto se detiene por un instante, y en ese silencio pesado siento el conflicto: miedo, dolor, pero también determinación. No me rendiré; aunque todos crean que mi destino está marcado, yo tengo que luchar por mí y por mi hijo. Eliseo La suerte está de mi lado… por fin. Ahora tengo la oportunidad perfecta para quedar bien con Estrellita… o para quedármela para siempre. —Déjame nomás le aviso a mi papá que voy a llevarte a tu casa — digo con toda calma, poniéndome la máscara de buen muchacho — ya sabes cómo es de gruñón, y luego la agarra contra mí. —Está bien. Bajo del auto fingiendo hacer una llamada, pero en realidad pienso muy bien lo que voy a hacer. Claro que no la voy a dejar volver a su casa… no después de verla aquí sola, tan vulnerable, tan necesitada de alguien que “la cuide”. Regreso junto a ella. —Listo, Estrellita. Pero dime, ¿qué haces afuera de tu casa a estas horas? —Nada, sólo caminaba. —¿Hacia la ciudad? — pregunto, sabiendo perfectamente lo que vi. —Digo, porque estabas en la salida… aunque no creo que caminando vayas a llegar. —Eso es muy tonto, claro que no iba a caminar hasta allá. Miente. Miente tan mal que hasta me da ternura. ¿Por qué se habrá ido? Si supiera lo útil que me será esa información… lástima que no me tiene nada de confianza. —Bueno pues — continúo — yo no sé qué pasó con tu familia, pero si no quieres regresar, puedes quedarte aquí. —¿Aquí? —Sí, claro. Mi papá me dijo que te ofreciera hospedaje, pues nos sentimos culpables de que hayas discutido con tu familia… a lo mejor por mi propuesta de matrimonio. —Ah, no, no te preocupes, no fue por eso. —De todos modos — digo, inclinándome un poco hacia ella — ahora tengo la obligación de ayudarte a resolver todo esto. No quiero que don Juan siga teniendo problemas contigo. —No, eso no pasará. —Entonces… ¿te llevo a tu casa o te quedas aquí? Y claro — agrego rápido — dormirías en una habitación aparte. No vayas a pensar que contigo, eso no sería correcto. —Te lo agradezco mucho… quizá debería regresar a casa. —Muy bien, Estrellita. Sólo quiero que sepas una cosa: yo te quiero bien. Y si me ofrecí a casarme contigo fue para salvarte de los planes de don Juan. Ella me mira, confundida. —¿Los planes de mi papá? —Pues sí. Desde que empezaron los rumores en el pueblo sobre tu desgracia, don Juan anda buscando casarte con cualquiera. Mi papá me dijo que ya hasta tenía trato con un viejo del otro pueblo… un usurero. —¿Mi papá hizo eso? —Pos sí. Y yo la verdad no te imagino con un viejo de esos. Son tan violentos y… —No me digas más — me interrumpe — no quiero saber. Aprovecho su quiebre. Es vulnerable. Perfecto. —Y pues casarme contigo fue lo único que se me ocurrió pa’ protegerte porque de verdad te quiero mucho, Estrellita. Ninguna mujer en este pueblo es como tú. Y yo… yo no puedo permitir que algo malo te pase. —Te agradezco mucho, Eliseo, pero la verdad yo no puedo casarme con nadie. —Bueno… no nos casemos pues — cedo, como si fuera un sacrificio — pero ahora que sabes la verdad… ¿qué quieres hacer? Ella suspira. No encuentra salida. —Bueno… pues… es obvio que no puedo quedarme con mi familia. Ya no puedo volver con ellos nunca más. Así que será mejor que me vaya del pueblo. Eso. Justo lo que quería escuchar. —Sabía que planeabas irte — digo, suave — pero no tienes por qué irte caminando ni correr peligros. Yo te llevo. ¿Sí?
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD