6. Mala impresión

2084 Words
CIUDAD DE BUENAVENTURA Qué bonito amaneció hoy. Cielo despejado, sol radiante… perfecto para comenzar mi plan contra esa presumida de Marbella. Tú no te vas a casar con mi hermano, bonita. De eso me encargo yo solita. — Ándale, Lili, que se hace tarde — me apura mamá desde la sala. — Mamá, no quiero ir a almorzar con la presumida — gruño, cruzándome de brazos. — No seas grosera con la novia de tu hermano, ándale. — Pero… — Vamos. — Está bien — mascullé — pero que conste que no respondo. En el comedor ya están todos, y por supuesto ella, pegada a mi hermano como chicle en chancla nueva. Hoy mismo te voy a quitar lo sonriente, Marbella. — Buenos días, Lili — me saluda la sangrona. — Buenos días, Mar. — Lili, gracias por venir, pensé que te habías quedado dormida — dice Ignacio, sabiendo perfectamente que mamá me arrastró hasta aquí. — Sí, hermanito, como es fin de semana pensé que podía despertar más tarde… pero ya ves. — Lamento haber arruinado tus planes — dice Marbella, fingiendo dulzura. — Yo también lo lamento — respondo entre dientes — digo… no tienes nada que lamentar, Mar. — Marbella — me corrige. — Perdón, Mar. Es que Mar está más cortito y fácil de pronunciar. Si no fuera porque justo sirven el almuerzo, seguiríamos discutiendo por su nombre. Qué pesada es… y apenas comienzo. Después de comer, me voy al jardín para respirar tantito. Ignacio me sigue. — A ver, Lili. ¿Tan mal te cae Mar? — Ya sabes que sí. Y no entiendo: ¿por qué tú sí le dices Mar y yo no? — Pues porque yo soy su novio y tú no. — Pues no me importa. Para mí es Mar y así le voy a seguir diciendo. Le guste o no. Ignacio suspira, como siempre que está a punto de defenderla. — Nomás no la hagas rabiar mucho. No quiero que se desquite conmigo, ¿eh? — A lo mejor así te desenamoras de ella. — No digas eso. Ándale… ayúdame a que sea un día agradable para todos. Alzo una ceja. — Mira, Ignacio. Si no te quisiera tanto, ya le habría puesto polvos pica‑pica en su ropa. — Oye… esa no es mala idea — dice riéndose — pero por favor no lo hagas. — ¡Y tú ya deja de mirarme con esos ojitos tan bonitos! Así no se puede iniciar una guerra. — Es que las guerras no son buenas, Lili… además, si no fuera por estos ojitos, tú no me querrías tanto. Frunzo el ceño. ¿Es en serio? ¿Cómo espera que arruine el romance con su novia si él me sale con esas sonrisitas? Mis planes… oficialmente arruinados. En casa de don Juan La hora ha llegado. Ahora sí, no habrá nada ni nadie que impida que seas mi mujer, Estrellita. — Buenas noches, Don Juan. — Buenas noches, muchacho. ¿Qué lo trae por aquí? — Sé que usted no creyó que mis intenciones con Estrellita fueran serias, pero para eso le traigo a mi papá — Don Juan me mira con incredulidad. — Buenas noches, Don Arnoldo. — Buenas noches, Juan. ¿Cómo ve que mi hijo se quiere casar con su hija? — Pos… yo ya le había dicho que mi hija no está en edad para eso, y su hijo ya está muy vivido a diferencia de mi Estrellita. — Mire, Juan, si acepta este matrimonio, podré perdonarle la deuda y todo quedará en familia. — No me lo tome a mal, Don Arnoldo, pero mi hija no está en venta. Yo prefiero seguir trabajando muy duro para pagarle todo, harás hasta el último centavo. — No seas tonto, Juan. Con todos los intereses, hasta tus nietos le seguirán debiendo a mi familia. — Pos uno nunca sabe… ¿para qué adelantarnos? — Hombre necio, de veras, uno que quiere ayudarte. — Le agradezco las intenciones, pero para empezar, no soy yo quien tiene que tomar esa decisión. Es mi muchachita. ¿Por qué no le preguntamos a ella qué quiere hacer? — Pos ta bueno, a ver qué dice la chamaca. Aunque, como tú dices, es muy joven todavía y a lo mejor no sabe lo que le conviene. — ¡Pos será el sereno! ¡Estrella! ¡Mija, ven! Debí suponer que Eliseo no se quedaría de brazos cruzados ante mi negativa a su proposición. Ahora ya es demasiado tarde; el destino de mi hija parece estar escrito, y no sé si pueda cambiarlo. María Si mis oídos escucharon bien… esto no es nada bueno para mi hija. ¿Cómo es posible que Juan vaya a permitir semejante barbaridad? Yo sé que él ama a Estrella, pero a veces es demasiado confiado, demasiado decente para ver la maldad de la gente. Ese Arnoldo es un hombre peligroso, y Eliseo… Eliseo no tiene ojos de buen cristiano. Me arde el pecho del coraje y del miedo. Mi Estrellita apenas es una niña, ¿cómo pretenden casarla como si fuera mercancía? ¿Qué clase de destino sería ese para ella? Ojalá, Dios mío, ojalá que mi hija sea más astuta y no se deje engañar por palabras bonitas ni por presiones. Ojalá que tenga el valor de decir que no, aunque le tiemblen las piernas. Porque si Juan se deja llevar por las deudas y esos hombres presionan… entonces todo se nos viene encima. Y yo, como su madre, no puedo permitir que la entreguen al sufrimiento. Changel Este tipo no me gusta para nada… desde que entró, supe que algo traía escondido. Y mira que venir a proponerle un “negocio” a mi apá usando la felicidad de mi hermana como moneda de cambio. ¡Qué clase de hombre es éste! Ni siquiera se molesta en fingir buenas intenciones. Pero no se va a salir con la suya. Si mi apá lo acepta —por la deuda o por la presión— ¡yo no! Yo no voy a permitir que Eliseo se lleve a mi Estrellita como si fuera un trapo viejo. No mientras yo esté aquí. Me hierven las manos solo de imaginarlo cerca de ella. Ese desgraciado no la merece, y mi hermana no está para casarse con nadie, menos con un bribón como él. Si creen que nomás van a venir, hablar bonito y arreglar la vida de Estrella sin preguntarle… pues están muy equivocados. Y si mi apá no puede defenderla, yo sí. Sofía Allí está Don Arnoldo… ay, ese hombre es el más rico del pueblo, siempre, desde que tengo memoria, mi papá le debe dinero y parece que nunca vamos a terminar de pagarlo. Pero lo que más me preocupa es mi hermanita. Sé que Estrellita nunca aceptará casarse con un patán como Eliseo, ni yo lo permitiría, ni Dios mismo lo haría. Sería muy infeliz, siempre cargando con penurias por culpa de ese hombre que no es más que un mujeriego caprichoso. ¡No voy a permitir que le haga daño! Estrella Acudo al llamado de mi papá y, al llegar, veo que lo acompañan Don Arnoldo y su hijo Eliseo. Mi corazón late con fuerza y un nudo se forma en mi garganta. — Buenas noches — saludo, tratando de mantener la calma. — Mija, don Arnoldo tiene una propuesta que hacerte — dice mi papá con voz seria. — Dígame, don — respondo, aunque mi estómago da vueltas. — Estrellita, siempre tan educada y buena muchachita, es una lástima lo que te hicieron — comienza Don Arnoldo — pero aquí mi hijo Eliseo y yo tenemos la solución a tus problemas, hija. Un escalofrío recorre mi espalda y mis manos comienzan a sudar. — No le entiendo, señor. ¿Qué tipo de solución propone? — pregunto, conteniendo un temblor que no puedo disimular. — Para que dejes de estar en boca de todos, muchacha, estaba pensando que tú y mi hijo serían la pareja perfecta. ¿Cómo ves? Siento que mis ojos se abren de golpe y mi respiración se acelera. Todo el aire parece haberse ido de mis pulmones. — Mija, creo que lo que Don Arnoldo quiere decir es que el joven Eliseo quiere matrimoniarse contigo — explica mi papá, con cautela. — Le agradezco mucho sus buenas intenciones, don Arnoldo, pero no creo que esa sea la solución — digo con firmeza, aunque un nudo en mi garganta amenaza con hacerme llorar. — Estrellita, por favor — insiste Eliseo, y al acercarse y tomar mi mano, un miedo terrible me hace retroceder y apartarme bruscamente — yo te quiero y sé que podrías ser muy feliz a mi lado, con todo lo que tengo para ofrecerte. — ¡No, gracias! Lo siento mucho, pero no puedo aceptarte, ¡no puedo! — exclamo, mi voz tiembla entre la rabia y el miedo. — Creo que Estrellita lo pensará, hijo — interviene Don Arnoldo, con una sonrisa fría — volveremos en un par de días para saber la respuesta final. Quizá don Juan la haga recapacitar, ¿verdad? Siento un peso enorme sobre mis hombros mientras lo escucho. Mi corazón grita que no debo ceder, pero la presión de todos me hace sentir atrapada, como si no tuviera escape. Juan No me gusta para nada la actitud de Don Arnoldo, presionándome con ese absurdo compromiso entre nuestros hijos. No sé qué tendré que hacer para salvar a mi Estrellita de su terrible destino, pero no dudo ni un segundo que algo haré, aunque ello me rompa el corazón a mí y a toda mi familia. — Vaya con cuidado, Don Arnoldo — digo con firmeza, controlando la ira que me hierve por dentro —. Yo hablaré con mi hija, como usted dice; quizá lo piense mejor, y en esos par de días le tengamos una respuesta certera. Joven Eliseo, muchas gracias por todo. No me gusta la hipocresía, siempre he sido un hombre honesto y de bien, pero en esta ocasión no puedo simplemente despedirlos; debo parecer que estoy de su lado, para no ser tomado por sorpresa en alguna mala jugada. Siento cómo la tensión se me enreda en el pecho, pero sé que protegeré a mi hija cueste lo que cueste, aunque el precio sea caro y el camino lleno de angustia. Eliseo Espero que don Juan haga recapacitar a Estrella, porque dentro de muy poco ella será mi mujer por todas las de la ley. No pienso quedar como un perdedor, rechazado y humillado ante toda la gente de este mugroso pueblo. Que quede claro: yo siempre consigo lo que quiero, cueste lo que cueste. Estrella Don Arnoldo y su hijo por fin se fueron. Ojalá que mi papá no me obligue a casarme, porque si algo tengo claro es que en eso jamás podría obedecerlo. — Mija, tú eres una muchachita muy inteligente y sabes lo que… — empieza a decir mi mamá, pero papá la interrumpe de golpe. — Si sabes lo que te conviene, hija, deberías aceptar la propuesta del joven Eliseo. — No, papá — respondo sintiendo que la garganta se me cierra — yo no puedo hacer eso. — Él te ofrece un matrimonio, Estrella. Tu hijo tendría un padre. — ¿Tu hijo? ¿Estás embarazada? — preguntan al mismo tiempo Changel y Sofía, con los ojos muy abiertos. — Así es — contesta mi papá en mi lugar, casi como si quisiera anunciarlo a gritos — y por eso mismo deberías reconsiderarlo todo. — ¡No, papá! ¡Yo no tengo nada que pensar! — Juan, ¿por qué no dejas que la niña se calme y hablamos luego? — pide mi mamá, acercándose un poco a mí. — Mira, María de la Luz, será mejor que no te metas — la corta papá con dureza — Estrella ya no es ninguna niña. Y además de todo… será madre. Todo sería muy distinto si ese bebé no naciera. Sus palabras me atraviesan como cuchillos. — ¡No puedo creer que usted esté diciendo eso! — exclamo temblando — ¡Es mi hijo! ¡Su nieto! — ¡Es una deshonra para la familia! — grita mi papá, y su voz retumba en mis oídos como un golpe. En ese instante siento cómo algo dentro de mí se rompe, profundo y desgarrador, como si ya no quedara un solo rincón de mi alma que no doliera.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD