Sometida (Interludio)

Un pueblo lleno de recuerdos

Un pueblo lleno de recuerdos

Llegamos cuando el cielo estaba ya oscureciendo y cuando el clima de lluvia había sumido al pueblo en una bruma espesa que hacía difícil ver nada. Aquel lugar no era nada comparado con la ciudad que habíamos dejado atrás, pero tampoco era de esos pueblos pequeños perdidos en medio de la nada. Allí vivían cuando menos unas tres mil personas y se contaban con comodidades bastante considerables, aparte del clima puro y ambiente campestre que se respiraba en el aire. David no terminaba de estar de acuerdo con mi decisión, pero se animó un poco más cuando se enteró de que el pueblo había un centro comercial con cine incluido. El pobre tenía que ponerse al día con muchísimas películas.

Decidí que lo mejor era pasar la noche en un hotel, puesto que no quería llegar a importunar a ninguno de los conocidos que teníamos en aquel sitio. Pronto los visitaríamos a todos, a la familia de Ana antes que a nadie, pero primero quería tener una respuesta convincente cuando me preguntasen por tantas cosas que yo aún no terminaba de procesar del todo.

David se quedó complacido después de que le enseñé a jugar videojuegos con mi teléfono para que se entretuviese en aquella habitación fría, por lo que el resto de la noche logró pasar sin mayores sobresaltos. Nos fuimos a dormir a penas a las nueve. David estaba acostumbrado a dormir a esa hora y yo ya no quería estar despierta. El alma me dolía y los pensamientos me atosigaban. Lo mejor era dormirme para no pensar en nada de toda mi agónica realidad.

Como podía esperarse de antemano, el sueño me rehuyó bastante, por lo que tuve que salir un rato de la cama par a ir a mirar el cielo desde el balcón de la recámara. El firmamento se encontraba manchado con nubes de lluvia como si fuesen composiciones de un artista perezoso. La luna brillaba detrás de esa polvorosa escena, dándole un matiz de palidez brillosa y de mucha vida. La hermosura de ese cielo enamorado de sí mismo me hizo pensar en ellos: en papá y mamá, si ellos hubiesen estado a nuestro lado, nada de aquello hubiese ocurrido. No hubiese existido el dolor de la traición de aquel tío depravado ni la humillación del internado, no hubiese tenido que sufrir al estar a merced de aquel jefe lascivo y tampoco hubiese tenido que cargar sobre mis hombros la responsabilidad de salir adelante por mi hermano. Entonces recalé en la idea de que si ellos no hubiesen muerto en aquella ocasión tampoco hubiese conocido al señor Cavill y eso, aunque hubiese matado por evitar la muerte de mis padres, era algo de lo que no renegaría jamás. Conocerlo a él, para bien o para mal, sería para mí la mejor experiencia vivida, aunque esa experiencia de amor e ilusión apenas me hubiese regalado el idilio en menos de una semana.

Sonreí con resignación y despecho recalando en el triste hecho de que sin darme cuenta despertaba a la realidad de saber que no había nada que no me llevara a pensar en él de ahora en más. Definitivamente, olvidarle iba a ser una tarea muy difícil.

Volví a la cama y decidí aprovechar el insomnio para planificar lo que serían mis planes a partir de ese punto: El dinero que teníamos era suficiente para vivir con algo de holgura por lo menos durante un par de años y aunque me sentía terrible respecto a ese dinero, tanto por el que el abogado me dio como parte del acuerdo para traicionar a su jefe, como el que el mismo señor Cavill me dio como cancelación del contrato al enterarse de mi traición. No podía desdeñar del dinero, pues para iniciar esa nueva vida al lado de mi hermano necesitaba de todos los recursos posibles.

El señor Cavill no se había bastado con dejarme un coche valorado en una cantidad absurda de dinero, un coche que en aquel pueblo de campesinos y personas de clase media resaltaba a primera vista; él también me había pagado más de lo que me correspondía como pago del contrato, seguramente como parte de un gesto de dejarme en claro que no quería saber nada más de una traidora como yo.

Respirando el dolor y la consecuencia de mi traición, logré al fin quedarme dormida al lado de David, quien dormía plácidamente en un lecho confortable y en condiciones dignas y merecidas para un chico de su edad. Lo primero que haría con la salida del sol sería resolver nuestra situación habitacional, luego debía procurar que David volviera a la escuela, yo no podía permitir que el tiempo siguiera pasando para él de manera inútil.

Los sueños y pesadillas de todas las noches me visitaron sin falta, llegando a su cita incluso con nuevas facetas de dolor y agonía para mí, pero mi cansancio emocional era tanto que ni siquiera fui capaz de asimilar la agonía que me ocasionaba ver ante mí la repetición masoquista de aquellos episodios traumáticos a los que ahora también se le sumaba la escena de despedida frente a la casa de mi amado señor Cavill.

Desperté con la mente embotada y sin fuerzas cuando David comenzó a moverse en la cama sin control. Él estaba acostumbrado, por el régimen del internado, a levantarse antes de la salida del sol, pero al no querer perturbar mi sueño había resulto quedarse en la cama arremolinándose cada dos segundos como un pichón en un nido.

Sonreí cuando le escuché darme los buenos días. Aquella era una excelente manera de comenzar la mañana después de haber pasado una noche terrible lidiando con mis demonios internos.

―Buenos días ―le respondí estirando mis brazos mientras me ponía de pie. Desde la ventana se podía adivinar que el clima de ese día sería muy distinto al anterior, por lo cual se podía aventurar a que sería un día agradable y alegre, por lo menos para David lo era.

― ¿Qué haremos hoy? ―me preguntó emocionado como si de ahora en más cada día fuese para él una oportunidad de recuperar el tiempo que le había sido robado en aquel internado del infierno.

Yo miré la hora e hice unos cálculos rápidos. Si nos apresurábamos, posiblemente podríamos hacer varias de las cosas que teníamos en planes para ese día.

―Por lo pronto debemos alistarnos y tomar un buen desayuno… después de eso debemos prepararnos para recuperar algo que nos pertenece.